sábado, 30 de marzo de 2013

MONS. WILLIAMSON: CARTA ABIERTA A LOS SACERDOTES DE LA FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X



NOTA DE DIARIO PREGÓN DE LA PLATA: Reproducimos la Carta Abierta de Mons. Richard Williamson a los Sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. En la misma se aborda la relación y el tenor de los acuerdos que estarían tratándose entre la Fraternidad y Roma, junto con las objeciones del Obispo. Por tal motivo, se la considera de relevancia periodística. A continuación de la traducción hecha por Diario Pregón de La Plata, se transcribe la versión en inglés, que fue divulgada por http://spessantotomas.blogspot.com.ar/2013/03/open-letter-to-priests-of-society-of-st.html

Por Mons. Richard Williamson
Obispo seguidor de Marcel Lefebvre

CARTA ABIERTA A LOS SACERDOTES DE LA FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X

28 de marzo de 2013
Reverendos y queridos Padres,
La reciente publicación de la Declaración Doctrinal, dirigida por el Consejo General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a las autoridades de la Iglesia en Roma el 15 de abril del año pasado, confirma nuestros peores temores. Esperamos por casi un año para saber lo que contiene. Esto prueba de una vez por todas que la actual dirección de la Sociedad de San Pío X, se aleja de la dirección establecida para ello por el Arzobispo Lefebvre, dirigiéndose hacia las ideas y los ideales del Concilio Vaticano II.
No obstante y a pesar de cuán ocupados estén ustedes en el ministerio cotidiano, esto sin duda les concierne a ustedes porque significa que las almas a su cuidado, a través de ustedes, conduciéndose bajo Superiores quienes van, llevándolos incluso a ustedes, hacia la gran apostasía de los tiempos modernos. Nosotros recordamos que se trata de Superiores quienes modelan a sus subordinados y no al revés –¿no hemos observado un número de buenos sacerdotes de la Fraternidad, uno tras otro, renunciando a la lucha por la fe tal como la que el Arzobispo Lefebvre libró, y  en lugar de ir con la corriente, con la firmeza y muy diferente flujo de la corriente por algunos años hasta ahora, desde la cima de la Fraternidad desciende?
Un detallado análisis confirmará el peligro de cada uno de los diez parágrafos de la Declaración, como se describe brevemente a continuación:
I Prometer fidelidad a la "Iglesia Católica" y al "Romano Pontífice" fácilmente puede ser mal dirigido hoy hacia la Iglesia Conciliar como tal, ya los pontífices conciliares. Las distinciones son necesarias para evitar la confusión.
II Aceptación de las enseñanzas del magisterio de acuerdo con Lumen Gentium N° 25 puede fácilmente ser entendida, especialmente en relación con la Prefesión de Fe de Roma de 1989 que es mencionada como nota al pie de la Declaración, como un requerimiento de aceptación de las doctrinas del Vaticano II.
III, 1 Aceptación de las enseñanzas del Vaticano II sobre el Colegio Episcopal, como las contenidas en Lumen Gentium, capítulo III, es, a pesar de la “Nota Previa”, un significativo paso hacia la aceptación de la colegialidad Conciliarista y la democratización de la Iglesia.
III, 2 El reconocimiento del Magisterio como única interpretación auténtica de la Revelación implica un grave riesgo de someter la Tradición al Concilio, especialmente cuando la interpretación de cualquier ruptura entre ambos será automáticamente rechazada (cf. III, 5 a continuación)
III, 3 La definición de Tradición como “la transmisión viva de la Revelación” es altamente ambigua, y su ambigüedad no requiere más confirmación que por las vagas palabras acerca de la Iglesia, y por la cita de la igualmente ambigua Dei Verbum N° 8, enumeradas a continuación.
