En la foto: Don Bosco, un sacerdote tradicional con sotana, que rezaba la Misa de San Pío V, y que practicaba y enseñaba a su vez la virtud de la castidad a los jóvenes, entre quienes descollaron por ejemplo Santo Domingo Savio y Ceferino Namuncurá.
Por Emilio Nazar Kasbo
Para el sacerdote o la monja que de verdad vive su vocación, con una vida centrada en la imitación de Jesucristo y de la Virgen María, el pecado carnal que arruina su compromiso con Dios y con la Iglesia se encuentra demasiado lejos.
Pero la castidad no es sólo para ellos, sino también para los solteros que aguardan llegar al matrimonio con ideales de santidad, y para los casados en la fidelidad conyugal.
PANSEXUALISMO
En una sociedad hedonista y pansexualista, donde el centro de la vida es la comodidad y lo sexual hasta que llegue la muerte, la renuncia al placer o a la carnalidad parece algo sin sentido, algo que va "contra la corriente del mundo". Pero esta ya existió en otras épocas, en el Imperio Romano o entre los corintios de la época de San Pablo. ¿Por qué alguien renunciaría a tener relaciones sexuales? ¿Si los impulsos llevan a lo instintivo, por qué actuar en contra de ellos?
La respuesta es que el hombre no es un animal que se guía exclusivamente por instintos, la racionalidad humana puede superarlos, pero la Gracia de Dios convierte a la castidad en un acto sobrenatural.
De hecho, es un contrasentido que muchos de los que critican a las monjas y los sacerdotes católicos por guardar la castidad en imitación de Jesús y de María, terminan alabando a los monjes tibetanos que sólo buscan la suprema "Nada", el "Nirvana" de la disolución del ser. Sin embargo, los católicos viven las virtudes no para conducirse a una gran "Nada", sino al Absoluto de Dios, al Absoluto de la Verdad, el Bien y la Belleza, al Absoluto de la Eternidad cuya esencia es la Caridad.
Los judíos esenios practicaban el celibato desde el Siglo II Antes de Cristo. Ya para el Siglo III se estableció el celibato como obligatorio para todo consagrado.
Es verdad que desde el Concilio Vaticano II se produjo una caída de las vocaciones, y en vez de una "Primavera de la Iglesia" se llegó a un "Invierno Eclesial", cuando en vez de sostener firmemente los principios y la Tradición muchos se volcaron por el modernismo en los términos que el Papa San Pío X había condenado en su Encíclica Pascendi.
MUNDANIZACIÓN
La flexibilización de ciertas reglas produjo que casi todas las congregaciones de monjas dejaran de utilizar el tradicional hábito para vestirse con ropa común, confundiéndose con una persona cualquiera, sin distinguir en la indumentaria su consagración a Dios. Lo mismo sucedió con las sotanas. Y la Iglesia Católica en vez de elevarse más a Dios, primero se protestantizó para concluír en la situación actual en que se mundanizó. Y al mundanizarse y convivir con el mundo que el Diablo ofreció a Jesucristo en el desierto, son muchos más los que caen en una sutil persecución espiritual, moral, intelectual y cultural.
"Es todo lo mismo", afirman sin darse cuenta el cambio de sentido religioso. Para quien desconoce la música clásica, Mozart suena idéntico a Bach, y para quien desconoce la literatura el Quijote de Cervantes es idéntico al Cid Campeador, no halla diferencias. Porque la distinción es obra del filósofo, y es fruto del que conoce. Sólo al ignorante le da lo mismo una cosa que otra, pero es a causa de su ignorancia. Y lo peor de todo es la figura del ignorante que busca persistir en su ignorancia y no entiende de razones. El abuso litúrgico y el delito litúrgico para el sacerdote que los comete, pensando que "es todo lo mismo", es una muestra de ignorancia o de una perversión que lo lleva a insistir en el mal. Pero a su vez esconden una falla moral.
Sacerdotes que no creen en el infierno, en el limbo ni en el purgatorio, sacerdotes para quienes los Diez Mandamientos son inexistentes, sacerdotes para quien la moral ha sido derogada, sacerdotes para quienes la Liturgia es un acto simbólico... ¿perseverarán en el cuidado de la castidad?
