Escribe el Dr. Ricardo Guillermo Cardinali
Tipos
previsores para pensar como los griegos, no hubo. Me refiero a los
griegos de antes, no a los de ahora que tienen tal despelote que están
como para andar pensando.
Los
romanos no. Los romanos eran unos tipos prácticos. Cuando Rómulo y sus
amigotes fundaron la ciudad cuadrada, que era chiquitita así, una
verdadera porquería, descubrieron luego de los holocaustos y libaciones
de práctica que les faltaba algo. Los nacientes romanos estaban en paz. Y
es sabido que los romanos no se llevaban muy bien con la paz, salvo en
tiempos de Augusto, en que no tenían con quien pelearse porque todo era
Roma. ¿Y por qué estaban en paz los romanos? ¿Por
qué iba a ser? Porque no tenían mujeres. Pero como no podían quedarse
tranquilos, alguno dijo
-Che, esto de fundar Roma será muy histórico pero sin minitas es aburrido.
Y salieron de levante.
En
el literal sentido de la palabra. Una noche engañaron a los sabinos,
una tribu vecina y se levantaron a todas las mujeres en edad de merecer
que encontraron a mano.
De más está decir que a los sabinos no les gustó ni medio y declararon la
guerra a los romanos por el ultraje recibido. Tardaron tanto en hacerlo
–lo que hace presumir a algunos historiadores que se regían por una
democracia parlamentaria- que cuando alistaron al ejército las sabinas ya estaban amantando romanitos.
Porque
primero no les gustó que las rapten, pero después sí. (Cualquier
similitud con las mujeres contemporáneas es mera coincidencia).
El
asunto fue que estando frente a frente ambos ejércitos esperando la
orden para partirse los correspondientes cráneos, se cruzaron en el
medio las mujeres con sus hijos y ahí sí que se armó en serio:
-¿Encima que me secuestraste querés matar a mi viejo , pedazo de cretino? –le gritó una al marido.
-¿Qué querés vos tarado, matar al padre de tu sobrinito? –increpó otra a su hermano.
-¡A ver si se dejan de jorobar con estas chiquilinadas y se vuelven pa las casas!-ordenó una tercera.
Y
de ahí en más, romanos y sabinos fueron un solo pueblo y como ya no se
pelearon entre ellos se dedicaron a invadir al prójimo construyendo el
imperio más poderoso del mundo, aunque nunca pudieron librarse de su
fama de pollerudos.
Muchos siglos después diría Montesquieu: “los romanos gobernaban el mundo pero obedecían a sus mujeres”.
Y
para no pelearse entre ellos, siempre prácticos y basándose en la
observación de la naturaleza –sobre todo de la humana- se crearon un derecho, que algún éxito ha tenido, por lo que se comenta.
Así continuó Roma creciendo hasta que un buen día uno dijo:
-El negocio nos está yendo bien, pero la verdad que somo bastante bruto, somo. Precisaríamos unos filósofo.
-¿Y eso que son?
-Unos chabones que piensan.
-¿Y donde hay?
-En Grecia, queda cerca para hacerle un toque.
-¿Y si la invadimo?
-Dale. Pará que le aviso a Agripina que voy a volver tarde y vamo.
Y
así fue que invadieron Grecia y haciendo uso de la venerable
institución de la agarratio, que tantos resultados les había dado, se
agarraron a los filósofos.
Y
de la fusión de los refinados griegos y los prácticos romanos nació la
civilización occidental, de la cual somos hijos, mal que les pese a los
progresistas. Porque a un progre le nombrás el mundo grecorromano y se
brota. Como si le nombraras a un milico.
No
te digo si el milico es de esos que dicen “tenemos un senado
patricio…”, “Es menester reconstruir un nuevo Imperio Romano en el
terreno espiritual” o, para quedar bien también con los griegos, “todo
en su medida y armoniosamente”. Ahí hay que llamar a un exorcista.
Bien. Ya tenemos los elementos necesarios para continuar: el derecho, los romanos, los griegos… y las mujeres.
Pero eso, en la próxima.
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