Hoy, en
su habitual reflexión televisiva semanal, en el programa “Claves para un
Mundo Mejor” (América TV), MONS.
HÉCTOR AGUER, Arzobispo de La Plata, advirtió que en el
siglo pasado se verifica un fenómeno curioso: “por un lado arreció el secularismo… En la cultura han ido como
entrando en eclipse los signos de la transcendencia, los signos de la presencia
de Dios”. Pero por otra parte “se ha ido
extendiendo un movimiento espiritualista, pseudo religioso. Pseudo en griego quiere decir falso,
porque se trata de una cosa rara que configura una falsificación religiosa. Es
decir, un movimiento cultural en el que
se mezclan la reminiscencia de viejos paganismos, una fascinación por las
religiones del antiguo oriente, elementos de la magia, de la brujería, de las
técnicas adivinatorias y del esoterismo. Todo eso se llamó New Age, el movimiento de la Nueva Era”.
Comentó que en las grandes ciudades se
encuentran “centros de meditación
trascendental, de estudios teosóficos, disciplinas “transversales” en las que
se confunden las pseudociencias con la autoayuda y otras cosas por el estilo.
Ahora es frecuente la difusión de todos estos “macaneos” en programas de
televisión que saturan los mejores horarios de la noche”.
“Muchas
de esas supersticiones son la puerta de entrada a compromisos más exigentes,
que arriesgan a los incautos a quedar atrapados en una secta”, afirmó y
explicó que “el inocente coqueteo con
esas pseudos-religiones lleva a una persona a ser víctima de una especie de
lavado de cerebro, de secuestro
espiritual en una secta, de la cual es muy difícil salir. Una advertencia
seria cabe respecto de los cultos umbanda, que incursionan en el campo de lo
demoníaco y han llevado a muchas personas a quedar bajo la obsesión o bajo la
posesión diabólica. ¡Con estas cosas no
se juega!”.
También indicó que “en el régimen cristiano, en el orden de la fe cristiana, la virtud de
religión es distinta de la virtud de la fe; por eso es importante que esté
iluminada continuamente por la fe, que esté sostenida por la esperanza y que
esté animada por la caridad. Es decir, tiene que haber una relación
estrecha entre la religiosidad, que es propia de una virtud moral y el orden
teologal, el orden de las virtudes teologales, la fe, la esperanza y la
caridad”.
Precisó que presentaba esta reflexión “para advertir a muchos fieles que a lo
mejor porque no tienen una formación suficientemente sólida, aquilatada, entonces van a la iglesia pero
también frecuentan a lo mejor un culto cristiano-evangélico, o se vinculan con
uno de esos grupos extraños de religiosidad tipo New Age, con el peligro de
verse atrapados por una secta. Practican esas alternativas indistintamente,
como si todo fuera igual. Así dilapidan la posibilidad de una auténtica
relación con Dios, la que nos ofrece la religión cristiana cuando está guiada
por una fe viva”.
En el final de su reflexión televisiva, Mons. Héctor Aguer, manifestó que “la religiosidad natural del hombre debe
pasar a través de la puerta de la fe. La fe nos introduce en el vasto especio
espiritual de la verdad católica, nos ofrece la experiencia de la gracia en la
liturgia de la
Iglesia, en la recepción de los santos sacramentos
y nos inserta en una comunidad cristiana, que no es una secta sino que es la Iglesia Católica,
la comunión de los santos, que se hace concreta en la parroquia, en la capilla,
en una pequeña comunidad de barrio”.
“Como
conclusión de estas reflexiones es importante destacar el valor de una
formación cada vez más amplia y más profunda en los contenidos de la fe
cristiana. Poseemos un instrumento para ello, sólido y actualizado, que es el
Catecismo de la Iglesia
Católica, de cuya publicación se cumple este año el
vigésimo aniversario. Valga esta mención como un estímulo, como una invitación
para todos ustedes”,
culminó
Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor
Aguer:
“En el Siglo XX se ha verificado un fenómeno
curioso: por un lado arreció el secularismo, es decir, se impuso una manera de
organizar la vida personal, familiar y social como si Dios no existiera. En la
cultura han ido como entrando en eclipse los signos de la transcendencia, los
signos de la presencia de Dios”.
