jueves, 16 de octubre de 2014

EL SINODO DE LA FAMILIA: HOMOSEXUALIDAD Y PELAGIANISMO



Por Emilio Guillermo Nazar Kasbo

Primero, y antes que nada, debo aclarar que en este trabajo no se trata de ninguna cuestión que entre en el ámbito de discusión del INADI (inquisición “antidiscriminatoria” que opera contra la Iglesia Católica en Argentina, organismo que tiene otros similares en numerosos países). Efectivamente, se trata de la Caridad respecto de los homosexuales, pero del repudio del homosexualismo y del correspondiente pecado, lo cual es una cuestión espiritual no sometida a la ciencia humana ni a instituciones de este mundo, sino que es exclusiva de la Iglesia Católica, y para los católicos. De modo que los no católicos se encuentran excluidos de la Universalidad de la Iglesia Católica, y de las consideraciones que se realizan a continuación, ya que rechazan las enseñanzas e incluso la posibilidad de salvar el alma, porque espiritualmente “fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”.

RELATIO POST DISCEPTATIONEM
En la web del Vaticano*, consta la denominada Synod14 - Undécima Congregación general: “Relatio post disceptationem” del Relator General, Cardenal Péter Erdő, fechada el 13 de octubre de 2014, en la cual existen confusos textos, en particular sobre cuestiones de pecados. La confusión debida al modo de redacción, conjuntamente a la difusión pública y mediática de información desviada, nos obliga a abordar este tema, para analizarlo.
Primero, se debe aclarar algo que bien saben todos: el documento no es Magisterio, e incluso el texto difundido forma parte de una “traducción no oficial”, motivo por el cual la misma aclaración referida inserta dudas sobre el contenido abordado.
En los puntos 50 a 52, se aborda el tema de “Acoger a las personas homosexuales”, y ya el planteamiento de la cuestión involucra algo más que la aceptación de un pecador (que todos lo somos, y por los pecados que fuese), sino que no se aclara en qué condición tales personas pueden o deben ser recibidas. En su versión más extrema, involucra la sodomización eclesial, de lo cual mucho dice las meras formas de planteamiento de la cuestión.

