lunes, 23 de abril de 2012

¿ES CIERTO QUE POR LA CIENCIA NO SE PUEDE CONOCER LA EXISTENCIA DE DIOS?




Por Emilio Nazar Kasbo

He escuchado recientemente que alguien expresó que por la ciencia no se puede conocer la existencia de Dios, pero que tampoco es posible por esa vía demostrar su no-existencia.

Epistemología
La epistemología es el estudio de las ciencias, y se distingue de la gnoseología, ya que esta última es el estudio del conocimiento.
A la epistemología, se opondría como contrapuesta, como contradictoria, una imposible “doxalogía”, un estudio de la “opinión”, ya que ésta, por esencia, trataría de aquello que puede o no ser, de modo que la ambigüedad de sus conclusiones la invalidaría como estudio.
Hay quienes erigen la “doxa” (la opinión) elevándola al nivel de “episteme” (la ciencia), y en este apartamiento ya no puede hablarse de Filosofía, sino de mera literatura con formato de filosofía, una especie de “literatura-filosófica”, o de “filosofía-ficción”. Esto es así, en cuanto la Filosofía tiene por fin el Amor a la Verdad, y la Verdad se contrapone al error. Es cierto que hay ciertas verdades (con minúscula) que son opinables, pero ello ha de darse en el marco precisamente del Amor y de la Verdad, que permiten el Amor a la Verdad como Filosofía.
Debemos aclarar, además, que esas “ciertas verdades” que resultan opinables, sólo pueden darse en el marco de la categoría aristotélica de relación, en cuanto a la comparación de dos bienes que entre sí pueden ser indistintos o idénticos, pero a la vez igualmente buenos, quedando ese caso reservado a la virtud de la Prudencia, en el marco del referido Amor a la Verdad.

Relativismo aberrante
La relativización de la Verdad, es un desvío de la Filosofía. Relativizar la Verdad es falsearla, es mentir, y esto es contradictorio respecto de la Verdad. La relativización consiste en que la Verdad expresada como universal afirmativa o como universal negativa, es tomada como particular afirmativa o negativa, es equiparada a su subalterna o a su contradictoria. Así, queda eliminado todo lo que sea una expresión universal, ya que es inadmisible todo universal para un relativista, exceptuando la universalización del relativismo.
El principio metafísico de no contradicción, de ese modo, queda roto. Los juicios contradictorios implican que entre dos afirmaciones universales, una afirmativa y otra negativa, si una es verdadera la otra será falsa, en tanto que ambas no pueden ser a la vez verdaderas, o a la vez falsas.
Lo mismo quedan eliminados los contrarios, ya que ambos no pueden ser verdaderos, aunque puedan ambos ser falsos. La mera posibilidad de que un universal pueda ser verdadero, o que un juicio sea universalmente falso, también repugna al relativista, quien cae así en una aberración intelectual.
Finalmente, también se eliminan los subalternos, ya que al no existir para ellos juicios universales que aseguren la veracidad de una afirmación particular, la deducción y la inducción (que es relativa a la extensión que corresponda), quedan descartadas.
Precisamente, el relativismo consiste en eliminar los juicios universales. Esto produce que sólo exista tal “ciencia de los particulares”, que resulta, como hemos afirmado, imposible como ciencia. Todo se reduce a un empirismo de multiplicidad de casos que no puede asegurar leyes universales, tal como sucede con la psicología de orientación psicoanalítica en la medida que acaba derivando en una multiplicidad de casos prácticamente inconexos, y sin poder descubrir el motivo de las curaciones que permitan la aplicación a otros casos similares. ¿Puede a esto llamarse “ciencia”? De ninguna manera.
Lo opinable reduce todo a subcontrarios que pueden ser ambos verdaderos, sin contradicción alguna entre ellos, y de ese modo todo conduce al relativismo absoluto, que universaliza sólo la relatividad, como dogma o principio a priori de todo razonamiento. Así, partiendo del error, o admitiendo el error como si fuese Verdad absoluta, todo razonamiento que continúe por esa vía no hará más que profundizar ese error. De ningún modo puede llamarse a esto Filosofía, y mucho menos “ciencia”.
Efectivamente, no existe “ciencia” de los particulares, y volvemos así al problema epistemológico que planteáramos inicialmente.

