Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1 y CMN 73)
El "centralismo", que destruye al "federalismo",
anulando el compromiso institucional de igualdad y solidaridad provincial pactado constitucionalmente para
alcanzar la unión nacional.
El "centralismo" estaba
oculto desde 1853 en la Constitución Nacional cuando incluyo a los diputados en
el Colegio Electoral que designaría al Presidente de la Nación ya que, el
natural crecimiento vegetativo de la población, disminuiría numéricamente a los
senadores que mantenían una cantidad invariable. Este proceso se agiliza en la
medida que los dirigentes políticos, por razones ideológicas, crean
instrumentos (como la legislación electoral) con formas democráticas pero que
eluden la raíz de la unión pactada por las provincias. La creación de los
partidos políticos nacionales, es, sin dudas, el paso que sustrae a los
partidos políticos provinciales, la conducción electoral federal. Pero,
evidentemente, la reforma de la Constitución Nacional de 1994, con la figura
del "distrito único" para elegir el Presidente, conduce al
"centralismo" y anula las bases federales.
En nuestros días, existe una
corriente de opinión, cada vez mas firme, que señala, con alarma, el creciente y en constante aumento,
"centralismo", en el sistema de gobierno de nuestra Argentina. Esta situación,
pese a que significa un desvío
constitucional, no encuentra, en la realidad, acciones para evitar su evolución.
Sus efectos se instalan de tal manera, que se percibe como natural y, lo que es
mas grave, se pierde el reflejo para
lograr su corrección. Cuando una sociedad acepta perder su libertad y derechos,
comienza el camino hacia el sometimiento. De no reaccionar en tiempo, será
tarde intentar detenerlo en el futuro,
cuando la sumisión llega, por que se instalara definitivamente,
perdiendo así, lo que no se supo defender en oportunidad y tiempo. De todas
maneras, la experiencia muestra, que las sociedades democráticas en su esencia,
en algún momento, reconocen las manipulaciones, directas u ocultas, y cuando lo
descubren y ellas mismas son la fuente de la reacción.
No debe olvidarse nunca el
compromiso fundacional de nuestro país, expresado con claridad en el texto de
la versión inicial de la Constitución Nacional suscripta en 1853 y ratificada
en 1860, pues, ello seria muestra del
fracaso de lo pactado y conduciría al desmembramiento como Nación. Las
diferencias que el progreso proporcionaría, expresadas en lo económico, estaban
previstas en la concepción en busca de la unión, ya que, sabiamente, sus
redactores, sentían la evolución y conocían
las diferencias lógicas que la ubicación territorial motivaría, lo que llevaría
a un crecimiento diferencial. Argentina pensada
como nación, seria un mismo territorio que aseguraba los movimientos de
personas y bienes, marcando las
relaciones para lograr el bien común. La realidad de la Naturaleza, marcaba que
cada provincia tenia sus propias bases, riquezas y posibilidades y, la búsqueda
de la unión ofrecía, en la coordinación de sus aportes, surgir mancomunados
por el fortalecimiento, para construir
el futuro como Nación ante los demás países de la Tierra. El desafío de
integrar la comunidad de naciones y encontrar en ella el lugar para nuestro país
ha sido y es, posiblemente, una de las premisas de obligación general que
algunas veces, lamentablemente, ha sido olvido.
La evolución, posterior a aquel
momento, particularmente la industrialización, sentó nuevas reglas y normas de atracción, que
llevaron, en la lógica de los procesos, a la concentración urbana, en los
lugares de mayor aptitud, en desmedro de las de menores, provocando el despoblamiento de las periferias.
Este desarrollo tuvo como consecuencia la modificación de los parámetros de relación,
que se inclinaron por atracción a los centros, debilitando, consecuentemente,
sus alrededores. El gran error ha sido
que, este proceso natural, al no ser conducido conforme lo pactado, a lo largo de los tiempos, socavo el funcionamiento de lo que se entendía
como acción común y solidaria,
influido por el juego de intereses
singulares personales que, en su manifestación, se convierten en sectoriales,
llevan una inexplicable y turbia división. Es decir, lo acordado para que sea un conjunto de fuerzas
con un mismo objetivo, se modifico, por una lucha de sectores para adquirir primacías,
por obra de una modalidad política, que olvido que las partes eran conjuntos y
uso las tendencias para crear divergencias. En los últimos tiempos, Argentina
se mostró como escenario de oposiciones tras el poder, perdiendo, de esta
manera, las bases que amalgaman un mismo sentido de nación.
Nuestra Argentina, nació en la
continuidad del ámbito de libertad que existía desde los tiempos de la colonia.
