Por Emilio Nazar Kasbo
Muchos olvidan la historia. Personalmente
no la he vivido, porque en esos tiempos era sólo un infante. Sin embargo,
quedan muchos rastros en los diarios de la época, y en los libros que no
reproducen la “versión oficialista” actual.
Los grupos subversivos que
actuaban en el país, verdaderos regimientos infiltrados en la sociedad que
trabajaban ocultos en la clandestinidad, con una composición y jerarquía
militar, comenzaron a producir actos de terrorismo primero con la excusa del
retorno del General Juan Domingo Perón a la Argentina.
Tras el regreso de Perón, o mejor
dicho el mismo día de su regreso, los tiros y los actos terroristas se
continuaron. Cámpora dejó en libertad a todos los terroristas presos, que
continuaron haciendo lo que sabían hacer: actos de terrorismo.
Después Perón volvió a
presentarse en las elecciones, y volvió a ganar por tercera vez… y los actos
terroristas no cesaban. Los mismos Montoneros, que se decían peronistas,
desarrollaban su accionar contra el gobierno de Perón, y él mismo los trató de “estúpidos
imberbes”.
Los Montoneros querían instaurar
un gobierno comunista, al igual que el resto de los grupos armados que operaban
en el país. Para ello, pretendían asustar a la población, amedrentar a todos
los personajes públicos del país, producir un vacío de poder y asumir el
Gobierno. En particular, esperaban asumir ellos tras producir el vacío, o que
asumieran los militares tras un golpe de Estado para luego derrocarlos y asumir
el gobierno.
Sin embargo, el “vacío de poder”
no existe. Los militares asumieron el 24 de marzo de 1976, en un hecho
anunciado y hasta pedido por Héctor Timerman desde el periódico que él mismo
dirigía, así como por los diarios de la época. El dirigente radical Ricardo
Balbín había reconocido que ya no se podía hacer nada. Todos esperaban el golpe
militar.
La ciudadanía esperaba que el
nuevo gobierno militar pusiera orden, y que ya no hubiese más actos de
terrorismo por parte de los ejércitos subversivos. Pero a su vez, el golpe de
Estado fue aplaudido por los mismos subversivos, ya que se presentaba como la
real excusa para sus actos, contra un gobierno “de facto”, como si ellos no
hubiesen producido actos de terrorismo con anterioridad, durante gobiernos “democráticos”.
¿Quién estuvo en contra del golpe
militar del 24 de marzo de 1976 en Argentina? Los militares estuvieron de
acuerdo, al punto que ellos asumieron el gobierno. La ciudadanía aguardaba
orden y que ya no se produjesen más muertes y explosiones por actos
terroristas. Los subversivos tenían la excusa para justificar su accionar, y
para tratar de derrocar al nuevo régimen para implantar un gobierno comunista.
¿Quién estuvo entonces, contra el golpe militar? Todos hallaban un beneficio en
él.
Recientemente, el Coronel Rodolfo
Aníbal Campos declaró en el juicio del “Circuito Camps” que "De los
muertos yo me hago cargo. A partir del 14 de diciembre de 1977 me hice cargo de
la policía y estoy orgulloso porque paró la subversión en la provincia de
Buenos Aires", y agregó: "Torturamos y asesinamos para sacar
información, en cualquier guerra pasa eso. Entregamos una nación ordenada en
1983”.
Es cierto que en toda guerra hay
excesos. Sin embargo, no son justificables. Pueden tener sus atenuantes, pero
ellos deben ser analizados a la luz del Catecismo de la Iglesia Católica.
Por otra parte, no es cierto que
los militares hayan entregado “una nación ordenada en 1983”. Lo que dejaron fue
un país sin actos de terrorismo, que es otra cosa.
Cuando los militares se fueron,
dejaron una enorme deuda externa, que es atribuible a José Alfredo Martínez de Hoz,
quien consideraba que el límite del endeudamiento es la posibilidad de abonar
los intereses de una deuda, criterio que deja a cualquier Nación o Empresa
funcionando con vida vegetativa y sin posibilidad de crecimiento genuino.
Dejaron un país con seguridad, pero también con miedo. Dejaron una generación
educada en la escuela pero con debilidades culturales y espirituales. Dejaron
un país que ocultó a los héroes de Malvinas, y que los militares mismos comenzaron
a desmalvinizar a pesar de haber recuperado las Islas. Dejaron un país con una
incipiente pornografía que acabaría en el destape de Alfonsín, en la ley de
divorcio para disolver las familias, en la posterior apertura a las drogas con
impunidad del narcotráfico en la sociedad, a la imposición abortista, al
impulso de la eutanasia, y la imposición homosexual. Dejaron librado el país a
la impunidad de politiqueros cuya arma siempre fue la mentira para llegar al
poder. Dejaron el país a merced de gobiernos que destrozaron las Fuerzas
Armadas, los Sindicatos y dañaron y dañan a la misma Iglesia. Dejaron el país
merced de los grupos económicos de poder mundial, mientras la sombra del hambre
y la miseria se expande por todo el país. Dejaron el país en manos de la
ultraizquierda y del liberalismo más crudo, en una extraña síntesis predicada
por la Escuela de Frankfurt.
Lo mejor del Proceso Militar no fue el golpe de Estado. Lo mejor fue el 2 de abril de 1982. Lamentablemente, hoy pocos conservan su verdadero espíritu: católico y patriótico a la vez.
Sí, los militares dejaron al país desarmado.
Subsistimos hoy, sólo por Milagro y Gracia de Dios.
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