Por Silvio H. Coppola
Uno lee en el Evangelio de San Mateo (c.26 vs.14/15) “Entonces uno de los Doce, el llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y dijo: ¿Qué me dais, y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron treinta monedas de plata”. Repetido en Marcos (14/18: “Jesús dijo: En verdad os digo, me entregará uno de vosotros que come conmigo”), Lucas (22/48: “Jesús le dijo: “Judas ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”) y Juan (18/2: “Judas, el que lo entregaba. . .”). Entonces se siente profundamente conmovido por el dolor del sufrimiento que le espera a Cristo y también y mucho, por el hecho de la traición. ¿Porqué aparte del martirio tuvo que sufrir esa atroz acción?
Quizás para que el mundo se ubique en uno de los hechos que más daño producen al ser humano. Que puede destruir materialmente, pero en general lo hace mucho más profundamente en los ideales, la confianza, la fe, la credibilidad en el prójimo e incluso en toda la raza humana.
Por eso los traidores a la patria, según la Divina Comedia, con sus amigos y favorecedores, están sumergidos en el hielo, en la desembocadura del río infernal y un viento glacial les azota continuamente el rostro, les crujen sin cesar los dientes y lágrimas heladas les cubren los ojos. En la caverna más profunda del infierno, se hallan los tres traidores más grandes que el mundo ha conocido: Judas Iscariote, Bruto y Casio (asesinos de Julio César). Su castigo consiste en ser destrozados eternamente por las espantosas garras del príncipe del infierno.
Eso para Dante Alighieri, que escribía lo citado, cuando aún no había nacido la República Argentina. Aquí y ahora, podríamos agregar muchísimos, pero muchísimos más, para vergüenza por todos nuestros pecados. Pero... ¿vale la pena mencionar a todos los que nos sepultaron en este abismo de pobreza, desesperación y falta de sentir nacional del que cuesta tanto salir? ¿Vale la pena denunciar a los que por ignorancia, incapacidad, cobardía o corrupción, pero sobre todo por una enorme y fantástica corrupción, nos sumergieron en el Hades de la deuda externa? ¿Vale la pena insistir en un castigo para todos los que así traicionaron a su patria y a la buena fe de todos los argentinos, cobrando invariablemente sus treinta monedas de plata?
Sí, vale la pena. Y hay que insistir en ello, cuando el país bordea el abismo de la disolución nacional, de los enfrentamientos de todos contra todos, de la entrega de sus recursos naturales y los políticos, oficialistas o no, que nos han precipitado y nos precipitan a ello, pasean tranquilamente teniendo como sola preocupación el qué les puede deparar las próximas elecciones . Desfilan así desde Martínez de Hoz, al Innombrable y a Cavallo, artífices mayores de nuestra dependencia como nación, hasta el elitismo montoneril de hoy en día, con su listado de buenos y malos y con su afán sin límite de propagar sus ideas, haciendo uso de los dineros públicos como si fueran propios y yendo su desaforada publicidad desde los partidos de fútbol, hasta los viajes ininterrumpidos, por motivos de gobierno y por motivos personales y de negocios. Pero todos estos grupos, coincidieron y coinciden en el respeto supremo por la siempre presente deuda externa, con la que todo nuestro pueblo está sujeto hoy y por varias generaciones, a los vaivenes de las negociaciones y de los pagos que se hacen y se harán, por una deuda externa contraída en su origen de manera ilegítima y fraudulenta, nunca estudiada, totalmente imposible de pagar y repugnante desde el punto de vista ético, como condicionante de la supervivencia de nuestra nación.
Pero los responsables no pueden quedar en las sombras y deberemos buscar que tengan su merecido, aunque sea en sus bolsillos, supremo bien de sus existencias, aplicando para ello cualquier teoría habitual de lesa humanidad, con un corolario de imprescriptibilidad, por cualquier delito de carácter económico efectuado contra el país, en particular los relativos a la deuda externa.. Si no hay ejemplos de justicia, ni siquiera nos podemos consolar con la experiencia adquirida.
Para ellos debe de ser aplicable lo ya dicho en el Libro de Job: “Devoró riquezas, pero las vomitará, de su vientre las sacará Dios (20/15)” ya que “Todas las tinieblas están reservadas para sus tesoros (20/26)”.
LA PLATA, marzo 17 de 2011
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