Por Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 07 de Octubre del año 2010 – 1003
Fernando H. Cardoso, ex presidente del Brasil, hizo declaraciones a "La Nación" que fueron publicadas en su edición del 6 de Octubre ppdo. (pag. 2). Allí dijo algo con lo que estoy totalmente de acuerdo pero que me avergüenza como argentino. Transcribo sus palabras que son de una elocuencia desoladora.
"Siempre consideré a la Argentina un país formidable , con un nivel de educación muy elevado y una sociedad creativa, pero me parece que después de Perón no ha logrado más una reconstitución institucional que cuajara con el país, y siguen en eso." Al serle pedida su opinión sobre los Kirchner, respondió:
"(Veo a los Kirchner) como una expresión de ese caos político argentino. No tienen arraigo en la institucionalidad ni visión de largo plazo. Sólo quieren el poder por el poder mismo. No entiendo como pueden seguir tanto tiempo sin que haya una alternativa en la Argentina. Me parece que a la elite argentina le falta liderazgo. Si uno compara la visión de largo plazo de Brasil con la de Argentina, el contraste es inmenso... La elite argentina perdió ese dinamismo (que tiene la del Brasil) y eso está demorando que la Argentina vuelva a tener un espíritu moderno".
Este es uno de los temas que me mueven a escribir "La botella al mar", a pesar de todos los pesares. En el número 1000, del 9/9/2010, titulado "MIL PÁGINAS, MIL DÍAS, DE MIL AMORES…" dije que el "leit motiv" de mis artículos era la lucha por la Justicia. Toda injusticia me indigna pero, obviamente, hay grados en la injusticia y, por consiguiente en la indignación que ella provoca.
Una de las mayores injusticias es la que comete la "clase alta" argentina, o sea, ese sector de las "clases cultas" que además de la cultura tienen refinamiento, antepasados que han servido a la Patria muchas veces hasta dar su vida por ella, una sensibilidad especial para todo lo que eleva el espíritu, un rechazo radical por toda forma de vulgaridad y un exigente sentido del deber para con el bien común de la nación, eso que los franceses definen con la famosa frase: "noblesse oblige".
Según decía Napoleón, un hombre empieza a ser educado 200 años antes de haber nacido. Con su nítida inteligencia, el tirano corso definió en pocas palabras lo que quiero decir cuando hablo de la "clase alta" argentina o sea, su aristocracia.
El gran líder católico, Profesor Plinio Correa de Oliveira dijo una vez que para una nación, tener una aristocracia auténtica era un don de Dios porque beneficia a toda la sociedad, hasta en sus más ínfimos repliegues. Y no tenerla es una desgracia que puede no ser un castigo pero sin duda reduce a esa nación a un grado de inferioridad que afecta también a todas las clases.
Por mi parte, agrego a ese pensamiento del Dr. Correa de Oliveira que así como el vacío no existe, faltando una aristocracia el lugar que ella debería ocupar lo invade una recua de maffiosos con poder, coaligados para esquilmar a la nación y para rebajarla hasta profundidades insospechados de abyección.
Si un país es nuevo o de una cultura pobre, el que no tenga una aristocracia puede ser sólo un accidente histórico. Pero para un país con Historia, no tenerla o que ella se diluya en una inocuidad indiferente, es una decadencia vergonzosa.
El poder político no necesariamente está en manos de la aristocracia, pero es normal que ella se interese por la vida pública y tenga una gran influencia en ella. Ningún régimen puede prescindir de ella. O la respeta y aprende de ella o la destruye. Por eso los comunistas, apenas toman el poder en un país, matan a los aristócratas o los obligan a exilarse para llevar una vida de miseria.
Nunca me olvidaré una anécdota que contó un noble francés. En los años de la década del 30 había invitado a comer en el famoso restaurante "Maxim´s" de Paris a un matrimonio de nobles rusos que vivían en Francia desde antes de la revolución bolchevique. Cuál no seria su sorpresa cuando al bajarse del auto la señora hizo una ceremoniosa reverencia al portero del restaurante que les abría puerta del vehículo. El señor también hizo una profunda inclinación de cabeza y se puso pálido. Ya dentro del local el francés preguntó a qué se debía ese homenaje. Y el ruso le respondió: "Ese Señor es un Príncipe de la familia del Zar de Rusia".
¡Eso es lo que les espera a las aristocracias decadentes que dejan de cumplir su deber!
* * *
La Argentina fue agraciada por la Providencia divina con una aristocracia, duramente diezmada desde los comienzos de la revolución de 1810. Muchos de sus asesinos, sin embargo, por matrimonios, por parentescos, por aprendizaje, por inteligencia, reconstituyeron una aristocracia nueva, casi todos con malas ideas, pero con las cualidades propias de la clase alta.
Hasta que llegó Perón, quien se fijó como objetivo acabar con ella. Murió sin conseguirlo del todo, pero sí logró abrir las compuertas del albañal para que se derramará sobre la vida pública del país la hez de la sociedad convertida en "clase dirigente" por obra del "peronismo" que hasta hoy nos domina.
Pero lo peor no es eso. Lo peor es que los descendientes de la aristocracia argentina han desertado de su deber y han abandonado el país en las manos de la "dirigencia" corrupta e inepta. El único descendiente de las antiguas familias que conozco que actúa en política se ha sumado a la turba de la "dirigencia" en cuerpo y alma con lo cual se ha convertido en el peor de todos por aquello de que "corruptio optimi, pessimum" (la corrupción de lo mejor, es lo peor).
Todos los intentos que se han hecho para reactivar las fibras nobles de los argentinos han sido inútiles. Una tras otra van cayendo las tradiciones y los que tienen las calidades aristocráticas han renunciado a ellas para no verse obligados a cumplir con su deber. Y si algo les queda de esas calidades las usan para regocijarse unos con los otros en una vida fútil y sin ideales. Poco a poco van dejando de ser "aristocracia" para pasar a ser un frívolo remedo de lo que fueron sus antepasados. Y muchos de ellos han decaído hasta el punto de no ser ni siquiera eso, sino simples burgueses sin honor.
Por eso tiene mucha razón Cardoso cuando dice que la Argentina ha dejado de ser un país "formidable" para pasar a ser un país insignificante y ordinario, sin “elite”, tiranizado por ladrones de izquierda, rumbo a un Estado socialista en el que los que, sin quererlo, todavía tengan algo de aristócratas, tendrán que trabajar de porteros, aunque me temo que no de "Maxim´s" sino de algún comedero de bajo fondo.
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