martes, 15 de noviembre de 2011
III JORNADA DE LAS FAMILIAS EN LA PLATA 2011
FESTIVAL “FONATÓN 2011”, DIRIGIDO POR ANDRÉS ISTEPHANIAN, EL 16/11 A LAS 20 HS EN ARMENIA 1353 CABA
FESTIVAL MUSICAL
“FONATÓN 2011”
Jóvenes del ESTUDIO VOCAL- Coro de niños VENEDIK – Ensamble de coros ALAKIAZ – NAREK
Coro Armenio Litúrgico SHARAGAN – Orquesta del Instituto SAN GREGORIO EL ILUMINADOR
Orquesta de Música ARMENIA – Coro de Jóvenes del Colegio ARMENIO DE VICENTE LÓPEZ
Dirección: ANDRÉS ISTEPHANIAN
Miércoles 16 de Noviembre – 20 hs
Sala Siranush - Armenia 1353 CABA – Entrada libre
CORO DE NIÑOS Y JÓVENES EN LA UGAB DIRIGIDO POR LA PROF. ANDREA BAGHDASSARIAN
La Unión General Armenia de Beneficencia – UGAB-, en el año de su Centenario, presenta el Primer recital del Coro de Niños y Jóvenes “Despertando el entusiasmo por el canto”.
Con la dirección de la Prof. Andrea Baghdassarian, el Recital se llevará a cabo el Jueves 17 de noviembre de 2011 a las 20 hs en el Salón Sahakian, 5º Piso de calle Armenia 1318/1322 de la ciudad de Buenos Aires
CORREO DE LCTORES: QUE LA PRESIDENTE VETE EL ABORTO
Señor Director:
Los que conocemos la opción de la Sra Presidente a favor de la vida, entendemos que comparte plenamente lo dicho por la Madre Teresa de Calcuta sobre el aborto, en ocasión de recibir el Premio Nobel de la Paz: "…Este es el peor enemigo de la paz hoy en día. Si una madre puede matar a su propio hijo, qué nos queda a nosotros; bien pueden ustedes matarme… o yo matarlos, ya que nada nos une…”
Esperamos por ello que en el supuesto y desgraciado caso de que fuera votada una ley de "despenalización del aborto", la misma será vetada por la Señora presidente las veces que fuera necesario, no acogiéndose a una abstención "a lo Pilatos", que la dejaría marcada para siempre como responsable del genocidio de los más débiles.
Santiago Floresa
Juncal al 1800
Capital Federal
AUNAR: HOMENAJE AL CNL. JORGE R. IBARZÁBAL EL 18 DE NOVIEMBRE
11 de Noviembre de 2011
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AUNAR |
Asociación Unidad Argentina |
ADHESIÓN
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Asociación Unidad Argentina – AUNAR -
adhiere e invita al
Homenaje en memoria del Cnl. Jorge R. Ibarzábal,
al cumplirse el 19 de noviembre
el 37mo. aniversario
de su secuestro y posterior asesinato
a manos de la organización terrorista ERP.
El
mismo se llevará a cabo en el
Círculo Militar de la ciudad de Buenos
Aires,
Avda. Santa Fe 750,
el próximo 18 de noviembre de 2011
a las 18:30hs.
LA COMISIÓN DIRECTIVA
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LA VERDADERA CARIDAD
LA COBARDÍA ES UN PECADO, Y EN ALGUNOS CASOS MUY GRANDE
San Mateo es el más rico y más enérgico de los tres Sinópticos. La Biblia de Bover-Cantera dice: “Este Evangelio pertenece a la literatura escrita; el de Marcos a la literatura oral”. Es un error serio que muestra mucho atraso en exégesis. Con toda certeza, los cuatro Evangelios pertenecen al género que hoy llaman los lingüistas, etnólogos y psicólogos estilo oral; y fueron recitados de memoria antes de ser fijados en el pergamino -por lo menos los tres primeros- como las rapsodias de Homero, el Vedhanta, el Korán, el Poema del Myo Cid y en realidad casi todos los monumentos religiosos o épicos de la Antigüedad. Esta noción, que hoy día se posee en forma científica, resuelve de un golpe la falsa Cuestión Sinóptica, que preocupó a los eruditos durante dos siglos; consistente en que los Evangelios tienen entre sí algunas divergencias por un lado, y una concordancia maciza por otro; como puede verse en este relato, que traen los tres Sinópticos. Eso ocasionó un lío muy grande en la cabeza de los sabios alemanes, algunos de los cuales llegaron a negar la autenticidad y la veracidad de esos tres documentos religiosos, hasta que Marcel Jousse descubrió las admirables leyes del estilo oral.
Cosa increíble: hay una tormenta tal en el Mar de Tiberíades que las olas invaden la cubierta de la barca de los Pescadores; y Jesucristo duerme. ¿Se hace el dormido, como dicen algunos, para `probar a sus discípulos”? No: duerme, con la cabeza apoyada en un banco. Esa manera de probar a la gente con cosas fingidas es una chiquilinada inventada por un mal maestro de novicios: lo único que prueba de veras es la vida, la verdad, la realidad; no las ficciones. Tampoco es verdad que Dios le haya prohibido a Eva el Fruto del Árbol del Malsaber para probarla; se lo prohibió porque simplemente ese fruto no le convenía ni a ella ni a nadie. Dios no hace pavadas, pero hay gente que tiene inclinación a atribuirle las pavadas propias. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza; pero el hombre se lo ha devuelto; porque ¡cuántas veces no ha rehecho el hombre a Dios a imagen y semejanza suya!
Jesucristo es notable: duerme de día en medio de una tormenta; y de noche deja la cama y se sube a una colina. para orar hasta la madrugada. No lo despiertan el bramar del viento, el golpe del agua, los gritos de los marinos, y lo despierta un gemido en la noche o una mujer hemorroísa que le toca el vestido. Mi abuela Doña Magdalena decía: “Jesucristo es bueno, yo no digo nada; pero ¿quién lo entiende, dígame un poco? “
Sólo un niño o un animal pueden dormir en esas condiciones en que los tres Evangelistas dicen que Cristo realmente “dormía “; y también un hombre que esté tan cansado corno un animal y tenga una naturaleza tan sana como la de un niño.
Muchos hombres de naturaleza privilegiadamente robusta sabemos que podían dormir cuando ellos lo querían; como el primer Napoleón, por ejemplo, del cual se cuenta que podía hacer eso: dormir cuando le parecía bien, sobre todo en los sermones; y hubo que despertarlo en la mañana de la batalla de Austerlitz. En cambio, el Tercer Napoleón, su sobrino, no pegó los ojos la noche del golpe de Estado de 1851 y se levantó tres veces para ver si se había dormido el centinela. Porque el Primer Napoleón fue un Héroe; pero el Tercer Napoleón fue una Imitación de Héroe: un Payaso.
Bueno, el caso es que Cristo dormía, y los discípulos lo despertaron diciéndole algo que está diferentemente en los tres Evangelistas; pero en realidad le deben haber gritado no tres sino unas doce cosas diferentes por lo menos; que se resumen en ésta: «¡Sonamos!» ¿No te importa nada que nosotros «sonemos»? “que trae San Lucas como resumen de toda la gritería. Lo que dijo San Mateo, que estaba allí, fue esto: “Señor, ayúdanos, que perecemos”. Cada uno dijo lo mejor que supo, y eso es todo.
