lunes, 1 de octubre de 2012

POR LOS QUE DESCENDIERON DE LOS BARCOS




Por Juan Carlos González Costa

 La señora Presidente Cristina Fernández de Kirchner, haciendo gala de su  soberbia y desprecio por todo, ha dicho despectivamente de nuestros inmigrantes de siglo pasado, que los que bajaron de los barcos, lo hicieron muertos de hambre. Como si haber venido en busca de la libertad, la paz, el trabajo y un futuro venturoso que La Patria Argentina les ofrecía a todos los habitantes del mundo que vinieran en buena voluntad, no hubiese sido de un atractivo suficiente y  extraordinario.
Estos  extranjeros llegados al país, fueron sin dudas quienes con su trabajo fecundo hicieron  la grandeza de nuestra patria y nos dieron con su bagaje cultural traído a cuestas, esa particularidad social que nos diferenciara del resto de  de los países de la America Hispana.
Ellos llegaron de sus países de origen, escapando de  situaciones de angustia,  arrasados por guerras, calamidades y persecuciones etc.
 La señora presidente cree, que esto los convirtió en seres despreciables o inferiores a los que hay que reprocharles la apertura que tuvieron para ellos
otros gobernantes argentinos que hicieron honor a las mas caras tradiciones Criollas de nuestros antepasados.
Esos  a los que ella llama muertos de hambre, fueron nuestros padres u abuelos, los que no sólo vinieron para asegurar el futuro de sus hijos, sino que lo hicieron sin pedir nada a nadie, sin exigir que el estado los alimentara gratuitamente; ellos desbordaban de dignidad y algo que la señora desconoce: me refiero al Honor que proporciona el saberse ganador de su sustento por su propio esfuerzo y sudor.
Ellos no conocieron la  vergüenza ni la denigración de depender de un plan trabajar, o de que sus hijos dependan de una asignación universal  para saciar su hambre.
Conocieron sí la abnegación y las privaciones para que sus hijos ascendieran socialmente costeándole sus estudios con su esfuerzo, sudor y lágrimas, conocieron sí, un estado no prebendarlo que creaba empleo y infraestructura, que deba aliciente a las familias numerosas, que respetaba sus creencias y moral y los trataba con igualdad ante la ley.
 Trabajaron duro para que jamás sus descendientes sufrieran la dependencia de la pobreza y así pudieran ser auténticamente libres, pero gracias a personas como usted muchos de los nietos de aquellos inmigrantes tuvieron que emigrar de esta patria argentina por el hambre y la pérdida de su patrimonio.
Señora Presidente, fueron los inmigrantes quienes hicieron rica nuestra patria hasta alcanzar el 6º lugar en el mundo. Esos muertos de hambre, señora, clavaron el arado por primera vez en la mayor parte de la tierra
argentina para transformarla en el granero del mundo.
Esos muertos de hambre, señora, iban a trabajar llevando un pan,
dos cebollas y medio litro de vino, para poder ahorrar lo suficiente y así poder traer a su mujer y sus hijos a compartir esta bendita tierra.
Esos muertos de hambre, señora, amaron esta tierra como usted ni
siquiera puede imaginar, sembraron en ella no sólo el trigo, sino que le  dieron muchos hijos y nietos, que hoy somos esa clase media que usted desprecia.
Y esos hijos y nietos aprendimos que la dignidad del hombre comienza con el trabajo, porque significa cumplir el mandato bíblico "ganarás el pan con el sudor de tu frente". Claro, que algunos de esos hijos se dedicaron, como usted y su marido, a trabajar prestando plata con usura y apoderándose
de los bienes de quienes no podían pagar sus deudas como usted lo hizo con la 1050 en los años de La dictadura donde tan bién le fue a su estudio juríaqueldico.
Fue usted señora y su marido con su accionar, Martínez de Hoz mediante, quienes convirtieron a muchos de los hijos de aquellos inmigrantes en verdaderos muertos de hambre.
Por todo esto, señora presidente, su desprecio a nuestros padres y abuelos, que hicieron
la Argentina próspera, la Argentina del trabajo en paz. en la que la gente se quería, donde no existía la lucha de clases que a usted tanto le agrada y se sentaba por las tardes en la puerta de su casa, con la seguridad de que nada alteraría su descanso luego del trabajo honesto, y mandaban a sus hijos a la escuela pública y a la universidad que era de excelencia, para que ellos pudieran llegar a acender a esa clase media despreciada por usted, ese desprecio digo señora, es el desprecio a lo más rico y generoso que puede ostentar nuestra patria: ese hombre simple, que no es revolucionario con las armas que matan, sino con las herramientas que producen y dan vida.
Usted, señora, es rica, multimillonaria con infinidad de propiedades, entre otras, esos costosísimos departamentos de Puerto Madero, o el lujosísimo
que su niña Florencia utiliza en Estados Unidos, y ricos son también sus amigos-súbditos del gobierno, que nos tildan a los "acaudalados laburantes de la clase media" que pagamos sus lujos y caprichos, como “los bien
vestidos”. Como si no tuviésemos al menos la pobre libertad de vestirnos decentemente.
Estamos indignados señora Presidente, por ello blandimos nuestras cacerolas, ya no porque nos ofenda como lo hace habitualmente, sino porque ha ofendido a nuestros padres y a nuestros abuelos, esos hombres honestos a los que usted debería rendir homenaje renunciando a su soberbia, su petulancia y su pretendida ilusión de perpetuarse en el poder, ofreciendo su fortuna a la proclamada y no cumplida distribución de la riqueza. Un consejo señora: desde hoy guarde luto por las ofensas que ha inferido al pueblo argentino, en especial a nuestros ancestros y a sus descendientes, la clase media. Y llore, sí llore de tristeza  por el daño que le está haciendo a la sociedad argentina que construyeron aquellos muertos de hambre que bajaron de aquellos barcos, Turcos, Árabes, Polacos, Húngaros, Alemanes, Españoles, Italianos,  Cristianos, Judíos, Musulmanes y todo tipo de raza y creencias, entre los que están también sus antepasados, que hallaron aquí en nuestra Patria su lugar en el mundo para ellos y su prole la que usted, su marido y los alcahuetes que la circundan y asisten, ha dividido como nunca lo estuvieron en su historia. Llore señora Presidente, llore mucho hasta que termine su mandato y váyase al exilio lejano, que será el lugar donde quizá encuentre el olvido de todos los argentinos de bien, para gastar  allí su fortuna incalculable, extraña y dudosamente habida.
Yo soy un ciudadano de clase media, un humilde periodista, a los que usted tanto odia, soy hijo de una criolla de tantísimas generaciones argentinas perdidas en la época colonial y un Español que llego a estas tierras con menos de un año de edad en condición muy humilde, que a sus 20 años, peleó denodadamente para que lo incorporen al Servicio Militar  Obligatorio por amor a nuestra bandera nacional, sostenía que era español por accidente, se nacionalizó Argentino renunciando a su ciudadanía de origen, enseñándome a mi y mis hermanos, a amar a la patria hasta que duela.
Quise escribir este artículo, para defender el honor de mis abuelos  paternos, esos muertos de hambre que bajaron de los barcos para hacer con sus sudores la patria grande que hoy estamos perdiendo... gracias a usted y sus seguidores “camporistas”, pura carroña de lo mas rancio de nuestra historia.

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