Determinar qué es ciencia
Es a la epistemología a la cual corresponde determinar qué es ciencia, y en cuanto a su objeto formal, estudia el valor del conocimiento y la verdad de tal conocimiento. ¿Cómo podrá desarrollar su objeto formal, si precisamente no existe Verdad universal, sin poder establecer leyes?
La objeción antimetafísica lleva a destruir toda epistemología, porque ha descartado la ontología propia del pensamiento realista en el marco de la filosofía perennis (es decir, que no es ni materialista ni idealista).
La Metafísica, y en particular el estudio de la ontología, tiene un valor en sí misma, y es lo primero que debe ser aprendido en la Filosofía. A su vez, la herramienta intelectual es la lógica, junto con la Epistemología (que es llamada también “Lógica Mayor”). Precisamente la Epistemología es la rama filosófica que permite discernir la ubicación de las ciencias, y ordena las ramas de la Filosofía, estableciendo además los alcances de cada ciencia.
La ciencia implica un conocimiento verdadero y estructurado como tal, en las diversas ramas del conocimiento humano. La Verdad como tal, es estudiada en la Ontología. Para los griegos, la episteme permite alcanzar sin engaño la verdad, a la cual llamaban «aletheia».
Regis Jolivet, afirmaba que "El término ciencia se dice desde un punto de vista objetivo y desde un punto de vista subjetivo". Desde tal punto de vista objetivo, la ciencia es el conjunto de verdades lógicamente encadenadas entre sí, de modo que formen un sistema coherente. Desde el punto de vista subjetivo, la ciencia es el conocimiento cierto de las cosas por sus causas o por sus leyes.
Siguiendo a Jolivet, es posible concluir que no hay ciencia sin verdades, ni hay ciencia que carezca de un encadenamiento lógico de tales verdades, o que estas no formen un sistema coherente. Tampoco es ciencia el conocimiento incierto, ni un conocimiento que no sea de las causas o de las leyes de las cosas que son objeto de su estudio.

¿Ciencia literaria?
Remanida es la literatura de historia-ficción, que en base a ciertos hechos reales, encuadra una creación artística en una determinada época histórica y pretende constituir casi una “verdad histórica”, cuando la única “verdad” que posee es de naturaleza literaria pero no histórica. Aquí no hay ciencia histórica, sino literaria.
Más claro resulta con la literatura de “ciencia ficción”, donde la fantasía se explaya en los más diversos horizontes, del presente, del pasado o del futuro incluso: no es ciencia empírica, es ficción, es un arte narrativo, que se encuadra en tal ciencia.
Efectivamente, la literatura implica un conocimiento de tal ciencia, que permite su desarrollo técnico, su realización práctica. Pero no se debe confundir esta ciencia con la Historia, con el Periodismo, o incluso con la Filosofía.
Boecio ya en su época se lamentaba de que muchos utilizaban el nombre de Filosofía para hacer pasar bajo su manto algo que dista mucho de la Verdad, y por tanto de la misma Filosofía.
La “literatura filosófica” es mucho más prolífica de lo que muchos pueden pensar. Se puede detectar porque carece de las notas que Jolivet mencionaba, y el error en el juicio inicial encadena una serie de afirmaciones que acabarán en una gran sinrazón, alejada de la realidad. Resulta claro que para todos estos fabuladores filosóficos su pensamiento no afecta a la vida práctica de quien pudiera sostener dislates intelectuales presentados de modo “coherente”. Porque tal como decía un italiano: “la Filosofía es la ciencia con la cuale, o sin la cuale, el mundo sigue tal cuale”. El desorden del pensamiento, ya sea el idealismo que niega el correlato de la inteligencia con los seres, o el materialismo que niega la realidad de la espiritualidad humana, no es capaz de derogar el orden real del mundo, la existencia de la verdad como adecuación de la inteligencia al ser, así como el reconocimiento de la espiritualidad del hombre, que seguirán existiendo a pesar de la literatura que pretenda negarlos. Lo mismo sucede respecto de la negación del Primer Motor Inmóvil, al cual la razón humana puede llegar a conocer tal como lo hizo Aristóteles varios centenares de años antes de Cristo.
¿Cómo puede alguien hablar de ciencia, si pretende que el Universo se encuentra en la mente humana, pero afirma desconocer si existe un correlato fuera de tal mente? La conclusión es demencial, sin lugar a dudas. Tal incertidumbre es repelida por el conocimiento científico. ¿Cómo puede alguien hablar de ciencia, si pretende que el Universo es pura materia, y niega el mismo principio espiritual que le permite analizar aquello que carece de materia alguna? Tal categórica negación materialista es repelida también por el conocimiento científico.