Cada pueblo, convertido en ciudad, sobre la base de los "Cabildos",
sabia que su deber primero estaba con sus vecinos, ya que, junto a ellos, compartía ambiente, temas y acciones,
para luego, integrarse con los terceros, para unidos, tener mayor posibilidad
de hacer con los demás. Sabían que la fortaleza estaba en estar y hacer juntos,
pues, para enfrentar al mundo, teníamos
una debilidad de origen que dificultaba la relación, pues ellos eran y estaban
avanzados y, consecuentemente, resultaban mas poderosos. La suma de capacidades de las
provincias, algunas con sus tierras y otras en sus aguas o yacimientos mineros,
activadas efectivamente, proporcionaban mayores instrumentos y, con ello,
determinaban las ventajas competitivas, como base esencial para establecer una dinámica
de crecimiento. Pero, para hacerlo, se requería
una conducción inteligente, sana y honesta, que evitara la alteración que el
mismo proceso motiva, sin que ello constituya freno o barrera que trabe o
modifique la posibilidad de alcanzar los logros esperados. Desde siempre,
supimos que habría quienes tenían mas capacidad y mejores posibilidades que otros como grupos aislados, por eso se eligió
el federalismo que, en síntesis, es colaboración y solidaridad individual tras
un objetivo común.
La evolución de Argentina se
realizo naturalmente, de la manera lógica que sucedía en otros países, por lo
que los gobernantes debieron percibirlo y determinar que se haría por consecuencia de los hechos. Las zonas
(provincias) de mayores potenciales crecieron a ritmo constante, despegándose
en las realizaciones de aquellas con menores capacidades o diferentes
potenciales. Este proceso, alentado, posiblemente, por el ejemplo de los
cambios culturales y políticos en el Hemisferio Norte, mostró diferencias en
las demandas zonales (provincias) y la complementación y, en algunos casos, la diversificación,
adquirieron nuevas formas y maneras de expresión. Buenos Aires (Capital
Federal) o las provincias de la
"Pampa húmeda", mostraron, en la lógica del desarrollo de la economía,
ser polo de atracción y, consecuentemente, fuente de poder. Esta realidad,
seguramente, se muestra en el accionar político institucionalizado, que sigue su accionar en la lógica
poblacional numérica y abandona, en forma poco perceptible, los compromisos
territoriales (federalismo). La política, conforme sus intereses, encuentra, de
esta manera, que el "centralismo" le es mas conveniente y que, para
lograrlo, el método esta en actuar con privilegio electoral en las zonas
(provincias) con mayor numero de habitantes. La idea matriz del Siglo XIX era
encontrar el método y la forma en la cual cada región (provincia) contribuyera
al todo (nación), en base a la solidaridad y la asociación, pero que los que el
impulso general hacia mas avanzados, no olvidaran a los que quedaban detrás,
para restablecer un equilibrio final como deseo y aspiración.
La resultante actual, muestra que
las palabras han sido superadas por los hechos, y que un país que se origino de
un compromiso territorial (federal), se ha convertido en una nación con un régimen
central (unitario), que se realimenta en su propio potencial sectorial numérico, para así, consolidar el
poder alcanzado. Hoy nos alarma el dominio central de las finanzas, pero ello
es solo una consecuencia del abdicar derechos, ceder por intereses personales y
no mantener la impuesta constitucional forma de gobierno. La cuestión no esta
originada por fallas en el diseño (Constitución Nacional), sino por acciones políticas
coyunturales, que dan respuesta en el corto tiempo, pero, al ignorar lo
estructural, crean un déficit de acción de equilibrio positivo en el futuro.
Hubo separación entre lo técnico con lo político, que se materializarían en lo
financiero. La arbitraria aplicación de las finanzas, dando mayores recursos a
las zonas más pobladas, con sus mayor número de electores, disminuyo a los demás,
pero, también condujo a la inestabilidad
e inseguridad, ya que se sabia que se avanzaba por efecto del apoyo y no como
resultante de las propias capacidades. Solo si se comprende el tamaño de riesgo
que se enfrenta con esta disociación en marcha,
se tendrá idea de la
responsabilidad que se debe asumir. Si se continua por el camino de los
privilegios sociopolíticos zonales, asignados conforme los tamaños (cantidad de población o numero de
electores), a la larga, la brecha crecerá desmesuradamente, en una medida que
puede desencadenar caos y crisis de inapreciables proporciones pues, a la
larga, llevara a la lucha por el logro de la igualdad en aquellos que han
quedado postergados, sienten exclusión, en el deseo del logro de los beneficios
que el esfuerzo común concreta como ventajas y que solo llega a unos en
desmedro de otros.