DONES Y CUALIDADES PROPIOS DEL PECADO
Allí se sostiene que “Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?
Del mero análisis del texto, surgen graves contradicciones. Que “las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”, es lo mismo que decir “las personas que se dedican al cohecho en asociación ilícita tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”, o expresado más genéricamente: “las personas pecadoras tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”. ¿Es esto cierto? Si entendemos el pecado como hecho que no pertenece a la Iglesia Católica, porque ésta es Santa, y si entendemos al pecado como un hecho que excluye y expulsa de la Iglesia Militante e incluso de la Iglesia Triunfante al pecador, de ninguna manera podemos sostener que haya “dones y cualidades” en el pecado cometido para ser ofrecido ni a Dios, que lo repulsa, ni “a la comunidad cristiana”. ¿Cuáles son los “dones y cualidades” específicos que sólo tienen los homosexuales y que no se encuentran fuera de la homosexualidad para ser ofrecidos “a la comunidad cristiana” y por intermedio de ella a Dios? Pues agradable a Dios, ninguno.
De modo que el mal planteo de la cuestión, involucra además una afirmación y un reconocimiento: hay “dones y cualidades” en la homosexualidad que involucran un aporte, o que son algo “positivo”. No existe modo de sostener esta afirmación en el marco de la ortodoxia católica y de la vigencia del principio de no contradicción en el marco filosófico. Y esto no tiene nada que ver con la persona del homosexual, sino con la cuestión de la homosexualidad, debiéndose distinguir claramente la persona del pecador respecto del pecado en sí, pues en tanto que la persona es merecedora del acto de Caridad, el pecado debe merecer a su vez el rechazo total y completo porque es una ofensa a Dios. Por la misma vía, podría decirse que al ver los “dones” propios de la naturaleza angélica de la cual gozan Lucifer y sus legiones, ellos pueden ser un “aporte” a la vida de oración de la comunidad cristiana. Claramente el Orden Natural es creación de Dios, y como tal es buena por su origen, mas el apartamiento de Dios convierte eso que es bueno en algo malo, cuya finalidad es mala, es decir, que se pone al servicio de una mala causa.
El pecador no puede pretender que la Iglesia Católica reciba en su interior y acepte como propios sus pecados. Por otra parte, la Iglesia Católica a su vez sabe por sí, por su Infinita Caridad infundida por Dios mismo, recibir a todos los pecadores ofreciendo los Sacramentos que nos legara Jesucristo para poder salir del pecado. Todos somos pecadores, y todos debemos acudir al Sacramento de la Confesión. Claro que el Pecado contra el Espíritu Santo no recibe perdón, por su propia naturaleza, particularmente a quien persiste en él hasta el instante final. De modo que no solamente los homosexuales, sino todo pecador, es recibido en la Iglesia Católica siempre que tenga su propia disposición a la conversión, y cada vez que se acerca al Sacramento de la Confesión debe ser un acto de conversión y el propósito de enmienda un acto de mayor perfección.
Por eso, a la retórica pregunta, más propia del enigmático budismo zen que de la Iglesia Católica, acerca de si “¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades?”, debemos responder en consecuencia: se recibe a la persona que busca la CONVERSIÓN, ya que quien quiere persistir en el pecado, en odio a sí mismo, a la sociedad, a la Iglesia Católica y a Dios no tiene sentido que se acerque a “nuestras comunidades”, más que para hacer valer su pecado, o arrastrar a los demás al pecado, sea cuales fueren tales pecados. Válidamente, asimismo, podemos inquirir acerca del motivo por el cual se distingue el pecado de homosexualidad de cualquier otro pecado. ¿Por qué se hace esta distinción? Claro que la Biblia nos enseña que se trata de una abominación, y que la Moral indica que el acto homosexual es intrínsecamente malo y antinatural. Pero el Evangelio también nos enseña que es posible la conversión espiritual por un acto de verdadera libertad de la persona, y que no debe ser juzgado por tales motivos de pecados pasados la persona que se convierte.
Asimismo, dice el documento que los homosexuales “a menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?”. ¿Está insinuando el texto que los homosexuales desean que la Iglesia Católica sea un antro de lujuria homosexual, y que ese es el deseo de quienes practican tal pecado y vicio? ¿La homosexualidad es una “orientación sexual”? Porque en sí, ya en el Génesis se explicita que Dios creó al ser humano distinguiendo varón de mujer, de modo que las “alternativas” a ello resultan pecado. Jesucristo mismo hizo alusión a la homosexualidad al hablar de los eunucos como parte de tal pecado. Asimismo, el amaneramiento se encuentra reprobado en la Biblia, ya que se trata de que un varón tenga modales femeninos, lo cual también es aplicable a la mujer que tiene modales masculinos. De modo que no se puede hablar de “orientación sexual” en lo que hace a la homosexualidad en el ámbito de la Iglesia Católica, sino que se debe abordar la cuestión desde la espiritualidad, y no desde una psicología orientada en el psicoanálisis o en la Escuela de Frankfurt, por ejemplo. El problema además de la homosexualidad, es que en sí misma atenta contra la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio, porque tanto la familia como el matrimonio se conforman por personas, y este pecado particular las afecta de modo directo. Recibir en la comunidad cristiana al homosexual que busca a Dios, y cuya búsqueda acabará cuando se dé cuenta de que no es él quien busca sino que es Dios quien lo llama mediante un acto de Su Gracia, al homosexual que busca su conversión, que busca vivir en Gracia de Dios, que quiere acercarse a los Sacramentos y en particular a la Confesión, jamás estuvo vedado por la Iglesia Católica. Mas no es esto lo que se afirma en las argucias textuales que se comentan respecto del Documento: se está pretendiendo que el homosexual, persistiendo en el pecado, ingrese a la comunidad cristiana para aceptar la comisión en sí del pecado, lo cual es una contradicción.

