Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila. (LMGSM 1 y CMN 73)
El más puro y santo destino de un
buque de guerra debe ser la profundidad de los océanos, donde el agua será
quien lo proteja y, al mismo tiempo, lo destruya como ser material, mientras
que las mentes los mantienen en la jerarquía de los espíritus de aquellos que han servido a la Nación.
Los diarios de hoy (2201-2013)
señalan con "pesar", refiriéndose al ARA "Santísima
Trinidad", que se está hundiendo (LN "Combatió en las Malvinas y hoy
se hunde en el abandono") y, en verdad, la noticia deja un saldo amargo,
ante un hecho que es irreversible y tiene algo de similitud con la muerte de
los seres vivos. Esto no es casual, ya que algunos objetos materiales toman
formas que adquieren espíritu y eso les da una conformación que va más allá de
su presencia física. Esta situación es clásica y se presenta, sin dudas, en una
pléyade de monumentos, edificios, etc. que la creatividad humana deja como
legado de su esplendidez para admiración de las generaciones del mañana. Pero,
también se da, en algunos artefactos, como es el caso de los barcos, los
tanques y/o los aviones, que parecieran adquirir la dimensión de
monumentos, por el solo hecho de haber
existido.
En el caso del ARA "Santísima
Trinidad", campea con fuerza el rol cumplido en la Guerra del Atlántico
Sur y la responsabilidad asumida en el momento crucial del desembarco en
"nuestras Islas Malvinas", lo que le otorga un sello de grandeza que
lo hace destacado y destacable. Este mismo papel, como un arma de combate,
cumplieron otras unidades de la Armada, junto con los aviones de ella y la
Fuerza Aérea, lo que lleva a pensar que, cada una de ellas, merece ser
reconocida. Pero, para ser realmente sinceros, no podemos dejar de señalar, que
cada una de estas armas, tenían su efecto debido a la tarea, responsabilidad y
acción de un ser humano, marino, aviador o soldado, que potenciaba su calidad
de combatiente con el medio de que estaba dotado.
La situación del ARA
"Santísima Trinidad", sin dudas, se repetirá en todos los medios de
combate de las Fuerzas Armadas, que debido a su utilización y, posiblemente, a
su superación por otros más evolucionados, quedaran "radiados del
servicio", en algunos casos serán simples "chatarras" y, en
algunos pocos, quedaran unidades, como recuerdo, emplazadas en algún lugar público.
Este mismo fenómeno de afecto y cariño, casi como una coincidencia del
destino, se está viviendo con el
reemplazo de los coches centenarios de los Subterráneos de Buenos Aires y, pese
al contento que acompañan a los nuevos, aparece un dejo de nostalgia hacia los
que se van.
El hundimiento del "Trinidad"
debe ser apreciado como una de las tantas resultantes de la vida y, por lo
tanto, se debe aspirar que su "muerte" este rodeada de todas las
acciones que merecen aquellos que han dado y a los que se debe estar
reconocido. Por ello, en homenaje a este buque, en el cual se desarrollaron
momentos históricamente importantes, deberíamos rescatar en plenitud a aquellos
marinos que lo tripularon y que, con su capacidad, valor e inteligencia, nos
han legado una página de honor y dignidad en la magnífica construcción de
nuestra Patria.