Lo que les dijo Cristo –en esto concuerdan los tres relatores- fue “cobardes”. La Vulgata latina traduce “Modicae fidei “, o sea “hombres de poca fe “; pero Cristo, en griego o en arameo, les dijo “cobardes”. Un hombre que grita cuando hace agua su lancha en una tempestad del Mar de Galilea, que son breves pero violentas; suponiendo incluso que haya gritado un poco de más, ¿es cobarde? Para mí, no es cobarde. Pero para Jesucristo es cobarde. A Jesucristo no le gustan los cobardes.
La Iglesia (“la barquilla de Pedro “, que le dicen) ha tenido muchas tempestades y ha de tener todavía otra que está profetizada, en la cual las olas invadirán el bordo, y parecerá realmente que los pocos que están dentro suenan. Cristo parece haber conservado su costumbre juvenil de dormir en esos casos; y también su idiosincracia de no amar la cobardía.
¿La cobardía es pecado? Sí; y en algunos casos muy grande. Los Apóstoles tenían una manera de predicar que yo no usaría otra si me dejaran predicar: la cual es hacer una lista de pecados grandes, recitarla y después decir: “Ninguno de éstos entrará en el Reino de los Cielos. Basta”. Así San Pablo dice: “No os engañéis, hermanos; que ni los idólatras, ni los ladrones, ni los divorciados, ni los avaros, ni los perros [o sea, los maricones] ni… y así sigue un rato- entrarán en el Reino de los Cielos”. Hoy en día habría que predicar así, sencillamente… es opinión nuestra.
Pues bien, San Juan en el Apokalypsis, que es una profecía acerca de los últimos tiempos, añade a la lista de pecados otros dos que no están en San Pablo: “los mentirosos y los cobardes”. Lo cual parece indicar que en los últimos tiempos habrá un gran esfuerzo de mentira y de cobardía. Dios nos pille confesados.
La cobardía en un cristiano es un pecado serio, porque es señal de poca fe en Cristo (‘cobardes y hombres de poca fe”) que ha dado sus pruebas de que es un hombre “a quien el mar y los vientos obedecen “-dice el Evangelio de hoy- con lo cual por lo tanto, el miedo no es cosa bonita; ni lícita siquiera. Julio César, en una ocasión parecida, no permitió a sus compañeros que se asustaran. “¿Qué teméis? Lleváis a César a su buena estrella “, les dijo. Mucho más Jesucristo, creador de las estrellas.
Lo que gobierna el mundo son las Ideas y las Mujeres, dijo uno. Las Ideas, lo dudo mucho. Las Mujeres, habría que hacer la prueba. ¿Qué sucedería si en la Argentina saliese una especie de Teresa de Jesús, que persuadiese a todas las mujeres de este propósito: “¡No me casaré con ningún hombre que sea un cobarde!” Yo creo que se vendría abajo la tiranía de turno, y no subiría más ningún otro tirano.
En otros tiempos, los argentinos no eran ni adulones ni cobardes. Ahora parecería, según algunos que leen los diarios, que se están volviendo adulones y cobardes. Que Dios nos salve por lo menos de las mujeres.
(Tomado de su libro “El Evangelio de.Jesucristo “)
MALVINAS: EL PRINCIPE GUILLERMO ESTARÁ 6 SEMANAS EN NUESTRAS ISLAS
MONS. ARANCEDO: "ALGUNOS PIENSAN QUE PARA SER PROGRESISTA HAY QUE HABLAR DE 'OTRA FAMILIA'"
Mons. Arancedo: «Algunos piensan que para ser progresista hay que hablar de ‘otra familia’»
Entrevista al nuevo presidente de la Conferencia Episcopal ArgentinaMartes, 15 de Noviembre de 2011 01:22 |
(AA)
El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, Mons. José María Arancedo,
fue elegido el martes 8 de noviembre como presidente de la Conferencia
Episcopal Argentina. Argentinos Alerta ha recopilado en esta nota su magisterio provida. Nos hemos basado en informaciones periodísticas y en el registro de homilías y documentos de Mons. Arancedo publicado por AICA.
Pedimos
a nuestros lectores que nos ayuden a difundir este rico magisterio
provida y desde esta columna saludamos a Mons. Arancedo como nuevo
presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
A lo largo de los años, Mons. Arancedo se ha pronunciado sobre el don de la vida humana
y sobre la necesidad de defenderla frente a la postura abortista que
considera a la libertad como un absoluto y que se arroga el derecho de
decidir quién va vivir y quién no. La persona "no es un objeto que dependa de la voluntad de nadie, sino un sujeto de derechos".
Citando
al entonces Card. Joseph Ratzinger (ahora Benedicto XVI) en "La
sacralidad de la Vida Humana", Mons. Arancedo recordaba que "un
Estado que se arrogue el derecho de definir qué seres humanos son o no
sujetos de derechos, y que, en consecuencia, reconozca a algunos el
poder de violar el derecho de otros a la vida, contradice el ideal
democrático. En efecto, aceptando que se violen los derechos del más
débil, acepta al mismo tiempo, que el derecho de la fuerza prevalezca
sobre la fuerza del derecho".
En el año 2006 resaltaba que "no podemos callar, ni dejar de movilizarnos para expresar nuestro firme y claro rechazo al aborto" y en el año 2008 le recordaba al Ministro de Salud de Santa Fe que “el aborto no es negociable”. Pero privilegiar la vida no implica ser insensible frente a los problemas del embarazo para la mujer: "este
hecho requiere una cercanía y acompañamiento a la mujer tanto de la
familia como de la sociedad, pero nunca es una actitud humana y
responsable resolver el problema quitando una vida".
En 2011 advertía que los promotores del aborto pretenden convertirse "en creadores, en pequeños dioses"..."que se basan en un concepto del hombre y su libertad como algo absoluto, una suerte de un dios creador que no tiene límites". "El aborto es un signo de debilidad cultural, de retroceso moral y de claudicación política".
Que la Virgen de Guadalupe, invocada por Mons. Arancedo en muchas de sus homilías, lo guíe como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
Índice de documentos:
En el mensaje de Pascua del año 2005 expresó:
...
En este contexto de la celebración de la Pascua no puedo dejar de
referirme a un tema que nos ocupa por su importancia y gravedad, dado
que ataca a la vida en su etapa más indefensa, me refiero al aborto. La
doctrina permanente de la Iglesia sobre esta materia, la defensa de la
vida desde el seno de la madre, debemos considerarla como un acto de verdad, de justicia y de amor. Es un acto de verdad
en primer lugar; la verdad no depende de nosotros, está ahí, y aunque
nos sorprenda nos obliga a valorarla y a ponernos a su servicio, no nos
está permitido moralmente ignorarla. Es también un acto de justicia;
a la justicia pertenece dar a cada uno lo que le corresponde y en el
momento preciso, en nuestro caso el primer derecho que debe atender la
justicia es el derecho a la vida del ser naciente. En esta doble
certeza se fundamenta la sabiduría de una sana legislación. Y finalmente
es un acto de amor; el amor dice referencia al otro, no sólo a
uno mismo, y este amor, como todo amor, tiene una dimensión oblativa
que se alegra por el bien del otro y cuida de su desarrollo.
