domingo, 11 de noviembre de 2012

EL EPISCOPADO MIENTE, MIENTRAS LA IZQUIERDA CRITICA A LA IGLESIA CATÓLICA POR SUS DECLARACIONES ANTE EL PROCESO MILITAR




Por Emilio Nazar Kasbo
Durante la 104º Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, en su documento del día 9 de noviembre de 2012, fue abordada la actuación de la Iglesia Católica en tiempos del Proceso Militar.
Vivimos en la Argentina del año 2012, tras 9 años de dictadura oficialista en la cual los militares son detenidos como delincuentes de "lesa humanidad" por el solo hecho de haber sido militares entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983 (tiempos del régimen militar denominado Proceso de Reorganización Nacional), y en el país donde los militantes de los Ejércitos terroristas que conformaron un Estado paralelo en nuestro país durante la década de 1970 salen a decir públicamente y con detalles cómo fue cada operativo que realizaron, cada asesinato, secuestro o acto bélico, y no sólo son absueltos por la Justicia (por el Joder Judicial), sino que además reciben indemnizaciones importantes, cargos públicos y premios por doquier.
Los militares entregaron el poder a sus mismos contendientes de la década de 1970, y luego fueron desarmados. Esta es la situación actual: las Fuerzas Armadas de Argentina hoy son virtuales, no reales.
Desde los grupos de poder y centros de desinformación mediática de izquierda, así como también de los medios masónicos de orientación liberal, han salido a criticar sin prestar la menor atención al Documento, que por supuesto nadie leerá. Los consumidores de información no se preocupan por profundizar los temas, y se quedan siempre con la versión que su medio preferido les ofrece. Los consumidores de información renuncian a pensar, siguiendo a periodistas que previamente antes de realizar su labor, también han renunciado a pensar. Muchos no comprenden que el principal móvil de la absoluta mayoría de los medios periodísticos y de los periodistas, es el dinero, y se venden como mercenarios inclinando la balanza por la versión de quien más dinero les aporta.
Comienza el documento diciendo: “Muy apreciados hermanos y hermanas: 1. Como creyentes y pastores, queremos ser servidores de la reconciliación, en medio del pueblo argentino, y como parte de él. Estamos felices de haber recibido esta vocación. Reconocemos sin embargo nuestra limitación y pobreza, para una tarea tan amplia y exigente. Pero en este Año de la fe, renovamos nuestra confianza, “porque Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14). Él ha restablecido la paz por la sangre de su cruz (cf Col 1,20).”
El documento del Episcopado continúa afirmando que “La patria argentina ha vivido momentos difíciles y críticos, a lo largo de sus doscientos años de historia. Un tiempo especial de desencuentro y de enfrentamientos dolorosos, fue la década del 70. Han pasado muchos años y siguen surgiendo interrogantes acerca de los hechos ocurridos, y de la responsabilidad que tuvieron personas e instituciones. Al volver sobre aquellos hechos, es preciso tener en cuenta el contexto socio-político de la época, y los diversos actores que entonces intervinieron.” (N° 2).
Resulta lógico que sigan apareciendo interrogantes, porque el Gobierno militar de aquél entonces los produjo inicialmente, en combinación con los ejércitos terroristas que actuaban en el país, ya que mientras unos empezaron pasando “a la clandestinidad” causando el espanto social, y los otros siguieron con la producción de “desaparecidos”. En el medio, tras el paso del tiempo, surgieron intereses económicos que desviaron la inicial causa política e ideológica que enfrentó a ambos.
El Episcopado, en boca de su actual Presidente, salió al cruce de declaraciones del ex Excelentísimo Presidente General Jorge Rafael Videla, quien refiriera la vinculación de su gobierno con la cúpula eclesiástica católica. En realidad, el Episcopado salió a ofrecer una versión “políticamente correcta” a los medios de comunicación, al afirmar que “Algunas afirmaciones recientes, a partir de las declaraciones del ex-presidente “de facto” J. R. Videla, atribuyen a quienes entonces conducían el Episcopado, alguna complicidad con hechos delictivos. Como ha respondido el actual presidente de la Conferencia: que haya habido “una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en ese momento” [la presidencia del Episcopado] (La Nación 5/8/12).”
