Por Carlos Manuel Acuña
La revolución que quiere
protagonizar Cristina W. Fernández
se desenvuelve en medio de grandes contradicciones. Por un lado, la presidente
de la ex República Argentina no deja de cometer desatinos que socavan
decididamente su imagen y capacidad de maniobra. Valga un ejemplo ilustrativo
del descontrol con que toma sus decisiones. Hace poco - casi unas horas - el
personal de la AFIP de la delegación de Bahía Blanca inició una protesta
gremial en reclamo de haberes atrasados y aumentos no concretados, que paralizó
totalmente las actividades en ese centro de gran recaudación. El propio titular
del organismo, Ricardo Echegaray,
debió intervenir personalmente y logró un acuerdo que permitió solucionar el
problema y reanudar el trabajo. Todos contentos, pero el caso es que alguien le
habló a Cristina al oído para comentarle que el dirigente bahiense de los
recaudadores pertenecía al ala gremial que responde a Hugo Moyano. Ni corta ni perezosa, la Presidente llamó al titular
de la AFIP y le ordenó por teléfono que suspendiera el entendimiento logrado y
para que entendiera mejor, entre otras cosas le dijo algo así como "no le
daré ninguna oportunidad política al enemigo..."
Otro hecho reciente. Mientras los
deportistas argentinos se preparaban para viajar a Londres, Sebastián Demarchi rechazó de plano las
presiones del gobierno y de las mismas Madres de la Plaza de Mayo para que se
preste a una publicidad favorable. Demarchi
se negó y en consecuencia el gobierno decidió no pagarle los pasajes y la
estadía. Demarchi resolvió vender su
automóvil, rompió la alcancía de sus ahorros y viajo un día antes del comienzo
el torneo pues carecía de recursos para pagarse el hotel. Ganó la única medalla
de oro de la que podamos ufanarnos pero al regreso, junto con los restantes
atletas argentinos, Demarchi debió
participar de la reunión con la que Cristina
los recibió y muy suelta de cuerpo aseguró que su gobierno continuaría con el
apoyo de dinero a los actos deportivos "como lo hizo hasta ahora".
Podríamos repetir el lugar común
que sostiene que "para muestra basta un botón", pero el caso es que
hechos similares se repiten a diario y cada vez con mayor frecuencia. Esto hace
que se multipliquen las versiones sobre los anormales cambios de carácter de Cristina Fernández y que sus
colaboradores teman las reacciones imprevistas y fuera de lugar de la titular
del Poder Ejecutivo. Recordemos que hay ministros y secretarios de Estado que
lo comentan entre si y no ocultan sus temores por lo que pueda ocurrir el día
de mañana. Capitanich, gobernador
del Chaco que goza de la simpatía presidencial, es un fiel testigo de lo que
decimos, con el agregado de que abiertamente, delante de testigos importantes y
por medios periodísticos electrónicos, la Presidente tuvo palabras impropias -por
así decirlo- que puso a todos en aprietos y hasta los aplaudidores que siempre
actúan cuando habla Cristina,
batieron nerviosamente sus palmas mientras sonreían nerviosos y se miraban
entre sí. Como lo saben nuestros lectores, Capitanich
se mordió los labios e hizo esfuerzos para superar el incidente. Esfuerzos
parecidos a los que en su momento tuvo que hacer cuando se enteró que no iba a
ser el candidato a la vicepresidencia y que su reemplazante sería el
guitarrista rockero.
Episodios como los relatados
suceden todos los días y en relación con temas superiores que hacen a los actos
de gobierno, lo que abona los rumores acerca de la profundidad de la
inestabilidad emocional de Cristina.
Para que decir si recibe malas noticias o simples relatos adversos. Hay quienes
explican que contribuye el grave problema de la adicción de su hijo Máximo que ha llegado al punto de
agredir a la madre de su novia y a esta misma, con el agregado de que se niega
rotundamente a aceptar un tratamiento para recuperarse. Hace poco, Cristina debió utilizar antes de la
madrugada al avión presidencial Tango 01 para buscarlo a Río Gallegos con el
fin de internarlo en Buenos Aires en un establecimiento de prestigio, asunto
que despertó severas críticas por utilizar particularmente un bien del Estado a
un costo muy alto. Lo hizo personalmente y el suceso aceleró la caída de la
imagen de Cristina que, como lo
saben quienes nos leen, tiene un setenta por ciento de rechazo, lo cual
intensificó la tarea de los encuestadores y medios de comunicación
periodísticos que responden al oficialismo, para ejercer la propaganda y
alcanzar un porcentaje incierto del 50 por ciento, en el que nadie cree.