Frente al misterio de la vida no cabe otra actitud moral. Puede
parecer dura esta doctrina frente a una cultura que parte de la
libertad del hombre como de un absoluto creador y, por lo mismo, le
cuesta aceptar los límites que nos impone una realidad objetiva.
Este planteo doctrinal de la Iglesia, que se fundamenta en razones
científicas, filosóficas y teológicas, es lo que me compromete a
predicarlo, con la firmeza, el respeto y la seriedad que merecen,
porque es una exigencia de orden moral que hace a la dignidad del
hombre y a la cultura de un pueblo.
Queridos
amigos, reciban de su Obispo este mensaje de Pascua para vivir la
alegría de la Resurrección del Señor que nos señala un camino de
esperanza y de solidaridad, para juntos caminar y reconstruir los lazos
de una sociedad herida pero que nos pertenece y a la que nos debemos.
Que el Señor Jesús y Nuestra Madre de Guadalupe, a quién visitaremos
próximamente en su Fiesta mayor los acompañen. Felices Pascuas. Santa
Fe de la Vera Cruz, Pascua de 2005.
Días antes de las elecciones legislativas del 23 de octubre del 2005, Mons. Arancedo reflexionaba sobre la defensa de la vida y la responsabilidad cívica:
La
defensa de la vida y el rechazo del aborto es una exigencia que
compromete y determina el nivel moral de una comunidad. La vida
naciente como valor que se funda en un derecho inalienable, es un límite
moral y jurídico que se convierte en un principio constitutivo de la
sociedad civil y de su legislación. La vida naciente es una realidad
objetiva que nos habla con su propio lenguaje, al que debemos saber
escuchar en su dignidad única e irrepetible. Ella nos diría: mi existencia ya no depende de tu decisión o libertad, sino que necesita y espera de tu cuidado. El aborto es un signo de debilidad cultural, de retroceso moral y de claudicación política.
Para el cristiano, además, esta actitud ante la vida es una expresión
que compromete la identidad de su fe y hace, por lo mismo, al
compromiso social y político que debe asumir por el bien y salud
espiritual de la Patria.
En
este contexto de responsabilidad cívica al que estamos convocados,
tanto ciudadanos como dirigentes políticos, quiero recordar los principios
y algunas definiciones del magisterio de la Iglesia referidas al tema
de la vida y a la consiguiente responsabilidad jurídica y social frente
al aborto.
"Los derechos inalienables deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no
están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son
una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza
humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la
ha originado. Entre estos derechos fundamentales es preciso
recordar a este propósito el derecho de todo ser humano a la vida y a
la integridad física desde la concepción hasta la muerte". (...)
"Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la
protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la
igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al
servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quién
es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de
derecho. El respeto y la protección que se han de garantizar, desde
su misma concepción, a quién debe nacer, exige que la ley prevea
sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus
derechos". (Catecismo de la Iglesia Católica n° 2273).
2006: Carta sobre el aborto: no podemos callar, ni dejar de movilizarnos para expresar nuestro firme y claro rechazo al aborto
Con
motivo de las celebraciones del día de la Familia y el día de la Madre
en el mes de octubre de 2006, Mons. Arancedo presentó la siguiente
carta sobre el aborto:
Queridos hermanos:
En
este mes de Octubre celebramos el día de la Familia y en él, el día de
la Madre. Dos acontecimientos que se corresponden y marcan la cultura
de un pueblo. Detener la mirada en una fecha nos sirve para fijar
nuestra atención y reflexionar sobre el significado que esa realidad
tiene hoy para nosotros. Como todos los años les he escrito una carta a
las familias en la que las invitaba a reflexionar sobre: “La Familia,
camino de plenitud”. Ella es el ámbito natural y espiritual en la que
cada miembro va creciendo en comunidad sin anularse, por ello se la
llama con razón, les decía, la primera escuela de la dignidad y
socialización del hombre. En este sentido hablamos de la familia como un “patrimonio de la humanidad”. Su presencia y testimonio es la primera escuela para la sociedad. No dudemos que fortalecer
la familia es la mayor inversión que debe hacer una comunidad
responsable para asegurar en el futuro su nivel de vida moral y
cultural.
En
esta carta quisiera detenerme en un tema que hace a la responsabilidad
no sólo de la familia, sino de todo ciudadano y de la misma sociedad,
me refiero al tema del aborto. No se trata de algo secundario y
que pueda quedar librado a la determinación de cada persona u opinión
circunstancial, sino que estamos ante un hecho que reclama definiciones claras y comprometidas.
No es un tema sólo de fe, aunque no podemos olvidar su importancia al
tratarlo, sino de una realidad que pertenece al ámbito de los derechos
humanos que deben ser tutelados por la misma sociedad. Dada la
importancia del tema es que no podemos callar, ni dejar de movilizarnos para expresar nuestro firme y claro rechazo al aborto. El tema de la vida es parte integrante del contenido de nuestra fe en un Dios que es creador y providente. El
don de la vida no es un producto más, sino un proyecto que tiene el
sello de lo divino y que sólo necesita del tiempo para su realización y
verdad plena.
Es
importante observar que cuando el Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia Católica nos habla del aborto lo hace precisamente en el
capítulo III, en el que trata sobre los Derechos Humanos. Sacar
el aborto de este contexto es desconocer la dignidad y las exigencias
de la vida concebida, y no ponderar su gravedad intrínseca. Cuando
no se parte de la realidad de la vida como un dato objetivo comprobable
científicamente, y frente al cual no se puede admitir la gradación del
más o menos, sino que es una existencia nueva y que como tal debe ser
tratada, entonces perdimos de vista el lugar correcto desde el cual
debemos observar la realidad. Estamos ante un nuevo ser que tiene
autonomía genética, aunque no tenga aún una independencia total. Esta
realidad de fragilidad no disminuye, sin embargo, su grandeza en el
orden del ser, que es lo que determina su condición de sujeto de
derechos. Por ello debemos afirmar y defender que el primer derecho del
hombre es el derecho a la vida.
En esta línea de pensamiento la Doctrina Social de la Iglesia concluye que
la fuente última de los derechos humanos no depende de la voluntad o
libertad de ninguna persona, ni reside en poder del Estado ni en la
promulgación positiva de sus leyes, sino sólo en la dignidad del mismo
hombre que le es connatural a su propia vida y que es igual en toda
persona. Estos derechos, por otra parte, son universales,
inviolables e inalienables, es decir, están presentes en todos los
seres humanos, sin excepción alguna de tiempo, lugar o sujeto. Además de
su universalidad estos derechos tienen la nota de la indivisiblidad,
es decir: “Tales derechos se refieren a todas las fases o etapas de la vida y en cualquier contexto…. Son un conjunto unitario..”
(Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia nº 154). Desde esta
certeza filosófico-científica se define y garantiza el respeto por
todos y cada uno de los derechos humanos. Cuando dejamos de pensar a
partir de las exigencias que nos plantea esta realidad, aún en su
estado o etapa de fragilidad dependiente, pero siempre como sujeto real
de derechos, quebramos el orden del ser y de la justicia.
