Por Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com
El kirchnerismo está embistiendo
en forma suicida para instalar un ambiente general de discordia permanente,
alejándonos cada vez más de la paz social. Esa lucha, caracterizada por una
violencia moral sin límites, combate todo ordenamiento legal que pueda obstaculizar
su fundamentalismo atrabiliario.
A través de la historia, el
derecho y la ley han permitido obtener siempre respuestas adecuadas para
equilibrar las emociones de los individuos, resultando ser así una contención
para la natural fragilidad de su espíritu.
Ante el creciente desorden
burocrático en que se ha sumido el gobierno -producto de la falta de equilibrio
del Poder Ejecutivo (a cargo de una persona totalmente desbordada)-, ha nacido
en su seno la pretensión de avasallar cualquier barrera jurídica establecida
para preservar el orden social.
La velocidad con que se propagan
los efectos de sus errores, lo está forzando a abrirse “a todo”, con el peligro
de que ello signifique finalmente ABRIRSE A CUALQUIER COSA, corriendo el albur
de perder el rumbo de su “cerebro” definitivamente. Un rumbo que, está visto,
no pueden enderezar ni Kicilloff, ni Galluccio, ni Zaninni, ni De Vido, ni “pensadores
amigos” como el señor Laclau, que pregona las bondades de un populismo que ha
demostrado ser ineficiente en todas partes donde ha sido aplicado.
Está cayendo así en el vórtice de
una realidad que se “traga” sus encendidos discursos supuestamente
“esclarecedores”.
En ese escenario, puede intuirse
que la creciente ausencia de responsabilidad moral que impregna todos sus actos
tendrá funestas consecuencias para su propio destino final. Extendida como
reguero de pólvora, se está transformando en un virus que lo infectará de
muerte, por sus pretensiones de eliminar por la fuerza cualquier obstáculo que
se oponga a su arbitrariedad.
“El mantenimiento y conservación
del orden jurídico, no supone otra cosa que una lucha continuada contra la
tendencia a perturbarlo y violarlo”, sostenía Rudolf Von Ihering. A dicha
conservación se está abocando hoy, como consecuencia de la realidad señalada,
un gran número de ciudadanos que lo entienden así y ante la ausencia de una voz
unificadora de sus ideales, han elegido la calle para expresarse contra un
estado de cosas que les provoca angustia e indignación por igual.
Un clamor popular inédito va
elevando su tono, mostrando la decisión de mucha gente totalmente opuesta a
aceptar un “credo” oficial que insiste en disponer qué está bien o qué está
mal: muchísimos ciudadanos sienten que la política no debería expresar jamás un
código de fe en algo que se pretenda imponer por la fuerza.
¿Qué importancia puede tener en
este escenario el debatir públicamente la reforma de una constitución que no se
cumple y la eventual reelección de una Presidente que debe gobernar por tres
años más y está demostrando con claridad no saber cómo hacerlo?
Para abundar en estas
reflexiones, recordamos otros conceptos de Von Ihering al respecto: “Aquel que
tiene la pretensión de un derecho y tal vez se reputa investido del mismo,
¿está verdaderamente siempre en su derecho? Yo respondo que no; puede no estar
en su derecho, como no siempre está en posesión de la verdad quien tiene fe en
la verdad. ¿Podríamos gritar por eso tal vez: abandonad el derecho y la verdad porque
el uno o la otra pueden ser también una ilusión? Precisamente para esto está el
juez, llamado en caso de debate a decidir si el pretendido derecho sea
verdaderamente un derecho real”.
Apresurar la marcha en la
dirección equivocada, puede sepultar en un abismo sin retorno a un gobierno
ciego y enfervorizado que no parece comprender que sus verdaderos problemas no
los ocasionan el multimedios Clarín y la “Corpo” (sic), sino el marasmo en que
lo han sumergido la soberbia y su propia ineficiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.