Por Movimiento Nacional y Católico
Boletín N° 32
A veces es difícil distinguir a un imbécil de un mal nacido.
Máxime cuando se mueven en una zona gris que suele ser común a ambas
categorías. El daño que pueden producir es el mismo, lo que varía es la
atribución de responsabilidad, más grave siempre en los canallas pues lo hacen
conociendo y buscando ese daño que terminan generando. Claro que también
podríamos hablar de la categoría del imbécil mal nacido y quizás
simplificaríamos un poco las cosas, aunque los reduccionismos no son buenos por
regla general.
En fin, elija usted la categoría conceptual que desee,
nosotros nos referimos al acto llevado a cabo por la señora Presidente para
darles una lección a los ingleses que seguramente no olvidarán…y agradecerán.
Nunca, que recordemos, el grotesco tocó tan directamente a la Gesta de Malvinas
como ese día. Se había reunido lo más granado del régimen y del sistema. No
faltó uno solo de los mariscales de la vergüenza y el oprobio. Y coronando este
rejunte discepoliano, en primera fila, como un preanuncio de lo que vendría, el
descendiente del teniente coronel Pinedo, el cobarde capitán de la goleta
Sarandí que tenía a su cargo la defensa de las Islas Malvinas y las entregó sin
disparar un solo tiro.
El enemigo manifestó que no estaba dispuesto a negociar la
soberanía con Argentina, desplegó a las islas a un moderno Destructor Clase 45,
alistó una guarnición de 1.400 hombres y estableció un componente aéreo militar
en ellas. ¿Cómo reaccionó nuestro gobierno?, veamos:
1) Armó la
carpa de Sarrasani en la Casa de Gobierno, juntando a cuanto chimpancé andaba
disponible, incluyendo a la inmortal Hebe que todavía no se decidió a adoptar a
Barreda para reemplazar a Schoklender. Allí anunció que se levantaría el
secreto sobre el denominado Informe Rattenbach, de modo de asegurar que el
enemigo pruebe, por boca oficial argentina, que lo de Malvinas no fue una
reivindicación de territorio soberano, sino una aventura militar para oxigenar
un gobierno desinflado. Alimento
bienvenido por una Inglaterra que mucho se ha cuidado de levantar el secreto de
estado sobre lo ocurrido en Malvinas, a pesar de haberse cumplido holgadamente
los 25 años de veda establecidos por la ley británica.
2) Lejos de
anunciar el inmediato fin de los vuelos de abastecimiento, ya que Chile
mantiene su histórica postura anglófila –parece que la civilizada democracia
argentina se mostró tan impotente como la torpe dictadura-, anunció la
construcción de un hospital de salud mental para asistir a los ex combatientes,
que en un número superior a los 400 se han suicidado por secuelas psicológicas
que arrastrarían de la guerra. ¿La llegada del destructor disparó la creación
del hospital? ¿O fue la negativa de Cameron a negociar la soberanía?. Ironía aparte, ¿acaso el Estado no tiene
instituciones para dar asistencia sicológica a los ex combatientes?. ¿Hizo
falta que pasaran 30 años y más de 400 muertos para esto?. ¿Se olvida que el
matrimonio Kirchner ejerció el poder en más de 8 de esos 30 años?.
3) Descarada e
inconcebiblemente negó el apoyo popular a la recuperación de las islas. Con lo
cual siguió transmitiendo el mensaje que todo fue una trasnochada idea ajena a
los intereses del pueblo argentino. Nuevamente, los ingleses agradecidos. Lo
que sí está claro es que Cristina
Elizabeth Wilhelm no estuvo de acuerdo, ni festejó la recuperación ¿Será que
tampoco esa guerra era la suya, como señaló un rabino en aquel momento?
4) No sólo no
anunció el reequipamiento de las destruidas Fuerzas Armadas argentinas, como sí
lo ha hecho el resto de Sudamérica, lo que realmente preocuparía a los ingleses
al tener que redoblar los gastos militares en las islas, sino que, ingenuamente
denunció la militarización del Atlántico Sur. Olvida la estadista de bajo fuste
que ya el Brasil imperial de Cardozo y Lula se encargó de tal tarea, al
adquirir un poderoso portaaviones francés, reforzar su armada y firmar
convenios con los países africanos con litoral atlántico por los que le delegan
su poder de policía en el Atlántico Sur.
Sólo faltó decir que la Marcha de las Malvinas era un himno colonialista
y que la Argentina se convertiría por decreto de necesidad y urgencia al
anglicanismo, para que el festejo del enemigo fuera total.
En fin, ya nada nos sorprende, aunque todo nos duela. A
tanta entrega, tanta traición, tanta mentira y tanta ignominia, el Nacionalismo
Argentino de pie, junto a los verdaderos combatientes de aquella gesta, grita
una y mil veces más: ¡¡MALVINAS, VOLVEREMOS!!
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