Cabe destacar que el Episcopado no existe como “órgano” de la Iglesia, y que se trata simplemente de la reunión de los Obispos de un país, no de una institución que forme parte de la Jerarquía de la Iglesia, o que sea intermediaria entre los Obispos y el Vaticano. Por otra parte, pretender una “complicidad con hechos delictivos” sería una frase la existencia de Obispos como Jaime de Nevares, Miguel Hessayne y Enrique Angelelli, que estuvieron particularmente involucrados de modo directo con la subversión terrorista. Incluso Mons. Enrique Angelelli, según ha trascendido, solicitó al Capellán de la Fuerza Aérea de La Rioja que utilizando su cargo permitiera que grupos montoneros se apropiaran de armamentos para sus atentados terroristas… hecho que efectivamente constituye un delito, en un acto que impide que sea abierta cualquier causa de canonización, como muchos pretenden, ya que además era explícito militante de la corriente modernista devenida en tercermundista materialista, la cual derivara en la Teología de la Liberación, condenada por el Magisterio de la Iglesia. Mal podría canonizarse semejante candidato.
Asimismo, continúa el Documento afirmando: “3. Conocemos los sufrimientos y reclamos de la Iglesia, por tantos desaparecidos, torturados, ejecutados sin juicio, niños quitados a sus madres, a causa del terrorismo de Estado. Como también sabemos de la muerte y desolación, causada por la violencia guerrillera. No podemos ni queremos eludir la responsabilidad de avanzar en el conocimiento de esa verdad dolorosa y comprometedora para todos. A pesar de que la historia vivida no se deja desentrañar fácilmente, y tampoco la responsabilidad que cabe a cada persona, nos queda la preocupación por completar un estudio demorado pero necesario.”.
Es importante destacar que no sólo los Militares produjeron “desaparecidos, torturados, ejecutados sin juicio, niños quitados a sus madres”, sino que la condición de “desaparecido” ya surgía cuando el militante subversivo realizaba su “pase a la clandestinidad” (ya que la clandestinidad es una real desaparición de la persona), y que además existen niños que han desaparecido (o muerto) a manos de los mismos militantes subversivos sin que a la fecha se conozca su paradero, a la vez que los actos terroristas abarcaron torturas (como en el caso de Argentino del Valle Larrabure, quien acabó muerto), ejecuciones sin juicio (como la determinación de asesinar a José Ignacio Rucci), y todo ello en el marco de acciones militares llevadas a cabo por los ejércitos terroristas financiados desde la Internacional Comunista, desde Cuba, y por los delitos que los mismos cometían cuando la Unión Soviética dejó de prestar financiamiento a tales acciones a la vez que Cuba se dio cuenta de que las mismas no prosperarían (extorsiones, amenazas, chantajes, robos, estafas y accionar delictivo de todo tipo fueron los recursos de financiamiento de ese Estado paralelo).
Es decir, en la Argentina hubo en la década de 1970 dos Estados: el formalmente constituido, y los Ejércitos compuestos por los militares subversivos que respondían a la intención de la formación de un nuevo Estado en el Noroeste argentino, y que a su vez esperaban alcanzar el poder formal en la Argentina, puesto que las cabezas de dichos movimientos subversivos constituían otro Estado paralelo, con sus fuerzas militares y armamento, con sus intelectuales, con sus colaboradores y con la ciudadanía que podía serles afín. ¿Acaso las acciones desarrolladas por ese Estado paralelo, que llevaba a cabo una inteligencia paralela, no eran también un Terrorismo de Estado? Pero esto no se puede decir, porque no es políticamente correcto. Nada nuevo se dice en este artículo, ya que esto ha sido reconocido por los propios documentos de quienes sí asumen sinceramente sus responsabilidades sobre los hechos de la década de 1970, respecto de sus actuaciones, sin aceptar la versión oficial que se pretende imponer desde el Gobierno: que todos los desaparecidos eran estudiantes universitarios de promedio 10, excelentes en conducta y en sus notas, ejemplares en su familia y en su Fe, de elevada moral y cumplimiento de los Mandamientos de Dios, que mientras estaban estudiando fueron secuestrados por militares malos, quienes el día 24 de marzo de 1976 se levantaron con la idea de salir a hacer un golpe de Estado de la noche a la mañana, interrumpiendo la ordenada y feliz vida de todo el pueblo, y con todo el pueblo en contra de los militares, los cuales querían secuestrar y matar gente inocente por mera diversión como política de Estado. Esta versión que difunde el actual gobierno, no la cree ni Magoya.
