Por Emilio Guillermo Nazar Kasbo
Primero, y antes que
nada, debo aclarar que en este trabajo no se trata de ninguna cuestión que
entre en el ámbito de discusión del INADI (inquisición “antidiscriminatoria”
que opera contra la Iglesia Católica en Argentina, organismo que tiene otros
similares en numerosos países). Efectivamente, se trata de la Caridad respecto
de los homosexuales, pero del repudio del homosexualismo y del correspondiente
pecado, lo cual es una cuestión espiritual no sometida a la ciencia humana ni a
instituciones de este mundo, sino que es exclusiva de la Iglesia Católica, y
para los católicos. De modo que los no católicos se encuentran excluidos de la
Universalidad de la Iglesia Católica, y de las consideraciones que se realizan
a continuación, ya que rechazan las enseñanzas e incluso la posibilidad de
salvar el alma, porque espiritualmente “fuera de la Iglesia Católica no hay
salvación”.
RELATIO
POST DISCEPTATIONEM
En la web del Vaticano*,
consta la denominada Synod14 - Undécima Congregación general: “Relatio post
disceptationem” del Relator General, Cardenal Péter Erdő, fechada el 13 de octubre
de 2014, en la cual existen confusos textos, en particular sobre cuestiones de
pecados. La confusión debida al modo de redacción, conjuntamente a la difusión
pública y mediática de información desviada, nos obliga a abordar este tema,
para analizarlo.
Primero, se debe
aclarar algo que bien saben todos: el documento no es Magisterio, e incluso el
texto difundido forma parte de una “traducción no oficial”, motivo por el cual
la misma aclaración referida inserta dudas sobre el contenido abordado.
En los puntos 50 a 52,
se aborda el tema de “Acoger a las personas homosexuales”, y ya el planteamiento
de la cuestión involucra algo más que la aceptación de un pecador (que todos lo
somos, y por los pecados que fuese), sino que no se aclara en qué condición
tales personas pueden o deben ser recibidas. En su versión más extrema,
involucra la sodomización eclesial, de lo cual mucho dice las meras formas de
planteamiento de la cuestión.
DONES
Y CUALIDADES PROPIOS DEL PECADO
Allí se sostiene que “Las
personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad
cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un
espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una
Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado
de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la
doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?”
Del mero análisis del
texto, surgen graves contradicciones. Que “las personas homosexuales tienen
dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”, es lo mismo que
decir “las personas que se dedican al cohecho en asociación ilícita tienen
dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”, o expresado más
genéricamente: “las personas pecadoras tienen dones y cualidades para ofrecer a
la comunidad cristiana”. ¿Es esto cierto? Si entendemos el pecado como hecho
que no pertenece a la Iglesia Católica, porque ésta es Santa, y si entendemos
al pecado como un hecho que excluye y expulsa de la Iglesia Militante e incluso
de la Iglesia Triunfante al pecador, de ninguna manera podemos sostener que haya
“dones y cualidades” en el pecado cometido para ser ofrecido ni a Dios, que lo
repulsa, ni “a la comunidad cristiana”. ¿Cuáles son los “dones y cualidades”
específicos que sólo tienen los homosexuales y que no se encuentran fuera de la
homosexualidad para ser ofrecidos “a la comunidad cristiana” y por intermedio
de ella a Dios? Pues agradable a Dios, ninguno.
De modo que el mal
planteo de la cuestión, involucra además una afirmación y un reconocimiento:
hay “dones y cualidades” en la homosexualidad que involucran un aporte, o que
son algo “positivo”. No existe modo de sostener esta afirmación en el marco de
la ortodoxia católica y de la vigencia del principio de no contradicción en el
marco filosófico. Y esto no tiene nada que ver con la persona del homosexual,
sino con la cuestión de la homosexualidad, debiéndose distinguir claramente la
persona del pecador respecto del pecado en sí, pues en tanto que la persona es
merecedora del acto de Caridad, el pecado debe merecer a su vez el rechazo
total y completo porque es una ofensa a Dios. Por la misma vía, podría decirse
que al ver los “dones” propios de la naturaleza angélica de la cual gozan
Lucifer y sus legiones, ellos pueden ser un “aporte” a la vida de oración de la
comunidad cristiana. Claramente el Orden Natural es creación de Dios, y como
tal es buena por su origen, mas el apartamiento de Dios convierte eso que es
bueno en algo malo, cuya finalidad es mala, es decir, que se pone al servicio
de una mala causa.
