En el programa “Claves para un
Mundo Mejor” (América TV), Mons. Héctor
Aguer, Arzobispo de La Plata, dedicó su habitual reflexión televisiva al
comienzo del tiempo litúrgico del Adviento con una bella enseñanza de la virtud
teologal de la Esperanza.
Comentó “que son las cuatro
semanas en las cuales nos preparamos para celebrar la próxima Navidad”,
recordando que “la Navidad representa para nosotros el acontecimiento central
de la historia humana que es la venida de Cristo” y que “el Tiempo de Adviento
no solamente se refiere a ese hecho pasado, que es siempre presente, sino que
también nos dirige hacia el acontecimiento futuro que es la segunda venida de
Jesús”.
“Por la fe nosotros creemos en la
vida eterna. Creemos que Jesucristo nació en Belén, vivió, murió y resucitó
para abrirnos las puertas de la vida eterna. Creemos que en su segunda venida,
precisamente, concluirá la historia humana e introducirá a su Iglesia en la
bienaventuranza”, explicó.
Y añadió: “Nosotros por la
esperanza aguardamos ese dichoso final que será nuestra plena realización. Lo
deseamos, confiadamente, lo aguardamos y lo deseamos con pasión, apoyados en la
gracia que nos da el Espíritu Santo, en la misericordia omnipotente de Dios.
Por la esperanza teologal nos situamos especialmente en el nivel, a la altura,
de aquel premio definitivo, de la auténtica felicidad que es la vida eterna en
la comunión con Dios para siempre”.
En su catequesis televisiva, el
prelado recordó que “los antiguos, los filósofos paganos, decían de la
esperanza concreta del hombre, de la esperanza humana, que es la elevación del
ánimo” y destacó que “creer en la vida eterna no es una quimera, no es una
fantasía. Nosotros creemos en la vida eterna por la fe, pero estamos ordenados
a ella, la deseamos y la aguardamos por la esperanza. Quiere decir que la
esperanza teologal nos pone en comunicación, en comunión con Dios. Es en
nosotros una facultad, una función de la gracia de Dios, que nos eleva a ese
plano divino”.
Luego se detuvo en la enseñanza
de Santo Tomás de Aquino que decía, respecto de la Esperanza teologal, “que de
Dios no podemos esperar menos que a Dios mismo. Es decir que por la Esperanza
esperamos de Dios y esperamos a Dios”. Por eso, para un cristiano “desde esta
cima de la esperanza teologal, se esclarecen y adquieren sentido y consistencia
todas las legítimas esperanzas humanas. Con esta esperanza orientada a la vida
eterna nosotros esperamos muchas cosas buenas para nuestra vida temporal”.
Mons. Aguer manifestó que “todas las rectas esperanzas humanas tienen que
ser medios, instrumentos, para alcanzar aquel último fin, y en ese sentido son
asumidas por la esperanza teologal. Así el talante espiritual, psicológico,
afectivo, de la esperanza colorea la vida del cristiano”.
Recordó que el Apóstol San Pablo
a las primeras comunidades les decía que debían estar alegres por la
Esperanza”, y por eso “a pesar de las muchas cosas que tengamos que afrontar y
que no son nada agradables, a pesar de que muchas de nuestras pequeñas
esperanzas cotidianas no se cumplan e incluso se frustren dejándonos una buena
cuota de dolor, sin embargo, nos alegramos por aquella esperanza fundamental
que da sentido y orientación a nuestra vida. Así también aprenderemos en qué
cosas debemos poner nuestra esperanza”.
Transcribimos el texto completo
de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Estamos viviendo el tiempo
litúrgico de Adviento, que son las cuatro semanas en las cuales nos preparamos
para celebrar la próxima Navidad”.
