Por Nicolás Márquez
Resulta que “Cacho” puso un
modesto kiosko de golosinas junto a “Poroto”, su inseparable amigo de juergas
nocturnas en la bailanta del barrio. El pequeño emprendimiento se consiguió
instalar a bajo costo, porque el mismo se hallaba frente a un galpón abandonado.
Pero resulta que pocos días después, y sin que sendos emprendedores lo supiesen
con antelación, el galpón comenzó a ser reciclado por una constructora. ¿Con
qué objetivo?, en breve se iba a inaugurar un colegio primario.
El kiosko de Cacho y Poroto, con
motivo de un episodio totalmente ajeno a su previsión o pericia empresarial, se
vio luego abarrotado de niños que a diario hacían cola para comprar sus
caramelos y confites. Evidentemente los acompañó la suerte. La suerte es un
dato traído a comento no para desmerecer al dúo en su faceta comercial, puesto
que ya nos decía el florentino Nicolás Maquiavello que para una gestión
exitosa, una de las condiciones objetivas que debía tener el Príncipe era la
suerte. Pero obviamente a esta hay que acompañarla con un aporte subjetivo
(como ser el talento personal y una eficiente gestión).
A Cacho y Poroto le entraba una
cantidad enorme de dinero que ellos no tenían en sus planes recibir cuando
pusieron el kiosko. Sus clientes repentinamente ahora eran muchos y ansiosos
por comprarles. Pero Cacho y Poroto, con el excedente de dinero que percibían,
no se dedicaron a ahorrar, poner sucursales o ampliar su negocio con reformas e
infraestructura. Todos los días “manoteaban” el dinero de la caja y se iban
gustosos al casino, a la bailanta y al cabaret (en ese orden). Total, al día
siguiente la probablemente buena recaudación les iba a permitir recuperar la
merma acontecida por el dispendio nocturno con relativa comodidad.
La Argentina kirchnerista, por un
irrepetible golpe de carambola, tiene a mas de mil millones de chinos haciendo
cola para comprarle sus productos, los cuales además subieron de precio durante
los últimos ocho anos a escalas extraordinarias con motivo del enorme aumento
de la demanda internacional.
¿La gente encargada de
administrar la economía en el kirchnerismo obró como Cacho y Poroto en el
kiosko?, ¿o como escrupulosos profesionales de la administración que se
desviven por erradicar todo gasto superfluo y aprovechar la bonanza para
agigantar las potencialidades enormes del país en el mercado internacional?.
Con diferentes niveles de
protagonismo, poder de decisión e incidencia, la economía de estos últimos años
fue manejada por el matrimonio Kirchner (todavía seguimos esperando que digan
donde están los fondos de Santa Cruz- entre otros fondos-), por Felisa Michelli
(implicada en la causa penal por el dinero hallado en el baño de su despacho de
trabajo), por Amado Boudou (salpicado
hasta las orejas por el escandaloso caso “Ciccone”), por Mercedes Marcó del
Pont (quien hace pocos días espetó la broma de que “la emisión de moneda no
genera inflación”) y por Guillermo
Moreno (cuyo kilométrico historial de felonías no las detallaremos aquí porque
habría que escribir un libro aparte).
Siguiendo con la metáfora del
kiosko y sus potencialidades: ¿la Argentina está aprovechando el viento de cola
para dejar de ser un puestito en el barrio y encaminarse a mutar en los
próximos años en un moderno shopping que deslumbre al mundo? ¿o por como está
siendo manejada todo indica que seguirá funcionando como el kiosko de Cacho y
Poroto?. La respuesta la dejamos a consideración del lector.
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