Por Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 13 de Octubre del
año 2011 - 1063
Se acerca la hora en que el Gran
Fraude se impondrá en las elecciones del 23 de Octubre. La tiranía ha conseguido que todos, menos
este modesto periódico y tal vez algún otro que no conozco, acepten como un
hecho consumado ese Gran Fraude que mantendrá la suma del poder público en
manos de la secta que conduce el país usando como mascarón de proa a la mujer
que usurpa la presidencia de la Nación. Es unánime la sumisión a esta farsa que
está destruyendo lo que queda de la Argentina mediante una parodia constitucional
y una república burlesca de utilería.
No hay un solo
"politicólogo", ni un sólo "opinador", ni siquiera de los
supuestos diarios opositores, "La Nación" y "Clarín", que
analice, aunque más no sea para descartarla como hipótesis, la sospecha vehemente
del fraude electrónico que se comete con el auxilio de la empresa INDRA, a
pesar de que existen antecedentes nefastos de fraudes gigantescos en Venezuela,
Ecuador y tal vez en algún otro país dominado por la izquierda. Se limitan a un
estúpido lloriqueo en torno de la diferencia entre las actas
"firmadas" por los presidentes de mesa (cuyas firmas, dicho sea de
paso, nadie controló ni nadie puede controlar) y no sé qué otro dato
incongruente, sin reparar que además de ese fraude al menudeo, está el otro, el
electrónico y al por mayor, que se mide por decenas de porcentaje, o sea, que
cambia un 60% de abstención y no más de un 20% para la usurpadora, por otro
descomunalmente distinto que le otorga un 50% de los votos a ésta última y una
abstención de sólo el 22%.
Los argentinos marchan como
sonámbulos rumbo a su propia destitución como ciudadanos y alegres de
convertirse, a cambio de una efímero plato de lentejas (que nadie sabe cómo se
paga. ni cómo se reparte. ni cuánto va a durar), en una recua de esclavos.
* * *
Pero todo esto es poco comparado
con el mayor mal de este país y es la deserción de los católicos, de los
"buenos patriotas" y de las clases cultas no izquierdistas en
general. Esto es asombroso y trágico. No me cansaré de decirlo mientras haya
una esperanza, aunque sea remota, de que un grupo de ellos caiga en sí y
resuelva valientemente enfrentar al enemigo.
Casi todos los que conozco de
este conglomerado desertor, son gente de bien, inteligentes, tienen buenas
intenciones, hacen varias cosas loables, pero la verdad es que no entienden lo
que pasa o no lo quieren entender y dejan que la tiranía se consolide por la
simple vía de no hacer nada para acabar con ella.
Estos señores -a muchos de los
cuales podría llamar, “grosso modo”, como mis amigos- no toman en cuenta mis
quejas y críticas porque me consideran una especie de atrabiliario que vive en
los desiertos, carente de toda influencia política y empeñado en realizar
gestas imposibles, de manera que no vale la pena intentar convencerlos con mis
propios argumentos, que ya conocen y rechazan.
* * *
Ocurre que releí un magnífico
libro del gran Louis Veuillot
llamado "La ilusión liberal", escrito en 1866, en el cual encontré
frases que merecen ser meditadas por estos señores.
Veuillot nació en 1813 y vivió bajo el liberalismo más atroz hasta
1883. Fue socialista pero se convirtió
al catolicismo en 1838 y no sólo al catolicismo como religión sino también como
filosofía de la Historia y del Estado. Desde 1840 escribió en el diario
católico "L’Univers" y mereció elogios de los grandes Papas Pío IX y San Pío X. En 1866 escribió una serie de artículos en el diario "L’Union" que después convirtió en ese libro llamado
"La ilusión liberal".
Según puede deducirse de la
enseñanza de Veuillot, la ceguera de
los "buenos patriotas" que los confina en una inacción inexplicable,
es una consecuencia de la degradación del pueblo en general, en todas sus
clases sociales. No es posible que esos "buenos patriotas" sean tan
burros y que actúen de una manera que se parece tan extraordinariamente a la
traición sino fuera porque padecen una ceguera casi teológica.
Veuillot decía:
"Del seno de la multitud se
eleva entonces no sé qué niebla espesa, que obscurece hasta las inteligencias
superiores, encontrándose en abundancia los sapientes que no verán claro más
que a los resplandores del incendio desencadenado.
"Cuando se estudia este
fenómeno aparece tan extraño y tan terrible que es menester reconocer en él
algo de divino. Es que la cólera de Dios estalla, triunfa, castiga el largo
desprecio de la verdad." (Louis
Veuillot "La ilusión liberal", pag. 21/22, editorial Nuevo Orden
1965).
Las consecuencias de la entrega
del país entero al peronismo desde hace sesenta años son muchos más profundas
que el dominio de los corruptos, sindicalistas y demagogos. Esa degeneración
política que infectó a las masas, contagió a todos los partidos y fue subiendo
hasta las clases cultas produciendo en ellas un efecto estupefaciente. Llegó un
momento en que "hasta las inteligencias superiores" se vieron
afectadas por esa "niebla espesa" que subía desde la masa peronista
de tal manera que ya no consiguen pensar con claridad. Es así que tanto las
masas como las "clases cultas" han llegado a ser fácilmente
manipulables por la secta marxista que hoy nos domina.
El caso es que esa secta, aunque
controla el poder político y el mediático, sería derrotable si se produjera una
reacción salvadora de esas clases cultas no izquierdistas. Sin embargo, cada
día que pasa esa reacción es menos probable a causa de la idiotización
generalizada que padecemos..