III, 4 La proposición de que el Vaticano II debe “iluminar” la Tradición por la “profundización”, y “haciéndolo más explícito”, es completamente hegeliana (¿desde cuándo los contradictorios explican y no se excluyen recíprocamente?), y se corre el riesgo de falsificación de la Tradición por torcerla para adaptarla a las múltiples falsedades del concilio.
III, 5 La afirmación de que las novedades del Vaticano II deben ser interpretadas a la luz de la Tradición, pero que ninguna interpretación que implique algún rompimiento entre ambos es aceptable, es una locura (Todas las camisas deben ser azul, pero ¡no cualquier camisa de color azul debe ser tomada para ser azul!). Esta locura no es otra que la “Hermenéutica de la continuidad” de Benedicto XVI.
III, 6 Dar crédito a las novedades del Vaticano II como si fuese materia de legítimo debate teológico, es subestimar gravemente su nocividad. Ellas sólo son aptos para ser condenadas
III, 7 El juicio de que los nuevos Ritos sacramentales fueron legítimamente promulgados, es gravemente engañoso. Especialmente el Nuevo Orden (Novus Ordo) de la Misa resulta extremadamente perjudicial al bien común de la Iglesia como para ser una ley verdadera.
III, 8 La “promesa de respetar” como ley de la Iglesia el Nuevo Código de Derecho Canónico consiste en respetar una serie de supuestas leyes directamente contrarias a la doctrina de la Iglesia.
Reverendos Padres, quienquiera estudie estos diez párrafos en el texto original puede sólo concluir que su autor o autores han renunciado a la lucha del Arzobispo por la Tradición, y han pasado en sus inteligencias al Vaticano II. ¿Usted desea para sí y para su rebaño ser moldeados por esta clase de Superiores?
Ni se permita que se diga que los dos primeros y los últimos tres apartados son tomados del propio Protocolo del Arzobispo del 5 de mayo de 1988, de modo que la Declaración es fiel a él. Es bien sabido que el 6 de mayo él repudió aquél Protocolo porque el por sí mismo reconoció que hizo demasiadas concesiones para la Fraternidad para poder continuar defendiendo la Tradición.
Otro error consiste en decir que el peligro ha pasado, porque la Declaración ha sido “retirada” por el Superior General. La Declaración es la fruta envenenada de lo que se ha convertido en un modo de pensar liberal en la parte superior de la Fraternidad, y esa mentalidad no ha sido reconocida, y menos aún retractada.
Un tercer error es decir que desde que no ha sido signado ningún acuerdo con los apóstatas de Roma, entonces no hay ningún problema ulterior. El problema es menos el acuerdo que el deseo de cualquier acuerdo que pueda garantizar a la Fraternidad un reconocimiento oficial, y ese deseo está aún muy presente. Siguiendo el completo mundo moderno y la Iglesia Conciliar, los líderes de la Fraternidad parecen haber perdido su asidero en la primacía de la verdad, especialmente la Verdad Católica.
Reverendos Padres, “Lo que no puede ser curado debe ser soportado.” Los ciegos líderes son un castigo de Dios. Sin embargo, lo menos que ustedes pueden hacer respecto a esta desastrosa Declaración es estudiarla por sí mismos con todo lo que condujo a ella, de lo contrario ustedes perderán su Fraternidad sin darse cuenta, al igual que la masa de Católicos perdieron su Iglesia con el Vaticano II, sin haberse dado cuenta. Tras haber hecho el evidente desastre en su propia mente, ustedes deben decir la verdad a su rebaño en la Fraternidad, a saber, el peligro en que sus Superiores están poniendo su fe y con ella su salvación eterna.
Para todos nosotros en los cuales la Fraternidad que el Arzobispo Lefevre convirtió en una fortaleza de la Fe en todo el mundo, Nuestro Señor está ahora formulando la pregunta de Juan, VI, 67: “¿También vosotros queréis dejarme?”
Para todos y cada uno de vosotros, imparto la bendición episcopal de su siervo en Cristo,