Efectivamente, la mundanización del sacerdote tiende a confundirlo con un laico en la sociedad... o incluso con no creyentes. ¿No será fuente de tentaciones semejante situación, cuando muchas mujeres piensan que es un laico sin compromisos a simple vista? ¿No es notoria la diferencia de utilizar sotana como testimonio, cuando la gente se le aproximará para preguntar cosas de la Fe, para recibir algún Sacramento, o para fortalecer la Fe de los demás y acercarlos a Jesucristo?
SANA DISTANCIA
Efectivamente, cuando los seminaristas entablan vínculos demasiado cercanos, aparecen las tentaciones que ponen en riesgo la castidad. Negar semejante realidad es caer en un pecado de angelismo. Es cierto que tampoco se debe caer en el extremo de la deshumanización, de la excesiva distancia que impida el trato social con los demás y la prédica al prójimo, que también es otra clase de tentación.
Por eso, hablamos de una "sana distancia", es decir el trato donde a nadie se desprecia, pero tampoco se llega a un trato de excesivo acercamiento peligroso que atenta contra el decoro de la dignidad de la persona y más aun, de la dignidad de lo que una persona consagrada representa. Esto contradice a la sociedad actual, donde el nocivo "muchachismo" es la norma, mientras no es reconocido que tal conducta lleva a males peores.
ACTITUD VITAL SOBRENATURAL
Para educarse en la castidad, no es suficiente la formación teológico-moral, que es intelectual. Es necesaria una conducta vital con la mirada puesta en Jesucristo. Los estoicos de la antigüedad sabían guardar la castidad, al igual que los referidos monjes del Extremo Oriente, con un sentido muy inferior al que tiene un sacerdote o una monja católicos. ¿Por qué no se ha de vivir y superar tal castidad vivida desde el orden y la moral natural, para elevarla desde la Caridad vitalmente como una práctica de virtud Sobrenatural?
Efectivamente, la práctica de la castidad es una forma de Caridad Sobrenatural dedicada a Dios para el Amor al Prójimo.
¿Puede acaso ser enseñada la virtud? Como decimos, la mera enseñanza no es suficiente, porque se requiere de la libertad plena de la persona que asume la castidad como estilo de vida, como principio que le permite centrar su vida en la de Jesucristo y de la Virgen María, e incluso con la mirada puesta en San José y los Santos, que son modelos más cercanos.
Una persona consagrada que vive en contacto con la vida de Dios ¿Qué le puede faltar cuando afectivamente su alma y su corazón laten para Jesucristo y para desbordarse en la evangelización de un mundo descreído? ¿No es entonces la castidad un bien que permite acceder a bienes mayores, consagrando plenamente la vida a Cristo y Su Iglesia? Si el Señor es nuestro Pastor ¿qué nos puede faltar? ¿Qué criatura puede llenar la tensión que hay en el alma humana hacia Dios?
Pero tampoco la enseñanza de la castidad, asumida psicológicamente puede resultar suficiente. No es una mera cuestión de inteligencia iluminada por la enseñanza, ni de voluntad mediante la aceptación psicológica de tales verdades. La virtud de la Castidad vivida como un Don Sobrenatural abre a la dimensión teológica de esta virtud, en algo que muy pocos pueden entender.
PSICOLOGÍA CASTA
Quien ama la vocación de la vida consagrada no la pondrá en peligro porque sabe que pone en peligro su alma y su relación con Dios. Por ello, no tendrá una "relación particular con alguien", sea quien fuese, porque tal persona no se puede convertir en el centro de su vida desplazando a Jesucristo. Sabrá la persona en su libertad cortar las salidas y entrevistas cuando así corresponda, con la mayor madurez posible.
Uno de los efectos de violar el voto de castidad, es evitar su prédica, porque nadie puede predicar con autoridad sobre aquello que no cree o que no vive. Y en esto se incurre en un gravísimo mal, porque arrastra a los demás por un mal camino.
Pero además está quien guarda la castidad por una forma de ser propia, por una timidez, o por motivos que no son la virtud que conduce a Dios, en lo cual no viven plenamente la castidad, puesto que si se diera la oportunidad caerían en el pecado. No es esta tampoco la forma de guardar la castidad.