El documento afirma que los Obispos que precedieron a los actuales han ofrecido “su palabra y testimonio”, y dicen que no pueden “conocer a fondo cuánto supieron personalmente de lo que estaba sucediendo. Ellos intentaron hacer cuanto estaba a su alcance por el bien de todos, de acuerdo con su conciencia y juicio prudencial. ...Reconocemos, además, que no todos los miembros de la Iglesia pensaron y actuaron con idénticos criterios.” Es importante reconocer que las homilías eran públicas, que la Argentina, tanto en tiempos de “democracia” (con Héctor Cámpora, Juan Domingo Perón, o María Estela Martínez de Perón), como en tiempos de “dictadura”, operó ese Estado paralelo compuesto en su rama militar por ejércitos subversivos, y que hubo sacerdotes y Obispos de ambos lados. Los mismos gobiernos democráticos referidos lanzaban frases aterradoras contra los subversivos, que no frenaban su acción armada y su penetración cultural con infiltración social.
A esta altura del Documento, es importante saber que no existió institución alguna, civil o religiosa, que emitiera comunicados como la Iglesia Católica condenando los excesos, advirtiendo sobre las situaciones que se vivían, incluso en los más difíciles momentos de la Dictadura Militar, cuando la mera sospecha de oposición podía implicar la muerte del sospechoso. Ni los judíos, ni los musulmanes, ni los protestantes, ni ninguna otra religión se pronunció en tono crítico alguno. Es más, quienes se pronunciaron, lo hicieron en el sentido “políticamente correcto” de su tiempo, el cual hoy es justamente “políticamente incorrecto”. Sería bueno que los Rabinos, los imanes y los Pastores protestantes informaran a la comunidad argentina de sus pronunciamientos (muchos de los cuales han sido reflejados en los diarios de la época).
Prosigue el documento: “5. De entre tantas declaraciones y publicaciones, ofrecemos algunos ejemplos: “Someter a una persona a la tortura para arrancarle informaciones o confesiones... siempre es ilícito” (Declaración de la CEA, 16/3/72). “No será vano reiterar que para todo cristiano, no excluidos quienes ejercen autoridad, aún a costa de la eficacia inmediata, hoy como siempre y en toda circunstancia conserva su valor ético: el fin no justifica los medios” (Carta colectiva CEA, Reflexión cristiana para el pueblo de la Patria, 7/5/1977).” Es decir, las advertencias acerca del empleo de torturas y de los medios empleados para alcanzar los fines. El ex Presidente Videla refirió en una declaración judicial que fue Italo Argentino Luder quien ante una propuesta de tres niveles de acción para poner freno a la subversión, eligió el más acelerado, de más breve plazo, pero con mayor margen de error. El documento del Episcopado indicaba al Gobierno militar de 1972 que no debía aplicar torturas, y al Gobierno militar de 1977 que los cristianos que ejercen la autoridad (en este caso, Jorge Rafael Videla de modo concreto y a toda otra autoridad de su tiempo), se les reiteró que “el fin no justifica los medios” (se entiende, empleados para poner freno a la subversión), y ello “aun a costa de la eficacia inmediata”.
Sin embargo, merece un análisis y observación la frase de que “el fin no justifica los medios”, porque es falsa. El fin sí justifica los medios. Si una persona tiene por fin viajar desde América a una ciudad de Europa para sus vacaciones, debe elegir medios adecuados a tal fin. Si el medio no tiene relación con tal fin, si pretende viajar en ferrocarril o en auto desde América a Europa, no podrá alcanzar la meta planteada. La frase, mal atribuida a Nicolás Maquiavelo (que jamás la pronunció), es además deformada y mal aplicada. En realidad, debe expresarse del siguiente modo: “un buen fin no puede ser alcanzado por malos medios”.
