Por Silvio H. Coppola
Muchos saben, y especialmente los
ligados al gobierno nacional, que su disfrute de cargos, prebendas y
privilegios, durará probablemente sólo el tiempo en que la señora presidente se
mantenga en sus funciones. De ahí la importancia de que esta permanezca en el
cargo el mayor tiempo posible, y en consecuencia los movimientos políticos
producidos en diferentes ámbitos para lograr una nueva reelección, que desde
luego irá atada a una próxima reforma constitucional. Todo con la sonrisa
cómplice de la homenajeada, todavía no abiertamente manifestada, ya que
significa el procedimiento de cumplimentar adecuadamente su egocentrismo y
vanidad.
Cualquier método es bueno para
ello, no importa cuál. Y así vemos la existencia de un proyecto de ley
presentado ante la Cámara de Diputados, fogoneado desde la presidencia de la Nación,
por el cual podrían acceder al voto los mayores de 16 años (actualmente 18
años). Esto se debe a que
desde el gobierno se piensa, después de hacer continuamente propaganda de
todo tipo por todos los medios y en especial la televisión y la intromisión en
las escuelas públicas por grupos afines, que con el nuevo caudal de votos que
se estima en aproximadamente tres millones, la mayoría de los nuevos votantes
se volcaría por el oficialismo. Entonces, no importan los motivos que se
aleguen para lograr esto, hay que seguir adelante e imponerlo. Y además pone a
cualquier opositor en la disyuntiva de disentir, por lo que inmediatamente se
pondría en contra a los futuros votantes y en consecuencia debería callar y
atarse al tren de la obsecuencia para no perder eventuales votos. Entre Scilla
y Caribdis. Una maniobra que sólo puede interpretarse por el beneficio que cree
el gobierno que recibirá eventualmente de los nuevos votantes, en un país donde
la adolescencia llega a los treinta años y en donde la inimputabilidad penal se
extiende a los 18 años. Todo un contrasentido, justificado sólo por el afán
desmesurado de mantener el poder a todo trance. El conocido psiquiatra Miguel Maldonado, afirmó que “. . .este proyecto no tiene
sustento científico alguno y responde a una especulación política del
gobierno”. Pero los motivos reales, indudablemente surgen a la vista.
Y acorde con ellos, la señora
presidente manifestó que “esta
es una Argentina de libertad, en la que cada uno dice lo que piensa”.
Claro, muy bien, pero se
podría excluir a los funcionarios del gobierno y a todos aquellos que disfrutan
de cargos, prebendas y privilegios, para los que el silencio es salud. Agregó además que
todo esto sucede “porque no
somos un país fascista, sino un país profundamente democrático”. Desde luego, aunque usó la palabra fascista no como sustantivo sino como
adjetivo, lo cual le permite en cualquier situación con su uso, mágica palabra,
acallar cualquier discrepancia o crítica.
Y en el tema de la obsecuencia, los
aplaudidores y la sumisión, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli se ha superado y bate aún
sus antiguos records al respecto. Así ha afirmado que el proyecto “es muy interesante” y que “es sorprendente ver a los jóvenes
comparados con otras épocas...” (?????)
(sic). Y varias frases parecidas sin contenido alguno. Y entonces, uno no puede
menos de hacer ciertas reflexiones: si este es uno de los probables
candidatos presidenciales, es evidente que poco se puede hacer para esperar que
las cosas cambien, con o sin la asistencia de la señora presidente. Pero
muchos afirman que nunca es más negra la noche, que cuando comienza a amanecer.
LA PLATA, agosto 31 de 2012.
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