En el caso de la castidad, no solamente está en juego la libertad de la persona consagrada, sino que hay otra libertad: la de alguien particular que recibe un trato frecuente y "especial". Tal persona tiene sus propias tentaciones que en una relación interpersonal pueden chocar con el ideal de santidad de la persona consagrada. Por eso, se debe estar atento a las inquietudes de tales personas, y ser conscientes de que en su trato inocente puede esconderse algún resquicio de pecado que en un futuro pueda afectar la propia vocación. Esa persona que termina siendo como "confesora" sin ser el Director Espiritual formado especialmente para tal labor, no es un bien, sino un problema que a la larga puede hacer tambalear hasta la Fe.
Claro que es más vulnerable el consagrado "mundanizado", quien se confunde con una persona cualquiera y no exhibe socialmente su condición de tal. Así, no va en busca de otra cosa más que de la tentación, potenciando sus posibilidades. Claro que rezará el Padrenuestro pidiendo "et ne nos inducas in tentationem" (y no nos dejes caer en la tentación)... pero su alma va en búsqueda de la oportunidad de realizar el mal. Así no se cuida la castidad.
IN TENTATIONEM
Por lo que estamos diciendo, la castidad no se trata de una cuestión intelectual ni psicológica, ni de voluntad, ni tampoco social. En sí, para un católico en la condición de vida que le toca, pues la norma moral es para todos igual, es una cuestión espiritual.
Hay quienes confían al psicoanálisis el problema, y se equivocan. Sobre todo cuando el psicoanálisis freudiano en sí es pansexualista. Hablarán de que se envía al inconsciente una carga energética y el fin de la acción, o de la libido que no se desarrolla cambiando su meta. Hablarán de "sublimación" o de "represión", pero nada tiene esto que ver con la Castidad Sobrenatural y su sentido trascendente hacia Jesucristo.
Por otra parte, muchos ven a la castidad como una opción negativa, como una "renuncia" a la carnalidad, cuando se trata no de una privación sino de una afirmación de la vida de Jesucristo en la propia vida.
Quienes critican la castidad no hacen más que confundir las vocaciones y tentar contra la virtud. La castidad no es ni antinatural ni es motivo de abusos sexuales o cualquier otro delito. Muy por el contrario, tales abusos son fruto del abandono y la despreocupación por la castidad ("hay otros pecados peores", afirman quienes buscan justificar los pecados carnales). Es más, ¿cuántos abusos sexuales hay que son llevados a cabo por personas ajenas a la castidad? Por ello, no se puede señalar a la castidad como su causante, sino más bien como el modo de prevenir tal pecado como gravísima ofensa a Dios, tal mal moral y semejante delito.
SED LIBERA NOS A MALO
Pero hay algo más en todo esto que decimos que muchos callan, desconocen, ocultan o niegan. Así como cada persona tiene un Angel de la Guarda, su propio Angel Custodio, también hay demonios que tientan. Y en un mundo lleno de carnalidad y de lujuria, quien resulta más difícil de caer en la tentación es el sacerdote, que busca elevar su alma. Y cada vez que busca elevar su alma percibe que aparece una tentación que no proviene ni de una persona, ni de la sociedad, ni de su propio impulso instintivo... proviene de otro lado que le resulta imperceptible: proviene del diablo.
Claro que hasta hay sacerdotes que niegan la existencia del universo de los ángeles, de los que viven en la Gloria de Dios y de los caídos infernales. Y así, allanan el camino en su descreimiento a este tipo de tentaciones. En su lucha por acercarse más a Dios, encuentran cada vez más dificultades hasta hacerles tambalear la vocación.
Atenerse a la Tradición libera de errores y equivocaciones. El diablo existe, aunque muchos no crean en su existencia. Basta leer el Antiguo y el Nuevo Testamento para saber cómo es su acción y su influencia en el mundo. Basta con leer a Santo Tomás que estudió el mundo de los ángeles como ningún otro. Basta leer el Apocalipsis (y si es de la mano del P. Straubinger y del P. Leonardo Castellani, mucho mejor).
Y libéranos del malo, dice en Latín la oración del Padrenuestro. Es decir, y líbranos del Diablo, no del mal como algo que molesta o que nos incomoda. Porque así como Dios es personal, los ángeles también tienen una personalidad pero como seres creados e inferiores a El.
Hemos recorrido así las fuentes de la tentación: el demonio, el mundo y la carne. El seminarista, la novicia, el sacerdote o la consagrada que cuidan su Fe y su vocación, sabrán prevenirse de semejantes tentaciones en el Camino que conduce a la santidad, y que es la vida de Jesucristo mismo.
