Por Emilio
Nazar Kasbo
He escuchado recientemente que alguien expresó
que por la ciencia no se puede conocer la existencia de Dios, pero que tampoco
es posible por esa vía demostrar su no-existencia.
Epistemología
La epistemología es el estudio de las ciencias,
y se distingue de la gnoseología, ya que esta última es el estudio del
conocimiento.
A la epistemología, se opondría como
contrapuesta, como contradictoria, una imposible “doxalogía”, un estudio de la “opinión”,
ya que ésta, por esencia, trataría de aquello que puede o no ser, de modo que
la ambigüedad de sus conclusiones la invalidaría como estudio.
Hay quienes erigen la “doxa” (la opinión) elevándola
al nivel de “episteme” (la ciencia), y en este apartamiento ya no puede
hablarse de Filosofía, sino de mera literatura con formato de filosofía, una
especie de “literatura-filosófica”, o de “filosofía-ficción”. Esto es así, en
cuanto la Filosofía tiene por fin el Amor a la Verdad, y la Verdad se
contrapone al error. Es cierto que hay ciertas verdades (con minúscula) que son
opinables, pero ello ha de darse en el marco precisamente del Amor y de la
Verdad, que permiten el Amor a la Verdad como Filosofía.
Debemos aclarar, además, que esas “ciertas
verdades” que resultan opinables, sólo pueden darse en el marco de la categoría
aristotélica de relación, en cuanto a la comparación de dos bienes que entre sí
pueden ser indistintos o idénticos, pero a la vez igualmente buenos, quedando
ese caso reservado a la virtud de la Prudencia, en el marco del referido Amor a
la Verdad.
Relativismo aberrante
La relativización de la Verdad, es un desvío de
la Filosofía. Relativizar la Verdad es falsearla, es mentir, y esto es
contradictorio respecto de la Verdad. La relativización consiste en que la
Verdad expresada como universal afirmativa o como universal negativa, es tomada
como particular afirmativa o negativa, es equiparada a su subalterna o a su
contradictoria. Así, queda eliminado todo lo que sea una expresión universal,
ya que es inadmisible todo universal para un relativista, exceptuando la
universalización del relativismo.
El principio metafísico de no contradicción, de
ese modo, queda roto. Los juicios contradictorios implican que entre dos
afirmaciones universales, una afirmativa y otra negativa, si una es verdadera
la otra será falsa, en tanto que ambas no pueden ser a la vez verdaderas, o a
la vez falsas.
Lo mismo quedan eliminados los contrarios, ya
que ambos no pueden ser verdaderos, aunque puedan ambos ser falsos. La mera
posibilidad de que un universal pueda ser verdadero, o que un juicio sea
universalmente falso, también repugna al relativista, quien cae así en una
aberración intelectual.
Finalmente, también se eliminan los
subalternos, ya que al no existir para ellos juicios universales que aseguren
la veracidad de una afirmación particular, la deducción y la inducción (que es
relativa a la extensión que corresponda), quedan descartadas.
Precisamente, el relativismo consiste en
eliminar los juicios universales. Esto produce que sólo exista tal “ciencia de
los particulares”, que resulta, como hemos afirmado, imposible como ciencia.
Todo se reduce a un empirismo de multiplicidad de casos que no puede asegurar
leyes universales, tal como sucede con la psicología de orientación psicoanalítica
en la medida que acaba derivando en una multiplicidad de casos prácticamente
inconexos, y sin poder descubrir el motivo de las curaciones que permitan la
aplicación a otros casos similares. ¿Puede a esto llamarse “ciencia”? De
ninguna manera.
Lo opinable reduce todo a subcontrarios que pueden
ser ambos verdaderos, sin contradicción alguna entre ellos, y de ese modo todo
conduce al relativismo absoluto, que universaliza sólo la relatividad, como
dogma o principio a priori de todo razonamiento. Así, partiendo del error, o
admitiendo el error como si fuese Verdad absoluta, todo razonamiento que continúe
por esa vía no hará más que profundizar ese error. De ningún modo puede
llamarse a esto Filosofía, y mucho menos “ciencia”.
Efectivamente, no existe “ciencia” de los
particulares, y volvemos así al problema epistemológico que planteáramos
inicialmente.
Determinar qué es
ciencia
Es a la epistemología a la cual corresponde
determinar qué es ciencia, y en cuanto a su objeto formal, estudia el valor del
conocimiento y la verdad de tal conocimiento. ¿Cómo podrá desarrollar su objeto
formal, si precisamente no existe Verdad universal, sin poder establecer leyes?
