Por Emilio
Nazar Kasbo
Supongamos que una persona con esclarecidos
ideales, con una profunda Fe, logra aunar las voluntades, que debe contar para
ello con la Gracia de Dios, y fundar un Instituto católico. Si el movimiento se funda en el modernismo, o acepta en cierto grado el modernismo, acabará siendo como un Judas para Cristo, un traidor para Dios.
FE Y VIDA
Supongamos que esa persona perseverara en las
virtudes hasta el último instante de su vida, logrando así la perseverancia
final en la Caridad católica que lo hace merecedor de la Gloria propia del
Reino de los Cielos. A tal persona, por sus cualidades heroicas, tras la
apertura de una causa canónica, y luego de la realización de milagros
atribuidos a su intercesión después de haber fallecido, se lo declara santo por
la Iglesia. El centro de todo esto es la coherencia entre la Fe y la vida, como
testimonio de la Gracia.
¿Qué sucede en casos como el de Marcial Maciel, quien mantenía en
secreto a dos familias, o el reciente caso de la renovación carismática, la
Comunidad de las Bienaventuranzas, donde se han cometido abusos sexuales por Ephraim Croissant (su fundador) y otros
miembros? ¿Invalidan la obra realizada los gravísimos pecados de los
impulsores?
En primer lugar, deben realizarse varias
distinciones. Muchas veces, la mayor o menor ortodoxia del fundador o del
Instituto que funda son determinantes de los pecados que se acaben cometiendo.
Una comunidad que tiene en claro la importancia de la Liturgia bien celebrada
así como el rechazo de los abusos litúrgicos, de falaces interpretaciones tanto
de los Ritos como del Dogma, el Magisterio y la Tradición, tendrá más
posibilidades de que sus integrantes y quienes se les acerquen tengan
facilitada la vía para alcanzar la santidad.
COMUNIDAD NO FORMADA
Por el contrario, si la comunidad formada
(empezando por su fundador) no valora la Liturgia bien celebrada (considerándola
un “fariseísmo”), promueve los abusos litúrgicos, así como heterodoxias e ideas
poco claras sobre los Ritos, el Dogma, el Magisterio y la Tradición, lindando
la heterodoxia (cuando no incurriendo en ella de modo explícito), tendrán menos
posibilidades de acercar a sus integrantes y a quienes se pongan en contacto
con ellos, a la santidad.
Lo dicho, que parece una obviedad, en los
hechos no parece serlo. Grandes “movimientos católicos” se han expandido en
poco tiempo y han crecido mucho en número y poder. Un ejemplo de ello, es el
Camino Neocatecumenal, que ha inventado una “misa”, que hace exposición pública
de pecados personales, y que tiene cierto tinte de heterodoxia. Otro es el caso
de los Carismáticos. Enaltecer el sentimiento por sobre la Verdad que es Cristo
mismo, el “sentirse bien” por sobre la alabanza y el agradecimiento a Dios por
la Gracia recibida, hacer de la Fe una cuestión psicológica… son graves
defectos que relativizan la Tradición.
¿Qué sucedería si se descubriera por ejemplo
(no es dicho esto como afirmación, conste, sino a título de simple ejemplo
hipotético), que Kiko Argüello, el
P. Carlos Buela u otros referentes
similares, carecen de virtudes personales suficientes como para estar al frente
de aquello que han promovido?
VIRTUDES HEROICAS
En primer lugar, hay que tener en cuenta que
vicios graves impiden el reconocimiento de virtudes heroicas. Inventemos, por
caso, una historia, para analizarla.
El “fundador” (si es sacerdote, violando la
castidad, o si es un laico cometiendo actos fuera del matrimonio), mientras
promueve la castidad, tiene una manceba, con la cual acaba teniendo hijos. Pero
como además tiene curiosidad malsana, ingresa por la vía de la pornografía y
acaba manteniendo relaciones con otras mujeres, luego con personas de su mismo
sexo, para acabar en la pedofilia. La lujuria lo vence, para caer en lo más vil…
pero ¿ha sido acaso una mera inquietud personal, o una influencia del mundo?
