1. No me baño porque de chico me obligaban a hacerlo, y no sólo mis padres y abuelos, sino que cuando fui al colegio, también me obligaban.
2. La gente que se baña son unos hipócritas, porque piensan que ellos son más limpios que los demás.
3. Existen tantas marcas y clases de jabón, que no sé cuál elegir.
4. Yo tenía la costumbre de bañarme, pero hace tiempo la interrumpí, y mientras muchos se bañan por costumbre yo estoy contra las costumbres.
5. Al poco tiempo de nacer me bañaron, porque mis padres también se bañaban con asiduidad, pero ahora me baño sólo en ocasiones especiales, como Navidad o Pascua.
6. Ninguno de mis amigos se baña.
7. Volveré a bañarme de nuevo cuando esté más viejo o más sucio.
8. Yo no puedo malgastar mi tiempo en bañarme, si no siento ganas no voy.
9. El cuarto de baño nunca está acomodado al clima: en invierno, demasiado frío y en verano, demasiado caluroso.
10. La gente que fabrica los jabones sólo lo hace para ganar dinero. A ellos ¿qué les importa el que yo me bañe o no?
Ni Misa, Ni Baño.
La reproducida narración, en plan de humor, la escribió un párroco norteamericano (nosotros la hemos retocado un poco). Cansado de las mil excusas que los feligreses le daban para no asistir a Misa, publicó en la hoja parroquial las razones para “no bañarse ni ir a Misa”.
Si pensamos unos minutos, estos o semejantes argumentos se utilizan frecuentemente como excusas para no concurrir a la Misa dominical.
Nuestra Madre la Iglesia debió ordenarnos el precepto del Domingo cuando se vio que algunos cristianos no cumplían con el mínimo compatible con sus vidas de hijos de Dios. El mismo Cristo nos ordenó la celebración en la que Él realiza de forma incruenta el mismo sacrificio de la Cruz valiéndose de la persona del sacerdote.
Este "mínimo compatible" que nos pide el Señor, significa reservarle UNA de las ciento sesenta y ocho (168) horas que tiene cada semana. No parece demasiado para todo lo que nos da permanentemente....
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