sábado, 11 de abril de 2009

Mons. Aguer pidió "promover la civilidad activa" desde la Pascua de Cristo

Texto de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en Claves para un Mundo Mejor, emitido el día sábado 11 de abril de 2009:

Mis amigos televidentes me alegra estar con ustedes, en un día como el de hoy, para poder decirles mi mensaje y hacerles llegar mi saludo pascual.

Me parece oportuno que reflexionemos un momento juntos acerca de que significa ese saludo de Felices Pascuas. ¿Qué significa para nosotros la Pascua?.

Estamos acostumbrados ya a reconocer que se trata de un día de gozo; nos damos cuenta de que se trata de una gran alegría, de que el Mensaje Pascual es un anuncio esperanzado y esperanzador. La liturgia de la Iglesia, en la Misa Pascual, con el canto del Aleluya, quiere transmitirnos esa alegría.

No se trata simplemente de optimismo, como que todo está bien, todo está en orden, sino que se trata de la gran esperanza cristiana que toma origen precisamente, en la Resurrección de Cristo, un acontecimiento que nos atañe y nos toca a nosotros, que nos incorpora a nosotros. Es una especie de tránsito que hacemos con Cristo, porque la Pascua del Señor es también nuestra Pascua.

A mí me impresiona algo que dice San Pablo en la Carta a los Efesios, en el capítulo 2, donde hablando de la salvación cristiana, que es un don gratuito, nos explica que Dios nos hizo revivir con Cristo, que con Él nos resucitó y nos hizo reinar en el cielo con Él; lo dice el apóstol como si se tratara de una realidad ya adquirida, porque es una realidad ya poseída en la esperanza.

Esto significa que la Fe cristiana y el contacto con Cristo Resucitado nos hace participar de las energías de la resurrección.

El Mensaje Pascual, esperanzado y esperanzador, no es solamente para nosotros, sino también para la sociedad en la cual vivimos, es también para el mundo, para el universo entero.

Pero ¿cómo influirá en la trama de la historia humana la fuerza que brota de la Resurrección de Cristo? No se trata de un pase de magia. El influjo posible de la gracia de la salvación requiere que los cristianos vivan intensamente su fe y la hagan cultura; que impregnen las realidades cotidianas con la energía de la Resurrección de Cristo. Hace falta una cultura cristiana para que las cosas cambien.

La esperanza pascual nos invita a ponernos en la situación que corresponde a quienes han resucitado con Cristo. La novedad pascual implica que no podemos volver siempre para atrás, no podemos estar mirando siempre para atrás; estamos destinados a algo que viene en el futuro y que nosotros hemos de emprender con la gracias de Dios.

Pensemos por un momento en la situación que vive la Argentina. Es un país el nuestro que por momentos nos desconcierta; un país lleno de posibilidades y sin embargo lo vemos deshilachado, sin rumbo, sin destino. Pareciera que todo tiene que renovarse y sin embargo todo vuelve hacia atrás.

¿Pero cómo podemos superar esta triste situación? Es necesario reeducar a toda una generación, o quizás a varias generaciones, en los verdaderos valores, en los grandes valores superiores. Es necesario promover la civilidad activa en todos los habitantes de este suelo, para que dejen de ser meros habitantes y pasen a ser auténticos ciudadanos. Es necesario asumir una civilidad activa, que no rehuya incluso, cuando corresponde, el compromiso político, pero un compromiso honesto, generoso, servicial.

Se trata de recrear una situación de verdadera justicia. Se habla con tanta frecuencia de una mejor distribución de la riqueza, pero vemos que pasan los años y al mismo ritmo la riqueza pasa de manos. Ahora está en otras manos, pero son siempre pocas y siempre para frustración de los más pobres, de los pobres de siempre y de los nuevos pobres, que son muchos.

Por eso, nuestra condición de cristianos nos impone un compromiso muy serio a favor de nuestra Patria. Nosotros que creemos en la Resurrección de Cristo y que participamos de las energías de la resurrección, nosotros que estamos destinados a la vida eterna y que somos, como dice San Pablo, ciudadanos del cielo, sin embargo tenemos que aprender incesantemente a ser buenos ciudadanos de esta tierra.

Es aquel impulso de la esperanza que nos religa con la eternidad el que nos obliga, podríamos decir, a preparar la materia del Reino futuro con nuestro trabajo presente. Es posible si vivimos en la fe, la esperanza y el amor. Nosotros, que a veces miramos como meros espectadores lo que pasa a nuestro alrededor y nos horrorizamos de lo que vemos, nosotros debemos ser protagonistas principales, porque esa es la mejor manera de cumplir con nuestro destino pascual.

Todo esto está implícito en el saludo que hoy intercambiamos los cristianos: Cristo ha resucitado, Felices Pascuas”.


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