Por Andrés Oppenheimer
aoppenheimer@elnuevoherald.com
Andrew Almazán, el joven mexicano
de 16 años que acaba de recibir su diploma en psicología y que planea terminar
la carrera de medicina a los 18 años, me dijo algo en una entrevista días atrás
que yo no sabía: millones de adolescentes excepcionalmente talentosos de
Latinoamérica están siendo expulsados de las escuela públicas por falta de
programas para estudiantes superdotados.
En una entrevista desde Ciudad de
México, Almazán me dijo que cuando estaba en la escuela primaria se aburría en
el aula, y tuvo problemas con los maestros por cuestionar lo que éstos decían
en clase.
Sus maestros lo consideraban un
chico problemático, y le diagnosticaron el síndrome de déficit de atención,
pese al hecho de que tenía un coeficiente intelectual de 163, más alto que el
de Albert Einstein. En general, la Organización Mundial de la Salud y la
mayoría de los psicólogos consideran que cualquiera que tenga un coeficiente
mayor de 130 puntos es superdotado.
“A veces me mandaban a la
dirección, porque decían que me insubordinaba a la autoridad de los maestros”,
me dijo Almazán.
Cuando Almazán tenía 9 años, su
padre —un médico cirujano— lo sacó del sistema escolar, y le proporcionó
educación en su casa. El joven terminó la escuela secundaria a los 12 años, y
empezó a estudiar psicología y medicina simultáneamente a esa edad.
Ahora está completando sus
estudios de medicina, y paralelamente está realizando una investigación
científica para una cura de la diabetes. Este mes tiene planeado presentar su
trabajo de investigación en el Congreso Nacional de Ciencias Fisiológicas de
México.
Citando las estimaciones de la
Organización Mundial de la Salud, Almazán me dijo que alrededor de un 2.3 por
ciento de la población de todos los países es superdotada, lo que significa que
tan sólo en México hay unos 800,000 niños con algún tipo de sobrecapacidad
intelectual.
“Pero aquí, en México, se pierde
alrededor del 95 por ciento de ellos, porque no se los identifica a tiempo”, me
dijo Almazán. “Estamos perdiendo esa capacidad intelectual, por una tendencia a
la nivelación (hacia abajo) al promedio”.
Aparentemente, eso no ocurre tan
sólo en México, sino en la mayoría de los países latinoamericanos.
En Argentina, donde otro joven
excepcionalmente inteligente —Kouichi Cruz, de 14 años, que está cursando tres
títulos universitarios en la Universidad de Córdoba — ocupó los titulares hace
pocas semanas, las escuelas públicas no ofrecen ningún trato especial a los
estudiantes superdotados, según me dijo la directora de una fundación privada
para los jóvenes superdotados.
“Al contrario, los expulsan
psicológicamente, los golpean”, me dijo María del Carmen Maggio, presidenta de
la Fundación Para la Evolución del Talento y la Creatividad de Argentina.
“Tenemos el caso de un chico de 8 años que fue abofeteado por su maestra, tan
fuerte que lo tiro al suelo”.
Los maestros no quieren tener que
estudiar más para atender a los estudiantes dotados, y las autoridades no
quieren aparecer dedicándoles más tiempo y atención a los de mayor talento,
agregó.
Al igual que la fundación de
Maggio, que tiene alrededor de 30 estudiantes, hay varias instituciones
privadas que dan atención especial a los superdotados en varios países de
Latinoamérica, tales como las Escuelas Fontán en Colombia, y otras patrocinadas
por la Fundación Edúcate en Ecuador, pero pocos sistemas escolares de la región
tienen regulaciones especiales para la atención de los estudiantes
superdotados, según dicen los expertos.
Eugenio Severin, un experto en
educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Washington, D.C.,
dice que contrariamente a lo que ocurre en Estados Unidos, Europa y varios
países de Asia, donde las escuelas públicas proporcionan clases especiales para
los estudiantes superdotados, “en los sistemas educativos latinoamericanos no
hay experiencias sistemáticas de apoyo diferencial a los estudiantes
talentosos”.
Mi opinión: Mientras China, India
y otros países en rápido crecimiento han creado una meritocracia educativa, que
recompensa a las mentes más brillantes, casi todos los países latinoamericanos
tienen programas especiales para los niños con desventajas, pero no para los
superdotados. En su elogiable afán por expandir la educación a los menos privilegiados
y a los discapacitados, muchos países han caído en el extremo opuesto:
desalientan los cuadros de honor o cualquier otro medio de identificar y darle
atención especial a sus mentes más brillantes.
Al final de mi entrevista con
Andrew Almazán, no pude evitar pensar qué hubiera sido de éste joven si su
padre no hubiera sido un médico con los conocimientos y medios económicos para
poder ofrecerle una educación en su casa. Probablemente Andrew hubiera sido uno
de los tantos talentos excepcionales a los que se les diagnostica el Síndrome
de Déficit de Atención, son expulsados de sus escuelas, y se convierten en uno
más de los millones de talentos desperdiciados de la región.
Fuente: Envío de "Tábano Informa"
El Nuevo Herald (EE. UU.) -
04-Sep-11
http://www.elnuevoherald.com/2011/09/03/1017713/oppenheimer-mentes-brillantes.html
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