Un tema que se esgrime es el de la libertad de la madre como un derecho absoluto que no admitiría límites. Se lo llama el derecho a la libre decisión. Debemos recordar que la libertad no es un principio absoluto creador de normas,
sino una determinación personal y voluntaria que debe reconocer, y
éste es su límite, los derechos que emanan del otro o de un
ordenamiento jurídico, en este caso la vida concebida que se convierte
en una realidad que vincula y compromete. Lo que existe en la madre,
después de la concepción es un ser distinto y goza, por lo mismo, de
derechos que deben ser tutelados por el Estado por medio de sus leyes
justas. No es un objeto que dependa de la voluntad de nadie, sino un sujeto de derechos.
La justicia es dar a cada uno lo que le corresponde, por ello es tan
sabia y necesaria la tutela jurídica frente a la vida naciente e
indefensa. Como vemos no se trata sólo de un cuestión de fe, o de
pertenencia religiosa, sino de un tema que compromete la conciencia y
que como ciudadanos tenemos el derecho y la obligación de defenderlo
ante la sociedad y reclamarlo a las autoridades. Esto lo digo como Obispo, pero también, y tal vez antes, como ciudadano de esta Patria a la que pertenezco y amo.
Esta
polémica no es, decía recientemente la Declaración de la Comisión
Permanente del Episcopado Argentino, una discusión entre tantas. Es una
cuestión de fondo que involucra a todos los ciudadanos de cualquier
credo o condición social. La opción por el aborto desconoce la
dignidad e inviolabilidad de la vida que tiene su fundamento en el
orden del ser, que es el fundamento de la justicia. Como vemos
estamos ante un tema que no podemos desatender, debemos dar razones de
lo que proclamamos y defendemos, sin complejos, pero con la certeza que
nos da la fe y la razón, que no se oponen sino que se complementan y
ayudan, como así también con el debido respeto a las personas. No se trata de un tema opinable para un cristiano
sino que es parte integrante de nuestra fe en un Dios que es Padre, y
que nos ha revelado el valor de la vida en la exigencia de un
mandamiento, no matar.
Queridos
hermanos, les he escrito esta carta con la responsabilidad de Pastor
ante un tema instalado y del que nadie puede sentirse ajeno, sino
comprometido con su fe para prestar un servicio al bien de la sociedad
desde cualquier lugar que ocupe, sea en la familia como en la escuela,
alumno o docente, político o empresario, profesional, empleado,
trabajador o simple ciudadano. Pongo la intención y el contenido de
esta carta a los pies de María Santísima, Nuestra Madre de Guadalupe,
para que nos acompañe en este camino del Evangelio de la Vida que
hemos recibido de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Junto a mi afecto y
oraciones, reciban mi bendición de Padre y Obispo.
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo emitido el sábado 5 de agosto de 2006 por LT9:
En estos días ha ocupado un lugar destacado el tema del aborto, por atención al caso de una mujer violada,
con el agravante de disminución mental y cuyo embarazo se encontraba
en el quinto mes. Son varios los componentes que entran en esta
situación. Por un lado la violación como hecho aberrante, la condición
de disminución de la madre junto al pedido de interrupción del embarazo,
y por otro, la realidad de la vida ya gestada a la espera de su
nacimiento y que necesita, aún, de los cuidados necesarios. Frente a
ello el ordenamiento jurídico que defiende la vida desde la concepción.
Nos encontramos ante una situación difícil y dolorosa que merece respeto. En ella aparece lo aberrante de una violación y la debilidad de la madre, pero también el hecho indudable de una vida que existe,
que tiene autonomía e identidad genética, pero que aún no es
independiente, es decir, no puede existir ni decidir por si, sino que
necesita de la ayuda y tutela jurídica. Plantear bien un problema es
reconocer tanto las dificultades, como las exigencias del hecho, este
es el camino para dar una respuesta justa, que no excluye lo doloroso.
Ante una situación difícil la tentación puede ser suprimir uno de los
términos de la ecuación, lo correcto, en cambio, es considerar la totalidad del hecho y asumir las exigencias como los derechos de cada una de las partes. Esto me lleva a afirmar que la
ley, en este caso, debe castigar al agresor, que es el violador,
defender la vida como un hecho que reclama el cuidado y su tutela, y
acompañar con todos los medios al agredido, es decir, a la madre.
Entra
otro elemento en juego que es el ejercicio y el límite de la libertad.
Creo que este aspecto es el que más se esgrime y se lo considera como
un derecho absoluto. Se lo llama el derecho a decidir que tiene la
madre. La libertad, sin embargo, no es un principio absoluto o una decisión creadora de normas o valores,
sino que es una determinación personal y voluntaria que debe reconocer,
y éste es su límite, los derechos que emanan del otro o de un
ordenamiento jurídico, que es algo objetivo, en este caso la vida
naciente con su necesaria tutela, que se convierte para ella en una
realidad que la vincula y compromete.
Siempre
estamos llamados a decidir y a realizar opciones, pero éstas deben ser
hechas de acuerdo a una jerarquía de verdades. En este caso concreto se
trata de privilegiar la vida humana como hecho único e irrepetible, más allá de las circunstancias en las que ella se nos hace presente, esto lo considero un acto de justicia frente a un ser inocente. Esto
no significa ser insensible al dolor sufrido por la madre, todo lo
contrario, es necesario acompañarla, incluso hasta prever la
posibilidad de una adopción si llega el caso. En toda opción hay
algo que debemos privilegiar, la opción por el aborto quiebra la
jerarquía de verdades y valores, como el orden moral de una sociedad.
Por ello es tan sabia y necesaria la tutela jurídica frente a la vida
indefensa.
Queridos
amigos, sé que este mensaje puede parecer exigente, pero creo que lo
reclama la verdad de la vida como fundamento de la justicia. Reciban
junto a mi expresión de afecto mis saludos y bendición.
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, emitido el sábado 17 de marzo de 2007 por LT 9:
El derecho a la vida es el primer derecho humano.
En esta frase tan simple se expresa una verdad que sostiene y
construye una cultura. Esto que nos parece tan evidente en su
formulación, hoy, desgraciadamente, se lo cuestiona desde diversos
discursos y actitudes, incluso desde la misma autoridad civil. En lugar
de afirmar con claridad la defensa de la vida desde su nacimiento, como
lo marca nuestra Constitución, se buscan caminos que relativicen este
principio.
Este
tema no es secundario para la vida moral de una comunidad. No se trata
de un tema religioso sino que es primariamente un tema humano.
Desconocer, o no querer asumir la realidad de la vida como un hecho
objetivo que tiene y reclama sus derechos, es determinar que la
moralidad de un acto depende solo de mi voluntad o de mi libertad de
decisión, sin que intervenga en ello una realidad objetiva, sea una
persona o una norma. Este hecho por su importancia social requiere de
decisiones claras, como de su necesaria tutela jurídica.
La
justicia es la virtud que nos enseña a dar a cada uno lo suyo, lo que
le corresponde, por ello es la garantía de los derechos. En el tema del
aborto lo que no se tiene en cuenta es, precisamente, el derecho del
que ya existe con su propia identidad genética, pero que aún no ha
nacido. Por ello es tan justa y necesaria la legislación que tutela a
aquel que no puede ejercer por si mismo, su primer derecho, el derecho
al desarrollo de la vida que ya posee. El hombre se realiza en el
ejercicio de la libertad, pero siempre que ella reconozca a la verdad
como su fuente, su grandeza y también su límite. Pensar solo desde
nuestra libertad como un absoluto, es desconocer la condición humana y
sentirnos indebidamente dueños, en este caso, de la vida, del otro.