La objeción antimetafísica lleva a destruir
toda epistemología, porque ha descartado la ontología propia del pensamiento
realista en el marco de la filosofía perennis (es decir, que no es ni
materialista ni idealista).
La Metafísica, y en particular el estudio de la
ontología, tiene un valor en sí misma, y es lo primero que debe ser aprendido
en la Filosofía. A su vez, la herramienta intelectual es la lógica, junto con
la Epistemología (que es llamada también “Lógica Mayor”). Precisamente la
Epistemología es la rama filosófica que permite discernir la ubicación de las
ciencias, y ordena las ramas de la Filosofía, estableciendo además los alcances
de cada ciencia.
La ciencia implica un conocimiento verdadero y
estructurado como tal, en las diversas ramas del conocimiento humano. La Verdad
como tal, es estudiada en la Ontología. Para los griegos, la episteme permite
alcanzar sin engaño la verdad, a la cual llamaban «aletheia».
Regis Jolivet, afirmaba que "El término
ciencia se dice desde un punto de vista objetivo y desde un punto de vista
subjetivo". Desde tal punto de vista objetivo, la ciencia es el conjunto
de verdades lógicamente encadenadas entre sí, de modo que formen un sistema
coherente. Desde el punto de vista subjetivo, la ciencia es el conocimiento
cierto de las cosas por sus causas o por sus leyes.
Siguiendo a Jolivet, es posible concluir que no
hay ciencia sin verdades, ni hay ciencia que carezca de un encadenamiento lógico
de tales verdades, o que estas no formen un sistema coherente. Tampoco es
ciencia el conocimiento incierto, ni un conocimiento que no sea de las causas o
de las leyes de las cosas que son objeto de su estudio.
¿Ciencia literaria?
Remanida es la literatura de historia-ficción,
que en base a ciertos hechos reales, encuadra una creación artística en una
determinada época histórica y pretende constituir casi una “verdad histórica”,
cuando la única “verdad” que posee es de naturaleza literaria pero no histórica.
Aquí no hay ciencia histórica, sino literaria.
Más claro resulta con la literatura de “ciencia
ficción”, donde la fantasía se explaya en los más diversos horizontes, del
presente, del pasado o del futuro incluso: no es ciencia empírica, es ficción,
es un arte narrativo, que se encuadra en tal ciencia.
Efectivamente, la literatura implica un conocimiento
de tal ciencia, que permite su desarrollo técnico, su realización práctica.
Pero no se debe confundir esta ciencia con la Historia, con el Periodismo, o incluso
con la Filosofía.
Boecio ya en su época se lamentaba de que
muchos utilizaban el nombre de Filosofía para hacer pasar bajo su manto algo
que dista mucho de la Verdad, y por tanto de la misma Filosofía.
La “literatura filosófica” es mucho más prolífica
de lo que muchos pueden pensar. Se puede detectar porque carece de las notas
que Jolivet mencionaba, y el error en el juicio inicial encadena una serie de
afirmaciones que acabarán en una gran sinrazón, alejada de la realidad. Resulta
claro que para todos estos fabuladores filosóficos su pensamiento no afecta a
la vida práctica de quien pudiera sostener dislates intelectuales presentados
de modo “coherente”. Porque tal como decía un italiano: “la Filosofía es la
ciencia con la cuale, o sin la cuale, el mundo sigue tal cuale”. El desorden
del pensamiento, ya sea el idealismo que niega el correlato de la inteligencia
con los seres, o el materialismo que niega la realidad de la espiritualidad
humana, no es capaz de derogar el orden real del mundo, la existencia de la
verdad como adecuación de la inteligencia al ser, así como el reconocimiento de
la espiritualidad del hombre, que seguirán existiendo a pesar de la literatura
que pretenda negarlos. Lo mismo sucede respecto de la negación del Primer Motor
Inmóvil, al cual la razón humana puede llegar a conocer tal como lo hizo Aristóteles
varios centenares de años antes de Cristo.
¿Cómo puede alguien hablar de ciencia, si
pretende que el Universo se encuentra en la mente humana, pero afirma
desconocer si existe un correlato fuera de tal mente? La conclusión es
demencial, sin lugar a dudas. Tal incertidumbre es repelida por el conocimiento
científico. ¿Cómo puede alguien hablar de ciencia, si pretende que el Universo
es pura materia, y niega el mismo principio espiritual que le permite analizar
aquello que carece de materia alguna? Tal categórica negación materialista es
repelida también por el conocimiento científico.