Dios y la Epistemología
¿Qué tiene que ver, entonces, Dios con la Epistemología? Pues que precisamente quienes elaboran la “literatura filosófica”, carecen de una “Filosofía de la literatura”, y por tanto desconocen los límites de su ciencia, pretendiendo extenderlos más allá de lo que corresponde.
Es la Epistemología la encargada de determinar hasta dónde puede llegar cada conocimiento científico estructurado en ciencia. La literatura, o la poética en general al decir de Aristóteles, posee sus normas, y puede llegar por otras vías tan alto como lo más elevado de la Filosofía… aunque también puede conducir al error o a lo más bajo, puesto que no es el criterio de Verdad, sino de Belleza en el arte lo que caracteriza tal ciencia, y tanto se apartará de la Verdad cuanto se aparte de la Belleza (que señala el Absoluto Infinito de la Perfección).
Hoy se carece del más mínimo encuadre óntico-epistemológico de las ciencias, y de allí surgen clasificaciones arbitrarias de “ciencias duras” y “ciencias blandas”, criterios que distan mucho de la Verdad como elemento principal de la ciencia. Tal clasificación descarta como verdaderas ciencias a la Filosofía, la Moral, la Literatura o el Derecho, llegando al atrevimiento de negar carácter científico a la misma Teología católica.
Efectivamente, a la luz de la Verdad, la Teología es la ciencia superior a la cual el hombre puede aspirar a conocer... pero a la luz de la mentira, se dirá todo lo contrario.
Se llega por la vía de la omisión de la ontología, a erigir en ciencia una pretendida “ciencia de las opiniones” o una “ciencia de los particulares”, algo impensable, ya que carecerá de principios absolutos, de universales que permitan extraer los principios por los cuales se guía la ciencia concreta para aplicar sus soluciones.
Un mal diagnóstico, arrojará una mala terapia… o aplicará una terapia a quien no lo necesita, a quien está sano. El mal diagnóstico inicial, es la falta de conocimiento Metafísico, o su directa contradicción.

Desenmascarar lo anticientífico
Urge entonces la labor de desenmascarar aquello que vela la razón, de quienes llevan al extravío por las vías de una pseudociencia.
Sí: ellos tienen una pseudociencia, tienen reglas por las cuales permiten fluir pensamientos, cuya única consigna es dañar la ciencia, mediante el daño a la Verdad, que en última instancia es la Persona de Jesucristo.
Efectivamente, en todo descrédito del realismo filosófico, se esconde una malicia antiteológica. Equiparar al Filósofo con los sofistas, se llamen como se llamen, Descartes, Rousseau, Occam, Kant, Marx, Darwin, Spinoza, Freíd o Derrida, siempre se realizará con daño a la Teología.
No es posible estudiar Matemáticas, Psicología, Contabilidad, Derecho, Arquitectura, Biología, Astronomía o cualquier otra ciencia, "blanda o dura", sin darse cuenta de que hay algo de Dios en ello. Y es obligación de la Epistemología develarlo, hacerlo explícito, determinando a qué ciencia corresponde tal o cual obra, y dónde se equivoca. Pero para eso, es necesario volver al básico "cuadrado de Apuleyo", que de ningún modo era un "cuadrado", es necesario reconocer la existencia de juicios universales, es necesario descartar el relativismo, y restaurar la ciencia al lugar que le corresponde.
Sí: la ciencia puede descubrir a Dios, puede mostrar que Dios existe, toda ciencia, incluso la literatura. Para eso, tiene que reconocer la existencia de la Verdad Universal...
Mientras tanto, en los Seminarios se carece de una materia permanente en cada uno de los años de preparación para ser Sacerdotes, desde el principio al final, que sea “Tomismo”, y otra que se llame “Patrística”. En los Seminarios pasan más tiempo estudiando una filosofía anticatólica y derivaciones que ya están rayanas en el disparate, y una pseudoteología acorde, pseudoteología modernista de la incertidumbre, pseudoteología del error, pseudoteología pelagiana, pseudoteología inmanentista que niega la Gracia como base y principio de las Virtudes Sobrenaturales y de toda vida humana en este mundo. La Epistemología en Teología, debería desenmascarar toda esa “literatura teológica” y denunciarla como tal.
El Universo entero canta el Orden de Dios, y no es posible contemplar la más banal materia o la más suprema inteligencia humana, sin ver en ello a Dios. Incluso el Orden Social nos remite a Dios mismo.
Toda una labor que aun no se ha desarrollado con rigor científico, ónticamente y epistemológicamente hablando… toda una labor apologética cuyo desafío se debe emprender.

CARTA AL SR. JORGE RAÚL LASKOVSKI




Por Ernesto Damián Sánchez Ance.


