El pensamiento de Mons. Richard Williamson
Obispo "no acuerdista" seguidor de Marcel Lefebvre
Número CCXC (290) - 2 de Febrero de 2013
Es extraordinario ver a qué punto Dios está hoy
perdido para la gran mayoría de las almas alrededor nuestro. Es en El que cada
uno de nosotros “vivimos y nos movemos y existimos” (Hech. XVII, 28). Sin El no
podemos ni levantar un dedo, pensar un solo pensamiento ni realizar cualquier
acción naturalmente buena, menos aún cualquier acción sobrenaturalmente buena.
Todo lo que podemos hacer por nosotros mismos, sin Él, es pecar y, aun así, la
acción pecaminosa como acción proviene de Dios; sólo lo que en
ella es pecaminoso proviene de nosotros mismos, porque lo que
la hace pecaminosa no es en sí mismo un ser positivo sino un defecto de ser,
una privación voluntaria de ser.
Sin embargo, la mayoría de las almas alrededor
nuestro lo tratan a Dios como si El no existiera, o, en el caso de que sí
realmente El existe, es como si no tuviera importancia. Es verdaderamente un
estado de cosas increíble. Empeora día a día. No puede durar. Solamente puede
ser comparado con el estado de la humanidad en el tiempo de Noé. La corrupción
de los hombres en aquel tiempo era tal (Gen.VI, 11-12) que, a menos que Dios
les quitara el uso de su mas preciado privilegio, su libre-albedrío –¡ y
simplemente vean como la mayoría de los hombres reaccionan cuando uno trata de
forzarlos a hacer algo!– el único camino entonces que los hombres le dejaron a
Dios para salvar un número importante de almas, fue infligir un castigo
universal, durante el cual, no obstante, tuvieran tiempo de arrepentirse. Ese
fue el Diluvio, un evento histórico corroborado por una masa de evidencias
geológicas.
Del mismo modo hoy, el único camino que la
humanidad le está dejando a Dios para salvar todavía un número importante de
almas del horror de condenarse a sí mismas para la eternidad, es seguramente un
castigo universal. Tal como en el tiempo de Noé, la misericordia de Dios hace
prácticamente seguro que al enorme número de almas, sino a todas, les será dado
el tiempo y el conocimiento necesarios para salvarse a sí mismas si ellas lo
desean. Y después, muchas del gran número que habrán sido salvadas (¡Ay!, no la
mayoría) reconocerán que solamente aquel castigo las salvó de ser arrastradas
con la corrupción actual, todo el camino hacia abajo hasta el Infierno.
Con todo, será fácil estar espantado por la
explosión de la justa ira de un Dios majestuoso. Desde kilómetros y kilómetros
de distancia, los Israelitas estaban aterrados por la demostración de Su poder
en la cima del Monte Sinaí (Exod. XX, 18). En nuestros propios tiempos será
bueno recordar la famosa oración de Santa Teresa de Ávila:
Nada te turbe,
|
Nada te espante,
|
Todo se pasa,
|
Dios no se muda.
|
La paciencia
|
Todo lo alcanza.
|
Quien a Dios tiene
|
Nada le falta.
|
Sólo Dios basta.
|
Sagrado Corazón de Jesús, toda la confianza de la
que soy capaz, la pongo en Ti. ¡Ayuda a mi falta de confianza!
Kyrie eleison.
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