Dios y la Epistemología
¿Qué tiene que ver, entonces, Dios con la
Epistemología? Pues que precisamente quienes elaboran la “literatura filosófica”,
carecen de una “Filosofía de la literatura”, y por tanto desconocen los límites
de su ciencia, pretendiendo extenderlos más allá de lo que corresponde.
Es la Epistemología la encargada de determinar
hasta dónde puede llegar cada conocimiento científico estructurado en ciencia.
La literatura, o la poética en general al decir de Aristóteles, posee sus
normas, y puede llegar por otras vías tan alto como lo más elevado de la
Filosofía… aunque también puede conducir al error o a lo más bajo, puesto que
no es el criterio de Verdad, sino de Belleza en el arte lo que caracteriza tal
ciencia, y tanto se apartará de la Verdad cuanto se aparte de la Belleza (que
señala el Absoluto Infinito de la Perfección).
Hoy se carece del más mínimo encuadre óntico-epistemológico
de las ciencias, y de allí surgen clasificaciones arbitrarias de “ciencias
duras” y “ciencias blandas”, criterios que distan mucho de la Verdad como
elemento principal de la ciencia. Tal clasificación descarta como verdaderas
ciencias a la Filosofía, la Moral, la Literatura o el Derecho, llegando al
atrevimiento de negar carácter científico a la misma Teología católica.
Efectivamente, a la luz de la Verdad, la
Teología es la ciencia superior a la cual el hombre puede aspirar a conocer... pero
a la luz de la mentira, se dirá todo lo contrario.
Se llega por la vía de la omisión de la ontología,
a erigir en ciencia una pretendida “ciencia de las opiniones” o una “ciencia de
los particulares”, algo impensable, ya que carecerá de principios absolutos, de
universales que permitan extraer los principios por los cuales se guía la
ciencia concreta para aplicar sus soluciones.
Un mal diagnóstico, arrojará una mala terapia…
o aplicará una terapia a quien no lo necesita, a quien está sano. El mal diagnóstico
inicial, es la falta de conocimiento Metafísico, o su directa contradicción.
Desenmascarar lo
anticientífico
Urge entonces la labor de desenmascarar aquello
que vela la razón, de quienes llevan al extravío por las vías de una
pseudociencia.
Sí: ellos tienen una pseudociencia, tienen
reglas por las cuales permiten fluir pensamientos, cuya única consigna es dañar
la ciencia, mediante el daño a la Verdad, que en última instancia es la Persona
de Jesucristo.
Efectivamente, en todo descrédito del realismo
filosófico, se esconde una malicia antiteológica. Equiparar al Filósofo con los
sofistas, se llamen como se llamen, Descartes, Rousseau, Occam, Kant, Marx,
Darwin, Spinoza, Freíd o Derrida, siempre se realizará con daño a la Teología.
No es posible estudiar Matemáticas,
Psicología, Contabilidad, Derecho, Arquitectura, Biología, Astronomía o
cualquier otra ciencia, "blanda o dura", sin darse cuenta de que hay
algo de Dios en ello. Y es obligación de la Epistemología develarlo,
hacerlo explícito, determinando a qué ciencia corresponde tal o cual
obra, y dónde se equivoca. Pero para eso, es necesario volver al básico
"cuadrado de Apuleyo", que de ningún modo era un "cuadrado", es
necesario reconocer la existencia de juicios universales, es necesario
descartar el relativismo, y restaurar la ciencia al lugar que le
corresponde.
Sí: la ciencia puede descubrir a Dios, puede mostrar que Dios existe, toda ciencia, incluso la literatura. Para eso, tiene que reconocer la existencia de la Verdad Universal...
Mientras tanto, en los Seminarios se carece de
una materia permanente en cada uno de los años de preparación para ser
Sacerdotes, desde el principio al final, que sea “Tomismo”, y otra que se llame
“Patrística”. En los Seminarios pasan más tiempo estudiando una filosofía
anticatólica y derivaciones que ya están rayanas en el disparate, y una pseudoteología
acorde, pseudoteología modernista de la incertidumbre, pseudoteología del
error, pseudoteología pelagiana, pseudoteología inmanentista que niega la Gracia como base y principio de las Virtudes Sobrenaturales y de toda vida humana en este mundo. La Epistemología en Teología, debería
desenmascarar toda esa “literatura teológica” y denunciarla como tal.
El Universo entero canta el Orden de Dios, y no es posible contemplar la más banal materia o la más suprema inteligencia humana, sin ver en ello a Dios. Incluso el Orden Social nos remite a Dios mismo.
Toda una labor que aun no se ha desarrollado
con rigor científico, ónticamente y epistemológicamente hablando… toda una labor apologética cuyo desafío se debe emprender.
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