Por Emilio
Nazar Kasbo
Seguiré la elaboración intelectual de un tema
que quedó en el tintero: la vida y la familia, para escribir la mayor provocación
que hoy pueda realizar. Reitero que este trabajo exime y no incluye referencia
alguna a los héroes, sabios y santos, que por tal condición no comparten
ninguna de las consideraciones siguientes.
DEGENERADOS AL 1000%
¿Qué se puede esperar de una generación de
degradados? Naturalmente, confundirán la castidad con degeneramiento, la virtud
con pacatería y fariseísmo, los Mandamientos con prohibiciones sin sentido, y
la libertad de Dios con esclavitud.
¿Casarse virgen? ¿Acaso no será una ridiculez
para los degenerados cuyo único fin y sentido en a vida es la lujuria sistemática,
halagando a mujeres que les creen con mentiras, o a mujeres fáciles con sus
seducciones? ¿Acaso no será tildado eso de “antigüedad” y de “represión”?
¿Qué dirán los degenerados psicólogos y
psiquiatras, invertidos fomentadores de la homosexualidad y del placer a
rajatablas? ¿Qué dirán los médicos pervertidos que no consideran a la
masturbación como vicio a al vez que fomentan el manoseo lujurioso de la zona
entre la cintura y la entrepierna?
¿Cómo no van a justificar sus dichos
pretendiendo que hasta los más santos son públicos degenerados o hipócritas
degenerados, fundándose además en paradigmáticos casos escandalizadores aunque
no representen la coherencia de los verdaderos santos? ¿De qué Mística hablarán
estos materialistas más que de accesos carnales pretendiendo que esa es la “mística”
del “Espíritu” (que no es el Santo, por si acaso, sino más bien de algún
demonio suelto).
Y así, para ellos el amor no es más que
realizar el débito conyugal dentro del matrimonio, pero también fuera de él con
personas que no son cónyuges, o acudiendo a situaciones antinaturales o
vergonzosas para cualquier persona de bien. Y en esta pútrida base pretenden
fundar la “familia” que indefectiblemente irá al fracaso, a la ruptura y a la
angustia de la separación y la desunión. Porque cada “fracaso” es un dolor
gigantesco para la mujer, y una herida en el varón, aunque el varón lo niegue
por orgullo. Mujeres usadas por varones; varones basureados por mujeres: ese es
el resultado que se expande socialmente cuando la irracionalidad ha ingresado a
la vida familiar para dejar al ser humano deshamparado y atomizado frente al
resto del mundo, fácil presa del Poder Satánico que lo manipulará teniendo en
cuenta semejantes debilidades hedonistas.
La sociedad globalizada actual espantaría a cualquier ciudadano de Sodoma y Gomorra, o a cualquier ciudadano del mundo antediluviano, y aun así conociendo ese espanto de las condenas que Dios mismo arrojó, continúan por semejante camino sin arrepentimiento.
UNA VIDA DE PLÁSTICO
Las relaciones entre el varón y la mujer acaban siendo de plástico. El plástico de la tarjeta de crédito y el plástico del condón, que rebalsa por todas partes como símbolo de la "necesidad" del mundo actual.
No hay kiosco al que uno acuda, ni caja de supermercado por la que uno pase, que no tenga junto a los sabrosos caramelos los mortales profilácticos para el "sexo seguro".
Porque lo único seguro del "sexo seguro", es que no habrá unión íntima del varón y de la mujer del modo natural (y por tanto, se trata de otro acto de masturbación), y además seguro que se hace acreedor a gravísimas enfermedades que se contraen por semejantes actos de fornicación o adulterio, naturales o antinaturales, siempre fuera del matrimonio, única instancia donde tal unión natural es lícita.
