Buenos Aires, 13 de septiembre de 2011
“Lamento
no hayamos triunfado el 3 Dic ’90”
Hace unos días cuando las páginas de los diarios nos
informaron que estarían por contraer “matrimonio” un teniente coronel y un
capitán del Ejército Argentino, recibí un llamado de un camarada de armas que
requería mi opinión. Por toda respuesta dije: “cuánto lamento que no hayamos
triunfado el 3 de diciembre de 1990”.
Y lo lamento porque de haber triunfado, le hubiésemos
devuelto al Ejército el estilo de vida Cristiano Católico que alguna vez lo
hizo grande, ese que heredamos de los grandes arquetipos de la argentinidad,
los generales San Martín y Belgrano, ejemplos máximos de verdaderos soldados de
Dios y la Patria.
Lo lamento porque le hubiésemos devuelto al Ejército
Argentino su espíritu Sanmartiniano, ese que se perdió a lo largo de la
historia a manos de los liberales, esos que nombran a Dios, a la Patria y a los
próceres en los discursos pero, llegado el momento no hacen nada por ellos y
aceptan absolutamente todo como hoy lo aceptan quienes permiten semejante
perversión en las filas de una institución Fundacional de la Patria. Porque la
Patria no la fundaron Alfonsín, Menem, ni los Kirchner. En todo caso, estos son
sólo algunos de los nombres de los que colaboraron con su decadencia.
Lo lamento porque hubiésemos procurado darle al
Ejército una conducción legítima encarnada en la figura del mejor de los
soldados de la época moderna, el Coronel Seineldín. Y de su mano el Ejército
hubiese tomado el camino de la virtud y el patriotismo.
Lo lamento por nuestros compatriotas, por nuestros
hijos y por las familias argentinas porque hubiésemos sido fieles guardianes y
defensores de la institución familiar como Dios nos manda.
Lo lamento porque se hubiese detenido el proceso de desguase y destrucción de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y
Policiales llevado a cabo por gobiernos antinacionales y deshonestos que no
sólo las han desnaturalizado sino que las han rifado y corrompido.
Lo lamento porque un Ejercito Nacional hubiese sido
una importante base dónde podría haber encontrado apoyo un verdadero y legítimo
proyecto nacional.
En síntesis, me lamento por lo que no ocurrió y por
esta realidad que nos toca vivir y que debemos aceptar con resignación
Cristiana. Pensemos que por alejarse el hombre cada vez más de Dios, estamos
viviendo tiempos de degradación de la condición humana. Son tiempos a los que
llamo de destrucción y por los cuales hay que pasar para llegar a los de la
reconstrucción… Vivamos entonces con la esperanza en esos tiempos… los tiempos de Dios, que también,
inevitablemente, llegarán.
¡Por Dios y por
la Patria!
Hugo Reinaldo Abete
Ex Mayor E.A.*
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