Esto significa que la fuente de los derechos humanos no se encuentra
en nuestra voluntad, ni en el la realidad del Estado o de los poderes
públicos, sino en la dignidad irrepetible de cada hombre. Estos
derechos son universales, inviolables e inalienables.
Causa
dolor y preocupación escuchar que el derecho a la vida pueda quedar
librado la decisión de la mujer como dueña de su cuerpo. Esto no
puede considerarse es un verdadero progresismo, porque no parte ni
tiene en cuenta la exigencia moral de lo que existe. No se atenta
contra la libertad de la mujer cuando se defiende la vida naciente, por
el contrario se la valora en su dignidad y responsabilidad. Cuando se
quiebra la armonía entre la verdad, el derecho y la justicia, no
progresa el hombre en su condición de ser espiritual y libre. Toda forma de aborto provocado es ilícito:
esta afirmación no es un hecho religioso o privado, sino que es humano
y público, y necesita, por lo mismo, de la sabiduría de las leyes y
del ejercicio de la justicia. En este tema se juega no sólo la vida
de un nuevo ser, sino principios que definen una cultura, por ello es
también un tema de responsabilidad política.
Deseándoles un buen fin de semana en familia, reciban de su Obispo junto a mis oraciones y afecto, mi bendición en el Señor.
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo emitido el sábado 6 de octubre de 2007por LT 9:
En
este mes dedicado a la Familia quiero referirme al tema de la Vida como
fundamento ético y jurídico del bien común de la sociedad. Me refiero
al derecho a la vida de toda persona concebida como primer derecho
humano y fundamento del orden jurídico. Esto implica una clara posición
frente al aborto. El Santo Padre incluía este tema entre aquellos “principios no negociables”, decía, que hacen a la salud moral y jurídica de una comunidad. No se trata de principios religiosos ni de un tema que pueda quedar librado a la sola de decisión de una persona,
sino de considerar la vida naciente como la realidad de un ser que en
su autonomía y dignidad, reclama el cuidado de sus derechos,
precisamente el primero de ellos es el de la vida. El tema de la
vida humana no es un hecho privado que queda a la libre determinación
de una persona, sino que en su dignidad compromete a la sociedad
política y jurídicamente organizada.
Por ello ha sido llamativo y preocupante que en estos días, en Paraná, la
autoridad política en lugar de orientar los pasos en una clara defensa
de la vida del niño por nacer, se haya manifestado en actitudes a
favor de una ampliación y generalización del aborto. También preocupa que en sede judicial no se tenga en cuenta los Pactos Internacionales,
por ejemplo el de San José de Costa Rica o la convención sobre los
Derechos del Niño que obligan de modo inequívoco a garantizar la vida
del niño por nacer. Argentina es signataria de estos acuerdos. Es bueno
recordar, además, la interpretación que por unanimidad dio la Academia
de Ciencias Morales y Jurídicas respecto a las llamadas “excusas
absolutorias” contenidas en la reforma al art. 86 del Código Penal.
En un reciente editorial del diario La Nación se recuerda el origen de
esta cláusula en la que se declaraba no punible el aborto “para
evitar, se decía, que de una mujer idiota nazca un ser anormal y
degenerado”, y concluía, el aborto debe ser consentido “cuando es
practicado a los fines del perfeccionamiento de la raza”. Esta teoría,
lamentablemente, existía en algunos países de Europa e influyó en
algunos marcos jurídicos.
Si
bien se trata de un tema primariamente humano y no confesional no puedo
dejar de recordar las palabras que con tanta verdad y belleza nos
propone la fe bíblica al referirse a esta realidad de la vida por
nacer: “Por que tú Señor…me has tejido en el
vientre de mi madre…cuando era formado en lo secreto…mis días estaban
escritos y señalados, antes que uno solo de ellos existiera” (Salmo
138). La fe ilumina a la razón. Quiero concluir esta
reflexión con las palabras del Documento de Aparecida a los dirigentes:
“Esperamos, dice, que los legisladores, gobernantes y profesionales de
la salud, conscientes de la dignidad de la vida humana y del arraigo
de la familia en nuestros pueblos, la defiendan y protejan de los
crímenes del aborto y de la eutanasia” (Ap. 436). Esta defensa de la
vida, además de la tutela jurídica, debe comenzar por acompañar humana y espiritualmente a la madre para que lleve a buen término lo que en ella ya existe, y no en ofrecerle una aparente pero equivocada solución.
Deseándoles
un buen fin de semana en compañía de sus amigos y en familia, les hago
llegar junto a mi afecto y oraciones mi bendición en el Señor.
En
noviembre de 2008, el ministro de Salud de la provincia de Santa Fe,
Miguel Ángel Cappiello, funcionario del gobernador Hermes Binner, apoyó
abiertamente la gestión de la presidente del bloque de diputados
nacionales del Partido Socialista, la rosarina Silvia Augsburger, para
dejar de punir el aborto y también la decisión de no obligar a los
médicos a denunciar dichas prácticas. Frente a esta situación Mons.
Arancedo expresó ante la prensa:
“Me
preocupa de una autoridad que tiene la responsabilidad del bien común.
Yo creo que el aborto hay que verlo como lo que es, no hay que darle
muchas vueltas. El acto del aborto se impone a la libertad de una
persona, (porque) donde hay vida ya existe derecho. El chico que
se está engendrando en el vientre de su madre tenga 20 días, tenga un
mes, ya es un ser vivo y sujeto de derecho y por lo tanto la ley debe
tutelar esos derechos”.
“A
la chica (con un embarazo no deseado) habrá que acompañarla, habrá que
hacer todo, pero no poner de entrada la solución imprudente del aborto.
El aborto no es negociable. Si existe vida, esa vida reclama respeto, tiene derechos”.
Frente
a las declaraciones de Ministro de Salud de que “no hay ninguna
obligación de denunciar estos casos”, Mons. Arancedo respondió:
“Espero que los médicos no se dejen llevar por esas medidas ¿Cómo no va a denunciar a alguien que se practicó un aborto? La postura de la Iglesia es el respeto por la vida; ¿y quién dice que hay vida? Lo dice la ciencia”.
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, emitido 22 de marzo de 2009 por LT 9:
El próximo 25 de Marzo, Fiesta de la Anunciación del Señor, celebramos el Día del niño por nacer. La Anunciación nos recuerda la concepción de Jesús en el seno de la Virgen María. Concepción y nacimiento son dos momentos en el desarrollo de una misma vida.
Desde el momento de la concepción la vida adquiere una entidad
independiente que nos compromete en su defensa por ser su primer
derecho. Esto tan fácil de expresar presenta, sin embargo, una serie de
objeciones que no parten del derecho que esta vida nueva reclama, sino
desde la libertad del hombre como un absoluto que le da derecho a
decidir. Ahora bien, si no aceptamos que mi libertad tiene un límite en
el derecho del otro, estamos ejerciendo un poder sobre el otro que no
nos corresponde. La vida del ser naciente no es un objeto del que soy dueño, sino un sujeto con su entidad, autonomía y derechos.
