domingo, 14 de julio de 2013

LOS CAUDILLOS DEL PRESENTE EN LA POLÍTICA ACTUAL.



Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Avila (LMGSM 1 y CMN 73)

         Nuestro país está en plena efervescencia electoral, con una nueva modalidad, que recuerda el tiempo de los caudillos a mediados del Siglo XIX. En aquellos tiempos heroicos, cuando comenzaba a despuntar la idea de ser realmente una nación, el deseo de libertad y la amenaza del sometimiento, privaba en los hechos y las acciones.
En cada una de las comunidades, engendradas como ciudades coloniales, se sabía de las ventajas de la unión, al tiempo que se desconfiaba de las promesas de igualdad. Cada pueblo, se agrupaba junto a alguien que tenia personalidad y antecedentes. Ellos, en las décadas de la independencia, casi siempre, había tenido un rol de combatiente y, sin dudas, arriesgado su vida en las batallas. Ya en la marcha hacia ser una Nación, surgían las diferencias, que volvían a rememorar los avances centralistas que desplazaban los cimientos provinciales. El artículo 1 de la Constitución Nacional, aquél que dice que la forma de gobierno será "representativa, republicana y federal", era letra pero no parecía ser acción. La representación se moldeaba en los caudillos y ellos, al mismo tiempo, materializaban el federalismo, con lo que la república tomaba forma y posesión. Los partidos políticos, es decir el agrupamiento institucional junto a los líderes, que era casi entre vecinos, tenía la ventaja del contacto, pero también daba el sustento de los aportes de ideas, temas y problemas, en los que los comités, eran su caja de resonancia. El crecimiento poblacional, las nuevas ideológicas y el necesario equilibrio interno de las sociedades, lenta, pero persistentemente, modificó la relación directa entre pueblo y representante (el clásico caudillo) para dar lugar a la figura de los dirigentes que, en lugar de provenir de las "bases", se originan en las "cúpulas". Esta modificación sustancial de las relaciones sociales, políticas y económicas, posiblemente sin que se perciba, alejó a las partes y, debido a ello, se perdió el interés en el tema del más débil: el pueblo. La política dejó de ser razón e interés, para ser un medio para algunos, que la convertían en profesión, con lo que se dejaba de ser una vocación.

       Este proceso, sin embargo, al finalizar el siglo XX, se encontró con una nueva realidad, que no provenía de la cultura, sino que se originaba en la técnica. Las distancias se acortaron y las voces llegaron cada vez mas lejos. Este nuevo poder de enlace hizo que la comunicación por eslabones dejara lugar al medio directo y, lógicamente, renació el caudillo. El caudillo moderno, no difiere, en esencia, del clásico del pasado, lo que pasa es que su proyección se agigantó en la medida que aumentan los nuevos aportes de comunicación que la evolución tecnológica nos brinda. Pero, al mismo tiempo, se produce un contrasentido, que debe llamar la atención a los estudiosos y analistas, la globalización esta marcando problemas generales y expresando diferencias ocultas que la distancia mantenía ocultas. El caudillo de ayer era naturalmente un líder local, y, al mismo tiempo, un interesado directo relacionado a su entorno, en cambio, el actual, aparece en una nueva conformación de aquel, ya que tiene la responsabilidad de ser el nexo que vincula y une con un cambiante y poderoso entorno.

    En todo el Mundo este proceso de mutación esta en marcha. En algunos países, si bien cambia la figura "ejecutiva", se mantiene ella dentro de ciertos parámetros, que están fijados y respetados en la institucionalización. En otros, estos limites de acción se han fracturado y, embozadamente, el líder, ahora una nueva figura de caudillo, puede llegar a convertirse, por la absorción de poder,  en una suerte de dictador. Se traba la  posibilidad de los cambios y tiene como necesaria la continuidad en el mandato, como los signos de la debilidad en el ejercicio de las realizaciones. Lo que es aun mas difícil, es la perdida de la dimensión real, concreta y verídica de las realidades, que son así solo  figuras y no situaciones concretas. A partir de inicios del Siglo actual (Siglo XXI) se observa la aparición de un nuevo ingrediente en el accionar de la política: los lideres individuales. Estos si se asemejan a los históricos, ya que  no son fruto de terceros, sino que se originan en si mismos. Este proceso, que se evidencia  mas claridad en el campo de las políticas oficiales, también asoma, sorprendentemente, en las actividades particulares con las figuras de los GEO (Gerentes Operativos), que se apartan de los clásicos directorios societarios, a los que estamos acostumbrados. En el caso de la actividad privada, sin dudas, son los accionistas los que apoyan o no a los nuevos actores de dirección, en el de las naciones, debe ser el electorado el que aprueba o niega sus gobernantes, pero, en ambas situaciones, ello es posible si las bases institucionales  (Estatutos o Constituciones) lo previenen, facultan y posibilitan.

    En nuestro país, debido a algún tipo de falla educacional, seguramente originada en el desconocimiento de los derechos y obligaciones de los ciudadanos (Instrucción  Cívica), vemos que la política cambia sus reglas y normas adaptándose a conveniencias circunstanciales. En la actualidad, nos debe asombrar, la reaparición de los caudillos, sin que se valore su efecto y se desconozcan sus consecuencias. La puja electoral, ya no es entre partidos políticos, sino entre personas físicas, que adquieren vigencia formando su "`propio" agrupamiento", pero sin que se conozca que ofrecen, pretenden o aspiran (Plataformas, programas, etc.) y como y en que medida "garantizaran" su ejecución y resultados. En verdad, la sociedad argentina, bombardeada con avisos y discursos, esta en una absoluta pobreza de conocimientos que, de alguna manera, le de pautas de su mañana en el futuro. Este ambiente adquiere proporciones grotescas con la multiplicación de comentaristas (las mas de las veces interesados) que hacen el análisis de la política según puntos de vistas parciales, algunas veces sin bases concretas y, las mas, con supuestos figurados que, en lugar de llevar claridad, provocan dudas o desconcierto. Ayer, el caudillo era parte directa integrante de la comunidad, compartía con ella el pasado, sin dudas también el futuro y, lógicamente, las consecuencia de las realizaciones- Hoy, se presenta con un perfil que lo asemeja al anterior, pero, aun en el caso sea parte, debido a la universalización, podrá eludir las consecuencias, lo que le resta vitalidad y el necesario reconocimiento. Este es el dilema actual que no encuentra respuesta lógica para alcanzar un futuro venturoso.

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