Por Alberto Asseff *
Debo ser breve porque es mejor y porque lo que tengo para proponer se explica por sí mismo. Es que la necesidad habla sin que reclame intérpretes.
O esperamos el milagro –ya sabemos que “Dios es argentino”, pero…- o hacemos algo. Yo no descreo de las energías adormecidas de nuestra Nación y todavía me entusiasmo pensando en un despertar. Abona mi optimismo un antecedente innegable: a cualquier país los desgobiernos como los que tuvimos y tenemos hace rato que lo hubieran hecho añicos. No sólo lo hubieran despedazado. Más que eso, lo hubieran mandado al quinto infierno. Sin embargo, nuestra Argentina sobrevive y en el fondo de su ser colectivo anida esperanzas de resurgimiento.
¿Qué hacer? Muchísimo, pero todo lo que intentemos exige que sentemos una premisa (y que la hagamos realidad): DEBEMOS REUNIRNOS, COORDINARNOS, COACTUAR.
No digo amontonarnos. Expreso otra modalidad para la UNION: obrar con un acuerdo básico que fije una especie de DENOMINADOR COMUN.
La idea es que en lugar de promover arroyos y riachos todos tributemos, fluyendo, a un cauce común todo lo caudaloso que seamos capaces de formar.
En lugar de múltiples “capillas”, una magnífica Catedral, en la cual todos nos respetemos y consideremos, pero todos impulsemos lo mismo para nuestro país.
El grandísimo problema argentino no es la falta de recursos o talentos. Es un inmenso problema político. A ese descomunal problema –que viene de arrastre– no lo vamos a solucionar suprimiendo o eludiendo la política. Eso ya fue intentado y tuvo un catastrófico resultado.
A la política cancerosa –para ser suave en la calificación– HAY QUE SUSTITUIRLA POR UNA POLITICA PATRIOTICA, SERVICIAL DEL BIEN COMUN, inspirada por el BIEN y por el AMOR a nuestro pueblo y nuestra tierra..
Dios nos va a ayudar si nos ayudamos. No tengo dudas.
¿La forma para nuestra unión? Cualquiera que sea operativa. Podría ser la Confederación, que tiene las dos virtudes: une, pero no confunde ni amontona.
Esta propuesta es el producto de un proceso que ha ido madurando y responde a muchos compatriotas que me han pedido que formule este llamado.
No aspiro a otro sitio que el de ser útil y, en todo caso, poner a disposición mi experiencia política, con sus pocos “más” y sus muchos “menos”.
Quedo a su disposición. En la medida de las respuestas, continuaremos avanzando. Quizás, 2011 nos reserve una buena SORPRESA, una que asombrará a propios y extraños.
¡Vamos, vieja y gloriosa Argentina! ¡El futuro todavía es posible!
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