Efectivamente, un 15% de los condones tienen falla de fábrica, y otro 15% tienen fallas en su uso, motivo por el cual el uso de tal "método de barrera" implica la posibilidad en un 30% de contraer enfermedades venéreas, enfermedades antes inexistentes producidas por el uso de plásticos que rozan sitios íntimos (ya sea del varón o de la mujer), y enfermedades mortales como el SIDA. Y a esto se llama "sexo seguro". Es más seguro en su uso el plástico de la tarjeta de crédito que el plástico del condón, cuyos poros son 85 veces más grandes que el virus del HIV. Pero a nadie importa eso, porque más vale pensar en el momento de "placer", en contra de lo dispuesto por la moral Católica y los Diez Mandamientos, condenando incluso el alma, que ser de los "reprimidos" que llegan vírgenes al matrimonio y preservan la castidad.
UNA VIDA EMPASTILLADA
Y ¿para qué quieren vivir? Para lograr el máximo de placer, y ese es todo el efímero sentido de su vida. No existe la Patria, no existe la Tradición, no existe Cristo en su vida, porque llevando una vida contraria, rebelde y subversiva, la muerte es el mejor remedio a tal angustia. Pero no se matan porque encima le tienen miedo a esa misma muerte que no vacilan en cometer cuando se trata de sus propios hijos o de sus mayores a quienes sienten como una "molestia".
Y así, solamente están esperando que alguien invente la "pastilla de la felicidad", para vivir empastillados hasta que alguien corte la pastillita y los mate al mismo tiempo. Enfermos psicológicos que pagan fortunas al psicólogo, al psiquiatra y a sus psicofármacos, pero que no son capaces de reconciliarse con Dios en una Confesión acudiendo al Cura de la Parroquia, que encima es gratis.
Y la pastilla no es solamente para "la estabilización psicológica de la persona", sino que además hay pastillas para la gula, para el corazón y para el marote*. Sí, porque el ser humano es entendido como un sistema neurológico que responde a impulsos físico-químicos, sin más sentido que la misma materia que lo compone en función de dos parámetros: placer-dolor. Ese ser humano, por tanto, tan materialísticamente contemplado, puede ser objeto de manipulaciones físico-químicas en pos de su "mejoramiento" y "evolución" al margen de las leyes de Dios (a quien se niega u omite para poder cometer los abusos más inimaginables en la manipulación genética y en la elaboración de "pastillas" que afectan al organismo).
Y entre las pastillas, lucen por su propaganda los anticonceptivos para que tomen mujeres u hombres. Esterilizadores masivos que sólo buscan eliminar personas concebidas en el seno materno, a la vez que introducen en las mujeres hormonas masculinas y todo tipo de sustancias desconocidas, haciendo lo propio además con pastillas destinadas a que tomen los varones que contienen hormonas femeninas. Por otra parte, toda la sustancia de tales pastillas acaban en cierto porcentaje escurriéndose por las cañerías hasta llegar a contaminar ríos y mares, afectando en cierto grado y proporción cada vez mayor a toda la población con sustancias que jamás han sido consumidas por los mismos.
Claro que también las mujeres tienen otros métodos abortivos ofrecidos por los "profesionales de la muerte", o "matasanos" como habitualmente han sido siempre designados. Porque ya no existen más profesionales de la salud, ni remedios. ¿Cómo va a existir un remedio si éste cura y acaba con la venta de medicamentos? Por eso hay medicamentos, todos con contraindicaciones, incluso mortales, consignando siempre en los prospectos sus nefastas consecuencias y los medicamentos que a su vez deben tomarse como antídoto del recomendado, en un ciclo de márketing infernal. Y encima con la cuota de corrupción en que todos los médicos participan, ya que recetando medicamentos pueden obtener grandes premios que a nadie comentan. ¡Y a esto se llama salud!
Invertidos enfermos del bocho*, que pretenden ser guías de personas cuerdas, a quienes llaman "enfermos" y "degenerados" por practicar las virtudes, cuando precisamente se trata de lo inverso.
MUJERES DESALMADAS
¿Es el eje de la familia la madre? De ninguna
manera. Ella es quien da la vida, pero así como no puede haber ramas, hojas y
flores, sin el tronco unido a la raíz, la mujer no puede dar vida ni frutos si
no está unida al varón. La complementariedad de la mujer se da en su sumisión
al varón, ya sea su padre, su hermano mayor en caso de que el padre por algún
motivo no pueda ejercer su función como tal o haya fallecido, o su esposo.
