En su reflexión televisiva semanal
en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), MONS.
HÉCTOR AGUER, Arzobispo de La Plata, se refirió a la Celebración de la
Pascua de Resurrección afirmando que en ella “se recrea nuestra vida” y que la Pascua “desde
la vertiente de la Resurrección, nos ilumina acerca de la realidad humana, nos
revela quién es el hombre”.
“El hombre de hoy se cree autocreador,
autor absoluto y excluyente de la historia: cambia las costumbres, incluso
altera las propiedades naturales de su condición humana. ¿Adónde llevará semejante desmesura?”, y añadió: “el Siglo XX es una parábola interesante
acerca de dónde conduce el humanismo sin Dios, que ha endiosado al hombre.
Ha acabado en la ruina, en el fracaso, y ahora
nos encontramos sumidos en un desconcierto muy grande, y sin embargo el hombre
persevera frecuentemente en esa idea de que es autocreador”.
El
prelado platense explicó que “la gracia
pascual nos muestra que nuestra verdadera realización, el futuro de la
humanidad y de la historia es un don de Dios, así como la resurrección es la
mayor de las obras divinas”.
“La
última página de La Biblia, el
final del Apocalipsis, nos muestra la situación definitiva de la creación en la
figura de la Jerusalén que
desciende del cielo, una ciudad nueva totalmente impregnada de la luz de Dios,
pero que desciende del Cielo como un don”.
Indicó
que “no todo lo fabricamos nosotros.
Podemos fabricar muchas cosas, pero no
todo, y especialmente no nos fabricamos a nosotros mismos. Nuestro futuro
definitivo es objeto de esperanza, porque es un don de Dios”.
Y
concluyó su reflexión explicando que “la
Pascua del Señor nos ayuda a reubicar una especie de esperanza puramente
terrestre, para abrirnos a la gratuidad del don de Dios, que tiene que ser
multiplicado en la gratuidad de nuestro amor, ofrecido a todos”.
Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor
Aguer:
“La Pascua Cristiana que
celebramos cada Semana Santa encuentra su momento culminante en la Vigilia Pascual. En la
celebración nocturna, entre el sábado y el domingo, se nos permite ver, incluso estéticamente, el tránsito
de la muerte a la vida, de la
Pasión y la Sepultura del Señor a la Gloria de la Resurrección, a la Luz Pascual. La Vigilia que precede al
santo día de Pascua es la clave para interpretar el sentido de esta fiesta
central del calendario cristiano”.
“La
semana pasada recordábamos que el Misterio Pascual tiene dos vertientes y puede
ser representado como las dos hojas de un díptico: una es la Pasión y la Muerte y otra es la Resurrección y la Gloria”.
“El
tránsito del sábado al domingo, que se representa litúrgicamente en la gran
Vigilia del año, muestra precisamente eso: cómo se resuelve el drama de la Pasión en la gloria de la Resurrección”.
“También
tendríamos que considerar aquí qué significa respecto de la imagen de Dios y respecto
de la imagen del hombre el punto central de la Pascua Cristiana”.
“Respecto
de Dios. El poder de Dios, su gloria, su majestad, su belleza, ahora se
verifican en la humanidad de Jesucristo Resucitado”.
“La
tradición de la Iglesia, a
partir de la
Sagrada Escritura y del cumplimiento de las Profecías, muestra la Resurrección de Jesús
como una nueva creación, que sólo puede ser obra de Dios. Mas aún, la liturgia
pascual nos ilustra acerca de una historia de la salvación que comienza con la primera
creación y que alcanza su punto culminante en la nueva creación que es la Resurrección de
Cristo, el comienzo de los últimos tiempos”-
“Ya no es
posible esperar una revelación ulterior, una manifestación ulterior de Dios,
porque ya todo ha sido dicho en la Resurrección de
Jesucristo. Es allí donde Dios manifiesta su poder creador renovando el
universo en primer lugar en la humanidad del Hijo hecho hombre, y a partir de
él en la gracia que renueva espiritualmente a los que se unen a él por la fe y
el bautismo”.
“Dios ha
enviado a su Hijo al mundo para que el que crea en Él no muera sino que tenga
vida eterna. Es esa vida eterna la que aparece, entonces, en la manifestación
pascual de Jesús”.
“Y
también la Pascua, en este
sentido, desde la vertiente de la Resurrección, nos
ilumina acerca de la realidad humana, nos revela quién es el hombre”.
“El hombre,
decía Heidegger, es un “ser para la muerte”. Esa definición es correcta, pero
no dice toda la verdad, dice sólo su mitad. El hombre es, en efecto, un ser
para la muerte; a causa del pecado vamos a la muerte, pero el hombre es sobre todo
un ser para la resurrección y para la vida eterna. Y allí está la originalidad
del mensaje cristiano”.
“Nosotros
no nos damos a nosotros mismos esa plenitud que es la resurrección y la vida eterna
sino que la recibimos de Dios”.
“Esto es
importante también en el contexto cultural, el que influye en nuestra
mentalidad de hombres de este tiempo. Estamos acostumbrados a que todo lo
construimos nosotros. Somos dueños de la naturaleza, la transformamos y hacemos
lo que queremos con ella, la hemos puesto a nuestro servicio”.
“El
hombre de hoy se cree autocreador, autor absoluto y excluyente de la historia:
cambia las costumbres, incluso altera las propiedades naturales de su condición
humana. ¿Adónde llevará semejante desmesura?”
“El Siglo
XX es una parábola interesante acerca de dónde conduce el humanismo sin Dios,
que ha endiosado al hombre. Ha acabado en la ruina, en el fracaso, y ahora nos
encontramos sumidos en un desconcierto muy grande, y sin embargo el hombre
persevera frecuentemente en esa idea de que es autocreador”.
“La
gracia pascual nos muestra que nuestra verdadera realización, el futuro de la
humanidad y de la historia es un don de Dios, así como la resurrección es la
mayor de las obras divinas”.
“La
última página de La Biblia, el
final del Apocalipsis, nos muestra la situación definitiva de la creación en la
figura de la Jerusalén que
desciende del cielo, una ciudad nueva totalmente impregnada de la luz de Dios,
pero que desciende del Cielo como un don”.
“No todo
lo fabricamos nosotros. Podemos fabricar muchas cosas, pero no todo, y
especialmente no nos fabricamos a nosotros mismos. Nuestro futuro definitivo es
objeto de esperanza, porque es un don de Dios”.
“La
Pascua del Señor nos ayuda a reubicar una especie de esperanza puramente
terrestre, para abrirnos a la gratuidad del don de Dios, que tiene que ser multiplicado
en la gratuidad de nuestro amor, ofrecido a todos”.
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