lunes, 25 de enero de 2016

CORPORATIVISMO: “LA GUITA SE HACE LABURANDO”, CONTRA EL LIBERALISMO Y EL MARXISMO





Por Emilio Nazar Kasbo
Un dicho que se expande, propio del saber popular es que “la guita se hace laburando” o su equivalente “el dinero se logra trabajando”, expresado en otros términos. Pero pocos se detienen a reflexionar en este tema. En primer lugar, analizaremos la frase, para comprender su cabal significado.

LA GUITA
El dinero es un medio para obtener otros medios, y por tanto carece de una entidad en sí mismo. El dinero carece de un valor en sí fuera de su valor material, el cual es ínfimo en comparación a su valor representativo en función del monto consignado.
En sí, suele hablarse de “la moneda” en general. La moneda es el instrumento que permite —en el marco de la economía de mercado— realizar los intercambios. Constituye, en tanto que patrón de valor.
A su vez, “el dinero” es todo activo o bien generalmente aceptado como medio de pago por los agentes económicos para sus intercambios evitando dificultades del sistema de trueque y que además cumple las funciones de ser unidad de medida (“unidad de cuenta”) y depósito de valor en el sentido de ahorro o inversión para conservar el valor para su uso a futuro.
Según el Diccionario de la Real Academia Española en su web (año 2016), el dinero se define en su primera acepción como “Moneda corriente. “, y específicamente en Economía se define como “Medio de cambio o de pago aceptado generalmente”. A su vez, el término “moneda” en sus cuatro acepciones significa: “1. f. Pieza de oro, plata, cobre u otro metal, regularmente en forma de disco y acuñada con los distintivos elegidos por la autoridad emisora para acreditar su legitimidad y valor, y, por ext., billete o papel de curso legal. 2. f. Dinero, caudal. 3. f. Instrumento aceptado como unidad de cuenta, medida de valor y medio de pago. 4. f. Conjunto de signos representativos del dinero circulante en cada país.”
Así, vemos que las palabras dinero y moneda tienen acepciones y significados comunes. De modo que además su extensión abarca incluso el “dinero electrónico” o la “moneda virtual”. Sin embargo, en ambos casos comprobamos que se trata de un mero parámetro, el cual es además convencional, para obtener una equivalencia al momento del intercambio de productos o servicios en cuanto a su uso cancelatorio de deudas, o para mantener una paridad en el caso de su uso como ahorro.
Por otra parte, incluso todo activo puede ser considerado “moneda” o “dinero” cuando responde a tales características. Efectivamente, el parámetro utilizado en una panadería puede ser “bolsas de harina”; en la construcción se puede hacer mediciones por el valor del ladrillo o del cemento; y en cada gremio existe un bien o insumo principal que puede resultar de parámetro o unidad para su aplicación referencial.
Luego, el dinero o la moneda, sea real o virtual, es una cosa, un objeto.

EL LABURO
Pero el trabajo es otra cosa. El Diccionario de la Real Academia define el trabajo del siguiente modo: “1. m. Acción y efecto de trabajar. 2. m. Ocupación retribuida. 3. m. obra (cosa producida por un agente). 4. m. Cosa que es resultado de la actividad humana. 5. m. Operación de la máquina, pieza, herramienta o utensilio que se emplea para algún fin. 6. m. Esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a capital.” Y trabajar significa: “1. intr. Ocuparse en cualquier actividad física o intelectual. 2. intr. Tener una ocupación remunerada en una empresa, una institución, etc. 3. intr. Ejercer determinada profesión u oficio.”
En primer lugar, comprobamos que el trabajo es un esfuerzo humano, ya sea físico o intelectual, que produce riqueza. Así, este esfuerzo puede ser por cuenta propia o para terceros, configurándose en este último caso una relación laboral o de empleo. Pero también se llama trabajo el resultado de tal actividad humana, al fruto de ese esfuerzo, es decir, al bien o servicio que resulta de la labor ejercida.
El trabajo es un deber, pero también es un derecho de la persona humana. La Doctrina Social de la Iglesia, “todo tipo de acción realizada por el hombre independientemente de sus características o circunstancias” (cfr. Introducción de la Encíclica Laborem Exercens de S.S. Juan Pablo II, 14 de septiembre de 1981). Sin embargo, debe agregarse a ello que tal acción debe ser conforme la Voluntad de Dios, expresada en los Diez Mandamientos y en las Virtudes Teologales y Cardinales básicamente, puesto que de lo contrario no será trabajo sino un ocio destructivo carente de suficiente discernimiento y contemplación.
Un terrorista suicida que desarrolla una bomba para autoinmolarse produciendo víctimas fatales y que calcula y estudia todos sus movimientos para ocasionar el mayor daño posible, en realidad no realiza un trabajo, sino precisamente ese “ocio destructivo” como antónimo contradictorio del trabajo. Y esto es así, porque hablamos de personas, de moral, no de cosas.
Todo trabajo requiere de un ocio contemplativo previo, de un estudio y análisis, de un conocimiento intelectual previo a la acción. No solo en el caso de los profesionales, que requieren años para obtener un título habilitante, sino también en toda labor u oficio de tipo técnico. Antes de poder realizar algo, se debe aprender a hacerlo, y eso forma parte del ocio contemplativo; a ello se suma el orden previo de las ideas en el intelecto de quien ejecutará el trabajo, que también es un ocio contemplativo antes de efectuar la labor concreta.