La mujer que renuncia a tal papel, por más que
se llame “moderna”, “liberada”, o como mejor guste calificarse, ha renunciado
al centro de su femineidad y de su maternalidad.
No le interesará su omisión de los deberes como
hija o como madre. No le importará abandonar a su hijo llorando, no le importará
abandonar a su esposo en todas las áreas en que el varón no es desenvuelto por
su propia naturaleza, nada le interesará, porque su interés superior es ella
misma, su comodidad, su pereza, su propio ego, librada a sus propios demonios
que obviamente pésimamente la asesorarán.
La mujer sin alma resulta así incapaz de
Caridad alguna, porque si a su propia sangre maltrata, ¿Qué puede esperarse que
ofrezca a aquellos con quienes no la une vínculo alguno? Sólo puede ofrecer
aquello que guarda en su interior, ese tesoro material que implican todos sus
anhelos apartados de Dios, sólo puede ofrecer todo lo que en su vida no sirve
de nada. Esa mujer sólo merece el desprecio de sus ascendientes, de sus
hermanos y de sus hijos. Una hija que abandona a su padre y a sus hermanos no
es una hija; una madre que abandona a sus hijos o a su esposo, no es una madre.
Esas mujeres desalmadas no extrañan a nada ni a
nadie más que a sus propios vicios, se guían por su juicio propio en busca de
una libertad que no conocen, que no saben dónde buscar, y que buscan donde no
se encuentra. Esas son las mujeres capaces de destruir una familia, sólo por no
cumplir con su propia naturaleza y lo que ella exige.
HOMBRES
DESNATURALIZADOS
Para que el hombre se desnaturalice, lo primero
que debe haber sucedido es la desnaturalización de la mujer. La mujer mandona y
pantalonera, la mujer que pretende que su felicidad está en vivir con las
expectativas de un varón; o que cree que el varón debe responder idénticamente
a su psicología femenina y escucharla como si fuese otra mujer, no hace más que
dañar al varón: lo desnaturaliza.
Los hombres amanerados surgen de un contexto
donde la figura materna es muy fuerte, tan fuerte que anula al esposo convirtiéndolo
en un “ausente”, y de ese modo produce una exaltación femenina que afecta a sus
hijos, varones o mujeres. Los hijos o hijas homosexuales surgen de ese caldo de
cultivo, en que ha sido la mujer quien lo produce.
Pero en este mundo ya no existen mujeres, y por
tanto ya no existen hombres. Mujeres que se visten de hombres, hombres que
hacen las tareas del hogar, mujeres que mantienen a la familia, hombres que son
infieles a su esposa e hijos, mujeres que son adúlteras, hombres homosexuales,
mujeres lesbianas, sujetos operados para pretender un sexo con el cual no han
nacido, mujeres que asesinan a sus hijos, hijos que asesinan a sus mayores, no
hacen más que hundir su infelicidad en el máximo posible hasta el infinito de
su propia angustia infernal.
Desnaturalizados que pretenden ser “libres”,
gozar de su propia autonomía, que nadie les dé órdenes (sobre todo si las órdenes
son prudentes y justas), no son más que aquellos realmente esclavos, cuya
libertad no es más que la de una otoñal hoja seca que cae del árbol y queda a
merced de la dirección en que sople el viento para tarde o temprano caer al
suelo con todo el peso de su propia nada, esclavos de sus propios vicios y
caprichos.
FAMILIAS DESQUICIADAS
El resultado de obedecer a los “modelos” que
ofrecen la sociedad, los medios de comunicación y las sectas, es vivir locos en
medio de una familia enloquecida.
Aquél que pretenda vivir como Dios manda al varón
y a la mujer, así como en la crianza de los hijos, será segregado y denigrado
por no saber compartir el “gusto” de los infelices que fracasan en su vida, en
su vocación, en su familia, y para toda su posteridad, ya que no serán
merecedores del más mínimo recuerdo por su defección.
