viernes, 4 de febrero de 2011

DIVORCIO COLECTIVO: LA GENTE Y LOS POLITICOS

Alberto Asseff

Por Alberto Asseff

Saben los lectores que respeto a la política y que le he dedicado mi vida. No escribo para denostarla ni hacer más jirones de su deshilachado protagonismo actual. De su redonda ineficacia para resolver la constelación de problemas que se acumulan. Intento hacer un modesto llamado. Quizás, razonando – y también poniendo un poco de sana pasión – podamos contribuir a sacarla de las sombras, por no decir del pozo profundo en que está.

Hoy no digo nada nuevo si afirmo que el divorcio de los políticos y la ciudadanía es inmenso, casi total. Sin abrumar con números, el 84 por ciento de los jóvenes dice ser indiferente con partidos y organizaciones sociales. Esto último es aún más alarmante.

Lo grave es que los más encumbrados no toman nota. O se hacen los distraídos, lo cual sería un mayúsculo cinismo, o no entienden, lo que sería agudamente peligroso porque estaríamos en manos improvisadas e inexpertas.

Uno de los peores rasgos de la actual situación es que se huye y rehúye el debate. El día que hagamos de verdad la REFORMA POLITICA , uno de los puntos angulares a incorporar será que NO HAY ELECCION NI CAMPAÑA SI NO HAY DEBATE. Los precandidatos, candidatos, postulantes y prepostulantes deben someterse al debate con los otros. La confrontación ilumina y esclarece. Evita que se digan sandeces sin refutación. El monologo, además de tedioso, suele ser una ristra de mentiras o, en el mejor caso, de autoengaños. El confronte exige seriedad en la propuesta pues la pone frente al otro. De ese cruce de opiniones surge – o se está más cerca – la realidad y la posibilidad genuina de cambiarla. Que, a no olvidarlo, es el menester supremo de la política.

Otra cuestión es el envejecimiento de ideas que sufre agudamente la Argentina. Acá se plantean recetas, en 2011, que fracasaron en la Argentina y el mundo entero hace un cuarto de siglo. Mientras Cuba inicia el proceso de apertura hacia la indispensable libertad de iniciativa económica, entre nosotros se propone como novedoso retornar al rancio y frustrante – además de redondamente corrupto – estatismo. O no se informan, o son hipócritas o no comprenden. Pareciera que no tomaron noticia del fenómeno chino o brasileño.

Acá es tabú hablar de productividad o de competitividad o de inversiones. A estas formidables palabras – que implican trascendentales aspectos que cimentan la PROSPERIDAD colectiva – les pusieron la etiqueta y consecuentemente está prohibido hablar de ellas o sobre ellas, so riesgo de que le caiga al atrevido el sambenito de oligarca o ultraliberal.

Acá apuntar a la regeneración ética del colectivo nacional causa hilaridad, más o menos embozada. Un político que aspire al imperio ético es un ingenuo, sobre todo para sus colegas. Empero, sin una eticidad básica será imposible reencaminar al país. El capitalismo de riesgo – y el socialismo o cualquier sistema – exigen un sustento ético. Por algo hasta el padre de las ideas económicas liberales – Adam Smith – era profesor de Moral.

Acá se introducen falsos dilemas o causas engañosas cual si fuera el pan de cada día. El de estos días es acerca de la pobreza y el delito, omitiendo que cada vez es más estremecedor el cuadro de CRIMEN ORGANIZADO, sea en materia de narcotráfico, medicamentos falsos, fraudes a la Anses, sobreprecios de obras públicas y una centena de modalidades donde los criminales son todos económicamente acomodados, mayoritariamente universitarios, actuando en bandas que, si no fuera que las costumbres de la vestimenta han mutado, diríamos que son de saco y corbata, como antes de galera y bastón.

Cierto sindicalismo desnaturalizado se desmadra en busca de poder corporativo y de dinero. Podría sostenerse que ocupa el vacío que deja la mala política, aunque pareciera que el degollado se mofa del ahorcado en vista de que ambos compiten por la ubicación allá en el ultrafondo de la tabla de simpatía popular.

Acá se crean nuevos partidos – como el que pretende acaudillar la señora Alicia Kirchner (¿cuál es su pensamiento, qué ideas nos ofrece para conmovernos?)- apelando al nombre Liberación, como hace 40 años –“liberación o dependencia” era la consigna. Sería bueno que Alicia nos explique por qué, hoy en 2011, estamos pendiendo de un hilo – así de ultradependientes – , tanto que si Dilma devalúa el real o Sarkozy tiene éxito en bajar los precios de los commodities, nuestro “modelo” K se desmorona. Pasan las décadas y proseguimos atrapados por las mismas falacias e iguales vulnerabilidades..

Nadie quiere convocar al patriotismo argentino. Es un anacronismo, piensan. Pero, pregunto: ¿se puede reconstruir un país si no existe amor por él? No estoy de acuerdo con Samuel Huntington cuando sostiene que ‘para amar hay que odiar”. Se puede amar a lo nuestro sin odiar lo ajeno y ni siquiera aislarnos del mundo. Al contrario, por amarla bien, queremos que la Argentina esté, con un buen lugar, en el mundo.

Si no les agrada el vocablo patriotismo, designemos a la falencia como ausencia de servicio al bien común. Si este término huelo a eclesial, pues digamos INTERES GENERAL. Si nadie tributa de veras al interés general, ¿es posible levantar a la Argentina?

El gobernador del 40% de la demografía argentina - ¿qué hacen o proponen para modificar esta monstruosidad? -, señor Daniel Scioli está volcado al CIRCO. Julio Iglesias, Puma Rodríguez, Palito, y muchos otros para divertir y distraer al pueblo. Un gasto descomunal al que se le agregan los $771.559 diarios en publicidad personal (para nada institucional).

El sistema es tan mentiroso que dictan leyes supuestamente para poner control en los gastos de campaña electoral, pero Scioli despliega esta propaganda escandalosa y la Cámara Nacional Electoral, los jueces electorales y los contadores auditores no observan ni un centavo de estos desbordes.

Se puede volver al matrimonio entre la Nación y su política. Que sea posible – como que es INDISPENSABLE esa asociación – se subordina a dos actos: CONFIAR (acto interior) y PARTICPAR (acto exterior). No existe otra opción. En tanto sigamos esperando que alguien ‘aparezca’ y haga por nosotros lo que nosotros omitimos, el divorcio – y la decadencia – seguirán su nefando curso.

El guía de la Nación – ese que nos falta – no es mesiánico ni milagroso. Es el resultado de una construcción colectiva. En el estado de necesidad es cuando se está más próximo a consumar esa arquitectura. Es que ‘la noche nunca es más oscura que cuando se acerca el amanecer’.

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