miércoles, 24 de octubre de 2012

UNA LUCHA SUICIDA POR LA DISCORDIA



Por Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com

El kirchnerismo está embistiendo en forma suicida para instalar un ambiente general de discordia permanente, alejándonos cada vez más de la paz social. Esa lucha, caracterizada por una violencia moral sin límites, combate todo ordenamiento legal que pueda obstaculizar su fundamentalismo atrabiliario.
A través de la historia, el derecho y la ley han permitido obtener siempre respuestas adecuadas para equilibrar las emociones de los individuos, resultando ser así una contención para la natural fragilidad de su espíritu.
Ante el creciente desorden burocrático en que se ha sumido el gobierno -producto de la falta de equilibrio del Poder Ejecutivo (a cargo de una persona totalmente desbordada)-, ha nacido en su seno la pretensión de avasallar cualquier barrera jurídica establecida para preservar el orden social.
La velocidad con que se propagan los efectos de sus errores, lo está forzando a abrirse “a todo”, con el peligro de que ello signifique finalmente ABRIRSE A CUALQUIER COSA, corriendo el albur de perder el rumbo de su “cerebro” definitivamente. Un rumbo que, está visto, no pueden enderezar ni Kicilloff, ni Galluccio, ni Zaninni, ni De Vido, ni “pensadores amigos” como el señor Laclau, que pregona las bondades de un populismo que ha demostrado ser ineficiente en todas partes donde ha sido aplicado.
Está cayendo así en el vórtice de una realidad que se “traga” sus encendidos discursos supuestamente “esclarecedores”.
En ese escenario, puede intuirse que la creciente ausencia de responsabilidad moral que impregna todos sus actos tendrá funestas consecuencias para su propio destino final. Extendida como reguero de pólvora, se está transformando en un virus que lo infectará de muerte, por sus pretensiones de eliminar por la fuerza cualquier obstáculo que se oponga a su arbitrariedad.
“El mantenimiento y conservación del orden jurídico, no supone otra cosa que una lucha continuada contra la tendencia a perturbarlo y violarlo”, sostenía Rudolf Von Ihering. A dicha conservación se está abocando hoy, como consecuencia de la realidad señalada, un gran número de ciudadanos que lo entienden así y ante la ausencia de una voz unificadora de sus ideales, han elegido la calle para expresarse contra un estado de cosas que les provoca angustia e indignación por igual.
Un clamor popular inédito va elevando su tono, mostrando la decisión de mucha gente totalmente opuesta a aceptar un “credo” oficial que insiste en disponer qué está bien o qué está mal: muchísimos ciudadanos sienten que la política no debería expresar jamás un código de fe en algo que se pretenda imponer por la fuerza.
¿Qué importancia puede tener en este escenario el debatir públicamente la reforma de una constitución que no se cumple y la eventual reelección de una Presidente que debe gobernar por tres años más y está demostrando con claridad no saber cómo hacerlo?
Para abundar en estas reflexiones, recordamos otros conceptos de Von Ihering al respecto: “Aquel que tiene la pretensión de un derecho y tal vez se reputa investido del mismo, ¿está verdaderamente siempre en su derecho? Yo respondo que no; puede no estar en su derecho, como no siempre está en posesión de la verdad quien tiene fe en la verdad. ¿Podríamos gritar por eso tal vez: abandonad el derecho y la verdad porque el uno o la otra pueden ser también una ilusión? Precisamente para esto está el juez, llamado en caso de debate a decidir si el pretendido derecho sea verdaderamente un derecho real”.
Apresurar la marcha en la dirección equivocada, puede sepultar en un abismo sin retorno a un gobierno ciego y enfervorizado que no parece comprender que sus verdaderos problemas no los ocasionan el multimedios Clarín y la “Corpo” (sic), sino el marasmo en que lo han sumergido la soberbia y su propia ineficiencia. 

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