Concubinos que pretenden llamarse “convivientes”,
“pareja”, o que hasta osan llamarse “marido y mujer”, encubriendo de tal modo
su real falta de amor justamente a esa persona a quien más dicen amar de
palabra, pero por quien no son capaces de asumir el menor compromiso, ya que
esa “atadura” es para ellos una “esclavitud” y no una expresión de amor.
Su resultado será criar a los hijos según un
horario preestablecido, madres “de a ratos” y padres “de a ratos” en un régimen
de visitas en que se da “un rato” a los hijos para que “no molesten” el resto
del tiempo, y jamás con padre y madre juntos sino siempre de modo alternativo y
por separado. Los hijos, así criados como guachos, con su corazón dividido sin
poder atender a uno u otro, no son más que bastardos hijos de descastados
padres.
¿Hijos? No nacen más, y las tasas de nacimientos van marcando la extinción de las sociedades, por la cantidad de homosexuales que crecen, por los concubinatos que se rompen, por las políticas antinatalistas promovidas en los países como fruto de extorsiones de organismos internacionales. Es el desquicio familiar autodestructivo de las sociedades, que lleva a su quebranto económico a largo plazo como fase terminal del proceso de autodemolición. Y quienes no viven con coherencia la moral católica, son cómplices de esa Traición a la Patria y de ese genocidio con su aporte, que aunque parezca imperceptible es vital para tal felonía.
EL CAPRICHO ES SU LEY
Y encima a ese “capricho” llaman libertad,
hasta el punto que pretenden someter a toda una familia en pos del “capricho”, como
si bajo una intensa lluvia fuese lo más prudente estar recorriendo vidrieras
mientras toda la familia se empapa sin sentido alguno más que lograr un próximo
resfriado. Efectivamente, el capricho no solamente produce el daño a la persona
caprichosa, sino a toda su familia, extendiendo el pecado a toda la sociedad.
La mujer que pretende que toda una familia se
rija por su “capricho”, so pena de considerarse “discriminada” o “esclavizada”,
no es más que objeto de una tentación del demonio. Por cierto, para esa mujer
el demonio o no existe, o no tienta, y por ello se despreocupa, ya que la
consecuencia lógica es la inexistencia del infierno. ¿Por qué va a existir el infierno
si es algo feo que a nadie interesa hoy? Así razonan, y así se conducen al precipicio.
Por eso la “sociedad matriarcal” se conduce a su propia implosión, debido
justamente a que el aprecio del detalle y la exaltación de lo subalterno con
ribetes de una mal entendida “misericordia” respecto de lo malo conducen a la
autodestrucción por desnaturalización social.
LA VIOLENCIA ES SU LEY
Por el otro lado, se presenta el otro “tipo de
sociedad” que se pretende opuesta a la anterior, que es la “patriarcal”. Pero
el sentido de lo “patriarcal” está desquiciado, y de él sólo se toma lo más
accesorio que puede haber para atribuirle ribetes grotescos: la fuerza viril
devenida en violencia.
La violencia de varones cuya falta de prudencia
y moderación, así como la falta de contemplación y respeto a la dignidad de la
mujer, sin tener para con ellas ni la más mínima paciencia, constituye el otro
extremo de una sociedad llena de vicios.
Quien no sabe expresarse con palabras, se
expresa mediante la fuerza cuando explota tras ser exacerbado su ánimo por el
agravio femenino. La falta de dominio propio de personas carentes de caballerescas
virtudes conducen a golpear dentro de la familia a sus integrantes,
constituyendo a la amenaza y la intimidación en el centro normativo familiar.
El varón impulsado por sus propios vicios, que
lo conducen a la lujuria y a la gula en la bebida hasta caer en los mayores
excesos, tenidos tales como característicos del varón, hunden a la familia en
la mayor de las desgracias. Porque si hay algo peor que una mujer desquiciada
respecto de su propia naturaleza y obligaciones familiares, es el desquicio del
varón que sostiene a la familia.