Efectivamente, ambas cosas deben estar presentes. Generalmente la herejía que dice
“revalorizar todo lo bueno que hay en el mundo”, en realidad oculta la “revalorización
de lo mundano”, de todo lo que hay en el mundo como pecado (¿no suena esto al “espíritu
del Concilio Vaticano II”?). Evidentemente, hay una influencia mucho mayor, y
es la acción del Diablo, negado incluso por ciertos sacerdotes y Obispos.
Dios es quien puede sacar de un mal un bien
mayor, pero es una intervención que puede calificarse como verdadero Milagro.
Fruto de un semejante fundador, pueden ser incluso sacerdotes santos, laicos
santos… ajenos a los pecados personales de aquél. Pero no ha sido por la acción
del pecado, sino por la acción de la Gracia.
EMBATES DEL DIABLO
Mientras mayor es la obra, mucho mayor será el
embate del mismo Satanás, que buscará a toda costa desprestigiarla y
destruirla. No pueden esperarse más que gigantescos embates del Diablo.
Y si semejantes ataques son esperados, tampoco
deben descartarse los no esperados: los sutiles ataques de pequeños o medianos
defectos, así como de pecados veniales que podrían ser evitados, de ideas
heterodoxas que no se encuentran en plena comunión con la Tradición de la
Iglesia, de ideas “innovadoras” (como si la Iglesia fuese una empresa que
aplica “marketing”), de juicios propios, de tener simpatías con instituciones
que militan contra la Iglesia Católica para su destrucción, de faltar a la
amistad y al consejo de católicos cabales y probos (una lógica exigencia de
hacer migas con instituciones que militan contra la Iglesia), y pequeñas
renuncias a la Tradición que a la larga implicará convertirse un extraño a su
luz.
Es que muchos no se dan cuenta que, al final,
están peleando contra el Diablo, y no contra fuerzas de la naturaleza o contra
una cultura en una sociedad determinada. Ese error, es el que puede llevar a
problemas mayores.
Los pecados son personales, no se “contagian”
al movimiento, aunque sí será “contagiada” cierta justificación de los pecados
referidos (de pensamiento, de palabra, de obra o de omisión). Efectivamente,
todos somos pecadores, pero quien encara una obra misionera debe tener especial
cuidado de no ofender a Dios. Porque de hecho, es una falta del Don del Temor
de Dios propio del Espíritu Santo, a quien muchos mencionan y pocos parecen
conocer de verdad.
MISERICORDIA DE DIOS
¿Qué es lo que lleva a caer de un pecado a
otro, sin levantarse ni levantar la cabeza para reincidir del mismo modo, en
una degradación permanente? La falta de Temor de Dios, creer en el “no morirás”
que la Serpiente sugirió a Eva, porque si en el mismo momento en que se comete
el pecado mortal la persona considerara su posible muerte en ese acto y la
condena irremediable al infierno, detendría su acción. Pero… ¿cuántos creen en
la existencia del Infierno hoy, a pesar de que Cristo mismo lo ha predicado?
Los buenos frutos no dependen de los pecados
del impulsor o de miembros de un movimiento católico, sino de Dios, a quien
exclusivamente deben ser atribuidos. Quien peca, responderá por su pecado
personal ante Dios.
A pesar de ello, la Iglesia es Santa, porque no
está compuesta por los pecados de sus integrantes. Quien vive en pecado mortal
se encuentra excluido de la Iglesia y sólo se vuelve a integrar tras la Confesión
(que implica el arrepentimiento, el propósito de enmienda, y la reparación en
la medida de lo posible).
Las personas que caen en vicios graves, dejan
de ser ejemplo y modelo para muchos católicos, aunque en las palabras aparezcan
como fieles. Y no solo eso, sino que su misma conducta provoca graves daños a
la Iglesia y a la Fe… y el arrepentimiento o la enmienda resulta casi imposible
de ser explicado a quienes no comprenden la noción de pecado, y mucho menos a
quienes no forman parte de la Iglesia.
Es Cristo quien santifica a su Iglesia, y la Iglesia es inmaculada. Porque al final de cuentas, todo queda librado
a la Justicia y la Misericordia de Dios.