El pecador no puede
pretender que la Iglesia Católica reciba en su interior y acepte como propios
sus pecados. Por otra parte, la Iglesia Católica a su vez sabe por sí, por su
Infinita Caridad infundida por Dios mismo, recibir a todos los pecadores
ofreciendo los Sacramentos que nos legara Jesucristo para poder salir del
pecado. Todos somos pecadores, y todos debemos acudir al Sacramento de la
Confesión. Claro que el Pecado contra el Espíritu Santo no recibe perdón, por
su propia naturaleza, particularmente a quien persiste en él hasta el instante
final. De modo que no solamente los homosexuales, sino todo pecador, es
recibido en la Iglesia Católica siempre que tenga su propia disposición a la
conversión, y cada vez que se acerca al Sacramento de la Confesión debe ser un
acto de conversión y el propósito de enmienda un acto de mayor perfección.
Por eso, a la retórica
pregunta, más propia del enigmático budismo zen que de la Iglesia Católica,
acerca de si “¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un
espacio de fraternidad en nuestras comunidades?”, debemos responder en
consecuencia: se recibe a la persona que busca la CONVERSIÓN, ya que quien
quiere persistir en el pecado, en odio a sí mismo, a la sociedad, a la Iglesia
Católica y a Dios no tiene sentido que se acerque a “nuestras comunidades”, más
que para hacer valer su pecado, o arrastrar a los demás al pecado, sea cuales
fueren tales pecados. Válidamente, asimismo, podemos inquirir acerca del motivo
por el cual se distingue el pecado de homosexualidad de cualquier otro pecado.
¿Por qué se hace esta distinción? Claro que la Biblia nos enseña que se trata
de una abominación, y que la Moral indica que el acto homosexual es
intrínsecamente malo y antinatural. Pero el Evangelio también nos enseña que es
posible la conversión espiritual por un acto de verdadera libertad de la
persona, y que no debe ser juzgado por tales motivos de pecados pasados la
persona que se convierte.
Asimismo, dice el
documento que los homosexuales “a menudo desean encontrar una Iglesia que sea
casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo,
aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina
católica sobre la familia y el matrimonio?”. ¿Está insinuando el texto que los
homosexuales desean que la Iglesia Católica sea un antro de lujuria homosexual,
y que ese es el deseo de quienes practican tal pecado y vicio? ¿La
homosexualidad es una “orientación sexual”? Porque en sí, ya en el Génesis se
explicita que Dios creó al ser humano distinguiendo varón de mujer, de modo que
las “alternativas” a ello resultan pecado. Jesucristo mismo hizo alusión a la
homosexualidad al hablar de los eunucos como parte de tal pecado.
Asimismo, el amaneramiento se encuentra reprobado en la Biblia, ya que se trata
de que un varón tenga modales femeninos, lo cual también es aplicable a la
mujer que tiene modales masculinos. De modo que no se puede hablar de “orientación
sexual” en lo que hace a la homosexualidad en el ámbito de la Iglesia Católica,
sino que se debe abordar la cuestión desde la espiritualidad, y no desde una
psicología orientada en el psicoanálisis o en la Escuela de Frankfurt, por
ejemplo. El problema además de la homosexualidad, es que en sí misma atenta
contra la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio, porque tanto la
familia como el matrimonio se conforman por personas, y este pecado particular
las afecta de modo directo. Recibir en la comunidad cristiana al homosexual que
busca a Dios, y cuya búsqueda acabará cuando se dé cuenta de que no es él quien
busca sino que es Dios quien lo llama mediante un acto de Su Gracia, al
homosexual que busca su conversión, que busca vivir en Gracia de Dios, que
quiere acercarse a los Sacramentos y en particular a la Confesión, jamás estuvo
vedado por la Iglesia Católica. Mas no es esto lo que se afirma en las argucias
textuales que se comentan respecto del Documento: se está pretendiendo que el homosexual,
persistiendo en el pecado, ingrese a la comunidad cristiana para aceptar la
comisión en sí del pecado, lo cual es una contradicción.
