El pensamiento de Mons. Richard Williamson
Obispo de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
Número CCXL (240), 18 de febrero 2012
Traducción de Diario Pregón de La Plata
Alerto a los lectores de estos “Comentarios” que pudiesen haber caído en una aparente
contradicción. Por un lado los “Comentarios Eleison” han condenado en repetidas
ocasiones el modernismo en las artes (por ejemplo, CE 114, 120, 144, 157, etc.)
Por otro lado en el comentario de la semana pasada el anglo-americano poeta TS
Eliot fue llamado un “archi-modernista”,
y elogiado por iniciar un nuevo estilo de poesía más fiel a los tiempos
modernos, ciertamente caóticos.
Como los “Comentarios” han dicho muchas veces, la modernidad
en las artes se caracteriza por la falta de armonía y la fealdad, porque el
hombre moderno opta cada vez más por vivir sin o contra el Dios que ha plantado
el orden y la belleza a través de su creación. Esta belleza y orden están ahora
tan enterrados bajo las pompas y obras del hombre sin Dios, que es fácil para
los artistas creer que ya no existen allí. Si entonces su arte consiste en ser
fiel a lo que perciben de su entorno y la sociedad, solo un excepcional artista
moderno comunicará cualquier cosa del orden divino subyacente en la superficie
del desorden de la vida moderna. La mayoría de los artistas modernos ha
renunciado al orden, y como sus consumidores, se revuelcan en el desorden.
Pero Eliot nació y creció a finales del Siglo XIX, cuando la
sociedad todavía estaba relativamente ordenada, y recibió en los EE.UU. una
educación clásica buena cuando sólo unos pocos villanos secretos recién soñaban
con la sustitución de la educación por la capacitación en materias inhumanas. Así,
Eliot pudo haber tenido poco o ningún acercamiento en su juventud a la
verdadera religión, pero fue introducido adecuadamente dentro de sus
subproductos que datan de la Edad Media, a los clásicos de la música occidental
y a la literatura. Detectando y buscando en ellos un orden que faltaba a su
alrededor, Eliot fue capaz de captar el profundo despliegue de desorden del
naciente siglo XX que fue en aumento, un desorden que estalló repentinamente en
la I Guerra Mundial (1914-1918); de aquí nace «Waste Land» en 1922.
Pero en ese poema él está muy lejos de revolcarse en el
desorden, por el contrario, claramente lo odia, mostrando cuán vacía está de calidez
humana y de valor. Así, «Waste Land» podría transmitir un pequeño rastro de la
religión Occidental, pero no termina cayendo en los fragmentos de la religión
oriental, y como dice Scruton: Eliot estuvo ciertamente rastreando las
profundidades religiosas del problema. De hecho, unos pocos años después, Eliot
casi se convierte en católico, pero le atemorizó la condena por Pío XI de 1926
a la “Action française”, una condena en la cual él reconoció más del problema
pero no su solución. Así, por gratitud a Inglaterra, por todo el orden
tradicional que le había dado, elaboró una solución incompleta, combinando el
Anglicanismo con la alta cultura, y siempre llevando un Rosario en su bolsillo.
Sin embargo, Dios escribe derecho en líneas torcidas. ¡Cuántas almas en busca
de orden se hubiesen mantenido alejadas de Shakespeare o Eliot, si hubiesen creído
que cualquiera de ellos, siendo plenamente católicos, sólo habrían tenido
respuestas prefabricadas, inadecuadas para la vida!
Es triste pero cierto. Ahora, las almas bien pudieran estar autoengañándose,
de una forma u otra, si ellas evitaran los autores o artistas católicos, argumentando
que eso no son fieles a la vida real, pero sólo depende de los católicos el no
dar pie a tal excusa. Permítannos a los católicos mostrar por nuestro ejemplo
que nosotros no tenemos las mentes conformadas de soluciones artificiales necesariamente
falsas ante la profundidad del problema moderno. No somos ángeles, sino
criaturas terrenales invitadas al Cielo si cargamos nuestra cruz y seguimos a
Nuestro Señor Jesucristo, ¡Tales discípulos son los únicos que pueden restaurar
a la Iglesia y el mundo!
Kyrie eleison.
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