+Richard Williamson, Nova Friburgo, Jueves Santo, 2013.

28 March 2013
OPEN LETTER TO PRIESTS of the SOCIETY of ST PIUS X.
Reverend and dear Fathers,
The recent publication of the Doctrinal Declaration, addressed by the General Council of the Society of St Pius X to the Church authorities in Rome on April 15 last year, confirms our worst fears. We waited for nearly a year to know what it contains. It proves once and for all that the present leadership of the Society of St Pius X means to lead it away from the direction set for it by Archbishop Lefebvre, and towards the ideas and ideals of the Second Vatican Council.
However busy you may be with the daily ministry, this is bound to concern you because it means that the souls under your care are, through you, coming under Superiors meaning to lead them and yourselves towards, even into, the great apostasy of modern times. We recall that it is Superiors who mould their subjects and not the other way around – have we not observed a number of good Society priests, one after another, giving up the fight for the Faith as we know Archbishop Lefebvre led it, and instead going with the flow, with the strong and very different current flowing for some years now from the top of the Society downwards?
Detailed analysis will confirm the danger of each of the Declaration’s ten paragraphs, as outlined only briefly below:--
I Fidelity promised to the “Catholic Church” and to the “Roman Pontiff” can easily be misdirected today towards the Conciliar Church as such, and to the Conciliar Pontiffs. Distinctions are needed to avoid confusion.
II Acceptance of teachings of the Magisterium in accordance with Lumen Gentium # 25 can easily be understood, especially in conjunction with Rome’s 1989 Profession of Faith which is mentioned in a footnote of the Declaration, as requiring acceptance of Vatican II doctrines.
III,1 Acceptance of Vatican II teaching on the College of Bishops as contained in Lumen Gentium, chapter III, is, despite the “Nota Praevia”, a significant step towards accepting Conciliar collegiality and the democratisation of the Church.
III,2 Recognition of the Magisterium as sole authentic interpreter of Revelation runs a grave risk of submitting Tradition to the Council, especially when the interpretation of any break between them is automatically to be rejected (cf. III,5 below).
III,3 The definition of Tradition as “the living transmission of Revelation” is highly ambiguous, and its ambiguity is only confirmed by the vague words about the Church, and by the quotation from the equally ambiguous Dei Verbum #8, which follow.
III,4 The proposition that Vatican II should “throw light” on Tradition by “deepening” it and “making it more explicit”, is thoroughly Hegelian (since when did contradictories explain and not exclude one another ?), and it risks falsifying Tradition by twisting it to fit the multiple falsehoods of the Council.
III,5 The statement that the novelties of Vatican II must be interpreted in the light of Tradition, but that no interpretation implying any break between the two is acceptable, is madness (All shirts are to be blue, but any non-blue shirt must be taken to be blue !). This madness is none other than that of Benedict XVI’s “Hermeneutic of continuity”.
III,6 Giving credit to the novelties of Vatican II as being legitimate matter of theological debate is gravely to underestimate their harmfulness. They are fit only to be condemned.
III,7 The judgment that the new sacramental Rites were legitimately promulgated is gravely misleading. The New Order of Mass especially is much too harmful to the common good of the Church to be a true law.
III,8 The “promise to respect” as Church law the New Code of Canon Law is to respect a number of supposed laws directly contrary to Church doctrine.
Reverend Fathers, whoever studies these ten paragraphs in the original text can only conclude that their author or authors have given up the Archbishop’s fight for Tradition, and have gone over in their minds to Vatican II. Do you wish yourself and your flock to be moulded by such Superiors?
Nor let it be said that the first two and last three of the ten paragraphs are broadly taken from the Archbishop’s own Protocol of May 5, 1988, so that the Declaration is faithful to him. It is well known that on May 6 he repudiated that Protocol because he himself recognized that it made too many concessions for the Society to be able to continue defending Tradition.
Another error is to say that the danger is over because the Declaration has been “withdrawn” by the Superior General. The Declaration is the poisoned fruit of what has become a liberal mind-set at the top of the Society, and that mind-set has not been recognized, let alone retracted.
A third misconception is to say that since no agreement has been signed with the apostates of Rome, then there is no further problem. The problem is less the agreement than the desire of any agreement that will grant to the Society official recognition, and that desire is still very much there. Following the whole modern world and the Conciliar Church, the Society’s leadership seems to have lost its grip on the primacy of truth, especially Catholic Truth.
Reverend Fathers, “What cannot be cured must be endured.” Blind leaders are a punishment from God. However, the least that you can do about this disastrous Declaration is to study it for yourselves with everything that led up to it, otherwise you will lose your Society without realizing it, just as the mass of Catholics lost their Church with Vatican II, and did not realize it. Then having made the disaster clear in your own mind, you must tell the truth to your Society flock, namely the danger in which your Superiors are placing their faith and therewith their eternal salvation.
To all of us in that Society which Archbishop Lefebvre made into a worldwide fortress of the Faith, Our Lord is now putting the question of John, VI, 67: “Will you also leave me?”
To any and all of you I gladly impart the episcopal blessing of your servant in Christ, 
+Richard Williamson, Nova Friburgo, Maundy Thursday, 2013.

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