Continúa el documento consignando que “Unos años más tarde, el documento Iglesia y Comunidad Nacional (1981), condenó de varias maneras todo tipo de violencia. En síntesis: la lucha armada nunca es un camino legítimo para la búsqueda de logros sociales, por más buenos que parezcan. Por eso es reprobable la violencia ejercida por la guerrilla, que aún operando durante el gobierno democrático, atentó contra la vida de personas e instituciones. Pero menos aún puede legitimarse la violencia ejercida por el Estado, fuera de la ley, ni por grupos paramilitares. Es el Estado el responsable de tutelar los derechos de todos (cf ICN 33. 97. 133). Y en esa ocasión dijeron los obispos: “Porque se hace urgente la reconciliación argentina, queremos afirmar que ella se edifica sólo sobre la verdad, la justicia y la libertad, impregnadas en la misericordia y en el amor” (ICN 34). En pleno gobierno de facto, la Iglesia reprendía a los ejércitos armados guerrilleros, y al mismo tiempo la violencia ejercida por el Estado, fuera de la ley, o por grupos paramilitares, llamando a la reconciliación. Y tal concordia entre los argentinos es una materia pendiente, debido a que el Gobierno actual ha elegido la vía de la confrontación antes que la amistad.
Un mea culpa fuera del tarro es el punto 6, ya que la responsabilidad de las acciones gubernamentales no son achacables a la Iglesia. Sostiene el documento: “En el año 2000, la celebración del gran Jubileo, fue una oportunidad importante e inspiradora, que motivó a la Iglesia a revisar su vida y a pedir perdón, como pocas instituciones lo hicieron. En aquella ocasión, imploramos la misericordia de Dios: “porque en diferentes momentos de nuestra historia, hemos sido indulgentes con posturas totalitarias, lesionando libertades democráticas, que brotan de la dignidad humana”; y también “porque con algunas acciones u omisiones hemos discriminado a muchos de nuestros hermanos, sin comprometernos suficientemente en la defensa de sus derechos(Encuentro Eucarístico Nacional, Córdoba, septiembre del 2000)”. No se trata de pecados de la Iglesia, sino que en su caso de los hijos de la Iglesia, quienes al cometer pecados mortales quedan fuera de ella, con peligro para la salvación de su alma. Cabe destacar que las “posturas totalitarias” no sólo son las de un Gobierno militar, sino también las ideologías materialistas que sustentaban los grupos armados guerrilleros. La Iglesia Católica no pidió perdón por sí, sino por los pecados de sus hijos. Lo extraño, en el caso de Argentina, es el pedido de perdón por pecados que jamás fueron cometidos. Además, la Libertad se basa en la Verdad, y si no se posee la Verdad, no hay Libertad, porque eso es lo que Jesucristo enseñó. No existen "libertades democráticas", porque el calificativo "democráticas" implicaría la existencia de otras libertades alternativas. La libertad es inherente a la naturaleza humana, no a su dignidad, y se define como la preferencia reflexiva de lo mejor. La dignidad humana, no brota de modo directo de la naturaleza humana, sino de su ser como creatura de Dios, y por ello el hombre halla su dignidad cuando se reconoce como hijo de Dios y hermano de Jesucristo, quien siendo Persona de la Santísima Trinidad asume la naturaleza humana, restaurando la dignidad extraviada por el Pecado Original. ¿Qué tiene que ver esto con la "democracia"? Nada. Hablar de "libertad democrática" es una contradicción en los términos, porque la libertad se da ante un pluralismo de situaciones igualmente buenas e indiferentes entre sí al momento de la elección, pero no se puede hablar en el mismo sentido cuando el objeto elegido implica una jerarquía entre las diversas opciones, en cuyo caso ha de optarse por lo mejor o caer en el libertinaje de elegir lo menos bueno o lo peor. La "libertad democrática" es la libertad de lo indiferente, en cuyo caso no puede poner en juego ninguna virtud de relevancia, porque si lo que se elige es indiferente (democrático), no existe lesión alguna. Hay una falla, un error filosófico y teológico en el documento del Episcopado en este sentido.
