Por Emilio Nazar Kasbo
En una serie de notas, se está abordando la
cuestión del origen ideológico-sectario de los Jóvenes Turcos, cómo arribaron
al Gobierno e indujeron el Genocidio desde el Imperio Islámico Turco Otomano
contra armenios, griegos y asirios.
ENCICLOPEDIA JUDÍA
Efectivamente, y según dice la Enciclopedia Judía
(en inglés), la secta cabalista criptojudía de los Dönmeh (uno de cuyos
significados es “los apóstatas”), que siguió la prédica de un falso “mesías”
judío en el año 1666, originó y conformó el pensamiento operativo en el campo
de la política que luego ejecutarían los denominados “Jóvenes Turcos”.
Efectivamente, se trata en el caso de esta
secta, de judíos sefardíes descendientes de los expulsados por los Reyes Católicos
de España, quienes hablan ladino (idioma que es mezcla de castellano con
turco), y que no se integran a la sociedad en que habitan. La secta impuso el
criptojudaísmo interno y el islmismo en lo exterior, en un sincretismo que
pretendió (y pretende) abarcar incluso a todo el cristianismo. La misma
Enciclopedia Judía utiliza calificativos de tipo negativo respecto de los Dönmeh.
Este grupo de judíos, instalado en Turquía, tenía
su propio Kahal, y sus integrantes llegaron a ser prominentes jefes no solo en
el aspecto político del Imperio Otomano, sino también en el religioso.
LOS JÓVENES TURCOS DÖNMEH
El problema no interesaría tanto, si no fuese
por el Genocidio que esta secta impulsó entre 1915 y 1923, involucrando los más
altos niveles de la dirigencia del Imperio Otomano, en crímenes de lesa
humanidad.
Esto sería lo que puede afirmarse desde la óptica
“laicista”, pero desde la visión religiosa han atentado contra la vida de las
personas, violando gravemente los Mandamientos de Dios en toda la extensión
posible de tales violaciones, contra la Iglesia Católica y contra los
cristianos en general, dejando gravísimas secuelas en los sobrevivientes y
ocasionando mártires que murieron por la causa de Cristo.
Algo similar ocurre con los actuales sionistas,
quienes utilizan el judaísmo como una ideología, negando la condición de seres
humanos a los demás (calificándolos peyorativamente como “goim”, prácticamente
unos animales que hablan, que no tienen más valor que ese). Además, el sionismo
es un pragmatismo ideológico que inventa mentiras o exagera ciertas verdades
ocultando otras, que pretende luego imponer como verdades, reescribiendo la
Historia en su favor. El sionismo acaba implementando y justificando genocidios
y matanzas, algo inadmisible desde todo punto de vista (como sucede en ciertas
guerras en el mundo, o con el actual Estado de Israel). Rechazado Jesucristo
como el Mesías Hijo de Dios encarnado como verdadero hombre para redimir a
quienes lo aman, los hombres (incluidos los judíos), acaban creyendo en fábulas
inventadas.
CONDENAMOS EL “ANTISEMITISMO”
El Magisterio de la Iglesia condena todo tipo
de racismo y de naturalismo o de panteísmo, todo inmanentismo y todo
materialismo, así como todo idealismo carente de sustento racional. El Amor al
Prójimo que enseñó Jesucristo, no tiene límites en el ejercicio de la Caridad.
Y no hay mayor Caridad que rezar y pedir por la conversión del alma de quien se
considera enemigo de Cristo… aun después de su Crucifixión.
Es decir, de ninguna manera se alientan
prejuicios “antisemitas”, ni “antijudíos”, ni se pretende promover odio racial
alguno. En materia religiosa, existe una libertad personal de adhesión a la
Verdad que la Iglesia Católica enseña, transmitida por la Tradición desde
Jesucristo al presente, y nadie está obligado a salvar su alma, teniendo la
posibilidad, como Judas Iscariote, de traicionar a Cristo.
En tal sentido, dado que fuera de la Iglesia
Católica no hay salvación, no puede ni obligarse ni imponerse la salvación del
alma personal ni a las comunidades. Sin embargo, y desde el punto de vista
opuesto, existen normas de respeto a la Fe Católica y todo aquél que comete
delitos debe ser sancionado, y si quien comete delitos es judío, no es un acto
de “antisemitismo”, ni de “antijudaísmo” el exigir justicia. Efectivamente, el
judío que participa de una secta que ejecuta cristianos, o que promueve un
Genocidio, debe ser sancionado por las leyes.
¿NI OLVIDO NI PERDÓN?
De ninguna manera es aplicable a todo judío la
norma de delincuencia y de vicios, de ambiciones temporales o de adoración del
Becerro de Oro. Esa sería una injusta acusación, una injusta discriminación, y
principalmente atentaría contra las Encíclicas de los Papas.
Hay judíos que son simplemente excelentes
personas y buenos ciudadanos, y otros que además son fieles a las rigurosas y
antiguas tradiciones judías del Antiguo Testamento, con pensamiento que no es
sectario, y que aunque están en el error teológico, practican las virtudes
humanas.