Sr Jorge Raúl Laskowski:
De mi mayor consideración.

Habida cuenta que al no adherir a ninguna variante del Pensamiento Políticamente Correcto, no tengo la suerte de que La Gaceta publique mis opiniones sobre temas políticos, es que respetuosamente me dirijo a usted, quien, al tener un discurso afín al Sistema o Régimen de Dominación, goza de ese privilegio.
He leído su carta, publicada por el mencionado diario en el día de la fecha: http://www.lagaceta.com.ar/nota/487203/Opinion/-cartas-lectores-.html
Quiero comentarle que, al igual que usted, yo también pienso que el Petróleo debiera estar en manos del Estado, ya que como usted muy bien lo describe, “tratándose el petróleo, de un más que preciado recurso natural, luego de nuestra penosa experiencia privatizadora, hoy deberíamos estar comprendiendo el porqué más del 90 % de tal recurso, a nivel mundial, permanece bajo el control de los respectivos estados nacionales”.
Sin embargo, soy muy escéptico a la renacionalización de YPF. ¿Motivos?
Sin ser un ciudadano interiorizado en estos temas, le diré que me parece una tomada de pelo que los culpables de que nuestro país haya dejado de autoabastecerse en materia energética, y que quienes durante años no criticaron con la fuerza debida el pésimo accionar de Repsol, ahora vengan a hacernos creer que ellos son los mas aptos para corregir los “errores”.
No es uno de los temas que yo domine la cuestión legal, como tampoco estoy tan al tanto de los negociados de los que son acusados Enarsa y De Vido. Por lo tanto, a lo mejor, no sean del todo contundentes mis argumentos. Sin embargo, yo no puedo confiar en el Menem-kirchnerismo que veinte años atrás privatizó YPF y hoy alegremente y sin medir las consecuencias lo quiere renacionalizar.
Usted, que está en el caso de esta renacionalización del mismo lado del Menem-kirchnerismo, sabe muy bien que muchos países quisieran tener Petróleo en su subsuelo. Sin dudas que, del mismo modo que el agua será el motivo de las guerras del futuro, desde hace años que el petróleo es una de las causas de guerra desde hace ya décadas, como sucedió aquí cerquita nomás, entre Bolivia y Paraguay. Entonces, ¿porqué el Menem-Kirchnerismo privatizó YPF?; ¿Porqué de privatistas pasan a renacionalizadores? (queda claro que ni kirchneristas ni menemistas son nacionalistas. Ni siquiera seudo nacionalistas).
Me llama la atención cuando usted dice: “Me cuesta creer que existan argentinos bien nacidos que se expresen en contra de la renacionalización de YPF”.
Entonces, queda claro que para usted, si algún argentino, totalmente sorprendido por la renacionalización de YPF, poniendo en la balanza los pros y los contras de la misma, piensa distinto de usted, merecerá el calificativo de “mal nacido”.
La hipocresía es uno de los defectos de ustedes, los demócratas, que se llenan la boca acusando de “fachos”, “intolerantes”, “autoritarios”, etc a quienes disienten con algunas de vuestras ideas, pero después terminan siendo verdaderos amordazadores.
Usted dice: “La Presidenta (correspondería decir la Presidente, pero bueno… eso no viene al caso) ha dicho que se privilegiará una conducción profesional y altamente especializada. Iguales condiciones deberían cumplir todos los estamentos que se creen para lograr un eficiente y eficaz control de todo cuanto se haga en la nueva empresa”. Muy bien. Es lo que correspondería. Pero también soy muy escéptico en este tema, toda vez que la experiencia de los jóvenes de La Cámpora en Aerolíneas no es la más feliz.
También ud afirma: “Recuerdo que una de las causas expresadas reiteradamente durante la época de las privatizaciones era la de los verdaderos centros de corrupción en que se había convertido cada emprendimiento que estuviera en manos del Estado”. A esto, Sr Jorge, yo le voy a aportar una idea que, ya que la inmensa mayoría de los partidos la rechaza, al Partido Humanista, seguramente le generaría muchas simpatías… En mi opinión, si su partido propusiera que “Todo funcionario público que haya protagonizado algún hecho de corrupción será condenado a Pena de Muerte”, no tengo dudas que saldría del anonimato y tendría un importante caudal de votos de un considerable porcentaje de un pueblo que -no tengo dudas- simpatizaría con la idea de renunciar a cualquier tratado internacional para poder hacer justicia con los funcionarios corruptos.
En fin, don Jorge… ojalá yo esté equivocado, y Argentina se convierta en un país soberano, y que con la renacionalización de YPF el remedio no sea peor que la enfermedad. Dios quiera que las utilidades de YPF en manos del Estado no vayan a parar a manos de nuestros gobernantes, que tampoco dichas utilidades sean usadas para financiar el clientelismo político… en fin… en fin… en fin… en fin…
Sin más, reciba usted mi atento saludo

Ernesto Damián Sánchez Ance.