Además, el documento expresa lo siguiente: “7. Queremos estar cerca de cuantos sufren todavía por hechos no esclarecidos ni reparados. Cuando la justicia es demasiado largamente esperada, deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo. Sabemos que en miles de familias hay heridas abiertas y angustiosas, por lo acontecido después del secuestro, detención o desaparición de un ser querido. Compartimos el dolor de todos ellos y reiteramos el pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos.” ¿Saben a quién han “defraudado” o no han “acompañado” como debieran? Y no en tiempo pasado, sino en tiempo presente: a las víctimas de actos terroristas, de hechos subversivos, a los familiares de las víctimas mortales o no, víctimas de asesinato, tortura, secuestro, extorsión, chantaje y de todo tipo de hechos producidos por los violentos ejércitos terroristas. Pero esto tampoco es políticamente correcto mencionarlo, así que supongo que debe haber hecho bien el Episcopado en esconder el tema. Total, después saldrán a pedirles perdón, dentro de 50 o 90 años a los descendientes y familiares de tales víctimas por no haberlos atendido.
Como al parecer los Obispos tienen amnesia de lo que sucedió en la década de 1970 en Argentina, dicen lo siguiente: “8. Nos sentimos comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos, a fin de seguir buscando la verdad, en la certeza de que ella nos hará libres (cf Jn 8,32). Por ello nos estamos abocando a revisar todos los antecedentes a nuestro alcance. Asimismo alentamos a otros interesados e investigadores, a realizarlo en los ámbitos que corresponda. De nuestra parte, hemos colaborado con la justicia, cuando se nos solicitó información, de la cual podíamos disponer. Además, exhortamos a quienes tengan datos sobre el paradero de niños robados, o conozcan lugares de sepultura clandestina, que se reconozcan moralmente obligados a acudir a las autoridades pertinentes.” Como los Obispos no saben qué sucedió, tienen que promover un estudio más completo de esos acontecimientos. El Cardenal Jorge Bergoglio no se acuerda de nada, el libro de Horacio Verbitsky acusándolo junto al Gran Rabino de Buenos Aires de que concurrían ambos a la ESMA ¿entra en la colaboración “con la justicia” que refieren los Obispos hoy? ¿Y Verbitsky no sabe nada de lo que sucedió con la gente que él mismo denunció en la ESMA? ¿Los Obispos no saben que “la justicia” está politizada al inventar un sistema penal paralelo de “lesa humanidad” donde no existen derechos para los simples sospechados de los hechos que se les atribuyen? ¿Los Obispos no saben que están muriendo presos políticos en cautiverio, que no hay garantías constitucionales y mucho menos la del “debido proceso”, que no se respeta ni siquiera la condición de la edad de los ancianos que están muriendo en cautiverio? ¿Por qué no le preguntan al modernista Cardenal Mejía acerca del asesinato de Jordán Bruno Genta y de Carlos Sacheri? ¿O ahora nadie sabe nada de nada? Todo esto muestra que tenemos un Episcopado “políticamente correcto” que además es tan mentiroso como cuando informó a Roma que en la Argentina es tradición inmemorial recibir la Comunión en la mano, para imponer obligatoriamente el hecho a todos los feligreses, un hecho que en 1983 era visto como una aberración litúrgica en Argentina. Sí: el Episcopado es mentiroso, y después se excusa en la “búsqueda de la verdad” cuando la Verdad la conocen y la esconden. No hay búsqueda de la Verdad cuando la misma se conoce y se posee. Los Obispos parece que la siguen buscando… igual que la buscaba Poncio Pilatos con su pregunta al mismo Jesucristo, a quien tenía delante de sí.
Concluye el documento llamando a la “amistad social” y la “reconciliación”, no como forma de impunidad, sino reconociendo lo que sea deplorable, con arrepentimiento de los responsables (que como se refiere en este escrito, no son solamente los militares, en la parcial visión de la izquierda que realiza de este documento), y en la reparación en justicia de los daños causados.
Los siguientes son los dos últimos puntos del documento:
9. Seguimos comprometidos y empeñados en promover la fraternidad y la amistad social en el pueblo argentino, para lograr caminar juntos en la búsqueda del bien común. La reconciliación no es “borrón y cuenta nueva”, y menos impunidad. Es necesario: el empeño en la búsqueda de la verdad, el reconocimiento de cuanto sea deplorable, el arrepentimiento de quienes sean culpables, y la reparación en justicia de los daños causados (cf JUAN PABLO II, Jornada por la Paz 1997). También debemos reconocer que el perdón y la reconciliación son dones de un Dios, que nos hace hermanos.
