Por Silvio H. Coppola
Para hablar en términos
generales, podemos decir que la paranoia es una perturbación mental, que
consiste en la fijación de ideas, que llevan a una excitación maníaca, a una
depresión melancólica y a delirios sistematizados agudos o crónicos, que se
manifiestan claramente en las personas atacadas. Y para hablar en términos
médicos, se puede afirma que la esquizofrenia es “...una enfermedad mental
común y grave. Los síntomas son muy variables... son experiencias inhabituales
típicas: alucinaciones (oír voces...) como creer firmemente en algo que no es
cierto y que está fuera de lo ordinario. Son comunes los delirios paranoides,
típicamente el creer que todas las personas están contra uno... El esquizofrénico
pierde la capacidad para distinguir la realidad de lo imaginario” (Michael Orme y Susana Graham Jones “Guía práctica de la salud”, Edit.Planeta SA,
1993, Buenos Aires, pág.120).
Sabiendo esto, podemos
caracterizar a la situación que se busca establecer en los Estados Unidos y en
Europa occidental, en relación al terrorismo supuestamente árabe, como
característicamente paranoica. Se busca así instalar ese estado de cosas en la
desprevenida población, para que se vean enemigos fundamentalistas en todos
lados, todos decididos a efectuar actos espantosos de terrorismo, en cualquier
sitio y por cualquier medio. De ahí la gran excitación que se produjo hace
algún tiempo, al denunciarse en la Gran Bretaña , un supuesto complot para destruir
aviones comerciales en vuelo. Y ni hablar de la nueva conmemoración del
atentado a las Torres Gemelas de Nueva York. Todo ello pareció en su momento y
mucho más ahora, como algo mentiroso y amañado, para alejar a la opinión
pública de la agresión de la NATO
en especial de Francia y Estados Unidos, a la República Árabe Libia
Popular y Socialista. Este ataque, con motivos de la lucha por la democracia,
de la lucha contra los dictadores, contra el terrorismo y otros pretextos
igualmente mentirosos, tiene como finalidad directa el aprovechamiento de la
situación estratégica y del petróleo libio. Y lamentablemente a la población de
los países agresores, no le importa ni mucho ni poco lo que hagan sus gobiernos
o sus aliados, aunque lleven la muerte y la destrucción a cualquier parte del
globo, siempre y cuanto crean que con esto se aseguran mayores beneficios
económicos y así pensar ingenuamente que por ello están exceptuados de
cualquier acto terrorista, siendo que la realidad puede por ello mismo,
convertirse en todo lo contrario.
Y es indudable que para conseguir
que este estado de ver las cosas, se implante en la porción económicamente más
activa del mundo, hay que llevar a hacerla actuar de manera paranoica,
haciéndole ver en todos los casos, supuestas maquinaciones de seres que no
trepidarán en nada para destruir su modo de vida. Pero para que sea realidad
este pensamiento, hay que contar con los medios de comunicación de aquellos
países, que actuarán de manera que hagan que se cumplan las finalidades
políticas de sus gobiernos, que son muy claras: primero, poner en la mente de
sus gobernados, que su principal preocupación con relación a esta temática,
tiene que ser evitar a su país, atentados terroristas de cualquier tipo y en
consecuencia, en segundo término y por ello mismo, que se llegue a justificar
cualquier tipo de acciones que pudieren emprender, sin importar contra quienes
y el lugar del mundo que se efectúen, siempre que se alegue que es contra el terrorismo o contra los terroristas, aunque todo sea producto del interés político, del
interés económico o sencillamente de la imaginación.
Y es curioso dentro de esta
paranoia que se busca crear, que se piense que los supuestos ataques
terroristas, puedan ser del carácter de los del 11 de septiembre de 2001. Es
más que difícil que atentados de este tipo se puedan repetir. Nada más que con
mencionar que para ellos, habría que contar en primer término con pilotos
adecuados y en segundo término, con que los mismos estén dispuestos a ofrendar
sus vidas. Pero los ataques a aviones, aunque improbables, son los que más
alarman al sector pudiente de la sociedad, que es el que de alguna manera,
colabora más directamente en moldear a la opinión pública. Por eso, el objetivo
desde el punto de vista político de los estados europeos y de Estados Unidos,
es dirigir y fomentar la paranoia colectiva, machacando sobre el riesgo de
atentados en el transporte aéreo y otros similares y así justificar cualquier
ataque a cualquier país y cualquier cambio de gobierno que efectúen por presión
diplomática o por la fuerza, como en el caso de Libia.
Reflexionando sobre todo esto y
si como se dice, hay tantos terroristas y tanto terrorismo organizado, ¿no
sería lógico pensar que estos se pueden manifestar de otra manera, en otros
actos horrendos y destructores? Como envenenamiento de aguas, de productos
médicos, de alimentos y de animales. Como la proliferación de gérmenes, virus y
bacterias entre humanos, que causen invalidez y muerte (se puede recordar las
mentiras esparcidas hace unos años, con relación a los supuestos ataques con
ántrax). Como la voladura de edificios, diques, puentes o vías férreas o
incluso de hospitales. Si todo esto no ha sido hecho por un terrorismo
supuestamente poderoso y que contaría con enormes recursos financieros, es
indudable que es porque no ha querido
hacerlo o porque no tiene recursos para intentarlo siquiera. En ambos casos
la población occidental puede con mucho, estar tranquila por el momento. Lo que
no pueden decir lo mismo son los palestinos, los libios, los afganos, los
iraquíes, los libaneses, los sirios, los iraníes y varias naciones más, que en
cualquier momento pueden integrar la lista negra de los poderosos.
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