Por Antonio
Caponnetto
El domingo 29 de enero, en la sección Enfoques del diario
La Nación (p.1-3), se publicó una larga e
interesante entrevista de Ricardo Cárpena al Dr. Vicente Massot.
Siempre es
bueno entrar en contacto con el pensamiento de Massot, sea por
la caballerosidad de su estilo como por la solvencia de sus estudios.
Pero si lo transcripto en la mencionada entrevista –tanto por las
preguntas y comentarios del periodista como, principalmente, por las
respuestas del entrevistado- fuera fidedigno, hay una serie de
juicios que se han vertido sobre la revista Cabildo que necesitan
justicieras aclaraciones.
1º)
Durante los años ’70 y hasta hoy, Cabildo no predicó ni practicó jamás
la agresividad “en términos de la reivindicación de determinados tipos de
violencia tan acusadas como las de la izquierda revolucionaria”. Esta simetría
que se establece diciendo que “todos reivindicábamos la violencia” es, por lo
menos, errónea y confusa. A quienes aún hoy formamos parte de Cabildo
no se nos ha pasado por la cabeza buscar algún refugio indulgente en esta
presunta homologación de violencias.
Cabildo
predicaba la guerra justa contra el terrorismo marxista, precisamente en
franca oposición a la estrategia criminal de la violencia ejecutada cruelmente
por “la izquierda revolucionaria”. Las cosas se especifican por su fin. El
nuestro era el reclamo de los argentinos cabales, para que las Fuerzas Armadas
de la Nación libraran limpia y frontalmente la necesaria
Guerra Contrarrevolucionaria. El fin de “la izquierda revolucionaria” era el
opuesto, en consonancia con los planes del Comunismo Internacional a los
cuales aquellas bandas partisanas respondían. Hablar de una genérica
"violencia" que habría sido reivindicada por todos, comporta una ligera
simplificación.
Precisamente porque es cierto que “la idea es que había una guerra”, no
resultan analogables los que anhelábamos en ella el triunfo de la causa de
Dios y de la Patria, con los que respondían a los planes de tres
Estados Terroristas: el cubano, el soviético y el chino.Proponer una suerte de
exculpación sobre la totalidad del espectro ideológico porque “todos
reivindicábamos la violencia”, supone una grave indistinción
filosófica, política y filológica de aquel invocado término. Bien ha dicho De
Maistre que la Contrarrevolución no es una Revolución
de signo contrario, sino lo contrario de una Revolución.
2º)
No es cierto que “todas las revistas políticas de la época, como
Cabildo, El Descamisado, El Caudillo, Militancia,
tenían un común denominador: nadie creía en la democracia”.
Cabildo, ciertamente –de la mano segura de
los clásicos y de los pensadores tradicionalistas más preclaros de todos los
tiempos- sigue repudiando esta forma corrupta de gobierno. Pero el resto
de las publicaciones mencionadas no sólo creían en la democracia,insertos como
estaban en las aguas purulentas y ambiguas del peronismo, sino que la
necesitaban, la sostenían y la usaban para la posesión y el usufructo del
poder. De Marx y de Engels es la frase: “el primer paso de la
Revolución Obrera es la conquista de la
Democracia”. De Lenín aquella otra, según la cual, “la
República Democrática es el acceso más próximo a la
Dictadura del Proletariado”. Y hasta Rosa Luxemburgo se permitió
decir que la Dictadura del Proletariado "consiste en el sistema
de aplicación de la democracia, no en su abolición”. La intangibilidad de la
democracia- teórica y práctica- no estuvo nunca en discusión desde las páginas
populistas de las mencionadas publicaciones. Sólo Cabildo se manifestó
políticamente incorrecto en tema tan crucial.Y en esto, como en el conjunto de
nuestra doctrina, nos place seguir siendo consecuentes.
3º)
Es verdad que Cabildo “no era pluralista”, ni se expedía a favor
de “la tolerancia”, o que no estaba “en las filas de los moderados”.
Lo primero porque de la Filosofía
Perenne aprendimos la primacía de la unidad de la Verdad
por sobre la adición disgregante de las opiniones múltiples. Lo segundo,
porque bien dijo un ingenioso francés que, para
practicar la tolerancia, hay “casas”, y no son precisamente las que queremos
frecuentar. Lo tercero, porque creemos con Gómez Dávila que para moderado
está el demonio, siempre pronto a respetar todas las
creencias.