EL NUEVO CÓDIGO CIVIL NO ES IGUALITARIO (PRIMERA NOTA)


Escribe el Dr. Ricardo Guillermo Cardinali
Tipos previsores para pensar como los griegos, no hubo. Me refiero a los griegos de antes, no a los de ahora que tienen tal despelote que están como para andar pensando.
Los romanos no. Los romanos eran unos tipos prácticos. Cuando Rómulo y sus amigotes fundaron la ciudad cuadrada, que era chiquitita así, una verdadera porquería, descubrieron luego de los holocaustos y libaciones de práctica que les faltaba algo. Los nacientes romanos estaban en paz. Y es sabido que los romanos no se llevaban muy bien con la paz, salvo en tiempos de Augusto, en que no tenían con quien pelearse porque todo era Roma.  ¿Y por qué estaban en paz los romanos? ¿Por qué iba a ser? Porque no tenían mujeres. Pero como no podían quedarse tranquilos, alguno dijo
-Che, esto de fundar Roma será muy histórico pero sin minitas es aburrido.
Y salieron de levante.
En el literal sentido de la palabra. Una noche engañaron a los sabinos, una tribu vecina y se levantaron a todas las mujeres en edad de merecer que encontraron a mano.
De más está decir que a los sabinos no les gustó ni medio y declararon  la guerra a los romanos por el ultraje recibido. Tardaron tanto en hacerlo –lo que hace presumir a algunos historiadores que se regían por una democracia parlamentaria- que cuando alistaron al ejército  las sabinas ya estaban amantando romanitos.
Porque primero no les gustó que las rapten, pero después sí. (Cualquier similitud con las mujeres contemporáneas es mera coincidencia).
El asunto fue que estando frente a frente ambos ejércitos esperando la orden para partirse los correspondientes cráneos, se cruzaron en el medio las mujeres con sus hijos y ahí sí que se armó en serio:
-¿Encima que me secuestraste querés matar a mi viejo , pedazo de cretino? –le gritó una al marido.
-¿Qué querés vos tarado, matar al padre de tu sobrinito? –increpó otra a su hermano.
-¡A ver si se dejan de jorobar con estas chiquilinadas y se vuelven pa las casas!-ordenó una tercera.
Y de ahí en más, romanos y sabinos fueron un solo pueblo y como ya no se pelearon entre ellos se dedicaron a invadir al prójimo construyendo el imperio más poderoso del mundo, aunque nunca pudieron librarse de su fama de pollerudos.
Muchos siglos después diría Montesquieu: “los romanos gobernaban el mundo pero obedecían a sus mujeres”.
Y para no pelearse entre ellos, siempre prácticos y basándose en la observación de la naturaleza –sobre todo de la humana- se crearon  un derecho, que algún éxito ha tenido, por lo que se comenta.
Así continuó Roma creciendo hasta que un buen día uno dijo:
-El negocio nos está yendo bien, pero la verdad que somo bastante bruto, somo. Precisaríamos unos filósofo.
-¿Y eso que son?
-Unos chabones que piensan.
-¿Y donde hay?
-En Grecia, queda cerca para hacerle un toque.
-¿Y si la invadimo?
-Dale. Pará que le aviso a Agripina que voy a volver tarde y vamo.
Y así fue que invadieron Grecia y haciendo uso de la venerable institución de la agarratio, que tantos resultados les había dado, se agarraron  a los filósofos.
Y de la fusión de los refinados griegos y los prácticos romanos nació la civilización occidental, de la cual somos hijos, mal que les pese a los progresistas. Porque a un progre le nombrás el mundo grecorromano y se brota. Como si le nombraras a un milico.
No te digo si el milico es de esos que dicen “tenemos un senado patricio…”, “Es menester reconstruir un nuevo Imperio Romano en el terreno espiritual” o, para quedar bien también con los griegos, “todo en su medida y armoniosamente”. Ahí hay que llamar a un exorcista.
Bien. Ya tenemos los elementos necesarios para continuar: el derecho, los romanos, los griegos… y las mujeres.
Pero eso, en la próxima.