¿Cómo romper ese hechizo? ¿Cómo
disipar esa "espesa niebla" que nos enceguece?
Si Veuillot acierta en la última de las frases citadas, no será
posible sin una sincera conversión de los "buenos patriotas". Porque Veuillot dice que "este fenómeno
aparece tan extraño y tan terrible que es menester reconocer en él algo de
divino. Es que la cólera de Dios estalla, triunfa, castiga el largo desprecio
de la verdad." Sólo cuando el desastre
sea total, “los resplandores del
incendio desencadenado” –como dice Veuillot- tal vez hagan pensar a los que ahora no
piensan. Aunque lo dudo.
La conversión consistiría en
recordar verdades elementales del la filosofía del catolicismo lamentablemente
olvidadas. Por ejemplo, ésta que menciona Veuillot:
"Debilitada por el pecado la
humanidad se inclina naturalmente al error y la pendiente del error lleva a la
muerte o, mejor aún, es la muerte misma. Este sólo hecho, por todas partes
evidente, demuestra que el Poder se halla en la obligación de confesar él mismo
la verdad y de defenderla mediante la fuerza que la sociedad pone en sus
manos. La sociedad no puede vivir más
que con esta condición; ni siquiera ha intentado nunca vivir de otra manera.
Ningún filósofo del paganismo se ha forjado un ideal de jefe de Estado que no
fuese a la vez el defensor armado y resuelto de la verdad y de la
justicia.
"Cicerón…. escribe: ‘Un Estado, al igual que una casa, no puede
existir si los buenos no son recompensados y los malos castigados’ (De natura
deorum).
"Este deber de apoyar la
justicia y, por ende, de confesar la verdad, pertenece a la esencia misma del
gobierno, independientemente de todas las constituciones y de todas la formas
políticas..." (loc. cit. pag. 21)
Es evidente que aquí está
ocurriendo exactamente lo contrario de lo que enseña Cicerón: los malos gobiernan, se enriquecen y castigan a los
buenos, mientras éstos sufren el castigo, el destierro, la exclusión y viven
permanentemente bajo la amenaza de cosas peores, sin intentar siquiera mejorar
su situación. ¿Cómo puede esperarse algo bueno de algo así? ¿Cómo puede
tolerarse que esto ocurra? ¿No se dan cuentas los "buenos patriotas"
que toda "conciliación" con esta lepra política, la consolida? ¿Qué
puede ser más favorable para un tirano que la tranquila sumisión de los
tiranizados?
Hay “débiles inteligencias -decía
Veuillot- a quienes invade el falso
espíritu de conciliación” (op.cit. pag. 79). Aspiran a “no ser nada, lo
suficientemente nada a fin de vivir en paz con todo el mundo”. (op. cit. pag.
65).
* * *
Hay entre los "buenos
patriotas" algunos que queriendo hacer de su vicio, una virtud, se excusan
de luchar políticamente contra la tiranía -único combate que la tiranía teme-
alegando que los católicos no podemos aceptar el sistema constitucional de 1853
porque es liberal. Entonces abandonan el campo por entero al dominio de la
"dirigencia" corrupta e inepta en la cual viene enancado el marxismo
que creó y conduce esta tiranía.
Por el contrario, Veuillot sostenía que los católicos
deben disputar el poder a los enemigos de la Justicia, aunque eso implicara
someterse a una Constitución liberal, sin dejar de condenar su filosofía.
"Decíamos entonces -escribe-
y seguimos diciéndolo hoy, que la base filosófica de las constituciones
modernas es ruinosa, pues entrega a la sociedad a peligros ciertos. Jamás hemos
dicho que se pudiese ni se debiese substituirlas violentamente por otras bases,
ni que estuviese prohibido obedecer a tales constituciones en aquellas cosas
que no son contrarias a las leyes de Dios. Es un hecho totalmente independiente
de nosotros, un estado de cosas en medio del cual nos encontramos en cierta
manera como en un país extraño, observando las leyes generales que regulan la
vida pública, usando el derecho de ciudadano cuyas obligaciones adquirimos,
pero absteniéndonos de entrar en sus templos y de ofrecer el incienso de la
adoración. Si el autor de estas páginas se permite ofrecer este ejemplo débese
a que ha practicado largo tiempo la libertad de prensa y pide seguir
ejerciéndola todavía, sin creer por eso y sin haber creído jamás, que la
libertad de prensa sea un bien absoluto." (Op. cit. pags. 70/71)
El programa del Partido Católico
que Veuillot consideraba deseable
decía: "Nosotros aceptamos vuestras dinastías y vuestras constituciones;
os dejaremos vuestras ganancias. Pero no os pedimos más que una cosa, que es de
estricto derecho, incluso para vosotros mismos: la libertad. Queremos combatir
y convenceros mediante la libertad solamente. Cesad de someternos a vuestros
monopolios, a vuestras trabas, a vuestras prohibiciones; dejadnos enseñar
libremente...abrid posibilidades para todos los bellos entusiasmos a los cuales
no sabéis otra cosa que imponer o
proponer expedientes dilatorios. Y no temáis nuestra libertad...." (op.
cit. pag. 69).
Dios quiera que estas frases de Veuillot, un gran luchador católico del
siglo XIX, convenzan a los "buenos patriotas" antes de que sea
todavía más tarde de lo que ya es. Después del 23 de Octubre, el poder de la
tiranía será tal vez irrevocable, como lo ha sido en Cuba desde hace 50
años.
Cosme Beccar Varela
e-mail: correo@labotellaalmar
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