En la foto: Las Servidoras del Señor y de la
Virgen de Matará en Alepo, Siria
San Rafael (Mendoza) (AICA- viernes 12 de agosto de 2012): Desde hace más de un año y medio, la
prensa mundial y nacional informa diariamente el drama que vive Siria, donde la
guerra civil ha provocado la muerte de miles de personas y la huida de muchos
otros miles hacia los países limítrofes.
En medio del tronar de las bombas y del llanto de los niños y las
madres, una joven religiosa argentina que está misionando en Siria, la hermana Celina, de las Servidoras del Señor y
de la Virgen de Matará, rama femenina del Instituto del Verbo Encarnado, envió
a su familia una carta en la que narra la situación de la gente en el conflicto
bélico, su actividad de ayuda a los que sufren, e incluso sus dudas acerca de
su permanencia en ese país.
El padre Ricardo Carey, superior provincial del Instituto del Verbo
Encarnado, hizo llegar a AICA una copia de esa carta, cuyo texto, por
considerarlo de mucho provecho espiritual, publicamos a continuación:
LA
CARTA
Querida Familia:
¡Hola! ¡Alabado sea Jesucristo!
Ya es muy tarde y no puedo dormir por eso es que me puse a escribir… He dado
muchas vueltas en la cama rezando el Rosario pero no hay caso. Los ruidos de
las bombas son cada vez más cerca y seguidos. No es que tenga miedo, ¡para
nada! Solo que no puedo dejar de pensar en la pobre gente que está sufriendo.
Los padres de familia, las pobres madres desesperadas por proteger a sus
hijitos, los jóvenes soldados que están lejos de sus familias y que no saben si
van a pasar la noche. En fin… No me queda más que encomendárselos a nuestra
Madre del Cielo para que interceda ante Dios y tenga misericordia de todos
nosotros. Y por otro lado no puedo dejar de dar gracias a Dios por todo lo que
nos da cada día, aun en medio de tanta confusión.
Como todos sabrán, ya hace más de
un año y medio que comenzaron los disturbios en el país y hasta el día de hoy
no se sabe qué va a pasar. Todo empezó con algunas manifestaciones en distintas
partes del país; luego la oposición se fue organizando y tomaron algunas
ciudades importantes y hoy en día ya se habla de guerra civil.
La situación se está volviendo
caótica. Ahora nos cortan cada vez más horas de luz y lo mismo pasa con el
agua. En algunos barrios más populares llegan a pasar hasta 10 horas al día sin
luz y como estamos en verano, las temperaturas llegan a 47 grados en el día y
por la noche 40. No hay combustible así que de a poco también se va parando el
trabajo. El gas está carísimo… Hasta hace unos meses costaba 300 LS [libra
siria] la garrafa y ahora cuesta 3.500 LS. Para que se den una idea, el sueldo
de un empleado es de unas 8.000 LS al mes y ahora casi la mitad del sueldo lo
gasta en una garrafa. Y así está todo de caro, los alimentos, la carne, la
fruta y hasta cuesta conseguir pan. La gente está con mucho miedo y triste, sin
esperanzas. Hay muchos cristianos que han dejado el país y los pocos que quedan
están viendo cómo hacer para irse.
Nosotros seguimos aquí, haciendo
presencia y ayudando en lo que se puede. El otro día me preguntaban si tenía
sentido seguir en esta misión como estaba la situación y me quedé pensando y le
hice la misma pregunta a Dios. No tardó mucho en darme la respuesta. Al rato
llegó una señora llorando muy preocupada, pidiendo solo ser escuchada y con el
árabe medio atravesado (como lo hablamos) darle un pequeño consejo, una
palabrita de consuelo, un apretón de mano.
Después, los jóvenes de la
Iglesia nos pidieron si podían venir a quedarse en nuestra casa algunos días
para poder hacer algo distinto. Les dijimos que sí e hicimos 3 días de
campamento. Aunque no parezca, es muchísimo lo que se puede hacer con la sola
presencia, la gente lo valora mucho y para ellos es un ejemplo. Estos mismos
jóvenes nos han pedido si pueden hacer Ejercicios Espirituales. Así que también
está esa idea, poder hacerles ese bien, para que puedan descubrir la verdad.