El lema del “ojo por ojo”, de “ni olvido ni
perdón” que muchos judíos afirman, no es compatible con el cristianismo. Y por
eso, profundizaremos el análisis de la diferencia.
El perdón católico exige el arrepentimiento, la confesión y la reparación del pecado con el compromiso de no cometer más el hecho pecaminoso en el orden personal; en el orden social, requiere un reconocimiento del mal y el acto de justicia que implica la reparación y el compromiso de no causar en el futuro el mal social.
El perdón católico exige el arrepentimiento, la confesión y la reparación del pecado con el compromiso de no cometer más el hecho pecaminoso en el orden personal; en el orden social, requiere un reconocimiento del mal y el acto de justicia que implica la reparación y el compromiso de no causar en el futuro el mal social.
EL HIJO PRÓDIGO
El católico no olvida, guarda en su memoria, en su
inteligencia y en su corazón los hechos, porque implicaría perder la
experiencia. Quien olvida todo, acaba viviendo en la práctica la fábula de la
rana y el escorpión. Pero esa memoria no ciega, no impide ver el presente y el
futuro, ayuda a vivir la Bienaventuranza en este mundo, porque nuestra vida es
vivida para el Reino de los Cielos, y no para este mundo. Si viviéramos mirando
hacia atrás mientras manejamos el arado, nuestro presente y nuestro futuro se
arruinarían. Tal vez por ese motivo, en líneas generales, la primera generación
de sobrevivientes del Genocidio no quiso transmitir sus dolores a sus hijos,
sus hijos, la segunda generación, vivieron mirando hacia otro lado… y recién la
tercera generación espera explicaciones y un acto de Justicia.
El católico, no obstante ser víctima en casos
como el que se relata, ama a sus enemigos. Pero ese “amor al enemigo” no es una
tonta locura suicida, sino que es fruto de la enseñanza de Jesucristo, el
verdadero Mesías anunciado al pueblo judío, para la salvación de todos aquellos
que lo aman. Es un misterio en la Historia que el pueblo que recibió al Mesías,
al Hijo de Dios, viva aun esperándolo, o siga a falsos profetas que acaban
desilusionando a sus adeptos… inspirando hasta las mayores crueldades de la
Humanidad, como sucedió durante el Genocidio de 1915-1923. El amor al enemigo
lleva a rezar por la conversión del mismo, a evitar causar daños cuando no son necesarios
o en caso de que sean desproporcionados en el ejercicio de la legítima defensa,
que no está excluida. Grandes mártires murieron perdonando a quienes los
ejecutaban, y tal imagen ante la muerte acabó siendo un factor de la conversión
de los asesinos.
La Parábola del Hijo Pródigo expuesta por
Jesucristo no solo es una vivencia personal. Es también social, y se dirige al
pueblo judío que se aparta de Dios para vivir en el delirio materialista y
alejado del Creador… efectivamente, el hijo mayor es la Iglesia Católica fiel
al Padre, y es un anuncio de la conversión del pueblo judío al fin de los
tiempos, tras comprobar las consecuencias últimas de su pensamiento
materialista, y tal vez acuciados incluso por el gobierno del Anticristo, que
hasta les impedirá vivir las bases del judaísmo en todo aquello que va a
contradecir lo antinatural de sus órdenes, tal como empieza a vislumbrarse en
estos inicios del Tercer Milenio. Tal vez ese momento, en que figuradamente vivirán
comiendo el alimento de los animales, en la infelicidad permanente de la
situación en este mundo, la mirada se alzará al Padre y se integrarán con total
fidelidad a la Tradición y al Magisterio en el seno de la Iglesia Católica.
Pero esto que describimos es una cuestión teológica.
AMIGOS DE JUDÍOS, PERO
NO JUDAIZADOS
Los católicos, más en el mundo actual,
conocemos personas de la colectividad judía, o de la islámica, o de cualquier religión o clase de vida, y hasta somos
amigos de ellos. Somos amigos de ellos, pero no del pecado, ni del propio ni de los ajenos. A veces es motivo de conversión de los mismos. Rezamos siempre
por su conversión. Pero esa convivencia no significa que debamos caer en el
sincretismo, en la judaización, o en convertir la Iglesia Católica en una nueva
sinagoga, ya que precisamente esto fue resuelto entre los mismos Apóstoles al
inicio de su predicación.
Respetamos a todos, a todos brindamos la mayor
Caridad, pero precisamente esa Caridad enseñada por Jesucristo es nuestra
esencia, y no podemos renunciar a ella, renunciar a la Tradición, al Dogma, a
la Liturgia y los Ritos, ni a la Moral que implican la coherencia integral del
Evangelio y la Bienaventuranza.
La diferencia entre la visión de la muerte experimentada
por un judío, un islámico, un pagano o un agnóstico, respecto de la católica,
es abismal. Nosotros sabemos para qué vivimos y cómo y por quién morimos. No
nos asusta la muerte, porque ha sido vencida, si vivimos en Gracia de Dios y
bien confesados… aunque Usted no lo crea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.