PELAGIANISMO
HERÉTICO
Continúa el Documento
en el punto 51 afirmando que “La cuestión homosexual nos interpela a una
reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo
y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto
se presenta como un importante desafío educativo”. Lo que esconde esta frase es
un pelagianismo o un semipelagianismo, ambos condenados por el Magisterio de la
Iglesia Católica. No se trata de “elaborar caminos realísticos de crecimiento”
y blá, blá, ni se trata de un “desafío educativo”, porque la Fe no es alcanzada
por la persona, ni es infundida por una persona, sino que es dada por Dios de
modo directo a la persona que se convierte. Efectivamente, la expresión
utilizada no es propia de la Iglesia Católica, sino de otros cultos y sectas,
que elaboran “estrategias de marketing” y buscan su “posicionamiento” en el “nicho”
que implica la existencia por ejemplo de un grupo de homosexuales, de modo que
creándoles la “necesidad” del “producto” (que vendría a ser la religión que se
vende) logra una adhesión de las personas de su “target” a su propia comunidad.
Todo esto es consecuencia del abandono de la Tradición. Nada de lo expresado es
propio de la Iglesia Católica, y la huida de vocaciones y de fieles se debe a
esta errónea prédica, de pastores que se predican a sí mismos y a su propio
vientre, incluyendo a los de neomovimientos eclesiales de auge post Concilio
Vaticano II, como los del Camino Neocatecumenal y los Carismáticos, que portan
gravemente esta herejía anticatólica en su interior y en su prédica, y que sí
son cuestiones que deben ser sometidas a corrección y ubicuidad. Dios mismo es
quien ofrece su Gracia a quien se convierte, a quien ingresa o pide ingresar a
la Iglesia Católica, valiéndose de causas segundas generalmente o incluso a
veces y cuando es justificado de algún milagro. Pero aquí se confunde la causa
instrumental con la causa eficiente, y se pretende que la conversión es un acto
de “desafío educativo” propio del “educador” (es decir, de la persona que es
instrumento de Dios pero que es tenida como causante de la fe en otro, como
afirmar “yo lo convertí a Fulanito”). No hay más explicación que esta
desviación doctrinal para definir el modo en que la Iglesia Católica se ha
inmanentizado y ha perdido el rumbo de la Fe propia de la Tradición, para
adherir a un pelagianismo constructivista o deconstruccionista, o de la
orientación filosófica que fuese, ya que precisamente se trata de ver la Fe
desde la filosofía (con minúsculas), y no de aceptar la Gracia de Dios primero
para creer y utilizar la herramienta de la Filosofía (con mayúsculas) para dar
razón de los dichos con precisión.
Luego, el documento
expresa que “La Iglesia, por otra parte, afirma que las uniones entre personas
del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una
mujer. Tampoco es aceptable que se quieran ejercitar presiones sobre la actitud
de los pastores o que organismos internacionales condicionen ayudas financieras
a la introducción de normas inspiradas a la ideología de género”. Cabe destacar
que “las uniones entre personas del mismo sexo” no pueden ser equiparadas a
nada, ya que se trata de un pecado que involucra la inversión de lo natural,
que es antinatural, y como consecuencia, autodestructivo, pues todo lo que
atenta contra la propia naturaleza conduce a la muerte del ser. No se trata de
que una persona siendo varón sostenga que es mujer, o viceversa, sino que se
trata de un pecado que involucra de por sí una gran angustia que no se quita
por más actos homosexuales que realice el sujeto, o por más que salga a la
calle del modo más bizarro a proclamar su condición, pues nada de esto le trae
paz. Efectivamente, la paz proviene del orden y la armonía, y el homosexual
proclama su intención de ruptura de su propio orden y equilibrio, de modo que
si por tal vía busca la paz jamás la hallará. Asimismo, todo aquello que en el
párrafo es mencionado como inaceptable, es una triste realidad que se constata
cotidianamente.