Estamos hablando del aborto, no de un método anticonceptivo. Aquí
no se habla de impedir la concepción, aquí se habla de eliminar lo ya
concebido. Esta es la gravedad del aborto. No se trata, por ello, de un
tema religioso que pueda quedar reducido a la esfera de lo personal o a
las convicciones de un grupo, sino que estamos ante un derecho que
hace a la dignidad del ser humano. La negación al aborto no
comienza por un acto de fe sino por un dato científico con
consecuencias éticas y jurídicas, es decir, cuando la ciencia nos dice
aquí hay vida humana, en ese mismo momento comienza la exigencia de una
actitud de respeto y de cuidado que la fe, es cierto, lo va a reforzar
y a defender, incluso haciendo referencia a un mandamiento de la Ley
de Dios, que nos dice: “no matarás”. Como vemos, el hecho de la vida
es, ante todo, una realidad humana que nos compromete moralmente. Por
ello es obligación del Estado proteger y tutelar con sus leyes, el
camino de esta vida nueva desde su concepción a su nacimiento. Desde
esta perspectiva podemos comprender por qué la Iglesia habla del aborto
como un tema “no negociable”.
La defensa de la vida no se reduce, por otra parte, sólo a luchar contra el aborto sino que abarca todo el desarrollo de esta vida,
principalmente en sus momentos de mayor fragilidad, comenzando por el
embarazo, pero siguiendo por el nacimiento y su cuidado posterior.
Pienso en la soledad y la pobreza de muchos niños que viven en un mundo
que se jacta de sus logros y carece de sensibilidad para dar una
respuesta a su realidad. No defiende la vida, como primer derecho
humano, una sociedad que vive con indiferencia frente a la marginalidad
de sus hijos. No se trata se suprimir pobres sino de atacar la pobreza.
Dios ama al pobre pero no quiere la pobreza impuesta. ¿Es justa una
sociedad, me pregunto, que ve crecer en la degradación de la pobreza a
sus hijos? ¿No nos debemos sentir responsables como sociedad,
políticamente organizada, del futuro de una juventud que crece desde la
niñez debilitada en su salud física, psicológica y cultural? Es por
ello que el tema de la defensa de la vida abarca la totalidad de etapas y aspectos en los que ella se desarrolla,
pero debemos poner el acento, ciertamente, en aquellos momentos que
más necesita de la presencia y responsabilidad de los adultos y la
sociedad. El primer momento de fragilidad la puede padecer el niño por
nacer.
Quiero agradecer la presencia y entrega de “Grávida”
como institución dedicada a acompañar la vida naciente desde el seno
de la madre, que ha permitido el nacimiento de muchos niños que hoy son
la alegría de sus madres. También quiero valorar el trabajo
desinteresado de muchas familias que asumen el rol generoso de ser “Hogares de Tránsito”
para aquellos niños que nacen sin la posibilidad inmediata de un hogar
propio. Todas ellas son familias sin grandes recursos pero con sólidas
convicciones morales, en ellas veo una reserva moral de nuestra
sociedad.
Reciban de su Obispo junto a mi respeto y afecto, mis oraciones y bendición en el Señor Jesús y María Nuestra Madre.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz.
Con
motivo de la vigilia por la vida convocada para toda la Iglesia por el
Papa Benedicto XVI para el sábado 27 de noviembre de 2010, Mons.
Arancedo pronunció las siguientes palabras en el micro radial de LT 9:
El
Santo Padre ha querido iniciar el tiempo de Adviento con una solemne
“Vigilia por la vida naciente”. El nacimiento de Jesús nos habla no
sólo del valor de su vida y misión, sino que se convierte, para toda la
humanidad, en el camino que ilumina y protege la vida de cada ser
humano. La vida naciente presenta la exigencia de un derecho y reclama la responsabilidad de una tarea que nos compromete. La fe no me aísla en una relación personal con Dios, sino que me compromete con su obra, en especial con su obra mayor que es el hombre.
La gloria de Dios consiste, decía San Ireneo, en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en el encuentro con Dios. Todo este misterio de la grandeza de la vida y el destino del hombre está encerrado en la fragilidad de la vida naciente. Por ello, la realidad de esta vida es un don y una responsabilidad para el hombre y la sociedad.
No somos dueños de la vida humana, pero sí partícipes necesarios de su concepción y cuidado. Esta verdad pertenece al orden natural y es captado por la razón y compromete, por lo mismo, una actitud moral. No
podríamos hablar de la dignidad de la vida humana sino asumimos la
exigencia de la tutela de su primer derecho, que es el derecho a la vida.
Esto pertenece al orden la justicia que nos habla de dar a cada uno lo
que le corresponde, en este caso el cuidado de la vida concebida. La
correcta lectura de este hecho sólo requiere de una mirada simple, pero
necesita de una actitud responsable.
Cuánto debemos agradecer el esfuerzo de personas e instituciones que acompañan este don de la vida, pienso entre nosotros en Grávida. Y qué triste es escuchar voces que proclaman el aborto seguro como un logro de la ciencia.
Cuando
el hombre olvida, por otra parte, su origen y destino trascendente
queda encerrado en un mundo inmanente sin raíces ni horizonte. Esta
afirmación que es fruto de la fe no es ajena a la razón, pero sí le
agrega a la vida del hombre un valor de trascendencia que le da un
sentido de plenitud. A aquellas razones humanas sobre la dignidad de
la vida del hombre, esta mirada de fe le agrega la dimensión de una
vocación que es única y personal, y para la cual Jesucristo ha venido
para ser su Camino, su Verdad y su Vida. Toda la historia del amor
de Dios, que en Jesucristo se ha hecho don personal para cada uno de
nosotros, tiene en la vida naciente de todo hombre el comienzo de un
diálogo que es la razón del envío y misión de Jesucristo.
Para
esto he venido, nos dirá, para que el hombre participe de la vida de
Dios. Estas razones que conocemos por la fe, porque provienen de la
Palabra de Jesucristo, enriquecen a la razón y comprometen con más fuerza el cuidado de la vida.
Que
esta Vigilia por la vida naciente, con la que el Santo Padre ha
querido inaugurar este tiempo de Adviento, renueve en nosotros el
compromiso con la defensa de la vida en todas sus etapas. Reciban junto a
mi afecto y oración, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima,
Nuestra Madre de Guadalupe.
En octubre de 2010, en el marco del mes de la Familia, Mons. Arancedo emitió el siguiente mensaje por LT 9:
En
el marco del mes de la Familia quiero referirme a un tema actual que
se lo presenta como un derecho, en este caso de la mujer, y que la
sociedad debería garantizar con sus leyes. Me refiero al tema del
aborto. Creo que todos coincidimos que estamos ante una situación límite
y no querida, entiendo que nadie quiere abortar; pero nadie, tampoco, puede negar actualmente la existencia de una vida nueva a partir de la concepción, es decir, estamos ante un ser vivo que tiene su propia identidad genética.
El embrión no es un fragmento de la madre, es un nuevo ser perfectamente individualizado con su propio ADN. En
los modernos sistemas jurídicos el ADN se ha convertido en la "prueba
reina", para determinar la identidad y los derechos de las personas
desde su concepción.