Para que descubran, en definitiva, a Cristo, el único que merece ser servido,
por el cual ¡vale la pena perderlo todo!
Yo estoy bien, ¡estoy muy bien!
Tengo una gran tranquilidad y paz en mi alma. Siento la misma felicidad que
sentí el día que hice mis votos perpetuos, el día que decidí darle mi vida a
Dios para siempre. Y creo que es por eso que estoy tan bien, porque es ahora
cuando Él me pide que dé muestras de mi verdadero amor.
La única cosa que me tenía
preocupada eran mis padres, sobre todo mi mamá y su precaria salud. He pensado
muchas veces en dejar la misión para no hacerlos sufrir a ellos, para que no
vaya a ser motivo de que la salud de mi mamá empeore y sin embargo el otro día
cuando hablé con ella y le conté la verdad de lo que estamos pasando, me dijo:
“Hija, quedate tranquila que yo estoy muy bien. Por mí no quiero que dejes nada
y no olvides que lo más importante es la caridad con los demás. No dudes nunca
en dar un plato de comida al que lo necesite, aunque tengas que sacarte la
comida de la boca. Cuídense y sean prudentes. Dios los cuida y Él no va dejar
que les pase nada”.
Realmente, las palabras de mi madre
me llenaron el corazón y me dieron más aliento para seguir adelante, para darlo
todo (¡como ella misma me dijo y me ha enseñado siempre!). Me sentí orgullosa
de ser su hija. Por eso también no puedo dejar de dar gracias a Dios por los
padres que me regaló.
El mundo podría pensar: ¿qué
clase de madre es aquella que prefiere tener a su hija lejos, en un país en
guerra, sabiendo que en cualquier momento le puede pasar algo? Ese es el
verdadero amor de una madre, un amor desinteresado, que lo da todo ¡sin esperar
nada! Estoy más que segura que ella en estos momentos se muere por poder
tenerme a su lado, pero entiende mi misión, sabe que es Dios el que me ha
puesto en este lugar y es por algo. Sabe que no hemos sido hechos para este
mundo, que aquí solo estamos de paso. Y lo más importante de todo esto, es que
ella también sabe que hay un premio que vamos a recibir las dos si somos fieles
a la voluntad de Dios…
Por eso no tengo ninguna duda que
esto que estamos pasando redunda en un bien muy grande. Sé que sus oraciones,
dolores y sufrimientos hacen que yo esté bien aquí donde estoy. Y sé también
que mis oraciones y sacrificios hacen que ella esté fuerte y bien, a pesar de
su enfermedad. ¡Dios no nos deja nunca!
No menos mérito tiene todo lo que
hace mi padre. Aunque de modo silencioso y sin expresarlo, sufre igual pero me
apoya. ¡Dios les regale el Cielo a los dos porque se lo tienen merecido!
Tampoco puedo dejar de dar
gracias por mi otra familia, mi Familia Religiosa. Es muy importante el apoyo
que me dan mis superiores y la preocupación que tienen por nosotros. Y también
mis compañeros de misión que me edifican con su ejemplo y sus ganas de seguir
aquí a pesar de todo lo que pasa.
Bueno, ya me voy despidiendo.
Pero antes quiero pedirles dos cosas:
1. Que no dejen de rezar por nosotros, por
nuestra misión, por tanta gente que está sufriendo, por la paz no solo de Siria
si no del mundo entero.
2. Que sean agradecidos con Dios
por todo lo que nos da. No se queden en las pequeñeces y tonteras del mundo, en
lo material, en lo que no llena el alma. Cuando tengan cualquier problema o
dificultad sepan que hay otro que la está pasando peor, que hay otro que tiene
dolores más grandes, que hay personas que sufren mucho más. Ofrezcan cada cosa
de cada día por aquellos que más lo necesitan. Cuiden el alma, porque todo lo
demás pasa… Como dijo tan hermosamente San Agustín: “Nos hiciste Señor para ti
y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”
Sepan que los quiero mucho y que
los extraño un montón a todos, pero que estoy muy unida a ustedes por la
oración. Mientras tanto, Familia mía, porque no nos separemos, llévenme en sus
corazones, que en mi corazón los llevo. Dios los bendiga y María los proteja
siempre…
¡Un fuerte abrazo hasta lo
eterno! Celina.+
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.