Por Emilio Nazar Kasbo
Jesucristo dijo: “el Hijo del
hombre cuando vuelva, ¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?” (Lc. 18, 8)
Según Mons. Juan Straubinger, las
palabras de Jesucristo obligan a una detenida meditación de este impresionante
anuncio que hace Cristo, no obstante haber prometido su asistencia a la Iglesia
hasta la consumación del siglo. Es el gran misterio que S. Pablo llama de
iniquidad y de apostasía (II Tes. 2) y que el mismo Señor describe muchas
veces, principalmente en su gran discurso escatológico. Cf. Mat. 13, 24, 33, 47
ss.
Aquí nos enfrentamos directamente
a las palabras de Jesús transmitidas por la Tradición.
Sin ser experto en la materia,
simplemente trataré de realizar un aporte desde el mero sentido común que busca
desentrañar el significado de una frase, en vistas a determinados acontecimientos
que pueden ilustrarnos sobre el sentido que tal vez en momentos anteriores no
hayan sido debidamente valorados o anticipados.
Jesús no dijo que “cuando vuelva
no hallará Fe sobre la tierra”. El no hace una afirmación, sino que realiza una
mera pregunta. Además, se trata de una pregunta retórica, que está dando a
entender que en líneas generales no hallará fe sobre la tierra, o que tal vez
la fe que exista sea la de los últimos creyentes que habrán recibido
íntegramente la Fe transmitida sin deformación alguna (al menos en lo
fundamental).
Si tenemos en cuenta el anuncio
bíblico de que los judíos se convertirán al Catolicismo al final de los
tiempos, a su vez debemos entender que incluso ellos mismos se verán abarcados
por las palabras de Cristo, y su descendencia dejaría de transmitir la
Tradición tal como fue realizada siempre y más allá de los ataques padecidos
por la Iglesia en el campo teológico.
Es decir, el número de las
personas que habrán de salvarse estará completo, y la Historia humana habrá
llegado a su fin. Los mismos judíos conversos serán afectados por este mal que
carcomerá a la misma Iglesia Católica, sobre todo en los últimos tres años y
medio de Historia previo a la Segunda Venida de Jesucristo.
Es decir, instalados en el
momento de la Segunda Venida del Mesías, los últimos tres años y medio serán
los más horripilantes del mundo para quienes hayan conservado la Tradición
Católica de verdad, mientras que la “Gran Ramera”, la Iglesia adulterada, será
la “versión oficial” imperante en el mundo, triunfadora como paradigma del sincretismo
globalizado.
¿Por qué Jesús habló en forma
inquisitiva y no de modo asertivo? ¿Por qué pregunta, justamente a quienes no
saben, en vez de realizar una afirmación esclarecedora? Esto tiene una posible
explicación, que es posible analizar a la luz de los hechos del Evangelio y de
la Historia del pensamiento (no digo de la “Filosofía”, porque actualmente ésta
incluye a pensadores que no son filósofos como versión de un modo de enseñar
Filosofía de contenido relativista y “políticamente correcta”).
Todo el relato de la Pasión de
Jesucristo está plagado de preguntas. Pero no eran preguntas retóricas, ni eran
preguntas realizadas en base a la averiguación de sucesos, sino que eran
preguntas propias del escéptico. Fueron preguntas de burla, preguntas de duda,
en la que se tomaba en broma lo más Sagrado en el mundo: el Verbo Encarnado.
¿Hacia dónde tendían esas
preguntas? Simplemente a plantear una especie de rebuscada paradoja, en la cual
de antemano se encuentra anulada toda respuesta de tipo Sobrenatural. La
mentalidad escéptica podría incluso atribuirse a algún demonio particular que
haya ejercido su influencia en aquél entonces… y que seguramente actuará en los
últimos tiempos.
¿Cómo actúa la “pregunta
paradojal”? Simplemente poniendo en ridículo al sujeto a quien se dirige.
Jesucristo fue víctima de ella, y también lo serán los últimos Papas, así como
los últimos cristianos al momento de dar las respuestas que la Fe exige.
Si nos ponemos a hilar fino, es
la pregunta paradojal la que de plano rechaza la Verdad para justificar un
extremo opuesto, y tal pregunta surge desde la aparición del nominalismo que
puso en cuestión los Universales, desconociendo su naturaleza para negar su
existencia. La consecuencia fue el subjetivismo introducido por Rousseau, de
donde se derivará una “antifilosofía” unida a una actitud “antifilosófica”.
En el tiempo, Kant no hace más
que convertirse en el Anti-Aristóteles. De allí en más, la base racional del
modernismo teológico quedó implantada y, cualquiera de las posiciones “antifilosóficas”
post-kantianas, recibirá la herencia
anti-realista. Efectivamente, la realidad es negada mediante la duda de su ser
y esencia, subjetivizada como una categoría kantiana del intelecto que acabará
enloqueciendo a medida que se profundiza tal línea de pensamiento.
La realidad es convertida en un
mero fenómeno intelectual, siendo de ese modo lo único real aceptado: la imaginación.
