El
Convento de Santo Domingo (la iglesia en 1909 fue elevada a la
condición de basílica, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario)
está ubicado en la avenida Belgrano esquina Defensa de la ciudad de
Buenos Aires. A tres cuadras de la Plaza de Mayo y a cuatro de la Casa
de Gobierno, donde antiguamente se ubicaba el Fuerte, lugar de
residencia de las autoridades coloniales y de los primeros gobiernos
patrios. Construido a partir de 1751, fue consagrado en 1783 y dirigido
por la orden de los domínicos predicadores. Desde 1903 en el mausoleo
existente en su atrio, se guardan los restos del general Manuel
Belgrano, quien perteneciera a la orden. Actualmente el Convento tiene
su aspecto original, con excepción de la torre de la derecha, construida
en 1849. La de la izquierda, conserva aún las marcas de los proyectiles
que dieron contra ella, en las jornadas de julio de 1807. Reflejado
esto en una pintura de Eméric Essex Vidal de 1820.
A
las tres de la tarde del 12 de agosto de 1806, los ingleses vencidos,
cuyos últimos soldados se habían refugiado en el Fuerte de la ciudad de
Buenos Aires, rindieron sus banderas y sus armas a los pies de los
vencedores. Había terminado la primera intervención militar británica en
nuestro suelo, que sólo duró cuarenta y seis días. Las banderas
capturadas, según promesa hecha por Liniers, fueron entregadas para su
custodia al Convento de Santo Domingo.
Pero
el peligro continuaba. Así es como el 12 de septiembre de 1806, Liniers
dispone la formación de milicias populares, adelantándose al concepto
de pueblo en armas. Se forman regimientos según su origen, a fin de
lograr mayor cohesión y espíritu de cuerpo.
El
último día de junio de 1807, con los británicos a punto de regresar en
su afán de conquista y habiendo ocupado Montevideo en febrero, se
realiza una parada con ocho mil hombres en la Plaza de Mayo, los que
están dispuestos con fervor a defender su patria.
No eran muchos considerando la fuerza invasora que se aproximaba, pero
contaban con el apoyo incondicional de la población. Es ahí cuando se da
el insólito hecho de que el Cabildo de la ciudad, entrega al recién
formado Tercio de Gallegos, para que tenga música apropiada, una gaita... que había sido tomada al Regimiento 71 de Highlanders de Escocia el
año anterior.
El
5 de julio de 1807, habiendo sido dispersas las fuerzas patriotas en
combates previos, los ingleses se disponen a entrar en la ciudad de
Buenos Aires. Los esperaban, no sólo las fuerzas militarizadas, sino la
espontánea intervención en la lucha, de todos los habitantes, sin
distinción de clases, edades ni sexos. Ya había afirmado Domingo Matheu:
“Para defender la ciudad no necesitamos generales”.
Si
bien estaban los casos de Saturnino Rodríguez Peña y de Aniceto
Padilla, que ayudaron al general Beresford y al teniente coronel Pack a
escapar a Montevideo, pocas adhesiones habían contado los invasores en
1806. Cuando afirmara Belgrano “amo viejo o ninguno”, que pronto se transformaría en “ni amo viejo ni amo nuevo, ningún amo”.
Por eso pudo afirmar años después el general Whitelocke en el juicio
que se le siguió en Inglaterra, a raíz del fracaso de la segunda
invasión: “A mi llegada esperaba encontrar una
gran porción de los habitantes preparados a secundar nuestras miras;
pero resultó ser un país completamente hostil, en el cual, ni por
conciliación, ni por interés, nos era posible dar con un amigo que nos
ayudase, aconsejase o proporcionase los datos más insignificantes”.
Ese
5 de julio, las fuerzas británicas entraron con varias columnas en la
ciudad. La que comandaba el general Crawford, que integraba el teniente
coronel Dennis Pack, jefe del Regimiento 71 de Highlanders, que había
jurado no volver a levantar las armas contra las fuerzas de Buenos
Aires, lo hizo por la actual calle Defensa desde el bajo, tomando el
Convento de Santo Domingo y atrincherándose en él. Fue un error táctico y
ahí fueron atacados por las milicias, mientras se iban rindiendo en
toda la ciudad los invasores. En la torre del Convento flameaban dos
banderas inglesas, que habían recuperado los momentáneos ocupantes, de
las rendidas en 1806. El Convento fue ametrallado por las fuerzas
patriotas y finalmente fueron vencidos sus ocupantes. Bernardo Pampillo,
capitán de la 7ma. compañía del Tercio de Gallegos, recibió la espada
de rendición de Crawford, en la tarde de ese día. Pero ahí y en ese
sitio, no termina esta historia, pues el pueblo quería la cabeza del
perjuro Pack, que entendían permanecía refugiado en el interior del
Convento y que debía pagar la traición con su sangre.
Cuenta
Pastor S. Obligado en su libro “Tradiciones de Buenos Aires” (escrito
hacia 1890, Edit.Universitaria de Buenos Aires, 1964, pág.28 y stes.),
el desenlace de esta situación, que resumo: cuando se rindieron los
ingleses en Santo Domingo, llega a caballo José Antonio Leiva, sobrino
del prior, quien pide a gritos la entrega de Pack, que sabía entre los
rendidos. El prior lo tenía escondido, porque sabía que si lo ubicaban
lo matarían y para distraer a Leiva, le pide que baje las banderas
inglesas de la torre del convento y reponga en ese lugar la española. Su
sobrino lo intenta, pero con tan mala fortuna, que resbala, cayendo desde treinta metros de altura. El flamear de las banderas atenúa la caída y
Leiva sobrevive, pero con una sordera que lo acompañaría toda su vida. Y
Pastor Obligado comenta así, que fue el primer hombre que voló en
Buenos Aires. Que le reconoció su heroicidad recién en 1859.
El
martes 7 de julio de 1807, se firma la capitulación de los invasores.
En ella se dispuso, entre otras cosas, la evacuación de Montevideo, la
devolución de los prisioneros, las armas y las banderas. Pero
Liniers se negó a entregar las tomadas en 1806. Cuatro, que están en el
Convento de Santo Domingo, al fondo de la nave lateral de la izquierda,
conjuntamente con dos banderas realistas.
LA PLATA, septiembre 19 de 2011.
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