10. En este Año de la fe, que estamos comenzando con la Iglesia en todo el mundo, y en el camino del Bicentenario de la Patria (2010-2016), renovamos nuestra vocación de servidores de todos, en especial de los que más sufren. La Virgen María, al pie de la cruz, experimentó el dolor por la muerte de su Hijo. A Ella le pedimos que abrace con ternura a cuantos esperan el consuelo de la verdad, la justicia y la paz. 

UN CAPITULO MÁS DE LA IGLESIA TRAICIONADA



Por Antonio Caponnetto

      Finalmente, y como estaba previsto, el pasado 11 de octubre, en el auditorio Juan Pablo II de la UCA, las máximas autoridades de la misma, le han entregado el Doctorado Honoris Causa al Rabino Abraham Skorka. Se hallaban presentes en la ceremonia el Predicador Pontificio y el Nuncio Apostólico, testigos inequívocos ambos del aval que a tal acto se le daba directamente desde Roma. 
         Evitemos los circunloquios, porque los registros fílmicos y auditivos de lo sucedido, que hemos analizado, nos obligan a ser directos en nuestros juicios (1). Humanamente hablando, lo que se ejecutó ese día fue un hecho inicuo, consumado bajo el sello de la obsecuencia servil al judaísmo, de la adulación rastrera a la Sinagoga, del vasallaje envilecedor al Sanedrín, de la horribilísima abdicación ante el poder de Israel. 
         Si el prolongado y sensual abrazo entre el homenajeado y Bergoglio sirven de símbolo a la fiera felonía, no resulta menos simbólico el comportamiento del rebaño que presidía o secundaba la fiesta, abyectamente presto a lisonjear con aplausos al circunciso, cada vez que de su boca salían las más insolentes o insólitas afirmaciones. 
         Religiosamente hablando, en cambio, lo que se ejecutó ese día fue un hecho aún más trágico, que no puede pasar sin registro y sin protesta. Quedó fundada oficial, pública e institucionalmente en nuestra patria, la herejía judeo-católica, cuya impune existencia tiene ya larga data. De mentar a sus servidores y capitostes se ocupó el mismo hebreo, al dar gracias por tal coyunda a Mejía, Braun, Karlic, Rivas, Poli y el precitado Bergoglio, amén del rector Víctor Manuel Fernández, quien insiste en hacerse llamar Tucho, para que su ridículo apodo coincida con su condición intelectual y moral. 
         La nueva herejía, como cualquiera de pasados tiempos, se exhibió impúdicamente con gestos y palabras difícilmente exentos del calificativo de blasfemos. Cristo fue el Gran Ausente y a la par el Gran Traicionado. Y para que el sacrilegio fuera completo, la herética pravedad sentó sus reales en una casa de estudios que fuera alguna vez, en sus honrosos inicios, baluarte de la ortodoxia. Sin embargo y por lo que sabemos, hasta ahora no hubo voces eclesiales en disidencia manifiesta. 
         Si tuviéramos que remitirnos a las palabras dichas por el homenajeado (y dichas, ya no sin el don de la elocuencia, sino siquiera sin la prolijidad mínima de quien posee el hábito docente, cfr.http://www.aica.org/3625-la-uca-otorgo-el-doctorado-honoris-causa-al-rabino-abraham.html), esa noche se le rindió honores públicos: 

          1º) a quien exaltó “el ideal profundo del movimiento sionista”, callando su historial de crímenes horrendos, de terrorismos sistemáticos, de posiciones racistas, de avasallamientos a las soberanías de otros estados, sin excluir la del propio Estado Argentino, coto de caza declarado como tal por Teodoro Herzl desde 1896, cuando escribió El Estado Judío. El historial homicida del movimiento sionista, y su consiguiente rechazo, es un hecho reconocido hoy aún por algunos judíos prominentes, como los que integran la International Jewish Anti-Zionist Network. Pero ni Skorka ni sus genuflexos glorificadores parecen estar anoticiados. 

          2º) a quien ofendió gravemente a la Iglesia, acusándola de antisemita, y sosteniendo expresamente que el antisemitismo nacional-socialista “tuvo raíces en la teología que se fue desarrollando en la Iglesia Católica”; ocultando así, burdamente, las diferencias doctrinales entre la Cátedra de Pedro y los ideólogos del Neo-paganismo, las verdaderas raíces teologales de la enemistad cristiano-israelita, y las pesadas culpas judaicas en tal acerba enemistad. 