PELAGIANISMO HERÉTICO
Continúa el Documento en el punto 51 afirmando que “La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío educativo”. Lo que esconde esta frase es un pelagianismo o un semipelagianismo, ambos condenados por el Magisterio de la Iglesia Católica. No se trata de “elaborar caminos realísticos de crecimiento” y blá, blá, ni se trata de un “desafío educativo”, porque la Fe no es alcanzada por la persona, ni es infundida por una persona, sino que es dada por Dios de modo directo a la persona que se convierte. Efectivamente, la expresión utilizada no es propia de la Iglesia Católica, sino de otros cultos y sectas, que elaboran “estrategias de marketing” y buscan su “posicionamiento” en el “nicho” que implica la existencia por ejemplo de un grupo de homosexuales, de modo que creándoles la “necesidad” del “producto” (que vendría a ser la religión que se vende) logra una adhesión de las personas de su “target” a su propia comunidad. Todo esto es consecuencia del abandono de la Tradición. Nada de lo expresado es propio de la Iglesia Católica, y la huida de vocaciones y de fieles se debe a esta errónea prédica, de pastores que se predican a sí mismos y a su propio vientre, incluyendo a los de neomovimientos eclesiales de auge post Concilio Vaticano II, como los del Camino Neocatecumenal y los Carismáticos, que portan gravemente esta herejía anticatólica en su interior y en su prédica, y que sí son cuestiones que deben ser sometidas a corrección y ubicuidad. Dios mismo es quien ofrece su Gracia a quien se convierte, a quien ingresa o pide ingresar a la Iglesia Católica, valiéndose de causas segundas generalmente o incluso a veces y cuando es justificado de algún milagro. Pero aquí se confunde la causa instrumental con la causa eficiente, y se pretende que la conversión es un acto de “desafío educativo” propio del “educador” (es decir, de la persona que es instrumento de Dios pero que es tenida como causante de la fe en otro, como afirmar “yo lo convertí a Fulanito”). No hay más explicación que esta desviación doctrinal para definir el modo en que la Iglesia Católica se ha inmanentizado y ha perdido el rumbo de la Fe propia de la Tradición, para adherir a un pelagianismo constructivista o deconstruccionista, o de la orientación filosófica que fuese, ya que precisamente se trata de ver la Fe desde la filosofía (con minúsculas), y no de aceptar la Gracia de Dios primero para creer y utilizar la herramienta de la Filosofía (con mayúsculas) para dar razón de los dichos con precisión.
Luego, el documento expresa que “La Iglesia, por otra parte, afirma que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer. Tampoco es aceptable que se quieran ejercitar presiones sobre la actitud de los pastores o que organismos internacionales condicionen ayudas financieras a la introducción de normas inspiradas a la ideología de género”. Cabe destacar que “las uniones entre personas del mismo sexo” no pueden ser equiparadas a nada, ya que se trata de un pecado que involucra la inversión de lo natural, que es antinatural, y como consecuencia, autodestructivo, pues todo lo que atenta contra la propia naturaleza conduce a la muerte del ser. No se trata de que una persona siendo varón sostenga que es mujer, o viceversa, sino que se trata de un pecado que involucra de por sí una gran angustia que no se quita por más actos homosexuales que realice el sujeto, o por más que salga a la calle del modo más bizarro a proclamar su condición, pues nada de esto le trae paz. Efectivamente, la paz proviene del orden y la armonía, y el homosexual proclama su intención de ruptura de su propio orden y equilibrio, de modo que si por tal vía busca la paz jamás la hallará. Asimismo, todo aquello que en el párrafo es mencionado como inaceptable, es una triste realidad que se constata cotidianamente.

