El pensamiento de Mons. Richard Williamson
Obispo de la Fraternidad
Sacerdotal San Pío X
Número CCXXI
Hay una fascinante cita del
famoso compositor alemán, Johannes
Brahms (1833-1899), que muestra como un hombre puede no tener ninguna fe
religiosa, y, sin embargo, reconocer aún que existe un orden objetivo. Tal
reconocimiento es un ancla en la realidad y le dio a Brahms acceso a mucha belleza que se refleja en su música. La
crisis de innumerables almas modernas es que están convencidas de que no existe
absolutamente nada objetivo ¡Están encarceladas en su propia subjetividad que
las lleva a una cárcel vacía, y a una música suicida!
En 1878 Brahms compuso para un violinista excepcional, su amigo Joseph Joachim (1831-1907), una de sus
obras más encantadoras y amadas, el Concierto en D para violín. Cuando escuchó
a Joachim tocarlo, dijo, “Humm – sí…
se podría ejecutar de esa manera”. En otras palabras, mientras Brahms estaba componiendo el Concierto,
lo había estado escuchando mentalmente siendo ejecutado de tal y tal manera,
pero reconoció que la interpretación algo diferente que otro pudiera hacer de
su composición, era también legítima.
Ahora bien, indudablemente hay
maneras de ejecutar el Concierto que Brahms
no hubiera aceptado, pero siempre que un intérprete usare su composición
aproximándose de una manera diferente al objetivo que Brahms se había fijado componiéndolo, entonces él, Brahms, no se veía en la necesidad de
insistir en su propia manera de ejecutarlo. El fin objetivo importaba más que
la interpretación subjetiva, de tal manera que si al componer la obra, Brahms hubiera ofrecido a toda clase de
intérpretes un acceso a ese fin, entonces –dentro de ciertos límites- todos
ellos hubieran sido aceptados por Brahms
para ejecutar el Concierto de la manera que ellos quisieran. Lo objetivo por
encima de lo subjetivo.
En última instancia esto
significa: Dios por encima del hombre; sin embargo Brahms no era creyente. El compositor Católico Checo, Antonin Dvorak (1841-1904), amigo y
admirador de Brahms, dijo una vez de
él, “¡Que gran hombre! ¡Tan gran alma! ¡Y cree en nada! ¡Cree en nada!” Brahms no era Cristiano -deliberadamente
dejó de mencionar a Jesucristo en su Réquiem Alemán. Ni admitió pertenecer a
cualquier categoría de creyentes – dijo que en su Réquiem los textos de la
Biblia que había usado, lo fueron por su expresión del sentimiento más que por
cualquier profesión de religión. Lo subjetivo por encima de lo objetivo. Y a
este descreimiento de parte de Brahms corresponde, uno puede opinar, la
carencia de cierta espontaneidad y alegría en buena parte de su música.
¡Pero cuánta belleza casi otoñal
contiene su música, y qué orden cuidadosamente elaborado! Este arte musical con
su reproducción de las bellezas de la Naturaleza, por ejemplo en el Concierto
para violín, recuerda Nuestro Señor diciendo cómo hay almas que de palabra lo
niegan pero que lo honran en sus actos (Mt. XXI, 28-29). Hoy día, cuando la
mayoría de las almas lo niegan de palabra, cuántos habrá que de una u otra
manera honran, por ejemplo en la música o en la Naturaleza, al menos el orden
que Nuestro Señor implantó a través de todo su universo. Una tal fidelidad no
es de ninguna manera aún la Fe Católica, necesaria para salvarse, pero es por
lo menos esta mecha humeante que no tiene que ser apagada (Mt. XII, 20).
Dios quiera que todos los
Católicos dotados de la plenitud de la Fe tengan discernimiento a favor de
tales almas alrededor de ellos, y tengamos compasión por las muchedumbres
apartadas de Dios por sus enemigos, en la música así como en todas las esferas
(Mc. VIII, 2).
Kyrie eleison.
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