Ya existen legisladores que
diplomáticamente se enferman o simplemente no se presentan en ocasiones de
importancia. Ayer, el Senado aprobó por cuarenta votos contra veintiocho la
media sanción para expropiar la empresa Ciccone,
en uno de los actos más insólitos que se recuerda. Menem, Reutemann y otros estuvieron ausentes y no son pocos quienes
le encuentran significado a las bancas que quedaron vacías. Además la sesión
fue presidida por Boudou (Amado), quien está seriamente
complicado en este escandaloso asunto que ofrece otra particularidad
extraordinaria: se expropia un bien del que se desconoce quien es su
propietario. En el kirchnerismo se tiene la esperanza de que no surjan nuevas
complicaciones y que como siempre sucede, la opinión pública se olvide de este
suceso organizado para rescatar la imagen del trovador, cuyo desprestigio, de
todos modos, está en boca de todo el mundo.
Como lo explicamos en su momento,
esta carga moral tiene un notable contenido político porque le cierra al
oficialismo la posibilidad de una sucesión -todavía imprevista- pero siempre
posible. Comentarios como éste rondan en el mundo político y forman parte de
los encuentros reservados entre dirigentes de los sectores más distintos. Por
ejemplo, Hugo Moyano con Francisco de Narváez y otros que
evalúan la realidad del momento desde distintos puntos de vista. Uno de ellos
es el desprestigio en que cayeron los dirigentes y otro la ausencia de
soluciones a los múltiples problemas que crecen día a día. Por ejemplo, el
agotamiento de la liquidez para continuar con los subsidios y contener
cualquier estallido que potencialmente se anida en la sociedad. Para ello y con
la mirada en el corto plazo, se resolvió presionar a los exportadores de
cereales para que vendan las diez millones de toneladas remanentes de la última
cosecha, que podrían generar unos 2.100 millones de dólares. El apuro obedece a
que después del pago de los Bonos de la deuda este 3 de agosto, se esperaba que
de los 2.200 millones una parte mayoritaria reingresara al mercado local, pero
la Casa Rosada y el ministerio de Economía -Axel Killisof incluído- olvidaron que el 70 por ciento de los
tenedores de esos papeles eran extranjeros o argentinos con cuentas en el
exterior. Todos resolvieron llevar sus capitales a otra parte.
En materia de granos, se ha
producido otra novedad revolucionaria: los productores deben anticipar a la
AFIP las superficies destinadas a la siembra, las especies elegidas y
finalmente los resultados obtenidos. Nada se aclaró acerca de como deberá
actuarse en el caso de cambios de opinión, pérdidas por pestes, inundaciones,
sequías o cualquier otro motivo según la voluntad del propietario, mediero, aparcero
o arrendatario. En concreto, un anticipo de lo que dijimos desde hace mucho y
que en su momento no se concretó con motivo de la famosa 125: el dirigismo
con que se espera doblegar a un sector
que ejerce un estilo, un sentimiento, una cultura muy propia de la Argentina e
incluso una independencia política. Como será que hasta en alguna oportunidad
desoyó los consejos y votó a favor del gobierno, lo que tal vez no volverá a
suceder nunca jamás mientras los K estén en el poder. En el gobierno, la
doctrina colectivista está por encima de las conveniencias.
Otro hecho significativo fue la
celebración del centenario de la fundación de la Federación Agraria a la que se
quiere separar de las restantes entidades que representan al campo. De todos
modos, la fiesta fue un éxito al que contribuyó la pluralidad de concurrentes
que abarcaron un horizonte diverso y movido. Desde Moyano, el "Momo"
Benegas, Reutemann, Binner -curiosamente
el gobernador Bonfatti no concurrió
pese a que anticipó su concurrencia- radicales de variado pelaje y otras líneas
políticas, gremiales, personalidades representativas del campo y de la
industria, aunque no lo hicieron aquellos empresarios que, como De Mendiguren, siempre son
oficialistas. Se habló de todo pero el tema que primó giró en torno de la grave
situación institucional, el futuro de Cristina,
la rebelión fiscal de los gobernadores de Córdoba y Corrientes, de otros que se
aprestan a sumarse y del papel que podría tener el presidente de la Suprema
Corte, Lorenzetti, en un futuro que
se muestra brumoso. La niebla contribuyó a ese estado de ánimo y no faltaron
los comentarios sobre el Batallón Combatiente -o Vatayón Militante, si se
quiere- la formación de elementos de choque con delincuentes o el hecho
indignante de los avances de La Cámpora en los Jardines de Infantes,
establecimientos primarios y secundarios de educación. Fueron muchos y variados
los comentarios pero sobre todo se destacó una coincidencia: "ellos - el
crisitinismo - están apurados poniendo toda la carne en el asador..."
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