         3º) a quien osó reivindicar a los peores enemigos de Jesucristo, pidiendo que se revisara la condena evangélica al fariseísmo, y sosteniendo que “todo cristiano que no sabe la esencia del judaísmo, no sabe la esencia del cristianismo”; afirmación esta última que sólo puede ser cierta por contraste y antagonismo, mas no por convergencia y similitud, como aquí se la ha presentado. 

         4º) a quien ultrajó a Jesús, llamándolo “colega”, y sosteniendo que sus enseñanzas sobre el amor ya estaban contenidas en el Talmud. Como si no constara  a cualquier persona instruida la aborrecible cantidad de enseñanzas ofensivas, odiosas y agraviantes contra Nuestro Señor, que contienen las páginas talmúdicas. Y como si las reprobaciones que pesan sobre ellas, elaboradas por no menos de diez Pontífices o rubricadas oportunamente en Trento, pudieran ser declaradas letra muerta. 

         5º) a quien exaltó la memoria del rabino Marshall Meyer (“bendita memoria”, la había llamado ya en su Identidad Judía y el diálogo Judeo-Cristiano, cfrhttp://www.congresojudio.org.ar/coloquio_nota.php?np=53 ), personaje cuya condición de pederasta y corruptor de menores, no sólo habría sido probada en los estrados judiciales (Buenos Aires, año 1971, causa 26.176, Sala V de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional), sino que, y por lo mismo, significó la expulsión y el repudio del reo por parte de las mismas comunidades judías del país. Tal como lo certifican las firmas de Rafael Kugielsky, Sión Cohen, David Kahana y otros rabinos, en sendos dictámenes y/o informes emitidos durante 1971 por esas agrupaciones israelitas radicadas en el país antes mencionadas. Específicamente la AMIA, la DAIA y la OSA. 

         6º) a quien avivó reiteradamente las brasas de la mitología de la Shoa, cuyas significativas mendacidades (como hemos probado de manera analítica en otro trabajo: cfr. nuestro ensayo El juramento antinegacionista, http://elblogdecabildo.blogspot.com.ar/2009/03/caso-williamson.html), no guarda antes relación con la historiografía, la demografía o la política, sino con la teología y la economía de la Salvación. Para los judíos, entiéndase de una vez, el holocausto no es cuestión de una cifra ficta y arbitraria de muertos, sino de reemplazar a Cristo como Víctima, para que su lugar lo ocupe Israel. Es el Trono del Cordero el que disputan, no el funcionamiento de las cámaras de gas. 

         7º) a quien se permitió coronar su desfachatez discursiva, concluyendo –con un plural deliberado que a todos los presentes incluía- con un “estamos esperando al Mesías. Él va a venir cuando Dios lo disponga”. Ni el Nuncio de Su Santidad, ni el Predicador Pontificio, ni el Cardenal Primado atisbaron la menor discordancia ante la audacia. Por el contrario, un aplauso sostenido corroboró el descarado manifiesto del judío, que estaba allí –en esa noche apostática y ruin de la UCA- para probar que por su boca no hablaban Natanael, ni Zolli ni Edith Stein, sino la vieja y remozada perfidia de Caifás. Purim 2012, imperdonablemente renovado, celebraron juntos así, a la vista y regodeo de la comunidad académica, las testas más visibles y más descaradas de la herejía judeo-católica. 

         Nadie silenció ni enmendó al locuaz cuanto falsario e irreverente rabino. Nadie salió en defensa –no ya del honor de Cristo Rey y de la Santa Madre Iglesia- sino de la tan pedida hermenéutica de la continuidad, toda vez que el homenajeado la quebraba a sabiendas, con su división dialéctica entre una Iglesia antes y después de Nostra Aetate. Y no es que faltara a la verdad Skorka con tal aseveración aciaga. Faltaban a la congruencia los que la daban también por cierta y por laudable, mientras se llenan las bocas predicando la continuidad, allí donde ha sido intencionalmente conculcada. 
         Párrafo aparte merecería la Justificación Oficial que de la entrega del Doctorado leyó el Rector Tucho. Detengámonos apenas –al borde mismo de la náusea- en un par de sus afirmaciones ruinosas. La primera es aquella, según la cual, judíos y cristianos “tenemos en común el tesoro de la Torah”, que nos permite, a partir de esa “Palabra Revelada, desarrollar diversas potencialidades” (Cfr.http://www.uca.edu.ar/uca/common/grupo81/files/Discurso_Rector_UCA.pdf ).
