Por Pepe Eliaschev
@peliaschev
10/09/11
Si Cristina Kirchner es reelegida dentro de 42 días y sigue viviendo
en la residencia presidencial de Olivos hasta el 10 de diciembre de 2015,
marcará un récord difícil de igualar (doce años y medio en la mansión del jefe
máximo del país). Conviene tomar sus palabras en serio. Esta semana hubo dos
momentos ricos para evaluarla sin intermediarios ni atajos retóricos. Fueron
sendos anuncios típicos de los Kirchner
desde el primer día de su llegada al gobierno. Presentó el Plan Estratégico
Agroalimentario y Agroindustrial y anunció por cadena nacional el ajuste del
importe de la asignación estatal a los niños. En ambas intervenciones usó un
total de 9.074 palabras. Entre ellas dijo “yo” 42 veces, una vez cada 216
palabras, una autorreferencialidad insuperable. La funcionaria de mayor rango
de una república democrática padece una fenomenal estima por sí misma. No es
banal reparar en cómo le habla al país. Sus palabras, manierismos y soliloquios
son útil herramienta para entenderla y prever cómo seguirá gobernando. Sus
discursos de esta semana la muestran en el uso más proverbial de su retórica.
Le apasiona monologar por televisión. Apela a herramientas discursivas que
transcribo.
Yo ya decía. Esta cosa que vengo
yo machacando. Yo misma. Yo que soy la Presidenta. Yo me volvía loca. Yo
siempre creo. Yo siempre digo. Como digo yo. La dignidad de los humildes, digo
yo. Yo lo decía el otro día. Yo veía a la Evita mirando al sur. Yo por lo menos
nunca pretendí ser revolucionaria. Yo estoy convencida. Yo creo. Yo decía porque
digo. Por lo menos es lo que yo hago, pensar en los demás. Tal vez, si pensara
en mí misma y sola, bueno, no importa… Una llamativa constante: citarse,
mencionarse, exponerse, referenciarse.
Ahora que incluso
antikirchneristas antes críticos del Gobierno tienden a abrirle crédito al
“nuevo discurso” presidencial, no es mera indagación psicologista husmear los
vericuetos de una personalidad que influye de modo formidable en la marcha del
país.
En la Argentina ha sido
proverbial destacar las legendarias rabietas de Alfonsín, las míticas ambigüedades de Menem, las indecisiones enervantes de De la Rúa y la ira desbordante de Néstor Kirchner. El seguimiento periodístico de esas subjetividades
fue implacable. Cuando Fernando de la
Rúa perpetró el crimen imperdonable de equivocar el nombre de pila de la
entonces esposa de Marcelo Tinelli,
un macizo aparato mediático diagnosticó “¡Alzheimer!”. Feo traspié de De la Rúa: llamó Laura a Paula Robles y
quedó incendiado. ¡Pobre diablo, ni siquiera sabía cómo se llamaba la mujer del
tipo más popular de la Argentina! Néstor
Kirchner habilitó la Casa Rosada para que la troupe tinelliana grabara en
el despacho presidencial una serie de gags destinados a escarnecer a De la Rúa, sus olvidos y confusiones.
Esta semana, Cristina Kirchner confundió
en público al empresario Guillermo
Dietrich con el ministro de la Corte Juan
Carlos Maqueda. Sería imperdonable asegurar, por eso, que la Presidenta
padece deterioro cognitivo.
Hay enunciados presidenciales
asombrosos. Como parte de esa costumbre de situarse en el centro del mundo, el
papel de la Argentina es sobredimensionado hasta el absurdo por la Presidenta,
con agravios a países amigos. Esta semana, por ejemplo, al exaltar los avances
educacionales argentinos, dijo que “Brasil tiene una tasa de analfabetismo (…)
del 10 por ciento”, España “creo que 5,4” y Colombia “creo que era el 6,6”.
¿Qué necesidad de hacer esas tóxicas comparaciones? ¿No podría por lo menos
manejar datos serios? El analfabetismo cayó cuatro puntos en la década de Lula en Brasil, que por su tamaño
continental todavía tiene un 9,6% de personas mayores de 10 años que no saben
leer ni escribir. En España es analfabeto un 2,2% de la población mayor de 16
años. Colombia admite un 9,6%. Cuando la Presidenta habla de otros países es
odiosa y agresiva en sus descorazonadoras improvisaciones.
Impresiona su recurrente
victimización hasta en irrelevancias supremas. Necesitada de usar lentes, como
corresponde a una señora de 58 años, exclama “me voy a poner los anteojos para
no equivocarme y que nadie se enoje”. ¿Quién y por qué se habría de enojar
porque a su edad debe usarlos? También es visible su proclividad a
provocaciones elementales, a partir de las cuales se embarra mal. Define, por
ejemplo, a la mujer de su hijo como “una persona a la que quiero mucho, que
también es muy peronista, la nuera de mi hijo”. ¿La nuera de su hijo? ¿No será
su propia nuera? Al hablar de las universidades, asegura que “jamás osaría
poner en duda” su autonomía, “me excomulgarían”. De las excomuniones se ocupa
la Iglesia. Dicha autonomía se debate en el Congreso, un poder bastante menos
vertical que el clero.
Para el universo conceptual de la
Presidenta dar es tener poder y para tener poder hay que dar. Sus palabras lo
acreditan: “Ayer me tocó vivir momentos muy, pero muy conmovedores. Fuimos a
una casa de María, que seguramente
me debe estar mirando por ese televisor pequeño, un televisorcito… Me quiso
llevar a su habitación para que la conociera. La dignidad de los humildes, digo
yo. Un televisorcito muy pequeño, muy antiguo… me pidió si le podía dar un
televisorcito… porque me quería ver más grande, por Canal 7, me dijo, se ve que
por otros canales no me deben pasar tanto, además. Pero para María, que me mira
por la Televisión Pública, y debe por ahí estar mirándonos en su televisorcito
chiquito, vamos a hacerle llegar un televisor más grande”.
Anunció la actualización de las
remuneraciones de la asignación “universal” por hijo así: “he decidido (sic)
que la asignación tendrá un incremento del 22,7% lo que llevará la asignación
de 220 pesos actualmente a 270 a cada uno de nuestros niños”. “He decidido.” No
el Estado argentino, los contribuyentes que lo sostienen, el Poder Ejecutivo o
el Gobierno. Siempre “yo”, fuerte, terminante, genial, poderoso, creativo,
imperial. El “he decidido” implica erogar US$ 735 millones, con lo cual el
total en asignaciones llega a más de US$ 5.755 millones. Yo, primera persona
del singular. Es así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.