PEDOFILIA Y UNIONES CIVILES
La cuestión concluye en el punto 52, en que se ha consignado lo siguiente: “Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.” Habla aquí de “las problemáticas morales”, omitiendo las problemáticas teológicas, filosóficas, médicas, sociológicas, psicológicas y biológicas de la cuestión, y si todo ha de ser analizado desde las ciencias experimentales para desde ellas juzgar la Teología, se habrá adoptado el camino de la condena y de la inquisición pelagiana antieclesiástica que actualmente se vive intraeclesialmente. Porque efectivamente, es desde la Teología que debe ser ilustrada la filosofía y desde ésta el resto de las demás ciencias. De modo que al tratar las “problemáticas morales”, deben incluirse las “problemáticas inmorales” que encierra la cuestión. Hablar del “apoyo mutuo, hasta el sacrificio” como “un valioso soporte para la vida de las parejas” en la vivencia homosexual, debe llevarnos al análisis estadístico de que los homosexuales conforman las uniones más inestables cuyo promedio ronda los 2 y 3 años de convivencia, por lo que superar los 3 años involucra formar parte de una minoría muy reducida. A su vez, ¿qué es el “apoyo mutuo, hasta el sacrificio”, y cuál es la característica que tiene con exclusividad de la cual no gozan las uniones heterosexuales, y en particular las que han sido elevadas a Sacramento? ¿Se avala aquí indirectamente la “unión civil” para los homosexuales como figura legislativa válida? Vale aquí lo mismo que se ha dicho al principio. Se trata de una afirmación vacía, abstracta, y que induce a gravísimo error, como afirmar que debemos evaluar lo positivo que tiene el pecado, o que debemos admirarnos de la unión y el modo en que son asumidos los riesgos en una asociación ilícita dedicada al robo de camiones de transporte de caudales y sobre todo la precisión y puntería que hacen uso de las armas de grueso calibre ¿sabemos encontrar los valores que involucran los delincuentes, como elementos que pueden enriquecer nuestras comunidades cristianas? ¿Qué diría Jesucristo de estos planteos? ¿No sabe qué diría? Pues ya lo dijo: el lenguaje del católico debe ser Sí, sí – No, no.
Finaliza esta cuestión consignando que: “Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños”. ¿Condena o reprueba algo la frase? No. ¿Las exigencias y derechos de los pequeños pueden involucrar su adopción por los homosexuales? No lo niega la expresión que comentamos, y tampoco lo afirma. Para quien lo lee, se trata de un acertijo, impropio de la Iglesia Católica. ¿Significa esto que la Iglesia Católica está avalando públicamente la pedofilia, o al menos planteando que la misma sea contemplada como algo “enriquecedor” de las comunidades cristianas? Cuidado: no estoy diciendo ni que sí, ni que no.
¿Puede un travesti pedófilo que se dedica a la prostitución enseñar en colegios secundarios católicos y formar a los docentes? Según el documento… aparentemente es una obligación, y un “desafío”. Por lo tanto, aunque tal persona tenga facilitados todos los medios para realizar actos de pedofilia, carcomido por la lujuria sin medida, debe ser "tolerado" en nombre del "desafío pastoral". Y si algún día cae una denuncia contra el Arzobispado por no haber actuado en casos de pedofilia, ¿servirá presentar este documento para eximirse de la complicidad en el delito? 
Así que, como se planteó desde el inicio, la homosexualidad es un grave pecado antinatural, y el documento es pelagiano. Pecado y herejía, tomados de la mano, para que luego se emita una declaración desde el Vaticano indicando que no se ha cambiado la enseñanza de la Iglesia Católica, ni el Magisterio, ni la moral. Lo que no aclara la declaración que desmiente los cambios, es que efectivamente son intrínsecos al documento, y que el desmentido contradice la explícita redacción del instrumento.
Claro que hemos trabajado sobre una traducción no oficial, obtenida de la página oficial del Vaticano. Por lo cual tenemos la seguridad de que el instrumento de trabajo es inseguro, y que es posible que todo lo que oficialmente se ha dicho sea desmentido extraoficialmente, o viceversa. Porque esto no puede ser más claro: no se entiende nada.