Por Lucio Catano (h)
Compatriotas y Amigos:
Comenzaré esta entrega con una alegoria y un personaje de ficcion.
Llamémosle Juan a secas.
Este individuo que trabaja por un magro salario en la ciudad de Buenos Aires, vive en el conurbano, en un asentamiento emergente del oeste o del sudeste, a dos horas del lugar donde se gana sacrificadamente la vida, que por lo general no es muy estimulante.
Todos los días hábiles, debe levantarse a las 4 de la mañana, asearse, vestirse, ingerir un frugal desayuno y partir para su gran desafio cortidiano: arribar a horario a su puesto de trabajo.
Cada tanto se enfrenta con accidentes ferroviarios o viales, que le hacen perder el incentivo del presentismo.
Lidia en el itinerario de su viaje con carteristas y demas gente de mal vivir.
En algunos casos, se ve compelido a pagar a los maleantes vecinales, un peaje para poder acceder a la estación ferroviaria o a la parada de los ómnibus, que lo trasladarán a un empleo, por lo general mal pagado y con grandes incertidumbres de proyección a fufturo.
Su vivienda, adquirida con denodado sacrificio, carece de sistema cloacal, de agua corriente y demás servicios esenciales.
Por lo general, cuando llueve, debe transitar entre charcos y baches, dentro de su propio barrio, que también es habitado por malvivientes.
Es eventualmente junto a su familia, vícitma de la inseguridad callejera, accionada por sus propios vecinos o los hijos de estos.
Su existencia es literalmente una mierda.
Ese es el caso de este Juan.
Hay cientos de miles de Juanes, que trasuntan sus vidas con idénticas penurias.
Pero debo detenerme un instante en la vida de este personaje ficticio en cuanto a su verdadera identidad.
Supongamos que un día este Juan, por accidente o curiosidad, recorre la Autopista Illia, de un extremo a otro.
¿Cual sería la deducción que este paniaguado extractaría como comparativo a su propia desgracia mundana y cotidiana?.
Si comienza a sacar cuentas:
El debe invertir unos ciento veinte minutos para ir a ganarse su sustento y otro tanto para retornar a su hogar.
Viaja parado, mejor dicho amontonado con otros desgraciados que experimentan su misma suerte.
Debe hacer cola para abonar su transporte y para asceneder y desdender del mismo, generalmente en varios tramos entre subtes, trenes y colectivos.
Ello además le insume unos veinte pesos diarios, que los debe retraer de un salario más que modesto.
¿Que pasaría si un día de estos Juan invitase a su familia a trasladarse a la Villa 31?.
Para él y los suyos seria algo así como la Tierra Prometida.
A escasas cuadras de la estación Retiro, bordeando la Recoleta.
En tal supuesto, ya no tendría que sufrir las inclemencias de perder cuatro horas de su vida, para ir y retornar de su empleo.
Todo allí está a la mano.
Quienes habitan esa minimetrópolis, llevan a cabo emprendimientos inmobiliarios en su exclusivo beneficio, sobre terrenos del Fisco Nacional, que fueron intrusados hace más de cuarenta años, cuando este Sacerdote Mujica, en un rebote hacia su linaje familiar prohijaba a los disolventes.
Todo para ellos es gratis.
Ahora este infeliz de Macri, les urbanizará aun más el barrio, todo con cargo y a expensas de los contribuyentes porteños, en un sector de la ciudad, en el que la valuación inmobiliaria es la más alta de la Argentina.
Pero este Juan sabe perfectamente, que para acceder a una vivienda para su grupo familiar en ese privilegiado sitio, debe disponer de unos setenta mil pesos; suma por la que le otorgarán un recibo doméstico que supone un derecho posesorio.
En resumidas cuentas, Juan sabe que es un sueño imposible de acariciar, porque esa Villa ha dejado, hace mucho tiempo, de calificarse como un conglomerado de emergencia.
Deberá conformarse este Juan y los cientos de miles como él, con el lúgubre lugar en el que disgusta de vivir.
No hay esperanzas para Juan, que es un honesto y resignado laburante.
Porque en la 31 viven los gangsters que manejan cocinas de paco, que también ejercen de proxenetas y que además no trabajan.
Estos sujetos, que por sobre esas precitadas condiciones intelectuales, son punteros del Peronismo y definen las internas de ese partido en la Capital, junto a sus asociados de la 21, 11/14 y otras en las que habitan individuos de idéntica catadura moral, son los zares del delito callejero de la City, Palermo, Bario Norte y adyacencias.
Muchos políticos como la Gorda se ufanan de ser los mentores de una legislación acerca de la Exclusión Social & Los Derechos del Niño.
Pontifican sobre esto y aquello, con sus conocidas retahilas sin contenido.
Pero ninguno de estos canallas, que en nada se diferencian de los K, peticionan que el sostenimiento de estos falsos bolsones de pobreza, son las usinas de tantos robos, violaciones y homicidios que se suceden sin hesitación en Buenos Aires, como en el Gran Rosario y otras grandes ciudades.
Y exhumo a Juan por un solo acápite.
¿Que sucedería con la oferta laboral, si un día no tan lejano, Juan meditara sobre su infortunio y se decidiera por ingresar las columnas de los beneficiarios de los planes descansar?.
En verdad pienso, que estas políticas de Estado de esta Malandra/ Mandataria están enderezadas a que Juan finalmente se decida por cambiar su categoría de trabajador y pase a pertenecer a esta Nueva Clase Pasiva.
Así se está destruyendo La Nación.
No existen cincuenta por ciento de indigentes, sino de haraganes.
Todo comenzó tibiamente:
Fomentando
EL MITO DE LOS POBRES EN ARGENTINA.-
Cordialmente Lucio Catano (h).-
Compatriotas y Amigos:
Comenzaré esta entrega con una alegoria y un personaje de ficcion.
