El Papa Urbano IV decía: “ Con el rezo del Rosario los cristianos obtienen favores todos los días”.
El Papa Clemente VII dijo: “ Hay muchos cristianos que logran conseguir su salvación con el rezo devoto del Santo Rosario”.
El Papa Urbano VIII concedió muchas indulgencias al Rosario y enviaba misioneros a las ciudades y pueblos de Italia a obtener que las gentes lo rezaran con mayor fervor, y en su tiempo, grandes multitudes se reunían en muchas ciudades a rezarlo.
El Papa Pablo V afirmaba “ El Rosario es un tesoro donde podemos enriquecernos con muchas gracias y favores de Dios”.
El Papa Julio II llamó al Rosario: “ Un hermoso adorno que embellece a la Iglesia Católica”.
El Papa Gregorio VIII enseñó: “ El Rosario alcanza protección de la Santísima Virgen María y aplaca la ira de Dios”.
El Papa Gregorio XVI llevaba siempre su Rosario en la mano en las grandes procesiones y decía: “ Con el rezo del Santo Rosario podemos obtener tres fines: vencer al pecado, mantenernos en gracia de Dios y obtener la gloria celestial.”
El Papa Adriano VI afirmaba: “ El Rosario es un azote para alejar al demonio”.
El Papa Pío VII en su destierro, prisionero de Napoleón, se consolaba en aquellas horas amargas rezando el Rosario y decía que el Rosario es para las horas tristes como el ángel que fue a consolar a Cristo en el Huerto de Getsemaní: una ayuda providencial que aumenta las fuerzas y llena de valor y de esperanza.
El Papa Pío IX, el que proclamó el Dogma de la Inmaculada Concepción, exclamaba: “ El Rosario es una oración que siempre consigue favores del Cielo. Después de la Santa Misa y del rezo de los Salmos, el Rosario es la oración más bella, la que más gracias obtiene, la más agradable a la Santísima Virgen”. “ El Rosario es el mejor resumen del Evangelio”.
Cuando el Papa Pío IX tenía que resolver algún problema muy difícil, se dedicaba a rezar el Rosario para pedir luces al cielo. Y a quienes le preguntaban cómo se lograría vencer a los enemigos de la Iglesia, les respondía: “ No los venceremos con armas afiladas, ni con bombas o cañones, sino con el rezo del Santo Rosario”.
Y añadía: “ Rezad el Rosario como yo lo rezo siempre. Recordad que muchísimos Apóstoles y Santos de tiempos pasados obtuvieron éxitos espirituales maravillosos rezándolo. A nosotros también nos tiene Dios preparado grandes triunfos si lo sabemos rezar con fervor y perseverancia”.
En 1849 el Papa Pío IX tuvo que huir de Roma por una revolución. Y en su destierro recibió muchas ayudas de Católicos fervorosos. Y una de las que más lo conmovió fue la limosna que le enviaban 600 niños pobres que había recogido San Juan Bosco. Cada uno se había privado de las onces de un día, para enviarle su valor al Papa. Era poquito dinero, pero venía de niños pobres. El Pontífice se conmovió y en cambio les envió de regalo 600 rosarios; para cada niño su camándula.
Estando moribundo, oyó Pío Nono que uno de sus acompañantes le preguntaba: “Santo Padre, ¿Qué siente en éstos momentos?” y respondió fervoroso: “En las paredes de la habitación veo los cuadros de los 15 misterios del Rosario. Los misterios gozosos me recuerdan cuántos gozos sanos me concedió el Señor y se los agradezco. Los misterios dolorosos me recuerdan que Jesús sufrió por mí y esto me anima a sufrir por Él. Los misterios gloriosos me están mostrando la gloria que nos espera a los que creemos en Jesús y amamos a María. Oh, cuánto consuelo me proporcionan los misterios del rosario en éste mi lecho de agonía”.
El Papa San Pío X escribió: “ Rezad el Rosario y con ésta práctica de piedad obtendréis del Señor abundantes favores.
El Papa Benedicto XV, a quien le tocó gobernar la Iglesia durante la 1ra Guerra Mundial, escribía así a los Católicos: “Que en privado y en público se rece cada vez con más frecuencia el Santo Rosario, convencidos de que con ésta hermosa oración conseguiremos inmensas gracias celestiales.
El Papa Pío XI contaba a un cardenal: “ El Papa reza todos los días el Santo Rosario por más ocupado que esté. Un día llegué a las once y media de la noche a mi lecho de descanso y recordé que no había rezado el Rosario y aunque estaba muy fatigado me dije: si el Papa no reza el Rosario no es buen Pontífice y me arrodillé y lo recé”.
Un día le llevó el cardenal Gerlier, arzobispo de Lyon, la camándula con la cual rezaba cada día su Rosario el Santo Cura de Ars, y el Papa Pío XI exclamó: “Es el mejor recuerdo que me podían obsequiar de ese gran Santo. Seguiré rezando con ésta camándula cada día”.
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