PRIMERO EL TRABAJO
Si pensamos en la frase “el dinero se hace trabajando”, podemos entender que hay dos sentidos en la misma.
El primero, es que “trabajando se hace el dinero”, es decir, primero se trabaja y el dinero es una consecuencia del trabajo. El segundo sentido, es que el dinero es de factura humana, que la fabricación de la moneda también es trabajo del hombre. Significa ello que no es el dinero el que habilita el trabajo o la posibilidad de trabajar, sino todo lo contrario.
Sin embargo, esta frase también puede esconder una falacia: que el fin del trabajo es el dinero. Y esto es un error, tanto considerando al trabajador autónomo como al empleado o incluso si se considera al dinero como finalidad en la Empresa. Esto convertiría al dinero en un fin, y como ya hemos dicho al principio, el dinero es instrumental, es sólo un medio para obtener otros medios.
El trabajo produce, y una de las cosas que produce también es el dinero. Es decir, el dinero no se encuentra en la naturaleza, sino que se trata de un bien elevado a tal condición simbólica por la mera voluntad del hombre. Por eso, el dinero vale tanto cuanto el ser humano lo aprecia, ya sea como valor de cambio, ya sea como sentido de la propia vida (señalando el vicio de la avaricia).


TRABAJO VS. DINERO
El trabajo por sí involucra la creación de riqueza, ya sea material o cultural. Asimismo, el trabajo puede ser hecho para sí o para un tercero, y en este caso existe una relación de dependencia.
No todas las personas son aptas para dirigir la actividad de otros, o para coordinar todas las labores propias de un emprendimiento. Por ello, y son la mayoría, existen quienes prefieren que otros les den órdenes, evitando la responsabilidad y el riesgo, y prefiriendo una remuneración ya sea fija o variable.
Así se distingue el trabajo del dueño de una Empresa y el de los dependientes. Existen sistemas liberales en que no hay límites a los precios abonados y sin obligación entre las partes al cesar la relación laboral (considerando el trabajo de los dependientes como un “bien” o un “insumo” más) y sistemas que establecen salarios mínimos así como indemnizaciones ante diversas situaciones de cese de la relación laboral.
Sin embargo, el trabajo humano no puede ser tratado como un insumo, o como una mera estadística detrás del costo de un producto. El trabajo humano es fruto de una actividad única, irrepetible e insustituible de un ser humano particular, ya que cualquier otra persona en el mismo puesto obraría de modo distinto en mayor o menor medida, aunque se tratase de una mera labor mecánica para la cual ha sido contratado.
El trabajo humano tampoco puede ser medido por el dinero, ya que no existe monto alguno que sea suficiente paga a tal labor única, irrepetible e insustituible de un ser humano en particular. El salario no paga el trabajo humano en sí, ya que esto significaría una forma de esclavitud. El salario paga el fruto del trabajo, combinado con el tiempo insumido para ello, incluyendo también la disponibilidad horaria en un determinado lugar ya sea físico o virtual (en este último caso respecto de las nuevas Tecnología de la Información y la Comunicación– TICs).

LIBERALISMO Y MARXISMO
El liberalismo considera que no existe la explotación del hombre por el hombre, que todo se encuentra sujeto a la ley del libre mercado, y que el trabajo no escapa a tal indefectible ley. Así sucedió durante la Revolución Industrial, cuando las máquinas desplazaron a las personas creando multitudes de desocupados que no tenían de qué vivir, tras haber sido disueltos los gremios que los protegían. Trabajo de las mujeres obligadas a generar un ingreso para la familia porque el salario de su esposo no era suficiente, trabajo de niños, mano de obra esclava… todo eso incluso hoy en día se encuentra vigente.
Por su parte, el marxismo considera que todo es explotación del hombre por el hombre, ya que parte de la premisa básica de una lucha de clases a la cual toda relación humana se encuentra sujeta, y el trabajo no escapa a tal indefectible ley. Así sucedió durante la Revolución Rusa y la aplicación de tal ideología en los países comunistas, donde bajo la excusa de que se trataba de la “dictadura del proletariado” que había “vencido” a los “patrones”, se desarrolló un capitalismo estatal con regulación minuciosa de toda la actividad humana, pretendiendo que no existía explotación humana alguna bajo ese sistema. El comunismo extirpó la propiedad de inmuebles y de bienes de producción poniéndolos en manos de los funcionarios del Estado que dirigían de tal modo las vidas ajenas.
Tanto el liberalismo como el marxismo en sus diversas formas, comparten un pragmático inmanentismo y el materialismo como filosofía subyacente. Así, la economía resulta desvinculada de la ética, y la Justicia se encuentra ajena a las relaciones entre las personas, ya sea porque la explotación se considera parte de la justicia (en el liberalismo), ya sea porque el ciudadano es privado de todos los bienes excepto los propios de consumo personal y por tanto privado de responsabilidad en todo lo que hace a su vida social (en el marxismo). No es posible ejercer la Caridad cuando nada se posee por ser víctima de la explotación, ni es posible ejercer la Caridad en debida forma cuando han sido quitados los bienes propios con la excusa de evitar la explotación.
El trabajo humano debe ser protegido tanto del liberalismo como del marxismo. Y para ello existen los gremios, que deben defenderlo no sólo en lo atinente a salarios, sino en el respeto a la dignidad propia del trabajador. Y también en función de la dignidad del trabajo empresarial, son las Cámaras Empresarias las obligadas a hacer valer los correspondientes derechos. Es en el cordial diálogo y en la armonía entre ambos, donde se desarrolla el Corporativismo, a cuyo servicio debe encontrarse el Estado.