¿Existe o no existe la realidad fuera de la imaginación del sujeto? Es una
pregunta sin respuesta, es una pregunta paradojal, pero que en el fondo niega
la realidad poniéndola en duda, rebajándola, relativizándola, restándole
importancia. El mismo Sören Kierkegaard se refirió a la paradoja. Sin embargo,
el pensamiento “paradojal” no conduce a la certeza, sino que acaba en una
cosmovisión filosófico-teológica esencialmente escéptica.
La paradoja no es la pregunta
malléutica, no es el cuestionamiento socrático que surge de la inicial
curiosidad sana en búsqueda de la Verdad para alcanzarla, resaltando las
contradicciones conforme los principios metafísicos de identidad, de no
contradicción y del tercero excluido. El relativismo cultural exige rebatir
toda posibilidad de conocimiento científico (episteme griega), convirtiéndolo
todo en opinión (doxa griega), de modo que la opinión en la paradoja se burla
del conocimiento científico verdadero.
Un modelo del pensamiento paradojal
sería el siguiente: “Así que la Ley de la Gravedad establece que las cosas caen
en dirección al suelo… ¿Cómo es entonces que las aves en su vuelo no caen?”. El
pensamiento paradojal, en este caso, no surge de la admiración de un niño ante
la contradicción, sino de una persona que desde la contradicción pretende
elaborar una cosmovisión, del modo más lejano posible a la Verdad. La pregunta
hecha a un ingeniero aeronáutico sería completamente rebatida, y tratado el “cuestionador”
de ignorante; sin embargo, la pregunta paradojal resulta efectiva entre
ignorantes. El portador del pensamiento paradojal sólo pretende resaltar entre
ignorantes como un “sabio”, en tanto que es el más ignorante entre los
ignorantes, y resalta precisamente con la técnica de confundir a su
interlocutor o a su auditorio.
El pensamiento realista
aristotélico tomista, o la reflexión vitalista platónico agustiniana en tanto
que ambos no se contradicen, carecen de espacio para la cosmovisión paradojal.
Nada tiene que ver el pensamiento realista aristotélico tomista con el
materialismo inmanentista, ni la reflexión vitalista platónico agustiniana con
el idealismo o el existencialismo, ni ambas líneas filosóficas con el nihilismo
posmoderno sincretista. El pensamiento paradojal es la actualización del
escepticismo grecolatino: no hay nada nuevo bajo el sol.
Tal pensamiento “paradojal”,
llegó a su máxima expresión con Herodes, el Sanedrín y Poncio Pilatos ante
Jesucristo, rechazándolo por la incredulidad justificada por el recurso
intelectual de la contradicción: “¿y por qué tiene que ser así y no de otro
modo?”
Precisamente, el pensamiento
paradojal en Teología, aplicado a la Tradición, tanto en materia de Magisterio
como de Liturgia, lleva a convertir las claras expresiones en una cuestión de
opinión interpretativa. Así, la Teología es llevada a una “zona gris”, en que
el casuismo de casos extremos pretende poner en duda la claridad de la
normativa general. Ello sucede del siguiente modo: la Teología Moral es en su
faz práctica antepuesta a sus principios básicos al Dogma, trasvasando la
conclusión de casos dudosos al Magisterio, para convertirlo también en dudoso
como si fuese una cuestión de casuismo moral. La Epistemología de la Moral es
aplicada a la Epistemología del Dogma, y así se logra su deformación.
Efectivamente: la Teología y la
Liturgia han sido llevadas al límite de lo inadmisible imaginable, de modo que
la determinada línea entre ortodoxia y herejía llega a convertirse en una gran “zona
indefinida” sujeta a debate. Es la técnica del modernismo. Lo excepcional se
convierte en norma general (así lo postuló la Escuela de Frankfurt en el
pensamiento de uno de sus mentores: Herbert Marcuse).
Demos un ejemplo. La Liturgia de
Rito Latino tiene una determinada Tradición, establecida en el Concilio de
Trento. Dicha Liturgia establece que se debe recibir la Comunión de rodillas
¿Es posible recibir la Comunión de pie en la Iglesia Católica, respondiendo a
la Tradición? La respuesta es afirmativa: los Ritos Orientales de la Iglesia
Católica reciben la Comunión de pie. Luego siendo posible recibir la Comunión
de pie en el marco de la Iglesia Católica, no existe obstáculo alguno para
establecer en el Rito Latino la Comunión de pie. He aquí el “pensamiento
paradojal”. Este razonamiento proviene de la aplicación de la epistemología de
la Teología Moral a la Liturgia, tal como se expresó ut supra. La respuesta es
clara: no se puede recibir la Comunión de pie en la Liturgia de Rito Latino sin
traicionar la Tradición en materia litúrgica de dicho Rito. Tan es así, que la
Liturgia de Ritos Orientales es una situación de excepción para el Rito Latino,
y no ha de aplicarse como normativa general so pena de deformar al Rito con una
Tradición que es de la Iglesia Católica, pero que no pertenece al Rito propio.
