Por Silvio H. Coppola
Comentaba en la primera de ellas, que era necesario pagar la caución establecida por la justicia de Ghana y recuperar la nave. Porque en caso contrario “se daría el caso de que un grupo de marinos se quede un tiempo en la fragata en carácter de custodia, hasta que la tengan que entregar, y los demás tengan que volver en bote. Lo que sería asaz lamentable. No sólo por la significación pecuniaria, sino por la bofetada que significaría para nuestro muy herido orgullo argentino, en un país donde es política de estado el desprestigio de las fuerzas armadas y donde el ministerio de relaciones exteriores, sólo sirve para explicar su ignorancia y fracasos”.
Por eso me permitía en la nota del día 16 aconsejar “pagar la caución de los diez millones de dólares y levar anclas de inmediato. . . .” ya que en caso contrario, puede suceder que no se arregle esta situación ni con palabras ni con dinero que no quiere entregarse. Pero“jamás entregar el buque. Sería una ignominia, que con este gobierno nuestro puede llegar a suceder. Cabe la destrucción del mismo. Y el capitán a bordo, puede dar la última orden: o el fuego o el agua, porque hasta esto se ha llegado.
Mientras el señor Timerman, ministro de Relaciones Exteriores, fracasó en su ridículo viaje a la sede de las Naciones Unidas, para llorar por la Fragata y esperar ayuda ajena, la señora presidente en cadena nacional de radio y televisión, afirmó que“mientras yo sea presidenta, se podrán quedar con la Fragata, pero ningún fondo buitre se va a quedar con la soberanía y la dignidad de este país”. Esta jerigonza mentirosa, inentendible e hipócrita, significa precisamente todo lo contrario. Ante todo que se va a abandonar el buque de guerra, mancillando la historia y la soberanía de la república y en particular, la historia de nuestra marina de guerra. No dice pero ya lo sabemos, que “mientras yo sea presidenta”, nadie del elenco gubernamental va a animarse a disentir con sus opiniones y con sus actos y seguirán sin chistar al núcleo de los aplaudidores, ya que en caso contrario, las ilusiones de riqueza en poco tiempo se evaporarían. Y a propósito ¿los representantes de la Cancillería y de las Fuerzas Armadas y ni hablar de la Marina, habrán tenido voz en este tema? ¿O también callarán solícitos, aunque esté en juego nada menos que el honor de la patria? El silencio se transformaría en complicidad. Y estando en juego un interés tan claro del país, sólo caben expresiones públicas. Callar sería otorgar y todos los que lo hiciesen serían igualmente culpables de la entrega de nuestra nave insignia, tratada como si fuera un objeto de comercio, un almacén o una talabartería.
Así las cosas, parece que sólo queda para la dignidad y el orgullo de la patria, la actuación que desempeñe el capitán de la Fragata. Podrá optar según obre, entre ser un acólito del Almirante Brown o un servidor de este régimen amoral y sin honor.
LA PLATA, octubre 23 de 2012.
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