El fin de un moderado
Novedades del pasado
El tipo humano considerado
“normal” hoy es el moderado, o que al menos lo parece.
El moderado es por definición un
centrista que no quiere comprometerse con las consecuencias de los principios
que adopta. Considera ideal hasta no tener principios. El quiere ser bien visto
por todos, nunca tiene opinión estable, a no ser a respecto de su propia
moderación. Pero si su posición de “término medio” es atacada, se vuelve
furioso: el moderado es un fanático de la moderación. Ataca furibundo a los que
desean el bien por entero y los tacha de “extremistas”.
Con los extremistas del mal, por
el contrario, sonríe y colabora pues así –dice él– se les ablanda el corazón
para que no hagan cosas “tan malas”. Sin embargo, no satisfaciendo a nadie que
tenga una posición definida, el moderado acaba siendo visto como mediocre por
muchos y no raras veces termina mal.
A continuación presentamos la
historia de un moderado, un noble que participó de la Revolución Francesa, con
todo el ardor de su moderación.
“Stanislas de Clermont-Tonnerre, de ilustre familia, bien visto en
la Corte, había leído a Montesquieu y
Rousseau; afiliado a la masonería,
era un apasionado de las ideas igualitarias. Participó de los Estados
Generales, en calidad de diputado de la nobleza. Juzga criminal la obstinación
de su orden [la nobleza] y se junta al Tercer Estado (la plebe) (…)
“El inicio fue triunfal: el
Tercer Estado festejó a este aristócrata que, rompiendo con su casta,
confraternizaba con el partido popular. (…) Pronto llegó al apogeo: sus maneras
nobles, su elocuencia elegante lo tornan rápidamente presidente de la Asamblea.
En contrapartida, en el campo de la nobleza ¡que descrédito! Es el desertor, el
tránsfuga, el ingrato, el que dio el primer golpe contra el edificio de la
monarquía, a esta monarquía a la cual debía todo.
“(…) en octubre, el populacho
invadió el castillo del Rey, masacró guardias, arrastró a la familia real
prisionera a Paris y súbitamente, para Stanislas,
así como para otros (…) partidarios de las reformas moderadas, el velo se
rasgó. ¿No son ellos culpables de este desastre? (…) Stanislas hace su “mea culpa”: “Soy uno de esos hombres débiles y
variables que no se fijan en ningún partido”, confiesa él. (…) Así es rechazado
por todos: sospechoso para la derecha y para la izquierda, tanto en la Corte
cuanto en el pueblo, considerado revolucionario por algunos y retrógado por
otros.
“Una noche –era el 9 de agosto de
1792- Stanislas cenaba en casa de Montmorín. De repente el toque a rebato
se hace oír: el populacho está camino a las Tullerías. (…) ¿Irá Stanislas
a juntarse a los defensores del castillo real? ¿Cómo sería recibido? Prefiere
volver a casa. Día 10, nueve de la mañana, el motín victorioso expulsó al rey
de su palacio, una horda desenfrenada invade la casa del “infame moderado” (…)
él escapa, se refugia en una casa amiga, sube al cuarto piso; es perseguido,
alcanzado y lanzado por la ventana cayendo a la calle donde terminan de matarlo
a golpes de hacha y bayonetas.”
(Traducido de Georges Lenotre, “La Petite Histoire”,
tomo 5: “La Revolution par ceux qui l’ont vue”, Bernard Grasset (ed.). París, 1934.)
Fuente: Acción Familia | Tema: Verdades Olvidadas
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