NOTA
La segunda parte de la nota puede consultarse en:
http://diariopregon.blogspot.com/2010/03/como-perseverar-en-la-virtud-de-la_07.html
Para el sacerdote o la monja que de verdad vive su vocación, con una vida centrada en la imitación de Jesucristo y de la Virgen María, el pecado carnal que arruina su compromiso con Dios y con la Iglesia se encuentra demasiado lejos.
Pero la castidad no es sólo para ellos, sino también para los solteros que aguardan llegar al matrimonio con ideales de santidad, y para los casados en la fidelidad conyugal.
En una sociedad hedonista y pansexualista, donde el centro de la vida es la comodidad y lo sexual hasta que llegue la muerte, la renuncia al placer o a la carnalidad parece algo sin sentido, algo que va "contra la corriente del mundo". Pero esta ya existió en otras épocas, en el Imperio Romano o entre los corintios de la época de San Pablo. ¿Por qué alguien renunciaría a tener relaciones sexuales? ¿Si los impulsos llevan a lo instintivo, por qué actuar en contra de ellos?
La respuesta es que el hombre no es un animal que se guía exclusivamente por instintos, la racionalidad humana puede superarlos, pero la Gracia de Dios convierte a la castidad en un acto sobrenatural.
De hecho, es un contrasentido que muchos de los que critican a las monjas y los sacerdotes católicos por guardar la castidad en imitación de Jesús y de María, terminan alabando a los monjes tibetanos que sólo buscan la suprema "Nada", el "Nirvana" de la disolución del ser. Sin embargo, los católicos viven las virtudes no para conducirse a una gran "Nada", sino al Absoluto de Dios, al Absoluto de la Verdad, el Bien y la Belleza, al Absoluto de la Eternidad cuya esencia es la Caridad.
Los judíos esenios practicaban el celibato desde el Siglo II Antes de Cristo. Ya para el Siglo III se estableció el celibato como obligatorio para todo consagrado.
Es verdad que desde el Concilio Vaticano II se produjo una caída de las vocaciones, y en vez de una "Primavera de la Iglesia" se llegó a un "Invierno Eclesial", cuando en vez de sostener firmemente los principios y la Tradición muchos se volcaron por el modernismo en los términos que el Papa San Pío X había condenado en su Encíclica Pascendi.
MUNDANIZACIÓN
La flexibilización de ciertas reglas produjo que casi todas las congregaciones de monjas dejaran de utilizar el tradicional hábito para vestirse con ropa común, confundiéndose con una persona cualquiera, sin distinguir en la indumentaria su consagración a Dios. Lo mismo sucedió con las sotanas. Y la Iglesia Católica en vez de elevarse más a Dios, primero se protestantizó para concluír en la situación actual en que se mundanizó. Y al mundanizarse y convivir con el mundo que el Diablo ofreció a Jesucristo en el desierto, son muchos más los que caen en una sutil persecución espiritual, moral, intelectual y cultural.
"Es todo lo mismo", afirman sin darse cuenta el cambio de sentido religioso. Para quien desconoce la música clásica, Mozart suena idéntico a Bach, y para quien desconoce la literatura el Quijote de Cervantes es idéntico al Cid Campeador, no halla diferencias. Porque la distinción es obra del filósofo, y es fruto del que conoce. Sólo al ignorante le da lo mismo una cosa que otra, pero es a causa de su ignorancia. Y lo peor de todo es la figura del ignorante que busca persistir en su ignorancia y no entiende de razones. El abuso litúrgico y el delito litúrgico para el sacerdote que los comete, pensando que "es todo lo mismo", es una muestra de ignorancia o de una perversión que lo lleva a insistir en el mal. Pero a su vez esconden una falla moral.
Sacerdotes que no creen en el infierno, en el limbo ni en el purgatorio, sacerdotes para quienes los Diez Mandamientos son inexistentes, sacerdotes para quien la moral ha sido derogada, sacerdotes para quienes la Liturgia es un acto simbólico... ¿perseverarán en el cuidado de la castidad?
Efectivamente, la mundanización del sacerdote tiende a confundirlo con un laico en la sociedad... o incluso con no creyentes. ¿No será fuente de tentaciones semejante situación, cuando muchas mujeres piensan que es un laico sin compromisos a simple vista? ¿No es notoria la diferencia de utilizar sotana como testimonio, cuando la gente se le aproximará para preguntar cosas de la Fe, para recibir algún Sacramento, o para fortalecer la Fe de los demás y acercarlos a Jesucristo?