Pero nuestra posición no admite ser definida como de “ultraderecha” o
“de contenido antisemita”. Ni mucho menos que este último juicio se sostenga
en el hecho que, desde nuestras páginas, se “alertaba sobre la
conspiración judía mundial o la complicidad del judaísmo con el comunismo”.
Son ya muchos y prestigiosos los autores judíos –dentro y fuera del país- que
han probado la veracidad de este complot, así como la explícita y alegre
connivencia del judaísmo y el comunismo. Esto último, además, se ha presentado
en decenas de tratadistas hebreos como un honor antes que como una mácula.
Tendrá, pues, que buscarse otro argumento para sostener tan trillada
inculpación. Para hallar las causas de nuestra confrontación con el judaísmo
–quienes realmente quieran conocerlas- tendrán que remontarse a la teología
católica, no a la panfletería antisemita, fabricada muchas veces por los
mismos israelitas.
Cabildo es expresión del Nacionalismo
Católico, tan reacio a dejarse rotular con las categorías del pensamiento
único dominante, como impugnador de las hemiplejias rotativas con las que el
sistema se autoconserva. Ni ultraderechas ni ficciones lingüísticas similares
definen nuestro ideario. La vaina enmohecida de la guerra semántica hace largo
rato que no nos corre.
4º) Es una
lástima –y lo decimos sin sombra de sarcasmo alguno- que el Dr. Massot haya
llegado a la conclusión de que “las lecturas militantes no servían
para nada y había que meterse con Aristóteles, Hobbes, Marx. Al estudiar esos
temas me di cuenta de las barbaridades que reivindicábamos. Lo que hacíamos
era militar, no pensar”.
Se comprende
que el término militancia se encuentre hoy entre los más pasibles del
desprecio, por el manoseo indecoroso que han hecho de él los esbirros del
kirchnerismo. Pero al margen de que abusus non tollit
usum, la verdad es que para estudiar a los autores que menciona, el
Dr. Massot no necesitaba apartarse de nuestras lecturas militantes. Hasta para
adentrarse críticamente en su "personaje preferido de la historia, el príncipe
de Bismarck", tenía a uno de nuestros grandes maestros, Don Rubén Calderón
Bouchet, quien sobre el alemán escribió en el nº 3 de Restauración,
la continuadora provisoria de Cabildo,cuando ésta fue cerrada
por López Rega.
Una sencilla
repasada a los antiguos ejemplares de Cabildo –y esto para acotar la
referencia- le permitirá advertir a cualquiera que la formación que
pregonábamos en nuestros lectores, amigos y camaradas, incluía forzosamente el
conocimiento y el análisis minucioso de aquellos autores mencionados por
Massot. Va de suyo que cada quien consagraba al estudio lo que sus dones,
talentos o posibilidades le permitían. Pero contraponer dialécticamente la
militancia al pensamiento, es un cargo que no puede aplicársele al
Nacionalismo Católico sin cometer una penosa injusticia. Pensadores de fuste
–y consagrados a todas las áreas del pensamiento, desde la teología y la
metafísica hasta las letras y las artes, pasando por la historia y las
ciencias- fueron a la par esforzados militantes nacionalistas. Algunos de
ellos, como Genta y Sacheri, pagaron el alto costo de su sangre derramada por
esta doble y honrosa condición de pensadores
militantes.
Por último, la
revista Cabildo, no apareció en 1972, sino el 17 de mayo de 1973. El
Dr. Vicente Massot no “tenía entonces 18 años” sino 21. Sus datos curriculares
asentados en su prolífica obra, datan su nacimiento en
1952.
Se me crea o
no, lamento con un dolor lacerante y creciente, haber tenido que rectificarlo.
Porque los recuerdos de su juventud lúcida y combativa, de su prosa acerada y
vehemente, de su fe en la Tradición de la Iglesia
y en los grandes arquetipos del Nacionalismo Universal, seguirán siendo para
mí y para quienes otrora fuimos sus camaradas, un testimonio vivo que hasta
los mismos e irreconciliables cambios de rumbo se niegan a
borrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.