Lo dramático de una situación no puede alterar o desconocer lo que es propio de cada ser en cuanto sujeto de derechos. Para
este ser ya concebido su primer derecho es, precisamente, el derecho a
la vida. Esto no es quitar un derecho a alguien, sino defender el
derecho de alguien. A la sabiduría de la ley le corresponde tutelar
esta verdad que hace a la dignidad de todo ser humano. Esto no depende
de una creencia religiosa sino de una realidad que, por su misma
naturaleza humana y científica, reclama principios éticos que
comprometen el ordenamiento jurídico de la sociedad. Estamos ante un
hecho que trasciende lo individual o privado, porque está en juego
tanto la vida de una persona como la cultura de una sociedad.
No
puedo dejar de mencionar el testimonio de alguien que actuó con la
serenidad y la firmeza que estos casos reclaman. Se trata de un médico
que también es político. Me refiero al Dr. Tabaré Vázquez, presidente del Uruguay. Al fundamentar su veto a la ley de despenalización del aborto llama la atención sobre un dato que no es menor: "en los países que se ha liberalizado el aborto, estos han aumentado",
y lo ejemplifica: "en los Estados Unidos, en los primeros diez años,
se triplicó y la cifra se mantiene, para concluir, la costumbre se
instaló". Qué triste e injusto es escuchar: "la costumbre se instaló",
que equivale a decir, se ha instalado una cultura. La ley que
penaliza el aborto tiene, por ello, una razón preventiva y pedagógica,
en cuanto tutela y defiende el valor de la vida. Por ello va a concluir: "El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados".
He querido traer el testimonio de alguien que no habló desde una fe
religiosa, sino desde su condición de profesional y de estadista.
Algunos para justificar el aborto sostienen que los embriones son sólo potencialmente humanos. No
se puede fragmentar la vida humana, ella debe ser entendida como una
totalidad dinámica que supone, tanto una identidad desde el origen como
una unidad en su desarrollo, esto lo revela la existencia de un ADN
que es único e irrepetible. No se puede decir que lo que aún no ha
nacido o no conozco no existe. Por otra parte, si bien el embrión
humano es autónomo desde la concepción, aún no es independiente, es
decir, depende del cuidado de su madre o incluso de la sociedad. Esta
es su grandeza, pero también su fragilidad. Con sabiduría de estadista
concluía: "es más adecuado buscar una solución basada en la
solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su criatura,
otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma,
salvar a los dos". Cuando la realidad y el cuidado de la vida no
es un límite legal, crece una cultura sin fundamento que hiere al hombre
y empobrece a la sociedad.
¿El
aborto es un derecho?. Si partimos del hecho comprobado científica y
filosóficamente de que el óvulo fecundado inaugura una vida nueva que
ya no es un fragmento del padre o de la madre, debemos concluir que las
prácticas abortivas son injustificables e injustas y, por lo mismo, no
son un derecho. Tampoco se puede argüir desde la libertad de decisión
de la mujer, porque se viola el derecho de un ser vivo que ya es una
persona. En nombre de la libertad de quién tiene poder y voz, no se
puede negar el derecho de quién no tiene la posibilidad de hacerse oír.
Aquí entra el sentido y la finalidad de la ley, como un principio de
equidad que debe regir la vida de la sociedad. Por ello: "un
Estado que se arrogue el derecho de definir qué seres humanos son o no
sujetos de derechos, y que, en consecuencia, reconozca a algunos el
poder de violar el derecho de otros a la vida, contradice el ideal
democrático. En efecto, aceptando que se violen los derechos del más
débil, acepta al mismo tiempo, que el derecho de la fuerza prevalezca
sobre la fuerza del derecho" (Ratzinger J. La sacralidad de la Vida Humana).
Me
permito sugerir la lectura de un pequeño libro que ha publicado el
equipo de Pastoral Familiar de nuestra Arquidiócesis, y que lleva como
título: La vida humana en sus inicios: El problema del aborto y sus desafíos.
Creo que tanto legisladores y políticos, como los simples ciudadanos,
debemos asumir este tema con la responsabilidad cívica y moral que ello
implica. Lo que está en juego son principios y comportamientos que
hacen tanto al respeto por la vida naciente, como al nivel de una
cultura que privilegia el primer derecho de todo ser vivo, el derecho a
la vida. Reciban de su Obispo junto a mi respeto y afecto, mis oraciones y bendición en el Señor.
2011: Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe:
no podemos ser espectadores que comentamos la realidad, sino
comprometernos con los valores y la docencia de una cultura de la vida
Con
motivo de la 112ª Peregrinación Arquidiocesana a la Basílica de
Guadalupe en la ciudad de Santa Fé en mayo de 2011, Mons. Arancedo
predicó la siguiente homilía:
Queridos hermanos:
Como
todos los años venimos a celebrar la Fiesta de Nuestra Madre. Como
todos los años Guadalupe nos sorprende por el fervor de un pueblo que
peregrina movido por la fe y el amor, y con la certeza de un camino que
le pertenece. La presencia de la Virgen en Guadalupe tiene su razón de
ser en la vida e historia de nuestra comunidad. La lectura de este
hecho nos muestra cómo nació en el pueblo y fue marcando un camino de
encuentro con Dios en este preciso lugar y en torno a esta venerada
imagen, que se convirtió en patrimonio y punto de referencia para la fe
de los santafesinos. Qué triste, cuando no se conoce ni valora el
significado religioso y cultural de una tradición que nace de la fe y
expresa a una comunidad.
La
devoción católica a la Virgen tiene su centro en Jesucristo, el único
mediador entre Dios y los hombres. Ella nos orienta hacia él y nos dice
hoy, como ya le dijo a los apóstoles: “Hagan todo lo que él les diga”
(Jn. 2, 5). Acercarnos a María es renovar nuestro encuentro con
Jesucristo para vivir de su Palabra y los Sacramentos, que nos ha dejado
para caminar junto a nosotros. Este mensaje simple y profundo es el
que se vive y renueva cada año en Guadalupe. Una auténtica devoción a
la Virgen es, por ello, la que mantiene viva en nosotros el amor a la
palabra de su Hijo y el sentido de pertenencia y comunión con la
Iglesia. El lugar de María en la Iglesia es un lugar único elegido
por Dios, y que el mismo Jesucristo nos la ha dejado como madre: “Aquí
tienes a tu madre” (Jn. 19, 26-27), nos sigue diciendo.
Esta
112° Peregrinación Arquidiócesana a Guadalupe nos convoca bajo el
lema: “Madre, danos fuerza para amar y servir a la vida”. El lema se
ubica en el marco del “Año de la Vida”, que la Iglesia en la Argentina
nos ha propuesto. La vida humana no es una idea que podamos considerar abstractamente, ella existe en cada hombre concreto. No estamos ante una idea más, sino ante una realidad que es única y personal. Hablar de la dignidad de la vida humana significa hablar de la dignidad de todo hombre y a lo largo de toda su vida.
Es la ciencia la que nos dice que esta vida ya existe desde el
embrión, es decir, que desde la concepción estamos ante la realidad de
un nuevo ser con su propia identidad. Este hecho, que marca el inicio
de una vida, nos compromete a lo largo de toda su historia,
principalmente desde el embarazo, pero también en su nacimiento,
educación y desarrollo integral. No defendemos ideas, defendemos la dignidad concreta de todo ser humano.
