Por María Lilia Genta
Martes 10 de julio de 2012, en la porteña Plaza Lavalle.
La Asociación de Abogados por la Justicia
y la Concordia realiza su acto de homenaje al asesinado Juez Quiroga. Frente
al Palacio donde alguna vez reinó la Justicia, bajo el cielo gris y la llovizna.
A la intemperie. Tal como un día José Antonio puso a la Falange. Y a la
intemperie unos hombres tenaces, persistentes, inflaman con su palabra la gélida
mañana. Increpan, directamente, a la cabeza de un Poder Judicial prevaricador y
perverso. Palabras exactas revestidas de coraje y dignidad. Reclaman la justicia
perdida. Salen por los fueros del Derecho conculcado. No es hora de estar
cómodamente sentados en los bufetes ni en las cátedras. La hora es brava y como
aquel joven y exitoso abogado español hay que ganar las calles y acampar a la
intemperie.
La
patriada que estos abogados están llevando a cabo en los ámbitos más diversos no
tiene parangón con nada que haya conocido en mi ya añosa vida. Es “distinto”; y
eso que los distingue es lo admirable.
Esta
mañana me encontré con muchos rostros que me son familiares desde aquellas
militancias juveniles. Por supuesto, también estaban presentes señores,
compatriotas, amigos, que proceden de otros círculos o sectores con quienes hoy
marchamos juntos en el amor común a la patria en peligro. Pero, y perdóneseme en
todo caso, no puedo dejar de evocar, frente a estos abogados, la figura, la vida
y la palabra del joven abogado, que dejó su bufete para morir por España, y
recordar aquella expresión suya que tan bien cuadra a los nuestros: son inasequibles al desaliento.
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