No se transmite lo recibido cuando se impone la Comunión de pie en el Rito
Latino, sino que se transmite una ruptura en la Tradición Litúrgica.
Y tal es el modo en que el
modernismo, aplicando del mismo modo el falso razonamiento a la Teología. Así
fue como ha surgido el Catecismo Holandés, el cual es herético a pesar de todas
las correcciones, expresadas en formato de duda cuando se manifiesta que en
tanto no contradiga expresamente la intervención del Gobierno del Mundo por
Dios, ni niegue de modo explícito dogmas de la Iglesia, puede ser compartido.
Falsa resulta tal afirmación, sobre todo cuando inyecta la duda paradojal:
¿poligenismo o creación por Dios de forma personal de Adán y Eva?
¿Evolucionismo o creacionismo? ¿Milagros o hechos de la naturaleza? Y así toda
una serie de herejías.
Esta generación que pide una
señal, no tendrá más que la señal de Jonás, dijo Jesucristo, y la señal de Jonás
fueron los tres días dentro del pez ¿Es un episodio real o de ficción? ¿Es un
hecho histórico o una mera fantasía simbólica? Precisamente: esa es la señal de
Jonás y la prueba que los católicos del mundo reciben por Tradición. ¿Es real o
literario? Si se afirma que es literario, la señal será un mero símbolo vacuo;
si se afirma que es real, nos enfrentamos al Misterio. Esos mismos tres días de
Jonás dentro del pez, son las tres jornadas de Jesús descendiendo a los
Infiernos para resucitar al tercer día ¿Es un episodio histórico o un mito? ¿Es
un cuentito para entretener a crédulos, o es el mayor Milagro del Universo? Esa
es la señal de Jonás, y los modernistas optan por considerarlo todo literario,
por despreciar la capacidad de Dios aun de crear un pez que pueda devorar a
Jonás, así como el modo en que Jonás permaneció vivo dentro del mismo hasta ser
escupido al tercer día, porque el pez no podía contenerlo en su interior. Del
mismo modo, Jesucristo descendiendo al Sheol no podía permanecer allí… pero
todo esto a la mirada del modernista es un mero símbolo, tanto como la
Eucaristía y la Transubstanciación.
“¿Y cómo sabés que realmente es
el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo y que no es algo sicológico o meramente
simbólico?”, afirma el pensamiento paradojal modernista, “¿cómo podés demostrar
que existe un hecho sobrenatural en la materia cuando los accidentes permanecen
idénticos?”
Quédese el escéptico con “su”
pensamiento paradojal, que el Católico sabe por la gracia de Dios que le ha
concedido la Fe y que la recibe agradecido que la Verdad Sobrenatural es el
Misterio Revelado y que nos llega por la Tradición.
Llegamos así a la conclusión del
motivo por el cual, viendo la postración de la Teología en la actualidad,
Jesucristo no realizó una afirmación sino una pregunta. Jesús dio el caso
práctico concreto de cómo procedería el modernismo en los últimos tiempos. “¿La
Fe, es la Fe?” O… “¿Y qué es ‘La Verdad’?”
Jesús mostró en un caso práctico
la Teología de los últimos tiempos. Hizo una pregunta paradojal, mostrando el
modo en que se recibiría la Tradición corrupta para transmitir lo que Él jamás
enseñó. Y ante la evidencia, basta ver cómo se silencian dos simples verdades
de la Fe, que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación, y que quien muere
en pecado mortal dirige su alma al infierno. La Iglesia Católica completamente
deformada, transmitiendo un mensaje inmanentista, protegiendo la voz de falsos
profetas internos que sostienen herejías, se convierte en la Gran Ramera al
ocultar o al negar la ortodoxia.
En razón de un motivo “pastoral”,
dejan de enseñarse las verdades más radicales, para dialogar desde el sincretismo,
donde se utilizan términos equívocos por el diverso trasfondo que los distintos
cultos otorgan a dichos términos. No es lo mismo la virtud de la humildad y el
espíritu de pobreza para el católico, que el vicio de la avaricia para un
judeocalvinista. A nadie se le indica claramente el error para que se defina en
la fidelidad o no a la Tradición, y así, a pesar de las “condenas”, continúa
profesándose el mismo error, la misma herejía, incluso por el mismo que la
sostiene, pretendiendo siempre su integración dentro de la Iglesia Militante.
Sin embargo, quien comparte una herejía está fuera de la Iglesia, y si el Papa
no define que tal herejía condena el alma, si el Papa no proclama el anatema,
deja de advertir el pecado al pecador y a todos sus seguidores, de modo que
permite a una gangrena continuar con su daño sine die.
Asistimos actualmente al triunfo
del modernismo intraeclesial, donde los más ignorantes dan cátedra y pretenden inventar una "tradicionzuela" para la posteridad, en liturgias de laboratorio y en dogmas inventados. Y ante las notorias diferencias de su prédica con
lo transmitido siempre por la Iglesia Católica, el modernista de “pensamiento
paradojal” escéptico preguntará: “¿y cómo sabés que no habrá Fe sobre la
tierra, si Jesús sólo hizo una pregunta?”
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