Es posible que el sector político,
aun conociendo el drama existencial creado, este escéptico y niegue el
problema, por lo cual, no exista la voluntad de tomar las medidas que
verdaderamente devuelvan el equilibrio entre lo parcial y lo total, coordinando
los efectos de la coyuntura con las necesidades de la estructura. La política
(es decir los políticos) debe reconocer que el diseño pactado original ha sido
modificado por la corriente institucional que, al crear nuevas formas, ha
torcido los objetivos, pero, lo mas grave, es que ha dejado de cumplir con lo
que se estaba obligado. La sociedad argentina requiere que su dirigencia motive
el compartir, como la manera genuina de cooperar en lo común, pero, impone que,
para hacerlo, exista una buena forma de gestión y, al mismo tiempo, un adecuado
control operativo. Este tema, aparentemente, esta siendo discutido en algunos
foros, que lo hacen mas con objetivos intelectuales que con finalidad practica, lo que lleva a que se
titubee, por no tener a la vista una solución concreta, que pueda ser
superadora de lo actual. Es cierto que todo cambio o revisión, nunca puede
estar asegurado en sus consecuencias y que, inevitablemente, producirá roces y
reacciones, en los que se sientan desplazados o substituidos, pero es peor si
se continua un trayecto que su fin no ofrece ventajas y que, por temor a sus
reacciones, se omita la búsqueda sana de una solución.
Argentina , y en partículas las
provincias, necesitan decidir, con valentía,
si el actual diseño político gubernamental, que tiende al
"centralismo", hace la unión pactada imperfecta, si una incorrecta institucionalización
ha creado un sistema que se aleja de lo esperado, si los derechos y garantías
individuales se deben de proyectar a lo grupal y no a lo sectorial, si lo
concebido por los padres fundadores, tiene lógica vigente y, en base a esta reflexión,
intentar volver a la larga y dificultosa
senda trazada, hoy abandonada. Se
reconoce que esta tarea no será fácil ni simple, ya que, las ataduras
creadas no serán superadas y todo accionar, para tener alguna remota
posibilidad de éxito, tiene que estar necesariamente en los carriles del
presente, que son los que fijan la tendencia y objetivos para el mañana. Esta situación
lleva rescatar la valía y vigencia de los partidos políticos provinciales, es
decir, aquellos que nacen del seno de los comprovincianos y encuentran en sus
acciones la motivación de los vecinos, como una manera lógica y genuina para
contraponerse "federalmente" al accionar acaparador del poder del "centralismo",
que encuentra su materialización mediante los partidos nacionales.
Es llamativo que, el inicio de solución
al problema del "centralismo" y el retorno al
"federalismo", tenga su camino
tan simple y concreto en la revitalización de los partidos provincianos
que, en algunos pocos casos, han mantenido su identidad pero, en otros,
posiblemente la mayoría, han sido captados por las corrientes nacionales. La cuestión
tendrá su primera opción el año 2013, con la renovación parcial legislativa,
que seria la oportunidad de que los ciudadanos provincianos se
"desprendan" de la dependencia y tutorismo de los partidos políticos
nacionales y elijan sus representantes en los de su propio distrito. Una vez
logrado el contar con un adecuado numero en el Poder Legislativo Nacional, será
la hora de continuar con este retorno al mandato constitucional, dejando sin
efecto el método de elección del Presidente de la Nación (por distrito único) y
volviendo al colegio electoral, claro esta que asegurando que el mismo tenga
las bases federales y no las deformaciones que el crecimiento dispar motivo.
Esta posibilidad, en el presente, encuentra una nueva factibilidad, ante la realidad del
desmembramiento de los partidos políticos nacionales, separados grupalmente detrás
de dirigentes diferentes, y la aparición de nuevos partidos locales, que
se muestran atractivos en la sociedad, con la búsqueda de acuerdos con terceros
en otros distritos por personas y no organizaciones. Diríamos que el
"caldo político" esta apto para introducir en su ambiente variables
electorales que, al no haber agrupaciones sólidas y fuertes, pueden actuar en oposición a su materialización.
Los medios de difusión masiva nos
inundan con noticias sobre le política y su régimen, pero, en ellos, advertimos,
una puja solo circunstancial, que se materializa entre los personeros de la política
nacional, en tanto, los dirigentes netamente provincianos, aquellos que
realmente conviven con el electorado como "vecinos", no tienen participación
en el tema, es decir no se muestran como verdaderos representantes locales,
tratando de equilibrar derechos y obligaciones, lo que, lógicamente, demuestra postergación
inusitada o clara desidia en la acción. Si los políticos que forman los
partidos provinciales no asumen su rol institucional para con cada distrito y
ceden a los avances nacionales, como lo han venido haciendo hasta ahora, el
"centralismo", que es una forma velada del régimen unitario,
continuara instalándose y las promesas de federalismo, libertad y democracia serán
solo formulas vacías en una sociedad que se somete. Ha llegado la hora de que
cada provincia encuentre que su capacidad esta en ella misma, que los vecinos
sepan que la unión comienza con su proximidad física y que se oponga la fuerza
"federal" constitucional al proceso "centralista" en
marcha, ya que, solo de esta manera, Argentina volverá a ser la nación que se
pacto y el país que, unido, respetando diferencias y conociendo posibilidades,
aun espera. Este será el desafío.
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