“La Navidad representa para
nosotros el acontecimiento central de la historia humana que es la venida de
Cristo. Pero el Tiempo de Adviento no solamente se refiere a ese hecho pasado,
que es siempre presente, sino que también nos dirige hacia el acontecimiento
futuro que es la segunda venida de Jesús. En el Credo profesamos que volverá,
con gloria, para juzgar a vivos y
muertos y su Reino no tendrá fin”.
“Entonces, el Adviento tiene esta
doble dimensión: por un lado celebramos el primer nacimiento de Jesús, su
primera venida, y por otro lado, aguardamos su segunda venida, la afirmamos en
la fe. Pero de uno y otro Adviento recogemos la actualidad de la presencia del
Señor, que ha venido, viene continuamente con su gracia y vendrá
definitivamente al fin de los tiempos”.
“Por la fe nosotros creemos en la
vida eterna. Creemos que Jesucristo nació en Belén, vivió, murió y resucitó
para abrirnos las puertas de la vida eterna. Creemos que en su segunda venida,
precisamente, concluirá la historia humana e introducirá a su Iglesia en la
bienaventuranza.”.
“Nosotros por la esperanza
aguardamos ese dichoso final que será nuestra plena realización. Lo deseamos,
confiadamente, lo aguardamos y lo deseamos con pasión, apoyados en la gracia
que nos da el Espíritu Santo, en la misericordia omnipotente de Dios. Por la
esperanza teologal nos situamos especialmente en el nivel, a la altura, de
aquel premio definitivo, de la auténtica felicidad que es la vida eterna en la
comunión con Dios para siempre”.
“¿Cómo podemos desear eso? ¿Cómo
nos hacemos capaces de aguardarlo como algo realmente posible, que debemos
conquistar con la ayuda de la gracia de Dios? Precisamente por esta especie de
elevación que produce en nosotros la Esperanza”.
“Los antiguos, los filósofos
paganos, decían de la esperanza concreta del hombre, de la esperanza humana,
que es la elevación del ánimo”.
“Creer en la vida eterna no es
una quimera, no es una fantasía. Nosotros creemos en la vida eterna por la fe,
pero estamos ordenados a ella, la deseamos y la aguardamos por la esperanza.
Quiere decir que la esperanza teologal nos pone en comunicación, en comunión
con Dios. Es en nosotros una facultad, una función de la gracia de Dios, que
nos eleva a ese plano divino”.
“Santo Tomás de Aquino decía,
respecto de la Esperanza teologal, que de Dios no podemos esperar menos que a
Dios mismo. Es decir que por la Esperanza esperamos de Dios y esperamos a
Dios”.
“Ahora bien, para un cristiano,
desde esta cima de la esperanza teologal, se esclarecen y adquieren sentido y
consistencia todas las legítimas esperanzas humanas. Con esta esperanza
orientada a la vida eterna nosotros esperamos muchas cosas buenas para nuestra
vida temporal. Pero ¿por qué podemos esperarlas así? Precisamente porque las
conectamos con aquello que es nuestro último fin. “Decía yo: “todas las
legítimas esperanza humanas”. Todas las rectas esperanzas humanas tienen que
ser medios, instrumentos, para alcanzar aquel último fin, y en ese sentido son
asumidas por la esperanza teologal. Así el talante espiritual, psicológico,
afectivo, de la esperanza colorea la vida del cristiano. En este tiempo de
Adviento, sin duda, pero de algún modo siempre porque podemos interpretar el
Adviento como una especie de parábola litúrgica de la existencia cristiana. Por
eso el Apóstol San Pablo a las primeras comunidades, sobretodo a los Romanos,
les decía que debían estar alegres por la Esperanza”.
“A pesar de las muchas cosas que
tengamos que afrontar y que no son nada agradables, a pesar de que muchas de
nuestras pequeñas esperanzas cotidianas no se cumplan e incluso se frustren
dejándonos una buena cuota de dolor, sin embargo, nos alegramos por aquella
esperanza fundamental que da sentido y orientación a nuestra vida. Así también
aprenderemos en qué cosas debemos poner nuestra esperanza”.
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