“Pero por otra parte, sobre todo en la
segunda mitad del Siglo XX, se ha ido extendiendo un movimiento espiritualista,
pseudo religioso. Pseudo en griego
quiere decir falso, porque se trata de una cosa rara que configura una
falsificación religiosa. Es decir, un movimiento cultural en el que se mezclan
la reminiscencia de viejos paganismos, una fascinación por las religiones del
antiguo oriente, elementos de la magia, de la brujería, de las técnicas
adivinatorias y del esoterismo. Todo eso se llamó New Age, el movimiento de la Nueva Era”.
“Se puede encontrar, sobre todo en las
grandes ciudades, centros de meditación trascendental, de estudios teosóficos,
disciplinas “transversales” en las que se confunden las pseudociencias con la
autoayuda y otras cosas por el estilo. Ahora es frecuente la difusión de todos
estos “macaneos” en programas de televisión que saturan los mejores horarios de
la noche”.
“Muchas de esas supersticiones son la puerta
de entrada a compromisos más exigentes, que arriesgan a los incautos a quedar
atrapados en una secta”.
“Ha ocurrido muchas veces precisamente eso,
que el inocente coqueteo con esas pseudos-religiones lleva a una persona a ser
víctima de una especie de lavado de cerebro, de secuestro espiritual en una
secta, de la cual es muy difícil salir. Una advertencia seria cabe respecto de
los cultos umbanda, que incursionan en el campo de lo demoníaco y han llevado a
muchas personas a quedar bajo la obsesión o bajo la posesión diabólica. ¡Con
estas cosas no se juega!”.
“Lo que quiero decir, a propósito de todo
esto, es que la religiosidad del hombre si no se ajusta a la fe, a una fe
verdadera, corre el riesgo de desviarse y de convertirse en mera superstición.
Me refiero a la actitud religiosa fundamental, a la necesidad religiosa del ser
humano que como creatura está inclinado a vincularse con el creador”.
“Notemos al respecto que en el régimen
cristiano, en el orden de la fe cristiana, la virtud de religión es distinta de
la virtud de la fe; por eso es importante que esté iluminada continuamente por
la fe, que esté sostenida por la esperanza y que esté animada por la caridad.
Es decir, tiene que haber una relación estrecha entre la religiosidad, que es
propia de una virtud moral y el orden teologal, el orden de las virtudes teologales,
la fe, la esperanza y la caridad”.
“Digo esto para advertir a muchos fieles que
a lo mejor porque no tienen una formación suficientemente sólida, aquilatada,
entonces van a la iglesia pero también frecuentan a lo mejor un culto
cristiano-evangélico, o se vinculan con uno de esos grupos extraños de
religiosidad tipo New Age, con el peligro de verse atrapados por una secta.
Practican esas alternativas indistintamente, como si todo fuera igual. Así
dilapidan la posibilidad de una auténtica relación con Dios, la que nos ofrece
la religión cristiana cuando está guiada por una fe viva”.
“La religiosidad natural del hombre debe
pasar a través de la puerta de la fe. La fe nos introduce en el vasto especio
espiritual de la verdad católica, nos ofrece la experiencia de la gracia en la
liturgia de la Iglesia, en la recepción de los santos sacramentos
y nos inserta en una comunidad cristiana, que no es una secta sino que es la
Iglesia Católica, la comunión de los santos, que se hace concreta en la parroquia, en la
capilla, en una pequeña comunidad de barrio”.
“Como conclusión de estas reflexiones es
importante destacar el valor de una formación cada vez más amplia y más
profunda en los contenidos de la fe cristiana. Poseemos un instrumento para
ello, sólido y actualizado, que es el Catecismo de la Iglesia Católica, de cuya publicación se cumple este año el
vigésimo aniversario. Valga esta mención como un estímulo, como una invitación
para todos ustedes”.
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