Los
ataques que sufre la vida se presentan en momentos de especial
fragilidad, pienso en el tiempo del embarazo con el peligro del aborto,
consecuencia de una mentalidad que ha perdido el sentido de su
gravedad moral y cultural. Parecería que la vida del otro ha dejado de
ser un límite a mi libertad. ¡A cuánto niños hoy se le impide nacer! Hay
una crisis en el modo de vivir la exigencia de los valores, que va
debilitando el sentido de responsabilidad social y política. Pienso en una niñez que crece sin referencias que la contenga,
ni ejemplaridad que la anime; víctimas, en algunos casos, de la
marginalidad. Pienso en la vida de los jóvenes frente al ataque de la droga que avanza con la complicidad del silencio y la impotencia de la autoridad. Pienso en el tema de la inseguridad que se vive, donde el paso del robo a la muerte se convierte en algo común. Estamos
ante signos de una sociedad enferma que debemos asumir y de la que
somos parte; no podemos ser espectadores que comentamos la realidad,
sino comprometernos con los valores y la docencia de una cultura de la
vida.
Es la vida humana la que ha perdido valor, por ello venimos hoy a pedirle a nuestra Madre en Guadalupe, “danos fuerza para amar y servir a la vida”.
En primer lugar para amar a la vida como un don que poseemos y poseen
nuestros hermanos, del que estamos agradecidos y nos sentimos
responsables de su cuidado. El amor debe hacerse servicio a la vida.
Aprovecho esta oportunidad para pedirles a los diversos candidatos
políticos en este año electoral y con el respeto que me merecen, que
presten una especial atención al tema de la vida en todo su desarrollo,
y no tengan miedo en defender a la vida desde la misma concepción. La defensa de la vida es una causa que necesita claridad y compromiso.
La importancia de este tema no admite ambigüedades, requiere de una
clara definición que tutele el valor de toda vida humana. No es
coherente con su fe un cristiano, o un político cristiano, que apoye el
aborto. Esto venimos a hacerlo oración y compromiso a los pies de
nuestra Madre en Guadalupe: Madre, le decimos, danos fuerza para amar y
servir a la vida.
Al
finalizar esta celebración, como lo venimos haciendo todos los años,
vamos a iniciar el camino anual de la Misión Arquidiocesana haciendo
entrega de una imagen de la Virgen de Guadalupe, Patrona y Misionera de
Santa Fe. La Misión es signo de una fe madura y de compromiso eclesial.
Una Iglesia que pierda su ardor misionero es una Iglesia que se va
adormeciendo en sus pastores y en sus fieles, y va perdiendo el sentido
de su presencia en el mundo. A esta exigencia de la fe se le agrega,
además, la orfandad religiosa de un pueblo que hemos bautizado. ¡Cuánta
gente vive con alegría el reencontrarse con su madre, la Iglesia, que
un día los había bautizado, y que tal vez los había abandonado! Hay una
deuda con el bautismo que hemos dado a nuestros hermanos. Por ello les
recomiendo a todos, sacerdotes, religiosos o laicos, que sean
generosos con su tiempo y animen a sus comunidades a asumir y ser parte
de esta convocatoria que hace a la vida y madurez de nuestra fe, como a
la presencia de la Iglesia en el mundo.
Queridos
hermanos, solo me queda agradecerles esta fervorosa presencia que se
renueva cada año en Guadalupe, que fortalece nuestros lazos de
pertenencia y nos anima a renovar el compromiso de nuestra vida
cristiana. Que María Santísima nos acompañe y que su Hijo, Nuestro Señor
Jesucristo, sea siempre nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida.
Amén.
Días
antes de las elecciones presidenciales y en el contexto del debate de
proyectos de aborto que se dio en 2011 en la Comisión de Legislación
Penal de la Cámara de Diputados, monseñor José María Arancedo emitió el
siguiente micro radial el 8 de octubre de 2011 por LT 9:
Cuando
trato de comprender cuál es la razón última de quienes sostienen el
aborto, llego a la conclusión de que se basan en un concepto del hombre
y su libertad como algo absoluto, una suerte de un dios creador que no
tiene límites. Parecería que las razones biológicas y científicas,
que no dudan en hablar de vida humana desde el embrión, no son
suficientes. Les cuesta reconocer esta realidad humana del embrión, es
más, tratan de evitar que se presenten sus imágenes por la crudeza que
tienen.
El no ver, parecería, tranquiliza la conciencia.
Tampoco alcanzan las razones jurídicas, cuando se nos habla del
derecho a la vida como el primer derecho del hombre y, por lo mismo,
reclama ser tutelado por las leyes. No hay nada superior a la libertad
del hombre entendida como un poder absoluto de decisión.
Habría,
para esta postura pro aborto, una omnipotencia de la libertad personal
que exime de toda referencia ética o jurídica que sea vinculante.
Algunos lo justifican diciendo que esa vida aún no tiene voz propia, no
es persona como nosotros, agregan. No es suficiente, para ellos, la
verdad de un ser que está en camino y que, aún, necesita de ayuda. Lo
que importa es la libre decisión de quién engendra y lo lleva,
convirtiéndose en creadores, en pequeños dioses de algo que les es
propio, y no necesita, ni admite, una tutela legislativa y jurídica. Es
una suerte de creación, si es posible la comparación hablaría de una
creación sin sentido de providencia o responsabilidad respecto a la
vida engendrada.
Puede
parecer un tanto simple esta presentación, pero creo que es necesario
plantearla en estos términos para comprender el fondo de la cuestión. Estamos
ante la gravedad de una cuestión que define no sólo el valor único de
una vida, sino el alcance gnoseológico y ético de una cultura. Campea como telón de fondo los principios de una filosofía de corte constructivista que, aunque no se lo exprese claramente, lleva necesariamente al planteo de una moral relativista, donde todo es posible.
No
podemos dejar de pensar, ciertamente, en los problemas que puede
plantear un embarazo para la mujer. No se trata de una actitud que no
tenga en cuenta esta realidad, por el contrario hay que asumirla; lo
que si marca una diferencia frente a esa postura es que estamos ante una
vida nueva con sus exigencias y derechos. Este hecho requiere una
cercanía y acompañamiento a la mujer tanto de la familia como de la
sociedad, pero nunca es una actitud humana y responsable resolver el
problema quitando una vida. Es importante buscar respuestas educativas y propositivas frente a esta realidad.
¡Cuántos
niños hoy están creciendo con la alegría y gratitud de sus madres,
porque han tenido la cercanía de personas que han sabido acompañarlas! Pienso en la obra silenciosa de Grávida,
que es testimonio de un amor auténtico y responsable. El verdadero
concepto de libertad, por otra parte, no es un límite a la grandeza del
hombre, sino una condición necesaria que hace de la libertad un signo
de su dignidad.
Reciban
de su Obispo en este mes dedicado a la Familia, junto a mi afecto y
oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima.
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Pedimos a nuestros lectores que nos ayuden a difundir este rico magisterio provida de Mons. José María Arancedo.
FUENTE: AICA, Infocatólica y Argentinos Alerta
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