Llamémosle Juan a secas.
Este individuo que trabaja por un magro salario en la ciudad de Buenos Aires, vive en el conurbano, en un asentamiento emergente del oeste o del sudeste, a dos horas del lugar donde se gana sacrificadamente la vida, que por lo general no es muy estimulante.
Todos los días hábiles, debe levantarse a las 4 de la mañana, asearse, vestirse, ingerir un frugal desayuno y partir para su gran desafio cortidiano: arribar a horario a su puesto de trabajo.
Cada tanto se enfrenta con accidentes ferroviarios o viales, que le hacen perder el incentivo del presentismo.
Lidia en el itinerario de su viaje con carteristas y demas gente de mal vivir.
En algunos casos, se ve compelido a pagar a los maleantes vecinales, un peaje para poder acceder a la estación ferroviaria o a la parada de los ómnibus, que lo trasladarán a un empleo, por lo general mal pagado y con grandes incertidumbres de proyección a fufturo.
Su vivienda, adquirida con denodado sacrificio, carece de sistema cloacal, de agua corriente y demás servicios esenciales.
Por lo general, cuando llueve, debe transitar entre charcos y baches, dentro de su propio barrio, que también es habitado por malvivientes.
Es eventualmente junto a su familia, vícitma de la inseguridad callejera, accionada por sus propios vecinos o los hijos de estos.
Su existencia es literalmente una mierda.
Ese es el caso de este Juan.
Hay cientos de miles de Juanes, que trasuntan sus vidas con idénticas penurias.
Pero debo detenerme un instante en la vida de este personaje ficticio en cuanto a su verdadera identidad.
Supongamos que un día este Juan, por accidente o curiosidad, recorre la Autopista Illia, de un extremo a otro.
¿Cual sería la deducción que este paniaguado extractaría como comparativo a su propia desgracia mundana y cotidiana?.
Si comienza a sacar cuentas:
El debe invertir unos ciento veinte minutos para ir a ganarse su sustento y otro tanto para retornar a su hogar.
Viaja parado, mejor dicho amontonado con otros desgraciados que experimentan su misma suerte.
Debe hacer cola para abonar su transporte y para asceneder y desdender del mismo, generalmente en varios tramos entre subtes, trenes y colectivos.
Ello además le insume unos veinte pesos diarios, que los debe retraer de un salario más que modesto.
¿Que pasaría si un día de estos Juan invitase a su familia a trasladarse a la Villa 31?.
Para él y los suyos seria algo así como la Tierra Prometida.
A escasas cuadras de la estación Retiro, bordeando la Recoleta.
En tal supuesto, ya no tendría que sufrir las inclemencias de perder cuatro horas de su vida, para ir y retornar de su empleo.
Todo allí está a la mano.
Quienes habitan esa minimetrópolis, llevan a cabo emprendimientos inmobiliarios en su exclusivo beneficio, sobre terrenos del Fisco Nacional, que fueron intrusados hace más de cuarenta años, cuando este Sacerdote Mujica, en un rebote hacia su linaje familiar prohijaba a los disolventes.
Todo para ellos es gratis.
Ahora este infeliz de Macri, les urbanizará aun más el barrio, todo con cargo y a expensas de los contribuyentes porteños, en un sector de la ciudad, en el que la valuación inmobiliaria es la más alta de la Argentina.
Pero este Juan sabe perfectamente, que para acceder a una vivienda para su grupo familiar en ese privilegiado sitio, debe disponer de unos setenta mil pesos; suma por la que le otorgarán un recibo doméstico que supone un derecho posesorio.
En resumidas cuentas, Juan sabe que es un sueño imposible de acariciar, porque esa Villa ha dejado, hace mucho tiempo, de calificarse como un conglomerado de emergencia.
Deberá conformarse este Juan y los cientos de miles como él, con el lúgubre lugar en el que disgusta de vivir.
No hay esperanzas para Juan, que es un honesto y resignado laburante.
Porque en la 31 viven los gangsters que manejan cocinas de paco, que también ejercen de proxenetas y que además no trabajan.
Estos sujetos, que por sobre esas precitadas condiciones intelectuales, son punteros del Peronismo y definen las internas de ese partido en la Capital, junto a sus asociados de la 21, 11/14 y otras en las que habitan individuos de idéntica catadura moral, son los zares del delito callejero de la City, Palermo, Bario Norte y adyacencias.
Muchos políticos como la Gorda se ufanan de ser los mentores de una legislación acerca de la Exclusión Social & Los Derechos del Niño.
Pontifican sobre esto y aquello, con sus conocidas retahilas sin contenido.
Pero ninguno de estos canallas, que en nada se diferencian de los K, peticionan que el sostenimiento de estos falsos bolsones de pobreza, son las usinas de tantos robos, violaciones y homicidios que se suceden sin hesitación en Buenos Aires, como en el Gran Rosario y otras grandes ciudades.
Y exhumo a Juan por un solo acápite.
¿Que sucedería con la oferta laboral, si un día no tan lejano, Juan meditara sobre su infortunio y se decidiera por ingresar las columnas de los beneficiarios de los planes descansar?.
En verdad pienso, que estas políticas de Estado de esta Malandra/ Mandataria están enderezadas a que Juan finalmente se decida por cambiar su categoría de trabajador y pase a pertenecer a esta Nueva Clase Pasiva.
Así se está destruyendo La Nación.
No existen cincuenta por ciento de indigentes, sino de haraganes.
Todo comenzó tibiamente:
Fomentando
EL MITO DE LOS POBRES EN ARGENTINA.-
Cordialmente Lucio Catano (h).-
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