De ninguna manera puede llamarse a ese tipo de
familia “patriarcal”, ya que no existe autoridad sino arbitrariedad, no existe
prudencia sino golpes, no existen virtudes, sino vicios. La consecuencia de
estas familias envilecidas es la crianza de hijos que creen que ser “macho” es
voltearse a cuanta “mina” se presente en el trayecto de su vida, y de hijas que
creen que todo hombre les hará tanto daño como su propio padre.
FAMILIA ROTA
Esa mujer desquiciada en sus obligaciones, sólo
puede ser presa del demonio, tanto como fue la misma Eva al aceptar el diálogo
con la serpiente, y al inducir a Adán al pecado. Ese hombre desquiciado en sus
obligaciones, también es presa del demonio, ya que permite que sus propios
vicios sean la norma, y haciendo girar a toda la familia en pos de tales
vicios.
¿Cuál va a ser el freno a la infidelidad, si en
la familia todos son infieles a Dios? ¿Cuál va a ser el freno a los vicios de
unos u otros, si no se respetan los Mandamientos y se critica a Dios
precisamente porque se realiza lo prohibido con la excusa de que se trata de
conductas “libres”? ¿Cómo no van a dañar la formación y educación de sus
propios hijos, que acaban odiando a sus padres, por el maltrato que les han
dado produciéndoles un resentimiento ya desde niños?
Sin Fe, la familia no es más que un
ayuntamiento en que sus integrantes se encuentran unidos por sus necesidades
biológicas o incluso psicológico-afectivas, y no por una libre y mutua donación
de amor en Dios, en fidelidad al cónyuge por ser fieles a Dios mismo.
Así es como surge la búsqueda artificial de
hijos, el exterminio de hijos “no deseados” (por “no planificados” o “por
molestos”), la eutanasia, así como la falta de límites en la manipulación genética,
porque es el hombre quien pretende sustituir a Dios.
Siga así, señor puto, señora lesbiana,
distinguido concubino, sigan así ustedes que conforman la “pareja” que no tiene
el Sacramento del Matrimonio ni sus Gracias, continúen por su camino hacia el
abismo de la infelicidad en la angustia del egoísmo que rige sus vidas para
llegar vacíos de todo afecto real al momento de morir, distinguidos matrimonios
que han buscado hijos de modo artificial, respetables asesinos de sus padres,
augustos homicidas de sus hijos, excelsos sujetos de vida que omite los Diez
Mandamientos y a Jesucristo falazmente para poder cometer todas sus tropelías,
cuya consecuencia ya fue adelantada en el Evangelio: la “segunda muerte” del
infierno que ya han adelantado en esta vida en cada uno de sus fracasos como
personas.
Si quisieran salir de esa angustia del fracaso
podrían acudir a la Iglesia Católica, fuera de la cual no hay salvación, podrían
convertirse, pero su orgullo y su egoísmo los ciega, sus vicios pueden más y su
juicio propio se impone para concientemente buscar la condena del alma propia.
Angustia perdurable en el averno es lo que lograrán en una condena del alma sin
fin que ningún remedio tendrá. Y como no están dispuestos a la oración, a los
ayunos, sacrificios y mortificaciones, como quieren “pasarla bien” con sus
vicios en este mundo… no les quedará más remedio que haber sido acreedores al
peor premio de las tinieblas que con toda intención están buscando.
No. Ni pienses en ser católico tradicional coherente
y antimodernista, porque eso implicará un “compromiso”, y eso significa
abandonar todo eso que te “divierte”. Eso salvaría tu alma, pero tu disposición
es a venderla como Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas. Vos
lo pedís con tu vida, pedís con tu vida el infierno… y Dios no te lo va a
negar, porque Cristo no vino para vos.
El resto… habrá de ser santo para alcanzar el
Cielo, y eso sólo se logra por una Gracia de Dios que no todos piden al Espíritu
Santo.
NOTA:
* Marote / Bocho: "Cabeza"
Nuevamente he leído su escrito. Gracias por poner una voz de referencia , lo que ya nadie dice, la voz de Dios ha sido callada por los hombres de hoy.
ResponderEliminar