           De este modo, la negación del carácter mesiánico y divino de Jesucristo y el protagonismo central en su pasión y muerte, sólo sería ahora, para el ucálico rector, nada más que una de las diversas potencialidades que legítimamente pueden seguirse de la lectura del Antiguo Testamento. Para nosotros las sagradas páginas veterotestamentarias anuncian a Cristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, ante el cual se dobla toda rodilla en los cielos y en la tierra. A los judíos en cambio, les sirvió y les sirve para justificar la muerte de los profetas y del mismo Dios. Pequeño detalle sin importancia. Cuestión de potencialidades que se desarrollan a partir de la consideración de un texto común. Al fin de cuentas, para estos progresistas estultos, la Sagrada Escritura –como la opera aperta de Umberto Eco- es pasible de subjetivas consideraciones y conclusiones. Unos descubren, veneran y aman a Dios cuando la escuchan, otros lo asesinan. Pero el amor o el deicidio no cuentan, sino el encuentro en el texto común.
          Ha dicho Tucho en segundo lugar, que con este doctorado a Skorka, se quiere premiar también, extensivamente, a la comunidad judía toda, que tiene “en Buenos Aires [...] una población tan numerosa, caracterizada por su nivel cultural, su creatividad y su espíritu emprendedor”, reconociéndole y agradeciéndole “los innumerables aportes” hechos a “nuestro país”. ¡Bien por el rector magnífico! Seguramente hay mucho que “reconocer y agradecer” a la Migdal, a Julius Popper; o a los innúmeros Sofovich, Graiver, Gvirtz, Szpolski, Elzstain, Alperovich, Filmus, Verbitsky, Schoklender, Feinman o Timerman. Seguramente, asimismo, hay mucho que “agradecer y reconocer” a quienes se opusieron al dictado de la enseñanza católica en Catamarca, o a la presencia de la Cruz en la bandera de Tucumán. Y a todos cuanto aparecen en el valiente libro del hebreo Fabián Spollansky, La mafia judía en la Argentina (San Juan, Rubin, 2008).
          Dice el rector también que entre los motivos de admiración que guarda hacia Skorka, debe contarse el hecho de “los casi tres años” que, bajo su dirección, se dedicó a estudiar “el capítulo 3 de las Lamentaciones”. Y dice el rabino que, a partir de Nostra Aetate, “nadie podrá achacarnos más que somos deicidas”.
          No sabemos qué extraña ciencia cabalística encandiló al clérigo inverecundo y desertor. Pero él y el resto de los miembros de la secta judeo-católica que han oficializado sin tapujos, bien harían en aplicarse las palabras del versículo 45 del venerable texto de Jeremías, que tanto dicen haber estudiado: “nos convertiste en desecho y en basura en medio de las naciones”.
          Tampoco sabemos quiénes integran ese “nadie” apodíctico, que según Skorka, ya no podrá enrostrarles más, ni a él ni a los suyos, el verídico, doliente e ilevantable nombre de deicidas. Sabemos que la promesa divina, en virtud de la cual, “mis palabras no pasarán” (Mt.24, 35), no está aplicada a Nostra Aetate sino a la buena nueva del Nuevo Testamento.
          Pues allí, entre esas palabras de la Palabra que no pasará, seleccionamos éstas para recordarle su condición al galardonado: “¡Matasteis al Autor de la Vida!” (Hechos 3, 13-15), ‘¡Crucificasteis al Señor de la Gloria!” (1 Cor. 2,8).
          Y a la par que se las recordamos, con dolor de bautizados fieles, repetimos con el antiguo ritual del Viernes Santo:
        Oremus et pro perfidis Judaeis: ut Deus et Dominus noster auferat velamen de cordibus eorum; ut et  ipsi agnoscant Jesum Christum Dóminum nostrum. Oremos también por los pérfidos judíos, para que Dios nuestro Señor, quite el velo de sus corazones, a fin de que también ellos reconozcan a Jesucristo nuestro Señor.
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1)      Remitimos al blog amigo Página Católica: