Comedor tradicional
La solución para evitar la introducción de leyes contrarias a la
institución de la familia “además de la formación de un movimiento de
opinión pública” consiste en imbuir a los hijos de las tradiciones
familiares, pues, en cuanto estas perduraren, esos actos legislativos
encontrarán una sana resistencia.
La tarea de hacer renacer las tradiciones en las familias puede y debe ser la obra de cada
uno en su propia casa.
Sólo se puede esperar la abolición de las leyes
revolucionarias a partir de un gran movimiento de opinión. Pero lo que
cada uno puede hacer es reavivar en su ambiente el espíritu de familia. Así,
hará a los suyos el mayor bien posible, y al mismo tiempo preparará la
renovación de la sociedad.
Porque es necesario que haya tradiciones
sustentando las leyes, para que ellas tengan la fuerza que el
asentimiento del corazón les proporciona; de la misma forma que es
necesaria la educación familiar para sustentar las tradiciones,
mantenerlas, hacer que ellas se tornen el principio de las costumbres,
sin las cuales las buenas leyes no son nada, y contra las cuales las
leyes nada pueden…
Transmisión de las “tradiciones de familia”
¿De dónde viene la inercia ante leyes que erosionan a la familia? De
que no existan en los espíritus ideas firmes, principios sólidamente
establecidos en las almas, y sí ideas vagas y fluctuantes, incapaces de
dar energía a los corazones. ¿Y por qué las ideas en nuestros días
fluctúan de ese modo? Porque las ideas-matrices, las ideas-principios no
fueron impresas en el alma de los niños por padres en los cuales ellas
habían sido inculcadas por las enseñanzas de los abuelos, a su vez
imbuidos de esas verdades por los antepasados. En una palabra porque no
hay más tradiciones en las familias.
Había antaño una idea difundida de modo general, casi religiosa,
asociada a la expresión “tradiciones de familia”, entendida en su mejor
significado, que designaba la herencia de las verdades y de las
virtudes, en el seno de las cuales se formaron las características que
hicieron la duración y la grandeza de la Casa.
Hoy en día esa expresión no dice nada a las nuevas generaciones.
Estas surgen en un día para desaparecer al siguiente, sin haber
recibido, y sin dejar después de ellas aquella fuente de recuerdos y de
afectos, de principios y de costumbres, que antes eran transmitidos de
padres a hijos y colocaban a las familias que les eran fieles por encima
de las que los despreciaban.
Toda familia que tiene tradiciones las
debe, de modo general, a uno de sus antepasados, en el cual el
sentimiento del bien fue más fuerte que en el común de los hombres, y al
cual fueron dadas la sabiduría y la voluntad para inculcarlas a los
suyos.
Progreso moral
La verdad es un bien “dice Aristóteles” y una familia en la cual los
hombres virtuosos se suceden es una familia de hombres de bien. Esta
sucesión de virtudes tiene lugar cuando la familia se remonta a un
origen bueno y modesto, pues es propio de un principio el producir
muchas cosas semejantes a sí mismo. Por lo tanto, cuando existe en una
familia un hombre tan unido al bien que su bondad se comunica a sus
descendientes durante muchas generaciones, de ahí se deriva
necesariamente una familia virtuosa.
Todo hombre que quiera formar una “familia virtuosa” debe persuadirse
enseguida de que su deber no se limita “como quiso Rousseau” a proveer a
las necesidades físicas de su hijo mientras no tengan medios de
proveerlas por sí mismos. Él le debe la educación intelectual, moral y
religiosa.
El animal tiene la fuerza necesaria para atender a las
necesidades corporales de la prole, y esto le basta. Pero el niño, ser
moral, tiene muchas otras necesidades, y es por eso que Dios dio al
padre de familia la autoridad para formar la voluntad de sus hijos y
hacerlos entrar, mantenerse y progresar en el camino del bien. Esa
autoridad, Dios la quiso permanente, porque el progreso moral es obra de
toda la vida. Según las intenciones de la Providencia, el progreso debe
desarrollarse y crecer con la edad, y por eso es necesario que la
familia humana no se extinga en cada generación.
El vínculo familiar
debe subsistir entre muertos y vivos, enlazar unas a otras todas las
filiaciones de una misma descendencia, manteniéndose así durante siglos
en las razas vigorosas.
(Mgr. Henri Delassus, L’Esprit Familial dans la Maison, dans la Cité
et dans L’État, Société Saint-Augustin, Desclée, De Brouwer, Lille,
1910, pp.146 a 150)
Fuente: Acción Familia
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