SANA DISTANCIA
Efectivamente, cuando los seminaristas entablan vínculos demasiado cercanos, aparecen las tentaciones que ponen en riesgo la castidad. Negar semejante realidad es caer en un pecado de angelismo. Es cierto que tampoco se debe caer en el extremo de la deshumanización, de la excesiva distancia que impida el trato social con los demás y la prédica al prójimo, que también es otra clase de tentación.
Por eso, hablamos de una "sana distancia", es decir el trato donde a nadie se desprecia, pero tampoco se llega a un trato de excesivo acercamiento peligroso que atenta contra el decoro de la dignidad de la persona y más aun, de la dignidad de lo que una persona consagrada representa. Esto contradice a la sociedad actual, donde el nocivo "muchachismo" es la norma, mientras no es reconocido que tal conducta lleva a males peores.
ACTITUD VITAL SOBRENATURAL
Para educarse en la castidad, no es suficiente la formación teológico-moral, que es intelectual. Es necesaria una conducta vital con la mirada puesta en Jesucristo. Los estoicos de la antigüedad sabían guardar la castidad, al igual que los referidos monjes del Extremo Oriente, con un sentido muy inferior al que tiene un sacerdote o una monja católicos. ¿Por qué no se ha de vivir y superar tal castidad vivida desde el orden y la moral natural, para elevarla desde la Caridad vitalmente como una práctica de virtud Sobrenatural?
Efectivamente, la práctica de la castidad es una forma de Caridad Sobrenatural dedicada a Dios para el Amor al Prójimo.
¿Puede acaso ser enseñada la virtud? Como decimos, la mera enseñanza no es suficiente, porque se requiere de la libertad plena de la persona que asume la castidad como estilo de vida, como principio que le permite centrar su vida en la de Jesucristo y de la Virgen María, e incluso con la mirada puesta en San José y los Santos, que son modelos más cercanos.
Una persona consagrada que vive en contacto con la vida de Dios ¿Qué le puede faltar cuando afectivamente su alma y su corazón laten para Jesucristo y para desbordarse en la evangelización de un mundo descreído? ¿No es entonces la castidad un bien que permite acceder a bienes mayores, consagrando plenamente la vida a Cristo y Su Iglesia? Si el Señor es nuestro Pastor ¿qué nos puede faltar? ¿Qué criatura puede llenar la tensión que hay en el alma humana hacia Dios?
Pero tampoco la enseñanza de la castidad, asumida psicológicamente puede resultar suficiente. No es una mera cuestión de inteligencia iluminada por la enseñanza, ni de voluntad mediante la aceptación psicológica de tales verdades. La virtud de la Castidad vivida como un Don Sobrenatural abre a la dimensión teológica de esta virtud, en algo que muy pocos pueden entender.
PSICOLOGÍA CASTA
Quien ama la vocación de la vida consagrada no la pondrá en peligro porque sabe que pone en peligro su alma y su relación con Dios. Por ello, no tendrá una "relación particular con alguien", sea quien fuese, porque tal persona no se puede convertir en el centro de su vida desplazando a Jesucristo. Sabrá la persona en su libertad cortar las salidas y entrevistas cuando así corresponda, con la mayor madurez posible.
Uno de los efectos de violar el voto de castidad, es evitar su prédica, porque nadie puede predicar con autoridad sobre aquello que no cree o que no vive. Y en esto se incurre en un gravísimo mal, porque arrastra a los demás por un mal camino.
Pero además está quien guarda la castidad por una forma de ser propia, por una timidez, o por motivos que no son la virtud que conduce a Dios, en lo cual no viven plenamente la castidad, puesto que si se diera la oportunidad caerían en el pecado. No es esta tampoco la forma de guardar la castidad.
En el caso de la castidad, no solamente está en juego la libertad de la persona consagrada, sino que hay otra libertad: la de alguien particular que recibe un trato frecuente y "especial". Tal persona tiene sus propias tentaciones que en una relación interpersonal pueden chocar con el ideal de santidad de la persona consagrada. Por eso, se debe estar atento a las inquietudes de tales personas, y ser conscientes de que en su trato inocente puede esconderse algún resquicio de pecado que en un futuro pueda afectar la propia vocación. Esa persona que termina siendo como "confesora" sin ser el Director Espiritual formado especialmente para tal labor, no es un bien, sino un problema que a la larga puede hacer tambalear hasta la Fe.