PEDOFILIA
Y UNIONES CIVILES
La cuestión concluye en
el punto 52, en que se ha consignado lo siguiente: “Sin negar las problemáticas
morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que
hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso
soporte para la vida de las parejas.” Habla aquí de “las problemáticas morales”,
omitiendo las problemáticas teológicas, filosóficas, médicas, sociológicas,
psicológicas y biológicas de la cuestión, y si todo ha de ser analizado desde
las ciencias experimentales para desde ellas juzgar la Teología, se habrá
adoptado el camino de la condena y de la inquisición pelagiana antieclesiástica
que actualmente se vive intraeclesialmente. Porque efectivamente, es desde la
Teología que debe ser ilustrada la filosofía y desde ésta el resto de las demás
ciencias. De modo que al tratar las “problemáticas morales”, deben incluirse
las “problemáticas inmorales” que encierra la cuestión. Hablar del “apoyo
mutuo, hasta el sacrificio” como “un valioso soporte para la vida de las
parejas” en la vivencia homosexual, debe llevarnos al análisis estadístico de
que los homosexuales conforman las uniones más inestables cuyo promedio ronda
los 2 y 3 años de convivencia, por lo que superar los 3 años involucra formar
parte de una minoría muy reducida. A su vez, ¿qué es el “apoyo mutuo, hasta el
sacrificio”, y cuál es la característica que tiene con exclusividad de la cual
no gozan las uniones heterosexuales, y en particular las que han sido elevadas
a Sacramento? ¿Se avala aquí indirectamente la “unión civil” para los
homosexuales como figura legislativa válida? Vale aquí lo mismo que se ha dicho
al principio. Se trata de una afirmación vacía, abstracta, y que induce a
gravísimo error, como afirmar que debemos evaluar lo positivo que tiene el
pecado, o que debemos admirarnos de la unión y el modo en que son asumidos los
riesgos en una asociación ilícita dedicada al robo de camiones de transporte de
caudales y sobre todo la precisión y puntería que hacen uso de las armas de
grueso calibre ¿sabemos encontrar los valores que involucran los delincuentes,
como elementos que pueden enriquecer nuestras comunidades cristianas? ¿Qué
diría Jesucristo de estos planteos? ¿No sabe qué diría? Pues ya lo dijo: el
lenguaje del católico debe ser Sí, sí – No, no.
Finaliza esta cuestión
consignando que: “Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños
que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben
poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños”. ¿Condena o reprueba
algo la frase? No. ¿Las exigencias y derechos de los pequeños pueden involucrar
su adopción por los homosexuales? No lo niega la expresión que comentamos, y tampoco
lo afirma. Para quien lo lee, se trata de un acertijo, impropio de la Iglesia
Católica. ¿Significa esto que la Iglesia Católica está avalando públicamente la
pedofilia, o al menos planteando que la misma sea contemplada como algo “enriquecedor”
de las comunidades cristianas? Cuidado: no estoy diciendo ni que sí, ni que no.
¿Puede un travesti
pedófilo que se dedica a la prostitución enseñar en colegios secundarios
católicos y formar a los docentes? Según el documento… aparentemente es una
obligación, y un “desafío”. Por lo tanto, aunque tal persona tenga facilitados todos los medios para realizar actos de pedofilia, carcomido por la lujuria sin medida, debe ser "tolerado" en nombre del "desafío pastoral". Y si algún día cae una denuncia contra el Arzobispado por no haber actuado en casos de pedofilia, ¿servirá presentar este documento para eximirse de la complicidad en el delito?
Así que, como se
planteó desde el inicio, la homosexualidad es un grave pecado antinatural, y el
documento es pelagiano. Pecado y herejía, tomados de la mano, para que luego se
emita una declaración desde el Vaticano indicando que no se ha cambiado la
enseñanza de la Iglesia Católica, ni el Magisterio, ni la moral. Lo que no
aclara la declaración que desmiente los cambios, es que efectivamente son
intrínsecos al documento, y que el desmentido contradice la explícita redacción
del instrumento.
Claro que hemos
trabajado sobre una traducción no oficial, obtenida de la página oficial del
Vaticano. Por lo cual tenemos la seguridad de que el instrumento de trabajo es
inseguro, y que es posible que todo lo que oficialmente se ha dicho sea
desmentido extraoficialmente, o viceversa. Porque esto no puede ser más claro:
no se entiende nada.