Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, dedicó su reflexión televisiva
semanal, en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), para
referirse a “un valor importantísimo y olvidado, que es el pudor” aclarando que
“no hay que confundir el pudor con la mojigatería, con el ocultamiento
puritano” que son “más bien deformaciones hipócritas o enfermizas del pudor” y
lo aplicó al estado de nuestra Televisión.
Tras afirmar que “el pudor es un
sentimiento natural, no convencional, que poseen todas las personas honestas y
del cual carecen los descarados, los
desvergonzados, los degenerados, que se complacen en ostentar sus vicios y
perversiones”, sostuvo que “todo lo contrario del pudor es esa especie de
banalización de la sexualidad que se encuentra en tantos programas de
televisión y en uno especialmente, del cual se ha hablado mucho en las últimas
semanas. Es una especie de sex shop donde se ventila desvergonzadamente la
intimidad física, donde se trata el cuerpo humano como un objeto; se lo degrada
a la categoría de objeto y se hace con él lo que se quiere. Sobre todo, se
exhibe como objeto el cuerpo femenino”.
El prelado platense consideró que
“en ese programa se acumula la fealdad, la grosería, la indecencia, la
pornografía…” y lo consideró “un signo de la decadencia cultural que estamos
viviendo y soportando; especialmente si uno toma en cuenta que, según dicen,
tiene 25 o 30 puntos de rating”. Y añadió que al cumplirse “el sexagésimo
aniversario de la televisión argentina”
es “una buena ocasión para reflexionar un poco sobre esto” y se peguntó:
“¿A qué grado de estupidización ha sometido a nuestro pueblo?”.
También destacó que “estos
programas que tienen, al parecer tanta aceptación popular” son los que “medran
con la degradación cultural del pueblo argentino” y “aquí el problema de si lo
ven menores o no lo ven menores me parece en cierto modo secundario, porque
esto deshonra a todo el que lo mira. Y lo terrible es que el que lo mira es deshonrado por ello y no se da cuenta.
Quiere decir que se produce un adormecimiento de la conciencia”.
Recordó que el pudor “es una
especie de impulso a detenerse, a ser discreto, a proteger algo íntimo que no
puede ser exhibido indebidamente. Es un sentimiento que resguarda la intimidad
personal y que, en ese sentido, favorece el ejercicio correcto de la
sexualidad, del eros, del amor”.
Mons. Héctor Aguer explicó que
“el pudor es un ingrediente imprescindible para una conducta recta en ese
ámbito de la vida humana. Implica una cuota de vergüenza honesta y el saludable
temor de envilecer algo íntimo, que no se quiere comunicar de cualquier
manera”. Y lamentó que “se trata de un valor que se ha ido perdiendo en la
sociedad contemporánea”.
En el final subrayó que “aquí no hay
mojigatería ninguna en oponerse a esa desmesura sino que aquí se trata de un
valor fundamental de decencia sin el cual no se puede vivir seriamente aquello
que es más íntimo en la persona humana”, y consideró que “este exhibicionismo
tiene que tener algún freno, tiene que tener algún limite y me parece que el
límite lo tiene que poner, espontáneamente, la opinión general”.
Y dirigiéndose a los televidentes
dijo: “Por eso este discurso va dirigido a ustedes, porque es necesario
reaccionar. Si no se reacciona y si no se reacciona colectivamente, como una
especie de toma de conciencia de “hasta aquí llegamos pero no podemos seguir
así”, entonces esta decadencia cultural de nuestro pueblo va a continuar hasta
un abismo insondable. Y eso sería una hipoteca de la esperanza que podríamos
abrigar para el futuro argentino”.
Adjuntamos el texto completo de
la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Queridos amigos, hoy deseo
dedicar este encuentro con ustedes a hablarles de un valor importantísimo y
olvidado, que es el pudor”.
“Ante todo quiero decir, abriendo
el paraguas, que no hay que confundir el pudor con la mojigatería, con el
ocultamiento puritano. Estas son más bien deformaciones hipócritas o enfermizas
del pudor”.
“El pudor es un sentimiento
natural, no convencional. Es algo que poseen todas las personas honestas y del
cual carecen los descarados, los
desvergonzados, los degenerados, que se complacen en ostentar sus vicios y
perversiones”.
“¿Cómo podríamos describir el
sentimiento del pudor? Podemos decir que es una especie de impulso a detenerse,
a ser discreto, a proteger algo íntimo que no puede ser exhibido indebidamente.
Es un sentimiento que resguarda la intimidad personal y que, en ese sentido,
favorece el ejercicio correcto de la sexualidad, del eros, del amor. El pudor
es un ingrediente imprescindible para una conducta recta en ese ámbito de la
vida humana. Implica una cuota de vergüenza honesta y el saludable temor de
envilecer algo íntimo, que no se quiere comunicar de cualquier manera”.
“Se trata de un valor que se ha
ido perdiendo en la sociedad contemporánea. El hecho de que la palabra pudor ya
no suene y no circule en una conversación social, indica que este valor ha sido
puesto entre paréntesis”.
“Todo lo contrario del pudor es
esa especie de banalización de la sexualidad que se encuentra en tantos
programas de televisión y en uno especialmente, del cual se ha hablado mucho en
las últimas semanas. Es una especie de sex shop donde se ventila
desvergonzadamente la intimidad física, donde se trata el cuerpo humano como un
objeto; se lo degrada a la categoría de objeto y se hace con él lo que se quiere.
Sobre todo, se exhibe como objeto el cuerpo femenino”.
“En ese programa se acumula la
fealdad, la grosería, la indecencia, la pornografía… Es decir, es un signo de
la decadencia cultural que estamos viviendo y soportando; especialmente si uno
toma en cuenta que, según dicen, tiene 25 o 30 puntos de rating”.
“Se ha cumplido el sexagésimo
aniversario de la televisión argentina en estos días y creo que es una buena
ocasión para reflexionar un poco sobre esto. ¿A qué grado de estupidización ha
sometido a nuestro pueblo?”.
“Precisamente estos programas que
tienen, al parecer tanta aceptación popular son una fuente de ganancias para
los empresarios y para todos aquellos que medran con esto. Medran con la
degradación cultural del pueblo argentino”.
“Aquí el problema de si lo ven
menores o no lo ven menores me parece en cierto modo secundario, porque esto
deshonra a todo el que lo mira. Y lo terrible es que el que lo mira es deshonrado por ello y no se da cuenta.
Quiere decir que se produce un adormecimiento de la conciencia”.
“Quiero subrayar sobre todo esto:
lo que significa semejante atentado contra la dignidad humana en cuanto a la
noción del amor, del eros, de la sexualidad. Aquí no hay mojigatería ninguna en
oponerse a esa desmesura sino que aquí se trata de un valor fundamental de
decencia sin el cual no se puede vivir seriamente aquello que es más íntimo en
la persona humana”.
“Este exhibicionismo tiene que
tener algún freno, tiene que tener algún limite y me parece que el límite lo
tiene que poner, espontáneamente, la opinión general”.
“Por eso este discurso va
dirigido a ustedes, porque es necesario reaccionar. Si no se reacciona y si no
se reacciona colectivamente, como una especie de toma de conciencia de “hasta
aquí llegamos pero no podemos seguir así”, entonces esta decadencia cultural de
nuestro pueblo va a continuar hasta un abismo insondable. Y eso sería una
hipoteca de la esperanza que podríamos abrigar para el futuro argentino”.
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