Claro que es más vulnerable el consagrado "mundanizado", quien se confunde con una persona cualquiera y no exhibe socialmente su condición de tal. Así, no va en busca de otra cosa más que de la tentación, potenciando sus posibilidades. Claro que rezará el Padrenuestro pidiendo "et ne nos inducas in tentationem" (y no nos dejes caer en la tentación)... pero su alma va en búsqueda de la oportunidad de realizar el mal. Así no se cuida la castidad.
IN TENTATIONEM
Por lo que estamos diciendo, la castidad no se trata de una cuestión intelectual ni psicológica, ni de voluntad, ni tampoco social. En sí, para un católico en la condición de vida que le toca, pues la norma moral es para todos igual, es una cuestión espiritual.
Hay quienes confían al psicoanálisis el problema, y se equivocan. Sobre todo cuando el psicoanálisis freudiano en sí es pansexualista. Hablarán de que se envía al inconsciente una carga energética y el fin de la acción, o de la libido que no se desarrolla cambiando su meta. Hablarán de "sublimación" o de "represión", pero nada tiene esto que ver con la Castidad Sobrenatural y su sentido trascendente hacia Jesucristo.
Por otra parte, muchos ven a la castidad como una opción negativa, como una "renuncia" a la carnalidad, cuando se trata no de una privación sino de una afirmación de la vida de Jesucristo en la propia vida.
Quienes critican la castidad no hacen más que confundir las vocaciones y tentar contra la virtud. La castidad no es ni antinatural ni es motivo de abusos sexuales o cualquier otro delito. Muy por el contrario, tales abusos son fruto del abandono y la despreocupación por la castidad ("hay otros pecados peores", afirman quienes buscan justificar los pecados carnales). Es más, ¿cuántos abusos sexuales hay que son llevados a cabo por personas ajenas a la castidad? Por ello, no se puede señalar a la castidad como su causante, sino más bien como el modo de prevenir tal pecado como gravísima ofensa a Dios, tal mal moral y semejante delito.
SED LIBERA NOS A MALO
Pero hay algo más en todo esto que decimos que muchos callan, desconocen, ocultan o niegan. Así como cada persona tiene un Angel de la Guarda, su propio Angel Custodio, también hay demonios que tientan. Y en un mundo lleno de carnalidad y de lujuria, quien resulta más difícil de caer en la tentación es el sacerdote, que busca elevar su alma. Y cada vez que busca elevar su alma percibe que aparece una tentación que no proviene ni de una persona, ni de la sociedad, ni de su propio impulso instintivo... proviene de otro lado que le resulta imperceptible: proviene del diablo.
Claro que hasta hay sacerdotes que niegan la existencia del universo de los ángeles, de los que viven en la Gloria de Dios y de los caídos infernales. Y así, allanan el camino en su descreimiento a este tipo de tentaciones. En su lucha por acercarse más a Dios, encuentran cada vez más dificultades hasta hacerles tambalear la vocación.
Atenerse a la Tradición libera de errores y equivocaciones. El diablo existe, aunque muchos no crean en su existencia. Basta leer el Antiguo y el Nuevo Testamento para saber cómo es su acción y su influencia en el mundo. Basta con leer a Santo Tomás que estudió el mundo de los ángeles como ningún otro. Basta leer el Apocalipsis (y si es de la mano del P. Straubinger y del P. Leonardo Castellani, mucho mejor).
Y libéranos del malo, dice en Latín la oración del Padrenuestro. Es decir, y líbranos del Diablo, no del mal como algo que molesta o que nos incomoda. Porque así como Dios es personal, los ángeles también tienen una personalidad pero como seres creados e inferiores a El.
Hemos recorrido así las fuentes de la tentación: el demonio, el mundo y la carne. El seminarista, la novicia, el sacerdote o la consagrada que cuidan su Fe y su vocación, sabrán prevenirse de semejantes tentaciones en el Camino que conduce a la santidad, y que es la vida de Jesucristo mismo.
La segunda parte de la nota puede consultarse en:
http://diariopregon.blogspot.com/2010/03/como-perseverar-en-la-virtud-de-la_07.html
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